lunes, 8 de abril de 2013

Escraches: El poder de la palabra

Escraches: El poder de la palabra



Sara Rosenberg.

Decía Rodolfo Walsh,  que “la clase dominante ha procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas.”
Y por eso la voz propia, la palabra, es tan importante. Las palabras verdaderas a veces deben defenderse de manera explícita.
El estado capitalista habla de “transparencia” cuando no hay nada más opaco y oculto que su funcionamiento y su corrupción. Porque los privilegios de la clase dominante no podrían sostenerse sin corrupción. Habla de democracia mientras ejercita la violencia contra mayorías explotadas, desahuciadas, silenciadas y para nada representadas. El estado burgués necesita esa opacidad. El ciudadano no tiene acceso a ningún tipo de control y las leyes y decretos son votados a espalda de las mayorías. Y el sistema capitalista teme la claridad y odia la verdad contenida en  palabras tales como explotación,  robo o escrache.
La palabra escrache es una palabra cargada de memoria y de acción. Nació y creció en la larga lucha para hacer visibles los crímenes del terrorismo de estado en Argentina. Nació y creció en la voz de hijos, madres y familiares que exigían justicia, y fue una acción concreta contra el olvido y la impunidad: escrachar es hacer visibles a los autores del genocidio y señalar al asesino con nombre y apellido. El pueblo argentino impidió la impunidad , porque no calló ni olvidó. Y eso es lo que ha permitido hoy llegar a los juicios y el castigo a los genocidas. El estado terrorista tiene nombres y apellidos, autores y socios, no es una entidad metafísica. Los responsables del genocidio hicieron lo posible para ocultar sus crímenes y garantizarse la impunidad, pero a través del escrache en la calle, en sus trabajos, en su barrio, el pueblo visibilizó a los asesinos y torturadores. Iluminó la oscuridad, nombrando, impidiendo que el asesino fuera impune, eso es el escrache: memoria, visibilidad y demanda de justicia.
El escrache ha cruzado el océano y hoy en España la plataforma contra las hipotecas y los desahucios la ha hecho suya para luchar contra la impunidad de los bancos y del gobierno que los ampara. Sin embargo, como los desahuciados, estafados y explotados han empezado a nombrar a los responsables del saqueo actual, el  gobierno de España ha respondido con una campaña de criminalización contra el escrache, diciendo que es una forma de violencia y de hostigamiento. ¿Decir la verdad, y nombrar a los responsables del sufrimiento de miles de familias desahuciadas, desempleadas y estafadas y pedir justicia es violencia? ¿ O es un ejercicio de democracia?
Mientras el estado sea invisible, mientras el estado no tenga rostro, la impunidad de la dictadura financiera se sostendrá. En España la clase gobernante está acusada e imputada por notables casos de corrupción. Banqueros, políticos, empresarios, infantas y conyugues, forman parte de una red delictiva que ha hecho grandes negocios y ha saqueado las arcas públicas. Amparados en la opacidad, en la corrupción, en la ilegitimidad y en los paraísos fiscales, gobiernan para los bancos y desde los bancos. Mientras los ciudadanos soportan terribles cargas y pierden  sus derechos básicos.  Nombrar a los responsables del sufrimiento de la mayoría es un elemental ejercicio democrático. Es el primer paso para exigir la aplicación de la ley.  Y por eso el escrache es legítimo, es un ejercicio de democracia ciudadana.
Sin embargo no hay un solo día en que los medios adictos a la corrupción del estado burgués no mientan sobre lo que sucede en nuestra América Latina, que no difamen y tergiversen los grandes cambios que se están viviendo. Por eso apelo sólo a un dato comparativo sobre el tema sólo de la vivienda:
En España hubo 416.975 desahucios. Hay casi 2 millones de hogares españoles con todos sus miembros en el paro y 6 millones de desempleados. Mientras en Venezuela, desde el 2011 con el lanzamiento de la gran Misión Vivienda se construyeron y se entregaron al pueblo 370.495 mil viviendas. La democracia  socialista, participativa e inclusiva es clara, no hay necesidad de ocultar nada,  y las cifras hacen tangible la diferencia.
Un dato más, la Comisión europea ha declarado que la ley de desahucios española es ilegal. Sin embargo el gobierno continúa aplicándola y echando a la gente de sus casas. Hay cientos de desahucios al día. ¿No es acaso el escrache una legítima defensa, una manera de exigir que las leyes se cumplan? Una vez más la oscuridad de la democracia capitalista se salta las leyes e impone la ley del silencio para continuar con la estafa.

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