lunes, 30 de septiembre de 2013

5 de octubre, desafío constituyente

5 de octubre, desafío constituyente

Desde espacios cercanos al 15M, se han convocado para el 5 de octubre nuevas movilizaciones para denunciar la corrupción. El día no puede ser ni una fecha aislada ni una impugnación simplista del Gobierno-mafia. Salir a la calle contra la corrupción sin vincular ésta con el poder político y el poder económico, y por tanto con la forma misma de la democracia, sería una aproximación coja a un problema más complejo. Por eso el 5 de octubre no dice solo “Adiós Mafia”, sino “Hola, Democracia”.
Porque sin democracia real no hay alternativa social y política para la mayoría de personas que se han visto despojadas de sus empleos, sus viviendas, su salud, etc. Nin­gún Gobierno, sea del color que sea, podrá devolvernos nuestros derechos a partir del actual marco constitucional. La Consti­tución ha sido reformada para someter nuestros derechos al pago de una deuda ilegítima. La arquitectura del poder político creada por la propia Constitu­ción para, supuestamente, protegernos, permitió dicha reforma. Eso quiere decir que el marco constitucional actual no tiene los mecanismos necesarios para protegernos de un poder político ajeno por completo a las demandas de las mayorías sociales, endeudado y sometido a la agenda política de la troika.
El 5 de octubre pone eso encima de la mesa. No se trata de la sustitución de unas caras por otras, ni de la elaboración de medidas más o menos cosméticas contra la corrupción, ni de circunscribir las soluciones al ámbito jurídico. No son los jueces quienes van a resolver nuestro problema político, algo similar pasa con los partidos que ven pasar la situación entre la impotencia y el cálculo electoral. El problema es más grave y requiere de un movimiento ciudadano amplísimo, que ponga toda su energía en la conquista de un nuevo marco constitucional.
Una nueva constitución quiere decir un nuevo pacto colectivo, un nuevo acuerdo para la vida en común que nos permita expresarnos, participar colectivamente de las decisiones que nos afectan y tener los derechos básicos para el desarrollo de una vida digna. Una nueva constitución quiere decir al menos tres cosas:
1. Control ciudadano del poder político y económico, participación ciudadana en la toma de decisiones a través de diferentes procedimientos de democracia directa;
2. Nuevas reglas para gobernar y repartir los beneficios de la economía financiera;
3. Recuperación de los servicios públicos privatizados y democratización de los mismos para que sea la sociedad la que decida su destino en favor del bien común.
Nada de estas cuestiones son nuevas, las hemos construido estos años, desde el día que dijimos que queríamos De­mocracia Real Ya, hasta el día en que votamos la Iniciativa Legis­lativa de la PAH o las consultas por el agua pública madrileña y de la Marea Blanca. Lo que necesitamos no es ‘el programa constituyente’, sino reconocer que lo que se requiere es el movimiento que lo convierta en constitución.
El 5 de octubre es una oportunidad para empezar a hacerlo. Para demostrar en la calle que queremos nuevas reglas, pero solo con la certeza de que es el primer paso de un proceso de organización. No sirven ya los gestos puntuales de fuerza, sino la generación de estructuras permanentes con una estrategia común para abordar los próximos meses y años.

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