martes, 30 de junio de 2015

La ‘ley mordaza’ y la reforma del Código Penal, innecesarias, según datos del Gobierno



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MAÑANA, 1 DE JULIO, ENTRARÁN EN VIGOR AMBAS NORMAS
LUIS DÍEZ ⎮Cuartopoder⎮
El binomio represivo del PP –el nuevo Código Penal y la Ley de Seguridad Ciudadana, más conocida como ley mordaza— entra en vigor a las cero horas del miércoles, 1 de julio, sin que el Gobierno de Mariano Rajoy haya respondido a las preguntas de la oposición sobre la necesidad de restaurar la cadena perpetua en un país donde los delitos más graves ya son castigados con más de 30 años de cárcel. Todos los grupos parlamentarios, menos el PP, firman hoy el recurso de inconstitucionalidad contra esa medida. El Gobierno tampoco ha aclarado la necesidad de la ley mordaza y sus elevadas multas a los ciudadanos en un país tan incívico que ha llegado a alcanzar 47 casos de violencia en las 112.387 manifestaciones de protesta registradas desde 2012 hasta el día de hoy.
Con la sartén de la ley mordaza por el mango, el Ejecutivo ya puede “devolver en caliente” a los inmigrantes que logren saltar las vallas de Ceuta y Melilla, “retener” a las personas en dependencias policiales durante seis horas a efectos de identificación y freír a multas a quienes protesten sin el debido permiso ni el consiguiente respeto a las autoridades. También a los que filmen y difundan las intervenciones policiales contra las protestas por cualquier medio de comunicación, incluidas las redes sociales.
Una mirada al contexto de las dos normas más regresivas o reaccionarias contra los derechos y libertades en lo que va del siglo XXI nos muestra a un Gobierno convencido de que los españoles protestan por encima de sus posibilidades contra su política de estragos sociales en todos los ámbitos, lo cual proyecta una mala imagen internacional y deteriora la Marca España. ¿Qué hacer? Rajoy y sus ministros aplican la receta clásica de la derecha nacional: la amenaza y el miedo. Son personas previsibles, no innovadoras. Cierto que ahora que las manifestaciones y concentraciones han bajado de las 35.780 en 2014 a 3.204 en lo que llevamos de año (electoral), pueden quedar en ridículo e incluso atribuirse el fenómeno como un gran logro.
Como se recordará, para suprimir las competencias de la Justicia en la sanción de las faltas y atribuírselas a sí mismo, el Ejecutivo las suprimió de un plumazo en la reforma del Código Penal que impulsó el entonces ministro Alberto Ruiz-Gallardón. Era en todo caso una cuestión menor al lado del “populismo penal” denunciado por la oposición, con medidas como la prisión permanente revisable o cadena perpetua y con la elevación de todas las penas, menos las de corrupción política y económica. Pero era un argumento suficiente para recoger las faltas contra la seguridad ciudadana y sancionarlas por vía ejecutiva con la máxima contundencia.
El Gobierno dijo que ambos proyectos irían acompasados, aunque enseguida el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, rompió el compás y se adelantó. Algunos colegas del Gobierno y del PP no soportaban las protestas ciudadanas. Los “escraches” pacíficos, aunque sonoros, contra los desahucios, les parecían “filoterrorismo”. La concentración de 27 personas junto a la casa de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y el hecho de que el juez de turno –Marcelino Sexmero en este caso– no hallara delito en la concentración de protesta que denunció su marido, el jurista José Iván Rosa, aceleró la presentación y tramitación, si bien ambas normas coinciden en su entrada en vigor.
La primera consecuencia de la ley mordaza será el archivo de unos tres millones de causas penales abiertas en los juzgados por comisión de faltas, según la estimación del ministro de Justicia, Rafael Catalá Polo. No ocurrirá así con las 1.653 sanciones instruidas por el Ministerio del Interior a partir de los informes policiales por faltas contra la seguridad ciudadana. Las demás consecuencias se derivan del catálogo intimidatorio: multas de hasta 600 euros por no tratar “con el debido respeto a la policía”, de hasta 30.000 a las chicas de Femen por exhibir su anatomía como herramienta de protesta en los foros más solemnes e insospechados y de hasta 600.000 por una protesta sindical espontánea que afecte a una infraestructura estratégica: desde un aeropuerto a una torre de emisión de señales de televisión.Véase la guía para conocer y evitar las multas de la ley mordaza.
Contra el derecho a la información, la norma contempla multas de hasta 30.000 euros por “el uso no autorizado de imágenes o datos personales o profesionales de autoridades o miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que puedan poner en peligro la seguridad personal o familiar de los agentes, de las instalaciones protegidas o el éxito de una operación”. Aunque este precepto de una ley que convierte a los jefes del Ministerio del Interior en juez y parte, vale lo mismo para proteger a un policía que se extralimita en el uso de la fuerza que a un alto cargo corrupto, el PP y CiU han añadido nuevos obstáculos al derecho a la información mediante una enmienda a la reforma de Ley de Enjuiciamiento Criminal con el fin de proteger a las personas de relieve público que han podido delinquir para que no puedan ser filmadas en el momento de su detención.
En los debates parlamentarios del Código Penal y de la ley mordaza se ha repetido la misma pregunta: ¿Es necesaria esta ley? Ante el Código Penal, la mayor parte de los ponentes han coincidido en la gratuidad política de la elevación de las penas en elsegundo país de la UE con menor delincuencia. Y ante las elevadas multas de la Ley de Seguridad Ciudadana, vale recordar los últimos datos remitidos hace una semana por el Gobierno al diputado de Amaiur Jon Iñarritu: de las 112.387 manifestaciones y concentraciones de protesta desde enero de 2012 hasta el día de hoy, sólo 47 dieron lugar a sanciones por “consecuencias graves”. En 72 casos se impusieron multas “por negativa a disolverse”, y en 1.544, apenas el 0,14%, por ocupación de la vía pública sin comunicación previa. Es tremendo. Hasta los datos del propio Gobierno demuestran que ambas leyes son innecesarias.

Albert Einstein: frases y principios célebres de su pensamiento filosófico


EN GRECIA Y EN LOS DEMÁS PUEBLOS: EL GRAN NO. "El capital en crisis ha decretado el fin del reformismo"


Por ÁNGELES MAESTRO / CANARIAS-SEMANAL.ORG.- La clase obrera y el pueblo griego se enfrentan a momentos cruciales que afectan también directamente al resto de los pueblos de Europa, y muy especialmente a los del Estado español con unas elecciones generales inminentes.
  Sólo los muy ilusos creen que la situación económica va bien aquí y que por ello se han detenido los recortes y las contrarreformas laborales. El resto sabemos que tras las elecciones, gobierne quien gobierne, se intensificaran todas las presiones para imponer políticas de ajuste contra la clase obrera. Como en Grecia, como en el resto de la UE.
 Es curioso que en momentos álgidos todos los esfuerzos de las clases dominantes por dividir y aislar al pueblo trabajador de los diferentes países para que no perciba la imperiosa necesidad de unidad, se vienen abajo.
  El proceso de lucha de clases en Europa en el marco de la actual crisis económica general del capitalismo tiene unas características generales comunes derivadas de nuestra pertenencia al Euro y a la UE. La diferencia es que la ofensiva del capital está mucho más avanzada en el país heleno, como lo está el nivel de conciencia y de lucha de su pueblo. Y ambos hechos definen con nitidez toda la crudeza de la confrontación.
   Las negociaciones entre la Troika y un Gobierno de Syriza que apoyó su estrategia en la ilusión de convencer a los acreedores mostrando las dimensiones colosales del sufrimiento de su pueblo e intentando hacer prevalecer la democracia y la soberanía, han desvelado la profundidad de la ofensiva de la burguesía contra las clases populares. Una ilusión sin fundamento alguno como se ha demostrado dramáticamente mil veces y en la que no le está permitido caer a ningún gobierno que pretenda representar los intereses de su pueblo. A estas alturas de la Historia no es aceptable alegar ignorancia.
   Como es evidente desde hace al menos cinco años en Europa, y hace décadas en América Latina, África y Asia, el pago de la Deuda es la maquinaria que dirige una guerra social mediante la que el imperialismo disciplina a los gobiernos para obligarles a ejecutar su agenda. Justo antes del ataque militar o el golpe de Estado si no se ejecuta con la diligencia deseada.
   Pero en una crisis de las dimensiones de la actual y sin horizonte alguno de salida no se trata sólo de imponer políticas económicas. Se trata de destruir cualquier esperanza basada en gobiernos sensibles a las necesidades del pueblo. El capital en crisis ha decretado el fin del reformismo.
  A pesar de las inaceptables concesiones ya realizadas a la Troika por el gobierno de Tsipras y que ya han sido analizadas por Red Roja1, la presión ha continuado implacable, demostrando que la esencia de la confrontación es política. Si las condiciones del ultimátum de la Troika van a hundir aún más a Grecia en la recesión y la deuda será por ello cada vez más impagable, ¿qué es lo que persiguen? Claramente pretenden hundir a Syriza, hacer que el país sucumba en el caos para así demostrar la imposibilidad de cualquier alternativa política que sirva al pueblo. Es un órdago a la grande a la clase obrera griega y la del resto de Europa.
   La dureza de la crisis y la debilidad de su propio poder no permite al capitalismo versiones light y, mucho menos, aquellas que puedan representar una correlación de fuerzas más favorable a la clase obrera. Aumentar impuestos a los más ricos para ayudar algo al 45% de los pensionistas que viven por debajo de los niveles de pobreza y que mantienen a toda la familia, no vale.
   La lucha de clases es a cara de perro. Es lo que Syriza no ha entendido perdiendo un tiempo precioso en preparar al pueblo griego para lo inevitable.
   La Troika quiere dejar absolutamente claro quién detenta el poder real y lo implacable de la dictadura del capital; para el pueblo griego, para los demás pueblos de Europa y en especial para los del Estado español, que estamos en primera línea. Nos echan un gran órdago, esperando que nos achantemos. No hay medias tintas. Es todo o nada.
  Pero esta guerra social está utilizando, como el fascismo, la legislación antiterrorista para reprimir la resistencia social y política. Los atentados perpetrados en diferentes países por grupos creados, organizados y financiados por el imperialismo euro-estadounidense y sionista, se utilizan para alimentar el miedo al “terrorismo” y así aprobar leyes que aniquilan las libertadas públicas en aras de la “seguridad”, como toda la legislación antiterrorista y como la “ley mordaza”. Es decir, el imperialismo destruye Estados, desestabiliza regiones, expolia recursos naturales y la respuesta de esos pueblos – en cualquier caso, provocada – es el pretexto para incrementar los mecanismos de represión que cercenan masivamente libertades democráticas, también en los países centrales.

El referéndum griego y el Gran No
   Quizás alguna vez sepamos las presiones concretas – mejor dicho la extorsión – a que están siendo sometidos los principales dirigentes de Syriza. Porque ésta no es la primera, sino la segunda propuesta de convocatoria de referéndum en Grecia. La anterior la hizo el primer ministro, Yorgos Papandreu, el 31 de octubre de 20112 y el el 3 de noviembre la retiró y dimitió3.
    ¿Qué sucedió en esos cuatro días?
    El relato que hago a continuación fue transmitido por el ex- primer ministro a un joven estudiante de un máster de periodismo en EE.UU. y puede desmentirlo él mismo, pero no creo que lo haga.
   Papandreu fue sometido a tales presiones por parte de la Troika, que incluían amenazas de muerte tan creíbles hacia su mujer y sus dos hijas, para que retirara la convocatoria de referéndum, que lo hizo y dimitió cuatro días después. Toda la familia se fue a vivir a EE.UU. Donde reside hasta la fecha.
   En 2011 Yorgos Papandreu representaba a un partido instrumento directo del capital y estaba sólo. Ahora no es lo mismo. Cuatro años después – de luchas y de sufrimientos - el Gobierno de Siryza, más allá de Tsipras y Varoufakis, representa avances muy importantes en la conciencia del pueblo que van a determinar que el pueblo griego vote un inmenso NO el próximo 5 de julio.
     Y es que el No, no sólo responde ahora al sentir masivo del pueblo, sino que tiene resonancias históricas muy profundas en la historia griega.
    ”La fiesta nacional, el 28 de octubre, se llama El día del no. Conmemora la fecha en la que el general Yannis Metaxás pronunció su célebre «¡No!» al ultimátum entregado por el embajador italiano en Atenas durante la Segunda Guerra Mundial. Se negó así a aceptar la entrada de las tropas del ejército italiano en el territorio heleno, y empezó la guerra. Cuando alguien en Grecia dice “ha llegado el momento del No” apela a algo verdaderamente serio”4.
  Cuando el drama histórico comienza es muy importante que sepamos que los cambios en los gobiernos sólo significan realmente algo cuando son expresión de cambios reales en la correlación de fuerzas y que no nos dejemos llevar por los cantos de sirena de nuevas caras que creen que llegar al gobierno es detentar el poder.
   Grecia está mostrando cómo en momentos de crisis tan enormes como la actual al capitalismo se le cae la máscara y no permite el menor resquicio de reformismo. Por eso resulta patético escuchar a algunos de los nuevos líderes de gobiernos municipales y autonómicos la propuesta de “volver al Estado del Bienestar”.
    Más vale que aprendamos que las cosas vienen muy duras, que el poder se está preparando para una gran confrontación de clase y que a una fuerza material solo se le derrota mediante un fuerza material mayor. Y para construirla es preciso saber con claridad lo que es necesario hacer, y que en Grecia como aquí, pasa por nacionalizar la banca, no pagar la Deuda y salir del Euro, de la UE y de la OTAN. Ese objetivo político, que es el mismo para la clase obrera y sectores populares de la UE, especialmente para los del sur, puede permitir adoptar estrategias comunes capaces de enfrentar a la plutocracia europea.
    Siempre que el pueblo organizado construya una fuerza política que tenga la firme determinación de conseguirlo.






"Grexit", "Frexit", "Brexit" y ahora Austria ¿La UE se está desmoronando?

RT
La prolongada permanencia de la Unión Europea en las "aguas turbulentas" -la crisis de deuda en algunos países miembros y el profundo descontento de los euroescépticos con la política comunitaria de Bruselas- podría terminar en naufragio.
La negativa de la UE de prolongar el programa de rescate a Grecia por unos días, hasta que el plebiscito convocado por el Gobierno y ratificado por el Parlamento griego decida sobre las condiciones de los acreedores, aumenta la posibilidad de que Atenas declare el impago el próximo martes.
El impago (o "default") automáticamente conllevaría la salida de Grecia de la zona euro, un desenlace “casi inevitable” para Atenas, según afirmó el ministro de Finanzas austriaco Hans Schelling, citado por Reuters.
“Es obvio que un país no tiene derecho a chantajear a la Comisión Europea ni a todos los países miembros”, comentó el ministro. Las consecuencias del llamado ‘Grexit‘ (la salida de Grecia de la UE) “para los otros miembros no son tan graves como para la propia Grecia”, agregó.
No solo la salida de Grecia es un dolor de cabeza para Bruselas, ya que hay otros países, como el Reino Unido -que va a llevar a referéndum su permanencia en la Unión Europea y cuyo ejemplo ha calado hondo en otros países y ha sido apadrinado por diversas formaciones políticas en el bloque continental- que exigen cambios.
Austria
Grupos políticos austriacos han lanzado una campaña para recolectar firmas con el fin de plantear un debate sobre la continuidad de Austria en la UE a través de un referéndum.
Los activistas consideran que la salida de Austria de la UE tendría beneficios económicos, sociales y ambientales e indican que el bloque europeo “no es democrático, y que las principales leyes austriacas son adoptadas por los comisionados europeos que no son elegidos por el pueblo”.
Las llamadas a la salida de la zona euro o incluso de la Unión Europa están ganando cada vez más impulso en los países donde los euroescépticos cuentan con un peso político esencial.
Reino Unido
Este mes la Cámara Baja del Parlamento británico ha aprobado un proyecto de ley para celebrar antes de finales del 2017 una consulta popular sobre la permanencia del país en la UE.
Realizar tal referéndum fue una de las promesas electorales de los conservadores británicos que triunfaron el pasado 7 de mayo en las elecciones generales en el país.
Según los sondeos, actualmente aproximadamente un tercio de la población del Reino Unido apoya la idea de la salida del país de la UE, o el llamado ‘Brexit‘.
Uno de los principales motivos es la falta de voluntad por parte de Bruselas de hacer ciertas concesiones, sobre todo en cuestiones migratorias.
En varias ocasiones Londres ya expresó su descontento respecto a las cuotas europeas que le obligan a aceptar más inmigrantes, cuyo flujo se disparó con el empeoramiento drástico de la situación en Oriente Medio.
Francia
Marine Le Pen, líder del partido francés de extrema derecha Frente Nacional (FN), asegura que abandonar el euro es la única solución para Francia.
“Tenemos que salir del sistema. Estamos en un sistema que está un poco podrido. Necesitamos un par de ojos frescos”, afirmó la política, a la que auguran muy buenos resultados en las presidenciales del 2017.
Hace un mes su partido instó a seguir el ejemplo del Reino Unido y convocar un referéndum sobre la permanencia del país en la Unión Europea, o la salida, una perspectiva que ya ha sido apodada ‘Frexit‘ en la prensa.
Al mismo tiempo los países del sur de Europa reivindican la solidaridad alemana para pagar sus deudas públicas, mientras Alemania “está cansada de ayudar a sus vecinos pobres”.
Aunque la canciller alemana, Angela Merkel, trata de mantener a sus socios juntos, ya es imposible detener la desintegración de la Unión Europea debido a los diferentes intereses que persiguen sus miembros, opina Bernd Riegert, periodista de Deutsche Welle.



Dejen que Grecia vote en paz Alberto Montero Soler el diario.es

Quien pretenda entender la situación de Grecia exclusivamente desde la economía se encontrará con que no puede entender casi nada: varios planes de rescate y miles de millones de euros inyectados desde que comenzó la crisis; el gobierno político de la economía intervenido desde que se implantaron esos planes de rescate; las condiciones de vida de la población en una espiral de deterioro sin freno ni suelo sobre el que aterrizar; la Eurozona hablando de prevenir riesgos de contagio, como si en Grecia hubiera una epidemia de ébola, en lugar de preocuparse de sanar de una vez por todas una economía a la que ha aplicado coactivamente una medicina que está terminando con el enfermo. 
Nada de esto puede explicarse desde la economía porque lo que cualquier economista que no introdujera sesgos políticos o juicios morales en su análisis está obligado a reconocer es que la deuda pública griega es impagable y que, por lo tanto, necesitará tarde o temprano de una reestructuración; y que, además, no ha existido en la historia ningún caso de acumulación de superávits primarios tan grande y prolongada en el tiempo como para poder enjugar la deuda pública griega y llevarla a los niveles que exige el Pacto de Estabilidad y Crecimiento.
Y si todo lo anterior lo sabe cualquier economista la cuestión que hay que dilucidar es cómo el Fondo Monetario Internacional, es decir, la misma institución que reconoció que había sobreestimado el efecto contractivo de la austeridad en Grecia, ha sido capaz de forzar la ruptura del acuerdo al que prácticamente se había llegado en la última reunión del Eurogrupo. Una ruptura provocada porque le seguían pareciendo insuficientes las medidas de austeridad ofertadas por el gobierno griego y que sí parecían suficientes al resto.
La explicación a todo ello no cabe buscarla, entonces, en el terreno de la economía sino en el de la política o, si se quiere, en la dimensión de política concentrada y difusa que puede atribuirse actualmente a la economía en la Eurozona.
Y es que al Fondo Monetario Internacional, en tanto que agente no europeo de la Troika, le ha correspondido forzar al gobierno griego a aceptar una propuesta que no sólo superaba el límite de lo aceptable –si es que existe algo aceptable a estas alturas en la gestión de la crisis griega- sino que lo traspasaba ampliamente y lo situaba en el terreno de lo humillante. Forzar la ruptura de unas negociaciones por apenas mil millones de euros sólo porque introducían la posibilidad de que el acuerdo viniera de la mano de una nueva reestructuración de deuda -cuando, además, todos los agentes implicados saben que ésta deberá darse- es un acto de irresponsabilidad que sólo se entiende si se tiene en cuenta la voluntad de torcer el brazo a Grecia y provocar la caída de su gobierno.
Con lo que no contaban era con que Tsipras no es Papandreu. Mientras que éste no se atrevió a convocar un referéndum para que el pueblo griego decidiera si aceptaba o no las medidas de recorte impuestas por la Troika, al primero no le ha temblado el pulso para convocarlo.
El problema es que el escenario es terriblemente delicado; de ahí la mayor dosis de sinrazón de la posición de la Troika que, en estas horas, no termina de dar el paso definitivo y cortar las negociaciones, sucediéndose sin cesar los mensajes de llamada a la calma y a continuar el diálogo por parte de diferentes miembros del Eurogrupo. Algo que, por otra parte, se contradice con la coacción ejercida al denegar a Grecia la prórroga para atender el pago al FMI de 1500 millones de euros que vence el próximo martes.
A ese elemento de incertidumbre se une el hecho de que el sistema bancario griego depende de las líneas de liquidez del Banco Central Europeo que, de momento y en reunión de este domingo, ha decidido prolongar pero que a partir del martes, y si Grecia incumple su pago al FMI y queda fuera del programa de rescate, debería cortar. Esto supondría, inmediatamente, la quiebra del sistema bancario griego.
Para hacer frente a esa eventualidad y permitir que el sistema bancario aguante hasta la celebración del referéndum el gobierno griego ha decidido actuar preventivamente y declarar el cierre de los bancos y de la Bolsa, imponiendo fuertes restricciones a la retirada de fondos de los bancos.
De esta forma, y como ocurrió con el caso de Chipre hace no tanto, la unión monetaria acaba de fracasar estrepitosamente al forzar a Grecia a instalar controles de capitales, algo que contradice su propia naturaleza y que demuestra la fragilidad de un proyecto europeo en el que los avances en lo monetario se han distanciado tanto de lo político que ha perdido su esencia y su norte.
Pero lo que no cabe olvidar, en ningún caso, es que el control de capitales es un movimiento defensivo del gobierno griego frente a la presión de las instituciones europeas. De alguna manera, es la única forma que tiene Tsipras de garantizar que los ciudadanos griegos puedan votar el próximo día cinco y conocer por la voz de las urnas qué es lo que desean. Todos son conscientes de que ninguno de los resultados es fácil de gestionar pero, al menos, la decisión del gobierno griego vendrá avalada por la voluntad de su pueblo. No puede haber nada más democrático en la cuna de la democracia.

Alberto Montero Soler (Twitter: @amonterosoler) es profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga y responsable de Economía del Consejo Ciudadano de Podemos. Puedes leer otros textos suyos en su blog La Otra Economía.

Siete puntos para entender el referéndum griego Dimitris Pantoulas, Juan Agulló y Rafael Rico Ríos Rebelión


1. ¿Por qué Syriza ha convocado un referéndum en apenas una semana?
El primer ministro griego, Alexis Tsipras, tres días después del ultimátum que le dieron los acreedores, tomó la decisión de convocar un referéndum que se celebrará solo diez días después de este ultimátum.
Tsipras fue elegido hace cinco meses con un programa político contra la austeridad y los programas de rescate (eufemísticamente llamados "memorandos"). 
Tras unas negociaciones con los socios de Grecia, pero en esta ocasión acreedores-prestamistas (la Comision Europea, el Banco Central Europea y el Fondo Monetario Internacional), que duraron 4 meses, la semana pasada, el Gobierno de Tsipras pareció ceder a la presiones de los acreedores y ofreció un programa de austeridad por valor de 8.000 millones de euros. En dicho programa se aumentaban los impuestos directos e indirectos, tanto para personas naturales como jurídicas, pero no se tocaban los salarios ni las pensiones.
Muchos, en la izquierda griega, consideraron esta propuesta una traición e incluso llegaron a solicitar a los diputados de Syriza (el partido del Tsipras) que el programa en cuestión no fuera aprobado en el Parlamento.
Los acreedores, sin embargo, dijeron que con este programa se podría llegar a un acuerdo aunque pidieron que llevara la firma de Tsipras y no la del ministro de Economía, una petición humillante para un primer ministro que, en paralelo, estaría traicionando los principios que le llevaron al poder. Tsipras, pese a todo, aceptó las condiciones porque entendió que dar carpetazo al tema de la deuda, en esos momentos, era más importante que el programa del partido.
Un ultimátum posterior, sin embargo, cambió las cosas. Tsipras ha llegado a calificarlo de "extorsión". En él se pedía a Grecia que aceptara un (nuevo) plan de rescate “exprés” que incluyera recortes de los salarios de los empleados públicos, recorte de las pensiones, incremento del IVA, liberalización total de las relaciones laborales, incluyendo el permiso de despedidos masivos en el sector privado y toda una serie de medidas antisociales. A cambio, los acreedores ofrecieron una cantidad de capital suficiente para que Grecia pagara todas sus deudas en 2015 y prometieron un acuerdo ulterior en unos meses. En realidad, de esta manera, los acreedores lo ofrecieron todo a cambio de nada.
Ningún Gobierno habría aceptado algo así. Tsipras, de hecho, comprendió la dimensión histórica del momento: "Nuestro objetivo es poner fin a la crisis de la deuda pública griega pero, en estos momentos, nuestra responsabilidad primera e histórica es en defensa de la democracia y la soberanía nacional. Y precisamente esa responsabilidad es la que nos obliga a responder al ultimátum con la voluntad del pueblo griego".
Tsipras convocó el referéndum y pidió a la UE y al Banco Central Europeo la liquidez suficiente hasta que el pueblo vote. Pero la UE y BCE no se la concedieron, arguyeron que Grecia no la “merecía”.
Al Gobierno griego, entonces, no le quedó más opción que establecer un control de capitales y esperar al referéndum, que se celebrará domingo que viene, el pueblo griego dirá No o Sí al ultimátum.
La historia se repite como farsa setenta años después de que las fuerzas fascistas del Eje ofrecieran un ultimátum a Grecia para capitular. Ahora, las "instituciones" (europeas + FMI), que son coaccionistas con Grecia en el proyecto de la UE (excluyendo el FMI) se comportan como enemigos contra el pueblo griego. Antes, por lo menos, sí se autodefinían como enemigos.
2. ¿Qué significa el ultimátum dado por los acreedores?
Más de lo mismo. Es parte de lo que han traído aparejados los anteriores planes de austeridad, memorandos y otras hierbas: caída del 25 % del PIB, 26% de desempleo, 52% de desempleo juvenil (el más alto de Europa y tres veces superior al índice anterior a las medidas de austeridad), 45% de pensionistas pobres y 40% de los niños bajo el umbral de la pobreza.
Es difícil entender por qué los acreedores insisten en medidas que claramente ningún gobierno aceptaría porque condenan a más miseria y pobreza. Parece que la auténtica razón que les mueve es la voluntad de castigar políticamente al pueblo griego por haber escogido un Gobierno de izquierda y poner en jaque al Gobierno de Syriza.
3. ¿Las deudas hay que pagarlas siempre?
Eso es muy discutible y hay un amplio debate sobre este tema. Se trata, no en vano, de una relación de intercambio que no es aconsejable quebrar por razones, fundamentalmente, de convivencia aunque también, desde luego, de estabilidad económica. Históricamente hablando, de hecho, casi ninguna cultura ha considerado positivamente el impago. Sin embargo hay excepciones. La primera de ellas es práctica. Muchas veces, las deudas contraídas son impagables. Por eso lo que suele hacerse desde hace siglos es reestructurarlas, es decir, diferirlas en el tiempo, realizar "quitas" (es decir, perdonar las partes más onerosas o irrealizables, generalmente parte de los intereses), seguir una estrategia combinada de reestructuración y quitas o, en última instancia, hacer “default”.
En el caso de Grecia, la situación es especialmente sangrante, recientemente una Comisión de Auditoría ad hoc, nombrada por el actual Gobierno, concluyó que parte de la deuda del país heleno es, no ilegítima, sino ilegal. Se trata de deuda que fue contraída por particulares, con instituciones de crédito extranjeras que, conocedoras del riesgo que ello implicaba, concedieron créditos a personas que no podían pagarlos. Parte de esa deuda de entidades financieras privadas fue posteriormente asumida por el Estado, una operación que precisamente no siempre es legal.
4.- ¿El referéndum implica la salida del euro?
El referéndum se centra, única y exclusivamente, en el ultimátum y no en la posible salida de Grecia del euro. Grecia es socia en la Eurozona (compuesta por aquellos países de la Unión Europea que comparten el euro) no una invitada ni una transeúnte. Si los demás países de dicho club consideran que la pertenencia de Geecia no es beneficiosa para nadie, deberían buscar una fórmula que permitiese una salida negociada de Grecia. Por el contrario sería absurdo (un auténtico suicidio político, amén de ilógico) que Grecia abandonase sus derechos, unilateralmente, como socia de la Eurozona.
5. ¿ Podría, Grecia, sobrevivir fuera del euro y de la unión europea?
La respuesta, rotunda, es sí, aunque la propia UE, de momento, ni se lo plantea. Sobre lo que más bien cabe reflexionar es sobre la filosofía del proyecto inicial de la UE y de la Eurozona y en qué se han convertido ambos.
¿Europa merece una unión donde unos países castigan a otros o donde unos pueblos traten a otros como delincuentes porque se consideran más “avanzados” solo por tener unos “mejores” índices macroeconómicos? La Unión Europea se concibió como un proyecto de solidaridad y unión entre los pueblos, Europa no quería volver vivir los horrores de una gran guerra, ¿En qué han quedado estos ideales y quiénes y por qué los han pervertido? Esas son las auténticas preguntas de fondo.
6. - Si no hay acuerdo, ¿qué puede hacer Grecia? ¿puede pedir ayuda a otros países fuera del euro como Rusia o China?
Grecia, como país soberano, puede hacer coaliciones y acuerdos con cualquier país u organismo que considere beneficioso. Recientemente hubo conversaciones con Rusia (Grecia tiene vínculos históricos e religiosos con dicho país), al igual que con el banco de desarrollo de los BRICS. Sin embargo no hay país u organismo que pueda ayudar Grecia en el tema de la deuda si no cuenta con los acreedores. Además Grecia no está buscando un nuevo amo que le controle a través de la deuda, Grecia solo quiere resolver el asunto con sus socios y reformar su economía para que no se repita esta situación tan trágica y humillante.
7. ¿Qué significa este pulso para los pueblos de Europa?
Si el castigo a Grecia es para meter miedo a los pueblos, entonces, llámese a las cosas por su nombre, estamos ante una perversión oligárquica de la democracia en Europa. Los pueblos pueden decidir por miedo en algún momento histórico, pero esto no dura siempre y lo peor es que sus reacciones posteriores pueden ser, como lo demuestra la historia, aún más radicales y violentas. No se entiende, por ello, por qué los acreedores prefieran chantajear a Grecia con ultimátums si podrían resolver la situación (incluso haciendo daño político al Gobierno de Tsipras obligándole a que no cumpla su programa electoral). Grecia es parte sustancial de Europa, esta situación solo está debilitando un proyecto alejado de los objetivos con los que nació, convirtiéndose en otro proyecto distinto, de dominación, entre países fuertes y débiles. Entonces, ¿de qué estamos hablando?

* Dimitris Pantoulas es politólogo, @Dpantoulas [email protected]; Juan Agulló es sociólogo, @JAgulloF [email protected] ; Rafel Rico Ríos es ingeniero de telecomunicación y periodista, @rafaelricorios [email protected]

La crisis griega y el emperador desnudo

Actualizada 22/06/2015 a las 09:09  
El tratamiento que la mayoría de la prensa está dando al caso griego, para satisfacción de las “instituciones” antiguamente conocidas como Troika, y de la práctica totalidad de los gobiernos de Europa, se asemeja en algunos aspectos al cuento del emperador desnudo. En el cuento, todos los súbditos, pese a que veían perfectamente que el emperador no portaba ropa alguna, elogiaban con gran alharaca los ropajes del soberano. por miedo al ridículo, a algún tipo de represalia, o a ambos. En la Europa actual, tenemos una prensa que, pese a que es un hecho constatado que la austeridad no sólo ha sido ineficaz en Grecia, sino que ha sido claramente dañina (el FMI ha admitido que las políticas impuestas han fracasado en más de una ocasión), se empeña en mantener una serie de falsedades que, repetidas una y otra vez hasta la saciedad, terminan logrando un grado de confusión de la opinión pública muy importante. 


Existe un consenso en cuanto a que el “rescate” griego fue en realidad un rescate a la banca acreedora del gobierno griego, fundamentalmente francesa y alemana. No en vano, como señalaba Josep Borrell recientemente en Alternativas Económicas, de los 227.000 millones de euros prestados al Tesoro griego hasta abril de este año, 194.000 salieron casi inmediatamente del país para abonar intereses o el principal de la deuda. Para devolver el mayor préstamo soberano de la historia, la troika decretó que Grecia debía recortar, recortar y recortar su gasto: el leitmotiv del programa era la “austeridad expansiva”: una idea según la cual los recortes de gasto público, de una dimensión sin precedentes y efectuados en medio de una depresión económica, no sólo no contraerían más la economía sino que –de un modo casi mágico- generarían crecimiento. Como ya había quedado sobradamente demostrado en las décadas de 1920 y 1930, no es así y el caso griego no ha sido una excepción:la contracción acumulada del PIB desde 2009 hasta ahora es del 22%, similar a la que han sufrido algunas economías tras perder una guerra.



Sin embargo, el tratamiento mediático que se está dando a la crisis griega en Europa está logrando que la ciudadanía europea no se cuestione la gran contradicción de que, pese a que la austeridad lleva 5 años fracasando, la única receta admisible para Grecia sea seguir con la austeridad. Otra jugada habitual es señalar como “tramposo” al gobierno de Tsipras (lo que es ciertamente curioso, dado que el principal punto de su programa electoral era renegociar la deuda y los rescates, con el objetivo explícito de terminar con la austeridad); también llama la atención que, en el contexto de un país que en su pasado reciente ha tenido gobiernos que han llegado a falsear la contabilidad nacional, el gobierno al que se señala como tramposo sea precisamente el de Syriza. 



El tratamiento mediático habitual se concreta en afirmaciones de este estilo: “Los gobiernos griegos, bajo presión de la Troika, han reducido un poco el número de funcionarios, pero a continuación el gobierno de Syriza los ha recontratado, lo que demuestra que los griegos se niegan a hacer reformas”. La realidad, como puede comprobarse en este informe de la Comisión Europea, es que el gobierno griego ha pasado de tener 907.351 funcionarios en 2009 a tener 651.707. ¿En serio la opinión pública europea debe aceptar que despedir a uno de cada cuatro funcionarios ha sido una “pequeña reducción”? Respecto al supuesto cambio de rumbo desde la llegada de Syriza, el total de nuevas contrataciones está por debajo de las 15.000 personas: es decir, que se ha recontratado a menos del 6% de los despedidos.



Otro lugar común de la prensa, más frecuente aún en el norte de Europa, es afirmar (con eufemismos) que “el pueblo griego, además de vago, es blando, y no tiene la capacidad de asumir los necesarios recortes que se le prescriben”. Este tipo de afirmación, no exenta de tintes racistas, a la que nos hemos ido acostumbrando tras 5 años de crisis del euro, es de nuevo rotundamente falsa: Grecia ha pasado de tener un déficit fiscal del 15,6% del PIB en 2009 a un 2,5% en 2014 (y todo apunta a que este año el déficit va a ser aún menor). Una reducción del déficit de este calibre en un plazo tan corto, y más en un contexto de depresión económica con fuertes caídas del PIB año tras año, es un hito prácticamente sin precedente histórico. La única manera de reducir el déficit en una situación de ese tipo es recortando indiscriminadamente el gasto público, que es por supuesto lo que se ha hecho, con consecuencias ampliamente documentadas en su día, pero ya convenientemente olvidadas. 



Algo similar sucede con el mercado laboral: pese a que la desregulación impuesta por la troika ha llevado a que los salarios reales hayan caído un 25%, y bajando, desde su máximo en 2010, sigue existiendo un coro mediático e institucional que repite una y otra vez que Grecia se niega a aplicar reformas. En lo relativo a las pensiones, se afirma que no se ha reformado nada, lo que de nuevo es falso.




Negociando de mala fe



Ya en febrero de este año, Tsipras envió a Bruselas un equipo negociador con una propuesta de renegociación de la deuda coherente con su programa electoral, que incluía canjes de bonos y no se negaba a seguir con la mayoría de privatizaciones planteadas; no ha sido la única propuesta (por ejemplo, ver aquí). Sin embargo, parece que nunca es suficiente: aparentemente el conflicto se ha desencadenado por las líneas rojas que ha marcado el gobierno griego: las pensiones, la (enésima) reforma del mercado laboral y el tamaño de los superávits primarios. ¿Cómo es posible que, solamente por dar una pequeña vuelta de tuerca adicional a unas reformas que ya se han hecho con creces, las instituciones europeas y el FMI estén dispuestos a permitir una crisis que puede igualar en impacto, o incluso superar, a la que desató la quiebra de Lehman Brothers en 2008? La respuesta es que las instituciones no quieren negociar: los gobiernos europeos se niegan a hacer concesiones a Grecia que posteriormente tendrían que votarse en sus parlamentos nacionales, porque eso probablemente les generaría una importante oposición interna. El FMI parece que últimamente también se niega a dar su brazo a torcer, por razones bastante inexplicables ya que en 2010 abogaba por precisamente lo contrario: un default griego. 



Llegados a este punto, parece que la estrategia de las instituciones consiste en convencer a la opinión pública de que están intentando negociar, pero que es el intransigente y tramposo (sic) gobierno griego el que se niega a hacer ninguna concesión. Es decir que las negociaciones en sí son una farsa, al menos desde el lado de las instituciones. El tiempo corre en contra de Atenas y, además, el BCE tiene la capacidad de destruir la banca griega mañana mismo si así lo estima conveniente, retirándole el acceso al programa de liquidez de emergencia (ELA). 




¿Qué opciones tiene Atenas?



El gobierno griego podría ceder, pero no parece que eso vaya a suceder. También podría convocar un referéndum para consultar su estrategia a la ciudadanía, pero dado que actualmente ostenta un apoyo popular incluso mayor que el que le llevó al poder, esa opción está descartada. Hace unos días, el columnista del Financial Times Wolfgang Münchau estimaba que, si el gobierno griego aplica el nuevo programa que le propone la Troika, el PIB griego se contraerá en 4 años un 12,6% desde su nivel actual. La alternativa es una salida del euro plagada de incertidumbres, sobre todo en el corto plazo, pero que al menos no constituye un suicidio político garantizado. 


Recordaba Münchau una cita de Churchill: “la embriaguez, a diferencia de la fealdad, es un estado que desaparece en unas horas”. El escenario de austeridad perpetua es feo, y lo seguirá siendo, mientras que con el segundo escenario, tras una resaca potencialmente dura, terminará llegando la sobriedad. Alemania y Francia se exponen a perder 160.000 millones de euros si Grecia impaga toda su deuda. Sin embargo, el tándem Berlín-Bruselas-Frankfurt parece dispuesto a romper todas sus promesas de irrevocabilidad del euro (con los enormes riesgos que ello conlleva), a cambio de quitarles unas migajas más a los pensionistas griegos. Si se quieren ponderar las frecuentes afirmaciones de que una salida del euro por parte de Grecia sería manejable, conviene recordar la confianza que mostraba el secretario del Tesoro de EEUU Henry Paulson, cuando en septiembre de 2008 afirmaba que iba a dejar quebrar a Lehman Brothers para dar “una lección” a los mercados.
Lucas Duplá es analista financiero. Licenciado en economía en la Universidad Complutense y máster en finanzas cuantitativas por la Escuela de Finanzas Aplicadas (AFI).
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