El rey Juan Carlos I con Videla sobre una balsa de muertos
 
eldiario.es
 | Durante los días que el rey Juan Carlos I estuvo con Videla desaparecieron al menos 10 ciudadanos. Imposible que el monarca no oyera los gritos que ya circulaban por el mundo entero. | 
 Al día siguiente, martes 27, 
desaparecieron a Hernando (Tito) Deria, Gertrudis Marta (Lucy) Laczik de
 Poblete, Hugo Alberto Merolo, Claudia Victoria Poblete Hlaczik, Jose 
Liborio (Pepe) Poblete Roa y Marta Inés Vaccaro de Deria. Nada más sé de
 ellos, solo que los desaparecieron mientras el rey de España, de la 
España democrática en construcción, se encontraba con los dirigentes de 
un Congreso que ya no existía, porque Videla y compañía lo habían 
disuelto, como habían prohibido los partidos políticos, pero qué le iban
 a importar al monarca los partidos, a él, que acababa de ser designado 
por un dictador, de oca a oca y tiro porque me toca. Al muerto se le 
puede llamar realpolitik y sentarlo a cenar, que no abrirá la boca.
 Suele suceder que si uno construye sobre un terreno que alberga una 
balsa, en algún momento la casa empieza a resquebrajarse. Si la balsa es
 de aguas negras, de material en descomposición, poco a poco las 
tuberías se arrancan a exhalar un tufo repugnante y constante. Si esa 
poza oscura guarda un cadáver, cien cadáveres, mil cadáveres, el hedor 
de la muerte acabará haciendo la vida imposible. Y además, las grietas.
 Los muertos de la balsa gritaban, majestad, usted los oyó gritar allí, 
era imposible no hacerlo, miles de personas en campos de concentración, 
en salas de tortura, en cárceles clandestinas, en talleres de horror, 
concentrados, gritando. Imposible no oírlos. Si hasta yo los oigo ahora,
 a través de los años. Las vendas que les cubrían los ojos en los campos
 constantemente, días, semanas, ¿sabe, majestad que se volvían de 
cemento? Después de jornadas de sudor, lágrimas y sangre, se endurecían 
como el vidrio y cortaban el tabique, la nariz. Usted oyó los 
desgarrones de los vientres abiertos, oyó el berrido de aquel hombre a 
cuyo hijo dieron picana ante su desesperación, oyó a la madre que moría 
reventada en el parto pro robo, a la cría violada hasta la muerte a 
jirones, el grito del tipo que recibió la foto de su madre sobre el 
suelo, desnuda, montada por los perros de los militares, tuvo que 
oírlos, como el murmullo de los curas católicos que confesaban a los 
torturadores, pobres chicos, que alivien sus conciencias. Usted estaba 
allí y tuvo que oírlo, majestad, porque usted estaba allí el día que le 
reventaron la cabeza al chaval de una patada, y sabía,  claro que sabía, usted estaba recibiendo su premio de manos de quien ordenaba una madera más entre las piernas. Todo está  AQUÍ
 guardado, narrado hasta la náusea, búsquese, busque lo que sucedió 
exactamente aquellos días, identifique el grito que decidió no oír y que
 olvidó.
 Estamos sentados a la mesa. No dejo de darle vueltas a su foto con 
Videla, majestad, y me decido a preguntarle a Raúl Argemí, con quien 
comparto casa e hija: "En el 78, cuando el rey de España visitó 
Argentina yo estaba preso en los pabellones de la muerte, Unidad 9 de La
 Plata. Así se les conocía internacionalmente, pabellones de la muerte. 
Él también, claro, ¿cómo no iba a conocerlos? Estábamos ahí los tipos 
que consideraban que habíamos sido jefes en la guerrilla, y cada vez que
 sucedía algo que les molestaba a los militares, algo como una denuncia 
internacional, sacaban a uno y ya no volvía, como Gonzalo Carranza, cuya
 madre vivía a las afueras de Barcelona, como tantos... Si no nos 
desaparecían a todos era porque en Francia, Holanda, Bélgica, Suecia, 
Suiza y algún otro país hacían el seguimiento de todos nosotros, y no se
 atrevían a cargarse con ese escollo. Si no nos mataron a todos, fue por
 la presión internacional. Y entonces, ante el aislamiento internacional
 y las denuncias de desapariciones y cárceles clandestinas que corrían 
por muchos países, España, en la figura de su Rey, reconoció con su 
visita a la Junta militar".
 Y sobre esa balsa de 
putrefacción construimos nosotros todo esto. Nosotros, que también 
sabíamos todos estos años y hemos estado mudos. Nosotros que ahora nos 
sorprendemos con el hedor y las grietas, con este temblor negro que sube
 desde los cimientos.
Fuente: http://www.eldiario.es/zonacritica/rey-Videla-balsa-muertos_6_91400879.html
 
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