Andalucía
 
Ocaso institucional y cómo evitar que IULV-CA sea devorada por las sombras
 Susana Díaz fue investida finalmente presidenta del gobierno de la Junta de Andalucía, el pasado día 7 de septiembre, tras un proceso de recomposición interna en el interior del PSOE-A, un proceso rapidísimo e inevitablemente condicionado por las previsiones de una posible imputación del anterior presidente, José Antonio Griñán. Dicha posibilidad (derivada del papel que ha jugado la corrupción en la forma de gobernar Andalucía durante los últimos años) se ha visto aproximada justo después de conocerse la composición del nuevo gobierno andaluz, del que IULV-CA forma parte en las mismas condiciones que en la fase anterior y después de un proceso político en el que la falta de intervención consciente y diferenciada ha sido nota característica de una organización que acababa de salir de su XIX Asamblea sin un debate en profundidad sobre una presencia en el gobierno andaluz cuyo valor se daba por sentado. La constatación, también de forma inevitable por la dirección de IULV-CA, de las limitaciones y contradicciones de esa presencia, no ha llevado aparejado un proceso consecuente y necesario de cuestionamiento de las mismas.
La XIX Asamblea en Bormujos
La Asamblea de Bormujos (Sevilla) vino determinada por el propósito declarado de "evitar que se convirtiera en un debate sobre gobierno sí o gobierno no". El llamado “gobierno de resistencia” era un hecho consumado cuyo cuestionamiento resultaba impertinente, como ya lo fue de hecho en el referéndum de 2012 sobre el acuerdo de gobierno. Entonces se excluyó una respuesta que podía haber sido mayoritaria por su virtualidad de conectar con voluntades tanto de las bases de IULV-CA como de los movimientos sociales (a conectar con ellas y a conectarlas entre así ayudando reforzar alternativas): evitar el gobierno de castigo del PP, apoyar la investidura del PSOE condicionándola al compromiso con unas pocas exigencias básicas que están en el orden del día de lo que se mueve, y pasar a la oposición política y social contra las políticas de ajuste, con la posibilidad de avanzar en amplias alianzas con la movilización ciudadana en torno a un programa y un horizonte de transformación real. Todo ello (porque hubiera sido mucho más coherente con el propio programa electoral de IULV-CA) como alternativa razonable a la suscripción de un, así llamado, Acuerdo Programático que, precisamente, asume la necesidad de esas políticas antisociales cuya aplicación, por imperativo legal, son la base de la cacareada estabilidad.
Resulta, empero, que más allá de lo chocante de esa devoción por la “estabilidad” (un lenguaje poco propio) en tiempos de convulsión social y de “estado de excepción”, ha sido la realidad la que ha puesto en cuestión y a pique de desbaratar, en muy poco tiempo, el núcleo fundamental del diseño. En un artículo anterior (ver aquí) pusimos de manifiesto el riesgo de que las pretensiones de realismo posibilista se revelaran, paradójicamente, como las más irrealistas por su déficit de consideración de la realidad material. Algo de eso ha ocurrido ya, un poco antes quizá de lo que podía preverse, y eso a lo que llaman estabilidad anda puesto en cuestión.
Desde entonces
El viejo comunista italiano, ya fallecido, Lucio Magri, recoge en su último libro El sastre de Ulm. El comunismo en el siglo XX. Hechos y reflexiones (2010) un “relato” con el que se propone ayudar a ilustrar de forma amarga lo ocurrido al PCI en los años 60: "La frase es de Ramsay MacDonald, un primer ministro inglés que lideró un gobierno de gran coalición alrededor de los años treinta. Al final de esa experiencia, de manera poco brillante, un periodista estadounidense le preguntó: "¿En síntesis, qué enseñanza puede sacar?". MacDonald respondió cáusticamente: "Antes había aprendido cuán frustrante puede ser el llegar a ser excluido largo tiempo del gobierno, pero luego he comprendido que hay algo peor: llegar al gobierno y caer en la cuenta de que no se puede hacer casi nada".
En ese sentido es necesario ser veraces, y en ese sentido se han sucedido, desde la XIX Asamblea, acontecimientos que sólo pueden ser tenidos en cuenta y que confirman aspectos esenciales de la crítica que desde el comienzo se viene haciendo a la línea desarrollada.
-    El gobierno 
del  Partido Popular ha paralizado el “Decreto de la función social de  
la vivienda” mediante recurso al Tribunal Constitucional, un  órgano 
gobernado por un militante del PP para la vigilancia del  ajuste de la 
legislación a una Carta Magna que, reformada (o  asaltada), consagra, 
por acuerdo bipartidista (entre el PP y el  socio de IULV-CA en el 
gobierno de la Junta de Andalucía) la  prioridad de aquello sobre la 
base de lo cual la troika impugna la  medida: los intereses de los 
poderes financieros. Es un dibujo  acertado del margen de maniobra en el
 co-gobierno con el PSOE  andaluz: un decreto considerado por los 
movimientos antidesahucios  como insuficiente, elaborado para obtener el
 permiso de “pasar”  pero que desde luego es mejor que nada (como 
solución de emergencia  limitada a algunas personas y familias a quienes
 puede ser útil), y  que acaba siendo paralizado, sin apenas 
resistencia, por el Estado  de Excepción establecido de hecho por los 
que mandan. En  definitiva, un mal  menor  cuya realidad ni 
siquiera es posible en un marco como el asumido. La  escasa o nula 
respuesta social a las llamadas a la movilización  para defender el 
decreto del gobierno andaluz en la calle dan buena  cuenta de un hecho 
fundamental relativo a una cuestión de  procedimiento y de orientación 
general: una ley cuyo contenido ha  sido trabajado fundamentalmente con 
el socio institucional y sólo  parcialmente con la gente, no puede 
movilizar significativamente a  quien no la siente como realmente 
propia, aun quedando reconocido el  tímido avance que implica y la 
terrible agresión contra las  víctimas de la crisis que supone el 
recurso del gobierno al TC.  Cabe plantear, en primer lugar, una 
hipótesis: que no sea este,  como al menos sugieren las imágenes de las 
mencionadas  movilizaciones tomadas como símbolo, el camino hacia la  
construcción de una mayoría social y cultural ilusionada y con  
expectativas de un cambio real. En segundo lugar, un principio de  
confirmación de otra idea que se venía avanzando: que no hay  
perspectiva real de paliativo “social-liberal” significativo  para las 
consecuencias más desgarradoras de las políticas de  castigo a los de 
abajo, por razones tanto políticas (estado de  excepción decretado por 
el “poder materialmente constituyente”  de las elites gobernantes) como 
económicas (falta progresiva de  recursos).  
 
-    En 
relación a  esto último, el Gobierno central ha fijado este verano el 
techo de  déficit para las Comunidades Autónomas, que marca el margen de
  maniobra para la elaboración de los presupuestos de la Junta de  
Andalucía para 2014. Si en 2013, con un límite fijado en el 1,58%,  los 
recortes afectaron notablemente (a pesar del relato de la  “minimización
 de daños”) a partidas como la destinada a  sanidad (10% menos), la 
educación (8% menos), la protección social  y el fomento del empleo, es 
razonable el temor a que con un margen  considerablemente más estrecho 
el presupuesto venga a ser peor, más  antisocial, más chocante con el 
programa de IULV-CA de lo que fue  el de 2013. Eso en lo inmediato. Aún 
están por venir, además, las  consecuencias de la reducción anunciada 
del 5% para las políticas  de cohesión de la Comisión Europea para el 
periodo de 2014-2020 y  las dificultades para la recaudación en un 
contexto de depresión  creciente de la actividad económica, toda vez que
 ha saltado por  los aires el modelo de “modernización dependiente” 
implantado  en Andalucía por el PSOE, en cuyos esquemas, ni antes ni 
ahora,  entraba ni por asomo la idea de un cambio de modelo para el  
desarrollo de una verdadera Autonomía que vaya más allá de las  loas al 
papel; esto es, un modelo que planteara una superación del  papel 
dependiente y subalterno asignado a Andalucía en el seno de  la Unión 
Europea actual. El hecho de que las partidas  presupuestarias 
correspondientes a las áreas gestionadas por  IULV-CA puedan sufrir un 
recorte menos violento, supone un  cuestionable consuelo ante la 
constatación del escaso peso  financiero que tienen dichas áreas. Lo 
decíamos hace tres meses y  lo decimos ahora con más razones ante la 
confirmación los datos:  la base material para la tentativa 
social-liberal que fundamenta al  actual Gobierno Andaluz es 
progresivamente menguante y convierte el  propósito de mínimos en una 
ensoñación además claudicante. No  se trata de una carencia coyuntural 
con previsiones de mitigarse en  una irreal fase próxima distinta, sino 
de una limitación  estructural insuperable y degenerativa mientras no se
 pongan en  cuestión, con radicalidad, tanto el papel dependiente y sin 
base  económica propia que la actual división internacional de funciones
  reserva a Andalucía y a otras zonas del sur de Europa, como la  
arquitectura institucional misma que sustenta ese reparto, esto es:  la 
Unión Europea en su actual configuración. Asumir  contractualmente el 
compromiso con el cumplimiento de las  imposiciones de La  Troika
 ,  que ahondan esa depresión y anulación económica, política y  social 
creciente de áreas y regiones enteras, ayuda poco en ese  sentido. 
 
- 
   Los últimos  sondeos dejan ver una “amenaza” de abstención de en 
torno a la  mitad del electorado. Esto, casi sobra decirlo, manifiesta 
el  desapego ciudadano hacia la política en general y una huérfana  
falta de esperanza en un sistema político inmerso en una crisis sin  
precedentes (una crisis de régimen como bien recogen los documentos  de 
la X Asamblea Federal de IU). Una  de las justificaciones de cierta 
euforia en la dirección de IULV-CA  son los resultados que proyectan las
 encuestas electorales, pero  sólo una parte de ellos: el sorprendente 
crecimiento porcentual. El  hecho de que ese porcentaje lo sea sobre un 
porcentaje mínimo de  participación previsto, sólo ahora parece que se 
comienza a tener  en cuenta, por lo arrollador del asunto. Lo que está 
por ver es que  de esa realidad se saquen conclusiones prácticas 
coherentes.  Lógicamente es motivo de alegría que IULV-CA pudiera ver  
incrementada su fuerza parlamentaria para poder arrebatar terreno de  
representación al bipartidismo. Pero 1) el avance frente al  
bipartidismo se presenta limitado y se relativiza su valor cuando se  
sostiene a una de sus dos patas; y 2) los resultados de las  encuestas 
no denotan un crecimiento de apoyo popular a la presunta  alternativa, 
esto es, no se recoge y/o representa el descontento y  la indignación de
 la población en general o de sectores de la  misma especialmente 
castigados; ni una tendencia a la conquista de  la llamada “masa 
silenciosa” ni una conexión real con los  sectores en lucha. No 
aparecen, con nitidez, ni un diálogo con  quienes han perdido la 
esperanza ni un refuerzo a quienes están  convencidos o pretenden 
convencerse de que otra cosa es posible  (movimientos sociales, mareas 
ciudadanas, otros sectores  políticos,…). Cuando no van hacia atrás, son
 inexistentes los  pasos hacia la constitución de ese Bloque Político y 
Social  establecido como objetivo en la X Asamblea Federal de IU. La 
lectura  positiva podría ser que aún no ha habido una merma tan aguda de
 la  base de apoyo social y electoral como la que padecen otros partidos
  “del régimen”, y quizá aún no sea demasiado tarde para un  cambio de 
rumbo. Pero puede serlo pronto, muy pronto.
 
-   Por 
último, está el asunto de la  práctica imputación de Griñán. El intento 
de desvincular el  acuerdo con el PSOE de la persona que preside el 
gobierno, para  sostener que con aquello con lo que se ha pactado es con
 las  políticas, es un intento poco convincente. Efectivamente no se  
trata de Griñán en particular (si bien, el apoyo a la continuidad  del 
aforamiento del ex presidente con su nombramiento como senador  crea 
problemas de solidez a ese discurso), sino de un modelo  político que a 
lo largo de muchos años ha cohesionado una  clientela más o menos 
influyente haciendo uso de lo público en  Andalucía. Más difícil se 
presenta la cuestión cuando la  negación de lo personal se hace sobre la
 base de unas políticas  que muestran tan corto recorrido.
 
Corremos el peligro de incurrir en manipulaciones del lenguaje para velar, con una forma de decir, lo que realmente se hace. Decir y hacer lo que se dice, ser veraces, es la regla primera para conectar la gente. Anunciar que el Presupuesto de 2014 será un presupuesto de “resistencia”, puede suponer no sólo una aceptación de las reglas del juego de las políticas de ajuste contra las poblaciones, sino, precisamente por ello, también de las reglas del juego de la manipulación de masas mediante la distorsión del lenguaje. Se sea más o menos consciente de ello, se incurre en el peligro de profundizar en el distanciamiento entre la mayoría de la población y el mundo de la política, hablando lenguajes distintos y perversos, y de desconectar del acervo identitario de la izquierda, de los movimientos sociales, y en general de los comunes y corrientes que, de una manera u otra, inventan sus prácticas de resistencia material, real, al poder. Otro tanto se puede decir del uso del término “estabilidad”, que es lo que busca el sistema actual ante los estragos y la desestabilización de la crisis, en conflicto abierto, radical, y en ocasiones explícitamente violento, con las demandas democráticas de las gentes.
Como se decía en un artículo reciente firmado, entre otros y otras, por Manuel Monereo y Tania Sánchez, “lo que define el momento político que vivimos es la disputa del respaldo de las mayorías sociales entre el bloque que aspira a algún tipo de restauración de las viejas reglas del juego (al precio social que eso implique) y el bloque, todavía en construcción, que aspira a desbordar y profundizar la democracia actual en la construcción colectiva de un proyecto de futuro.” Se impone la necesidad de dejar de utilizar esquemas que lo son para tiempos de “normalidad”. Hablar y actuar como si el momento fuera “normal” supone otro paso más en el distanciamiento de unas gentes que son conscientes de la excepcionalidad de la crisis. El intento de jugar a la calle de en medio, el “que nos quedemos como estamos”, no es realista, por mucho que suene a ello.
Estamos en medio de una crisis institucional sin precedentes, y en el origen de esa crisis está el modelo de la Transición y de la consecuente integración en el “modelo atlántico” a través de una Unión Europea que reservaba a Andalucía, y a otras zonas periféricas, un papel subalterno para uso y disfrute del capital financiero y multinacional, que ha obtenido el premio de las privatizaciones y ha alimentado el necesario endeudamiento para suplir tanto los efectos del déficit en la balanza comercial como de la reducción del peso de los salarios en el PIB. Esa política ha llevado a la situación actual, pero su impulso no se ha detenido y continúa hacia el asalto de los últimos nichos de beneficio. Es en este marco el que hay que explicar también el asalto a los ayuntamientos y servicios municipales, cuya legalización se prepara a través de la llamada Ley de Sostenibilidad de la Administración Local, elaborada por el gobierno del Partido Popular en consonancia tanto con la línea de “estabilidad financiera” marcada desde hace años por la UE, consagrada a través del Pacto Fiscal Europeo e impulsada decididamente y sin tapujos por el Banco Central Europeo, como con la introducción del equilibrio presupuestario (constitucionalización de la doctrina neoliberal) en la Constitución Española, por obra y gracia del golpe bipartidista. No es ninguna broma: acabar con la autonomía local significa una vuelta de tuerca más, definitiva, en la crisis institucional que vivimos y un elemento más de confirmación de la irrealidad de la proclama del “que nos quedemos como estamos”. No hay posibilidad de detener el deterioro masivo dentro del orden actual de las cosas que conduce al desmantelamiento global de derechos sociales y políticos. El sueño social-liberal (fundamento del llamado “gobierno de resistencia” en Andalucía)está acabado.
Un debate real sobre una perspectiva de cambio de modelo de desarrollo requiere la ruptura con el marco anterior y el sistema en crisis. Puede no gustar lo de coger de las superficies comerciales el material escolar o alimentario para repartirlo entre las gentes necesitadas, pero andar hoy por la vida política y social en Andalucía (a la deriva y hacia una destrucción social acelerada) creyendo que los cambios sustanciales necesarios se consiguen a base de agitación política-institucional coyuntural es peor. Las alternativas necesitan también crítica y lucha material contra el sistema existente. Conviene, para empezar, avanzar y hacerse eco de la propuesta del SAT, el Frente Cívico y otras muchas organizaciones, de comenzar a poner en marcha, con fuerza y pasión, un trabajo paciente que lleve a una movilización general para el mes de marzo que ayude a unificar fuerzas y reivindicaciones para que el movimiento real adquiera autonomía, firmeza y conexión con los habitantes. Se trata, en definitiva, de ayudar a poner en marcha una amplia alianza social y política que ponga sobre la mesa la urgente necesidad de un “proyecto de país (o de países)”, un proyecto que haga recuperar la ilusión y la esperanza, que restablezca los derechos robados y avance en la soberanía real hacia el horizonte de una base económica y productiva propia, basada en los recursos propios y en la posibilidad de crear nuevas oportunidades materiales con perspectiva de salida para las necesidades de la población. Para ello se requiere una apuesta rupturista con un marco que no ofrece más posibilidades que las de ahondar en el sufrimiento y en el malestar de la mayor parte de la gente. Y ello implica también una mirada a los países del sur de Europa y el arco Mediterráneo, como dijimos en el anterior artículo mencionada, sin la cooperación con las cuales no es posible la conquista de la autonomía que permita una salida real de la crisis y favorable a las personas. Una perspectiva semejante choca con la perpetuación del papel de sostén de una de las patas del poder institucional en crisis, la cual dificulta, además, y con razón, las posibilidades de diálogo y alianzas sociales. El tiempo apremia.
Francisco Sánchez del Pino y María Dolores Nieto Nieto. Asamblea Local de Izquierda Unida en Jaén
 
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