La plutocracia tiene sus nuevos administradores
Se acabó la fiesta de la Señoras candidatas chilenas neoliberales, la más popular y liberal Michelle Bachelet se quedó con la corona de presidenta -que en realidad es una aureola con poco poder; pero, para Michelle Bachelet repetirse el plato, saborearlo de nuevo, es seguramente lo más grande de su vida: pasará a la historia de un país lejano que se esfuerza por sobre todas las cosas en figurar en el mundo. Ahora, esta mamá chilena rodeada de su séquito dinástico, ya muchos de tercera generación, una verdadera mafia partidista, no cabe en sí de alegría, alborotada como cuando el alimento les llega a las aves de corral. Todos ellos saben que recuperan la vaca por los próximos cuatro años –los más puntudos y oportunistas bien saben que no es cualquier cosa. Todos los chilenos y chilenas que sufragaron por la ganadora supuestamente saben a quienes eligieron -a los mismos que gobernaron Chile por más de veinte años. Michelle Bachelet es la misma persona que siendo presidente usara métodos fascistas contra del Pueblo Mapuche, quien quería darle a la Unasur, Unión de países de América del Sur, el nombre atractivo de “casa” como si se tratara se jugar a la ronda cada quien vistiendo los trajes típicos de su país y no de un intento mucho más ambicioso de Hugo Chávez, una unión para la liberación, un desafío al imperialismo. Seguramente habrá quienes esperan algunos cambios dentro del país y en el contexto de América Latina pero tendrán que conformarse con las simples apariencias. Mirando desde afuera, los poderes centrales de los amos del sistema coinciden en su opinión, y nos debería servir de barómetro saber que sus opiniones con respecto al nuevo gobierno de la Nueva Mayoría son muy favorable. Todos sus medios de comunicación y propaganda apoyan a los nuevos administradores del sistema en Chile, usando un lenguaje creado para confundir y para desprestigiar a otros proyectos más validos latinoamericanos, les llaman progresistas, centro izquierda, y a la presidente electa le dicen socialista moderada, toda una verborrea que usan para seguir manipulando tanto a incautos como a cómplices.
Para corroborar lo que se opina fuera de Chile, Karen Poniachik ex- ministra de Minería y Energía del pasado gobierno de la Concertación, que seguramente volverá a ocupar algún puesto de alto rango en el próximo gobierno, durante su entrevista por el periódico canadiense Globe and Mail semanas atrás destacaba primeramente que: “Ellos, los de la Concertación, fueron históricamente exitosos en atraer inversiones foráneas”, y que el plan de Bachelet de incrementar el impuesto corporativo del 20 al 25 por ciento no podría alarmar a los inversionistas extranjeros que continuarán siendo bienvenidos y que encuentran al país muy atractivo por su minería y facilidades de inversión. Agrega, sin embargo, que hay tres áreas de preocupación con respecto a la explotación minera en Chile: “La energía con sus precios altos que se mantendrán aumentando”, el “agua, ya que Chile sufre continuas sequias y esto es vital para las mineras” (pero aparentemente no para los habitantes del país) y que “las comunidades (o sea el pueblo) en algunos territorios están más fortalecidas (esto es más organizadas), que quieran más participación seguramente económica y estén haciendo demandas a los tribunales de justicia.” Sin duda estas comunidades están preocupadas por el agua que sustenta sus vidas. La ex- ministra opina que Chile enfrenta una creciente competencia sobre los recursos mineros con otros países y que los minerales, el cobre en especial en Chile, decaen en grado por lo que se requiere más inversión e innovación tecnológica para extraerlos, incluida mano de obra especializada supuestamente escasa y más cara.
Queda claro para quienes han gobernado los miembros de la Nueva Mayoría y para quienes volverán a gobernar siendo que su preocupación central (como explica la ex funcionaria) no son los chilenos ni sus problemas sino esos inversionistas extranjeros que vienen a devorarlo todo como monstruos, devorando Chile como devoran el planeta. El mandato y la tarea del gobierno chileno presente y el que esta al venir: dar garantías a saqueadores nacionales y extranjeros de riquezas naturales y no naturales para que estos continúen en su explotación y acumulación, por un lado, y por otro controlar al pueblo chileno en todos los niveles con engaños, propaganda y represión para asegurarse que este macabro proyecto neoliberal continúe. Todos los funcionarios, administradores y políticos de estos gobiernos neoliberales apuestan a los ricos y se esmeran para que su trabajo sea aceptado y bien remunerado por sus amos –porque cobran sueldos y reciben prebendas espectaculares cuando comparamos con el resto de los trabajadores y trabajadoras chilenos.
Sin duda los interesados en la explotación de Chile ven al nuevo gobierno tan fiable que merece su confianza, pero también los sectores supuestamente progresistas (incluso izquierdistas) de América Latina y Norte América, que lo incluyen con apelativos de centro izquierda, progresista o socialista y lo colocan en el mismo lugar donde colocan a proyectos reformistas como el Alba, ven al gobierno chileno como valido olvidando todo referente histórico. Y esto no sucede solamente con Chile sino también con otros gobiernos similares como el de Uruguay, ambos Chile y Uruguay proyectos netamente neoliberales y afines al imperialismo norteamericano y europeo, enemigos solapados del Alba y cualquier otro proyecto de reforma o liberación. Y, peor aún, a este engaño contribuye hasta la cadena Telesur, creada para desafiar al neoliberalismo pero que lo reproduce y extiende cuando omite a los sectores sociales y políticos que promueven el cambio anti-neoliberal en Chile y Uruguay y le da espacio a quienes, como el Frente Amplio en Uruguay y la Nueva Mayoria en Chile promueven y mantienen el neoliberalismo fingiendo cuestionarlo y transformarlo. Y lo hacen incluso quienes solidarizan con Venezuela y los otros proyectos del Alba. Y entonces me pregunto ¿Que sucede? Como vivimos auto-engañándonos, rodeados de impostores y como la fuente de producir farsantes y renegados se nos ha vuelto inagotable.
La baja participación en las elecciones, dicen algunos, ilegitima el proceso electoral mismo, y está correcto, pienso, pero Chile tiene muchas ilegitimidades arrastrándose durante estos últimos cuarenta años que no deben olvidarse. Por empezar, la que le dejó la dictadura cívico-militar y que es la más ilegal es la constitución de 1980, que la propia Concertación trató de legitimar mientras tuvo el poder político. Otra ilegitimidad seria el proyecto económico de la dictadura misma y la ideología alienante en Chile. Luego, se le puede agregar, la carga de disculpas indignas que algunos dirigentes de la Concertación dirigieran a la oligarquía, por ejemplo cuando se disculparon de haber existido durante el gobierno legítimo de Salvador Allende. Otra gran ilegitimidad que se arrastra es que pudiera, no legalmente sino moralmente, presentarse como candidata a elecciones por la Alianza la Señora Evelyn Matthei, hija de un miembro de la Junta Militar golpista que usurpara al gobierno legítimo de la república el poder y la vida al presidente legitimo Salvador Allende. Esto de la Matthei candidata es una abominación realmente, una vergüenza, algo así como que en Alemania se tirara de candidata la hija de Hitler. Nadie podría aceptar en Europa algo así, sería siniestro; pero, en Chile parece que todo es borrón y cuenta nueva. Bueno eso si habláramos de ilegitimidades como vemos dejaría el problema de la baja participación de los chilenos muy chiquitito. Pero la ilegitimidad mayor, incluso mayor que la anterior, es que Chile se haya transformado en un país donde el saqueo del patrimonio nacional tanto en territorios, costas, aguas y corporaciones, sea lo legitimo. ¡Qué ilegitimidad que los chilenos todos acepten como proyecto nacional el saqueo del país y de sus habitantes!
Pese a todo, de variadas formas la izquierda, los movimientos sociales politizados, el movimiento sindical consecuente, el movimiento estudiantil y el movimiento de los pueblos originarios están ahí, han sobrevivido al engaño y la represión diaria y continuaran, no hay duda. Me parece imposible organizarse por una Asamblea Constituyente sin primero construir un frente político fuerte, me parece que es como intentar saltarse un peldaño de la lucha política. La esperanza que significaran algunos líderes estudiantes admirados por la gente, que les mostro su aprecio eligiéndolos como parlamentarios (con lo difícil que es ser elegido en un sistema tramposo electoral como el chileno) fue también traicionada cuando tres de estos líderes en vez de acercarse a los que luchan por un cambio real, los despreciaron y tratan de convencer que van a ser algo dentro de una coalición neoliberal y de derecha. Aun cuando sus intenciones fueran confiables bien sabemos que es imposible cambiar al monstruo desde adentro cuando el monstruo es bien resistente al cambio y acomodaticio al poder.
El nuevo gobierno chileno, como el uruguayo o el brasileño, no es un gobierno reformista ni algo parecido, la situación que se ha vivido en Chile como en los otros dos países es el resultado de un auge, por decirlo así, de mercado de materias primas minerales y monocultivos -sus principales exportaciones. La cadena de servicios que este apogeo generó, creo empleos mal pagados para la mayoría y bien pagados para una minoría que acompañado de mucho crédito personal alimento esa falsa apariencia de progreso. Quizás ha sido la mayor oportunidad de vender recursos y productos de la tierra que hayamos tenido en la historia, pero los trabajadores productores de estos recursos y el país mismo han recibido solo ilusiones de progreso y mentiras de bienestar, las riquezas se las llevan los depredadores, y la vulnerabilidad del país aumenta al depender de estos recursos, como el caso del cobre cuando se asoma en horizonte bajas en los precios debido al decrecimiento de la economía capitalista mundial.
En las últimas décadas, la política social del estado chileno ha incluido ayudas mínimas para los más necesitados, algo que también sucede en otros países latinoamericanos. Se trata de un sistema caritativo más que de derecho y no es tan diferente, si lo comparamos en la historia de las ayudas sociales, a la legislación de 1598 del Parlamento Británico que encargaba el cuidado de los pobres a instituciones locales, una ley que fue modificada en 1834 centralizando el sistema -medida ampliada a mediados del siglo 18 en Halifax, Canadá donde yo resido y que incluyó la educación básica obligatoria y la salud primaria. Vemos entonces que las políticas sociales en Chile, y otros países latinoamericanos, no merecen tanta honra pues son “bufonadas de vías al desarrollo” de cuatro siglos atrás.
Si el nuevo gobierno en Chile tuviera intensión de impulsar redistribución económica y social promovería la sindicalización y los contratos colectivos, aumentaría el salario mínimo lo que implemento Canadá a partir de 1945 con la creación del Estado de Bienestar Social por un gobierno del Partido Liberal. Esto que los Liberales de mediados del siglo pasado hicieron es imposible lo hagan los neoliberales de la Nueva Mayoría hoy; incluso en su pasado reciente como gobierno la sindicalización en Chile bajo de un 15 por ciento durante la dictadura a un 10 por ciento durante la Concertación y los contratos colectivos bajaron de un 10 por ciento durante la dictadura a solo un 5 por ciento hoy. Es obvio que el nuevo gobierno chileno beneficiara solo a los ricos porque para eso están ahí, ¿hay que volver a esperar cuatro años más para comprobar esto?
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