Un muro de silencio a punto de derrumbarse
- Escrito por Redacción
Comunicado nº 10
El reciente ingreso en establecimiento disciplinario militar 
del Teniente Luis Gonzalo Segura y su consiguiente huelga de hambre, 
ponen en evidencia lo que ya resulta un secreto a voces: existe un 
intolerable nivel de corrupción en nuestras Fuerzas Armadas que, como en
 todas las instituciones y estructuras de nuestro país, las autoridades 
no están dispuestas a corregir.
Las denuncias del Teniente Segura nada tienen que ver con la 
disciplina: en ningún momento él se ha negado a obedecer las órdenes 
recibidas ni ha puesto en riesgo el éxito de operaciones o maniobras de 
la fuerza. Sin embargo, es la vía disciplinaria la empleada por el mando
 para reprimir sus críticas. Una vez más, como se denunció hasta la 
saciedad con ocasión del encarcelamiento del Subteniente Bravo, 
Presidente de la Asociación Unificada de Militares Españoles (AUME), se 
utiliza el Régimen Disciplinario, simplemente, para eliminar la 
disidencia y la crítica.
El Régimen Disciplinario militar viola flagrantemente el Convenio 
Europeo de Derechos Humanos y sitúa a los militares españoles como 
ciudadanos de segunda, al limitar indebidamente su derecho a la libertad
 de expresión. Libertad de expresión que, como es razonable, puede y 
debe estar limitada (no solo para los militares) para evitar males 
mayores, como puede ser el éxito de las operaciones militares, la 
seguridad colectiva o el derecho a la intimidad de terceros. Sin 
embargo, nada de esto estaba en juego por las denuncias, en su libro en 
calve de ficción, del Teniente Segura.
A pesar de ello, ha sido condenado, en un proceso sin garantías, por 
hacer declaraciones en los medios de comunicación. El actual Régimen 
Disciplinario (y también al nuevo, en trámite parlamentario) sanciona 
como falta de disciplina, susceptible de ser castigada con privación de 
libertad, a las meras manifestaciones a medios de comunicación, sin 
entrar en el detalle del contenido de tales declaraciones. Esto concede a
 la jerarquía militar el abusivo poder de controlar cuanto cuestione su 
forma de proceder.
La jerarquía militar reproduce así los esquemas de valores del 
ejército franquista y de sus predecesores monárquicos de la 
restauración. Desean unas fuerzas armadas monolíticas y acríticas, 
instrumento más manejable en su papel de sostén, en apariencia 
transparente y neutral, del régimen jurídico-político del Estado.
Este estatuto especial ha sido consentido por los partidos políticos 
que se han sucedido en los gobiernos del régimen bipartidista del 78. 
Unos, por considerarlas como propias y aliadas naturales en el 
sostenimiento de sus métodos de explotación; otros, por falta de coraje y
 determinación para enfrentarse con la jerarquía militar, siempre 
próxima a los intereses de la clase dominante.
Los mandos militares, consentidos por los políticos corruptos, ponen 
así en evidencia que lo que realmente les importa no es la soberanía, 
independencia y unidad de la patria, sino el sostenimiento de un régimen
 que condena a la mayoría al sufrimiento, al tiempo que multiplica los 
beneficios para unos pocos. No quieren oír hablar de corruptelas en el 
seno de las FAS, de la misma manera que los políticos corruptos niegan, 
contra toda evidencia, que hayan cercenado cualquier posibilidad de 
regeneración dentro de este sistema. Y de camino, los mandos militares 
se benefician del más cerrado oscurantismo para mantener sus prebendas y
 su estatus incontestados.
Las FAS son mucho más que sus mandos. Están compuestas de miles de 
hombres y mujeres que se esfuerzan día a día por hacer bien su trabajo, a
 menudo arriesgando su vida. E igual que en el resto de la sociedad, las
 desigualdades de clase conllevan muy distintos niveles de sufrimiento, 
generalmente asociados al origen de cada uno y escasamente modulados por
 el mérito o el esfuerzo personal.
Es por tanto legítimo y hasta moralmente obligado, desvelar los 
abusos de los poderosos en su seno, contra la cerrazón impuesta por este
 sistema. Permitamos que todos los vientos del pueblo irrumpan 
violentamente en los cuarteles para una ineludible tarea higiénica de 
regeneración y de vocación de servicio auténtico a los españoles que 
sufren.
Y nuestra solidaridad con el valeroso teniente Segura, que arriesga 
su libertad y aún su integridad física por respeto a sus convicciones 
personales, en la denuncia de un sistema podrido.
rebelion
 
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