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Entrevista a Rebeca Quintans, autora de “Un rey golpe a golpe”
Catorce años después de la publicación de la biografía no autorizada de Juan Carlos I ‘Un rey golpe a golpe’, su autora revela su identidad y cuenta todas las dificultades que tuvo que sortear. |
Unai Aranzadi. Público.es⎮Rebelión⎮16 julio 2014
En el año 2000 la editorial vasca Ardi
Beltza (cerrada un año más tarde por orden del juez Baltasar Garzón)
publicó Un rey golpe a golpe , una biografía no autorizada sobre Juan
Carlos I. El libro, a pesar del marcaje policial que sufría la editorial
y su director, Pepe Rei, pudo salir a la luz y ser exitosamente
distribuido, aunque por motivos de seguridad hubo de ser firmado con un
seudónimo, el de “Patricia Sverlo”. Hoy, catorce años después, su
verdadera autora, Rebeca Quintans, ha decidido romper su silencio y
reconocer su autoría en Público.es .
En el libro se dice que el seudónimo
de Patricia Sverlo, más que a una persona, representa un “estado de
situación” el cual “se espera que cambie en el futuro”. ¿Ha cambiado la
situación o todavía es demasiado pronto para decir que se puede criticar
con plena libertad a la monarquía española?
En comparación con el año 2000, ha
cambiado un poco, pero muy poco. Y desde luego no tanto como algunos
dicen. Se han publicado algunos libros críticos sobre el rey y no ha
pasado nada. Es cierto. Y sus autores (Iñaki Anasagasti, Iñaki Errazkin…
) han hablado de que ya no hay censura. Pero que algunos libros no
hayan tenido problemas no quiere decir mucho. El tema es largo. Sigue
habiendo muchos casos, demasiados, que llegan directamente a la
Audiencia Nacional por injurias al rey. Algunos, notorios, como el caso
Otegi. Precisamente voy a ir ahora en julio a participar en Yokohama en
un congreso, con una comunicación sobre ese tema: “Monarquía y libertad
de expresión: pragmática de la injuria”; y no me remonto a casos
lejanos. Pero estoy de acuerdo con que la libertad hay que ganarla,
dando pasos adelante, y en eso sí está cambiando la situación: cada vez
son más los que se atreven.
Este libro rupturista, nacido de una
editorial censurada, con un director regularmente encarcelado y jóvenes
periodistas de investigación asumiendo riesgos, recoge otro enigma, el
de su impresión. ¿Se puede decir ya dónde o cómo fue impreso? En el
libro se dice que Ardi Beltza fue la editorial y usted, con su
seudónimo, la autora, pero el espacio en que dice “Impresión” permanece
vacío en un inquietante blanco…
La verdad es que de ese punto en
particular puedo decir muy poco… Todo era muy clandestino. Tomábamos
muchísimas medidas de seguridad. Yo sólo hablaba con Pepe Rei. Cuando
iba a la redacción de Orereta, nadie sabía quién era y qué estaba
haciendo allí exactamente. Era Rebeca, colaboradora de Madrid. Para
hablar del libro, salíamos de la redacción Pepe y yo, le quitábamos la
batería a los teléfonos móviles, y charlábamos paseando por la Concha,
Hondarribia, o nos íbamos al Jaizkibel, que era un sitio favorito de
Pepe. No sé quién estaba al corriente en la redacción de que era yo la
que estaba trabajando en el libro del rey. Yo tampoco sabía quién estaba
en el ajo y quién no. Todo estaba compartimentado. Un proyecto, ya
digo, muy clandestino, sobre el que no había que preguntar demasiado. Yo
no preguntaba nada que no creyera que tenía que saber. Pero si hago
memoria, de estas cosas que oyes sin querer, aunque hace mucho tiempo y
no puedo estar segura del todo, creo que se imprimían en Portugal, a muy
buen precio, por cierto.
Veteranos periodistas de
investigación como Rafael Gómez Parra, aseguran que personajes como
Mario Conde, Pedro Jota Ramírez, Juan Luís Cebrián o José Bono compraron
el libro a través de amigos. ¿Cómo fue la distribución de este?
Algunos de los que nombras recibieron el
libro por correo, por cortesía de la editorial, directamente. Así que
te puedo asegurar que esos sí lo tenían. Hicimos una lista bastante
amplia que incluía un montón de personajes “relevantes” en aquel
momento. Nos llegaron muchos comentarios off the record. En los
mentideros de la corte se hablaba de él. Alguno que otro hasta había
presumido en pequeños círculos de haber colaborado y de conocer a su
autora. Y era verdad. Me entrevisté incluso con alguno de los que
nombras. Pero nunca revelaron nada que no se pudiera saber.
Comprarlo tampoco era complicado. Toda
la estrategia editorial de Ardi Beltza había estado pensada para
preparar el lanzamiento del libro del rey. Hubo que sacar otros antes,
bastante inocuos (Gran Hermano, por ejemplo), para que la distribuidora
pudiera introducir la editorial en los grandes mercados, hasta en las
grandes superficies. Funcionó bastante bien. Después, cuando lo creíamos
todo resuelto, aún nos encontramos con bastantes problemas. El Corte
Inglés, que había vendido miles de ejemplares de Gran Hermano, se negaba
en rotundo a distribuir este título. Pero sí funcionó en otras
librerías más pequeñas y algunas grandes. No estaba en los escaparates,
desde luego, pero estaba. En Madrid lo tenían hasta en La Casa del Libro
(una de las librerías más grandes); debajo de la mesa, pero lo tenían. Y
como no se vendía mal, hacían pedidos frecuentes a la distribuidora.
Algunos libreros nos contaron que había quien lo pedía en voz baja, como
con miedo o vergüenza. Y había anécdotas en la línea de lo que cuenta
Gómez Parra.
El final del siglo pasado, fecha en
la que Pepe Rei le propuso escribir el libro, fueron, quizás, los días
dorados del régimen del 78, en los cuales el sector privado, las fuerzas
de seguridad del Estado, la ilusión de la prosperidad, así como la
propia monarquía estaban en lo más alto, creyéndose invencibles. ¿Cómo
era ejercer el periodismo de investigación en un Madrid donde el poder
lo tenía prácticamente todo?
Complicado, muy complicado. Yo era freelance,
y no pocas veces pactaba un tema con una revista, hacía el reportaje, y
luego no querían publicarlo. Me daban largas… Tenían las neveras llenas
de reportajes que no se podían publicar, que no eran oportunos… Solo
una vez me dijeron claramente: “No lo vamos a publicar. Te lo pagamos,
pero lo guardamos en un cajón”. No quise y me lo llevé. Luego conseguí
publicarlo en una revista que se llamaba Artículo 20 y que duró muy
poco. Eran años en los que cerraban publicaciones constantemente, pero
se abrían otras… Los momentos de lanzamiento de una publicación siempre
eran mejores para publicar. Se podían “colar” más temas. En las
redacciones de la prensa convencional, como Interviu, el periodismo daba
sus últimos coletazos. A los periodistas de toda la vida (como Gómez
Parra y Andrés Sánchez) no les dejaban apenas trabajar, no podían hacer
temas serios, estaban deseando librarse de ellos… Cuando Pepe Rei montó
Ardi Beltza fue como una bocanada de aire fresco. Nos pidió a los que
estábamos en Madrid que le pasásemos temas que no nos hubieran querido
publicar por cuestiones políticas o político-económicas. Y había un
montón. Yo misma tenía tres o cuatro listos. Y muchos otros periodistas,
con seudónimo para que no les echaran de su curro, también le enviaron
cosas.
Pepe Rei se inició como periodista de
investigación destapando el llamado “caso Redondela” en su Galicia
natal. Más tarde, dada la etapa, pasaría a trabajar en la prensa del
movimiento, a colaborar con el equipo de investigación de Interviú e
incluso quiso ser reclutado personalmente por Pedro Jota Ramírez para El
Mundo, terminando en Egin con la consecuencias que todos sabemos. En
una etapa álgida del conflicto vasco, en el que prácticamente todo el
soberanísmo era criminalizado, ¿cómo se veía desde la capital del Estado
la colaboración con medios, editoriales o profesionales vascos tan
perseguidos y señalados?
Eso era terrible. Te criminalizaban y te
quedabas sin poder trabajar. No se podía colaborar abiertamente con
ningún medio vasco. Había muchísima presión. Si yo hubiera firmado, no
ya el libro, sino cualquier colaboración en la publicación de Pepe Rei,
no habría vuelto a publicar en Madrid. Y también hubieran puesto en la
calle a mi compañero, Andrés Sánchez, que estaba en Inteviu (y que
también colaboraba con seudónimo en Ardi Beltza). En las redacciones el
aire estaba enrarecido, incluso entre los compañeros. Por momentos,
aquello parecía el nazismo. No se podía hablar. Cuando venía Pepe Rei
evitaba pasearse por la calle con nadie. Madrid no era seguro. Hubo unas
campañas muy agresivas. Muchos periodistas lo sufrieron, porque se les
ocurrió publicar algo en Gara, o porque sacaron un tema de presos
políticos, o porque salieron en la tele en algún acto por la libertad de
expresión… Otro peligro era que entregaras un tema y que el redactor
jefe te cambiara los titulares y lo que le diera la gana, sin decirte
nada, dejándote con el culo al aire delante de tus fuentes. Quedabas
como un fascista y no podías hacer nada. Con eso había grandes broncas
también. Fue una etapa muy fea.
El jefe del Estado era una figura
blindada que se revelaba y revela inaccesible para el común de los
ciudadanos. ¿Cómo hizo usted para acceder a tantos valiosos datos?
Es muy cierto que Un rey golpe a golpe es
sobre todo un trabajo de documentación, pero no sólo. Yo acababa de
terminar una tesis doctoral sobre los discursos del rey en la prensa.
Tenía mucha documentación que no había podido utilizar. Mucho trabajo de
hemeroteca y bibliográfico, y eso fue el punto de partida del libro.
Casi toda la información estaba ahí, solo había que cogerla. Y leer
entre líneas, ir a las fuentes (sentencias, documentos oficiales…) para
tener una información más veraz, confirmar con los testigos directos…
Periodistas que habían investigado algunos episodios y que no habían
podido publicar todo lo que sabían me pasaron información. Y Pepe Rei,
cuando me encomendó la tarea, me facilitó todos los contactos de que
disponía… y tenía muchos. Pepe Rei era un genio convenciendo a los
juguetes rotos de la Santa Transición de que lo mejor que podían hacer
en la vida era contárselo todo a él. Los abducía. Y me puso en bandeja
muchísimas entrevistas. Había que cribar, eso sí: algunos contaban
historias muy peregrinas, otras que era imposible contrastar o
confirmar… Pero las fuentes más fructíferas sirvieron sobre todo para
distinguir el grano de la paja e ir quedándome con lo importante, con la
información buena. Estuve meses trabajando en exclusiva para el libro,
gracias al apoyo de mi compañero, Andrés Sánchez, en todos los sentidos
(en el económico también). Y al final de todo el proceso, aparte de lo
ya conocido, pudimos ofrecer en el libro muchas informaciones nuevas,
inéditas; aunque no quise destacarlas para no poner de relieve las
partes más vulnerables del libro, a efectos de una querella.
Y respecto al panorama actual del
periodismo de investigación en el Estado, ¿le parece que hay relevo al
trabajo que desarrolló en su día EGIN, Ardi beltza, Interviú o usted
misma?
Yo creo que ahora mismo no hay
periodismo de investigación propiamente dicho. En los grandes medios lo
que hay es periodismo de “filtración”, que es muy diferente. Para el
periodismo libre lo que pasa es que todo ha cambiado muchísimo, está
pasando por una evolución que todavía no ha terminado. Internet, las
redes sociales, las publicaciones digitales, están abriendo muchas
posibilidades. Están muchas cosas en marcha muy interesantes. Pero hay
un problema por resolver: ¿Cómo se financia? El trabajo del periodista
es cada vez más precario. Se comparte mucha información gratuitamente y
nadie parece dispuesto a pagar. Ni los lectores ni los empresarios de
toda la vida. Y la publicidad no es una opción para la información
libre, porque los anunciantes controlan los contenidos, y los
anunciantes son el sistema, el verdadero poder. El periodista no puede
vivir del aire, ni asumir solo los gastos de su trabajo (luz, teléfono,
viajes, invitar aunque solo sea a un café al entrevistado…). Y el
resultado es que casi todo se vuelve opinión, porque es lo único que no
cuesta dinero hacer. La gente tiene que asumir que la información libre
hay que pagarla, porque con voluntarismo no vamos a llegar muy lejos.
Pero tiene que haber relevo. ¿Cómo no va a haberlo?
Por un motivo u otro del momento, ¿se le quedaron cosas en el tintero?
Muchas, claro que sí. El accidente de
Pepe Rei, y el cierre de Kale Gorria poco después, tiró al traste con un
montón de proyectos que estaban ya iniciados. Como una segunda parte,
centrada en la figura de Felipe; o un documental, para el que ya
teníamos un borrador de guion y un plan de trabajo. Y el libro había que
actualizarlo. La necesidad se vio enseguida. Este rey y su familia no
dejaban de ofrecernos temas nuevos. Siempre dieron mucho juego,
periodísticamente hablando. Se podía uno dedicar prácticamente en
exclusiva a hacerles un seguimiento y nunca te quedabas parado. Saqué
algunos reportajes en Kale Gorria y, después del cierre, en
publicaciones alternativas como Diagonal y El otro país. Pero dejé el
periodismo -profesionalmente- hace años, y la falta de tiempo y
circunstancias personales no me han permito todavía terminar ni siquiera
la actualización del libro. En eso estoy, dedicándole todas mis
vacaciones, y espero terminarlo de forma bastante inmediata. Alguna
editorial ya mostró en alguna ocasión su interés por publicarlo, y vamos
a ver qué pasa. Sí, se quedaron muchas cosas en el tintero, y la espina
de no poder firmarlo con mi nombre. No por no poder presumir alguna que
otra vez con los amigos… Cuando detuvieron a Pepe y cerraron la
editorial fue una situación muy difícil; pero oficialmente no decían ni
una palabra del libro. Fue muy duro. En fin, me gustaría ver si es
cierto eso de que ya no hay censura, como hablábamos al principio, y lo
puedo publicar con mi nombre, en libertad. Ya os lo contaré.
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