Trabajo en las instituciones y unidad de la izquierda
Hacia la construcción de candidaturas de unidad popular
por Jorge Castillo Alonso
Introducción
Escribo 
este texto con la esperanza de poder explicar la insistencia con la que 
Republicanos-RPS lleva pidiendo, de un tiempo a esta parte, en 
Convocatoria por el Cambio, la necesidad de realizar un debate sobre el 
papel de la izquierda en las instituciones. También tengo la esperanza 
de que queden explicadas las líneas rojas que expusimos en un comunicado
 en el que desmentíamos una noticia de la Opinión en la que se daba casi
 por hecho que iríamos a las elecciones con Convocatoria por el Cambio. 
La exposición de esas líneas rojas, para nuestra sorpresa, generó 
asombro e incomprensión en algunas personas con las que hemos estado 
trabajando. Algunos han especulado, acusándonos de oportunismo, con la 
idea de que, tras elecciones europeas, hemos decidido apartarnos de 
Convocatoria por el Cambio para perseguir otros fines meramente 
electoralistas. Nada más lejos de la realidad. Esas líneas rojas han 
estado siempre presentes en nuestra participación en los espacios de 
construcción de unidad de la izquierda y se desprenden de nuestro modo 
de entender esa unidad.
Una 
constante en el trabajo de RPS ha sido siempre la colaboración en los 
espacios de unidad de la izquierda. Creemos firmemente en la necesidad 
de un frente amplio de izquierdas. No es nada excepcional pues, aunque 
con distintos matices, toda la izquierda está convencida de esa 
necesidad. Sin embargo, algo que genera extrañeza y que, por tanto, 
necesita explicación es el hecho de que, en todos esos espacios donde se
 pretende construir esa unidad, insistimos en la necesidad de plantear 
un debate sobre cuáles deben ser los ejes centrales del trabajo de la 
izquierda en las instituciones. Para muchos, ese debate no resulta 
necesario y, para algunos, más interesados en sumar siglas para sumar 
votos que en construir una alternativa real al sistema, resulta 
directamente inconveniente.
¿Unidad de la izquierda? Sí, pero para transformar la sociedad
Sin 
embargo, en RPS pensamos que la cuestión de la praxis política e 
institucional de la izquierda es una cuestión fundamental. De cómo se 
resuelva puede depender en gran medida la fecundidad o esterilidad de la
 unidad de la izquierda.
Para 
entendernos, una unidad de la izquierda fecunda sería aquella capaz de 
plantar cara a la lógica de lo fáctico, de la contención del déficit y 
los recortes, mediante el planteamiento de una alternativa real al 
sistema. Por contra, una izquierda estéril sería aquella que pasa por 
las instituciones, consiguiendo tal vez minimizar el efecto de los 
recortes o mejorando las condiciones de vida de las clases populares, 
pero, en lo esencial, sin cambiar nada. No hay nada más desilusionante y
 reforzador del sistema que la puesta en escena de una izquierda incapaz
 para cambiar las cosas. La dictadura de lo fáctico se refuerza y la 
imagen de que no hay alternativa, de que las cosas son como tienen que 
ser, se impone. La consecuencias no pueden ser más dramáticas: 
desilusión del electorado de izquierdas y desfondamiento de las luchas 
sociales.
Esta 
posibilidad no es política-ficción, sino que hay numerosos ejemplos 
históricos. La historia se ha repetido varias veces. Un partido 
revolucionario accede a alguna pequeña cuota de poder en el gobierno. Al
 hacerlo, debe plegarse a la lógica de las instituciones liberales. Como
 consecuencia, la dictadura de lo fáctico engulle al partido, que 
renuncia a su potencial revolucionario, para acabar haciendo una 
política no muy distinta de la que habría hecho cualquier partido 
socialdemócrata. La conclusión suele ser desencanto, desilusión y 
hundimiento en la siguiente cita electoral.
¿Se 
sigue de aquí que la izquierda no puede tomar las instituciones sin que 
sus potencialidades utópicas, revolucionarias o rupturistas queden 
aplastadas por el rodillo de lo fáctico? No, sólo decimos que este es un
 peligro real para cualquier proyecto de unidad de la izquierda que se 
plantee desde una perspectiva meramente electoralista. Ese proyecto no 
puede basarse en una mera suma de siglas con la intención de sumar 
votos. Está claro que es importante ser más de los que somos, y sumar 
votos, pero ese no puede ser el objetivo de la unidad de la izquierda. 
No se trata de aglutinarnos con el objetivo de sumar votos, sino de 
unirnos en torno a un objetivo que pueda ser ilusionante para la 
izquierda social de este país. No se trata de cultivar la unidad por la 
unidad, tal vez por la belleza metafísica del concepto, sino de unirnos 
en torno a un proyecto claro de transformación social.
Convergencia hacia la ruptura con el Régimen
Encontrar
 ese proyecto no debe ser algo especialmente difícil. La izquierda 
social viene, de un tiempo a esta parte, convergiendo hacia un objetivo 
común. En RPS siempre hablamos de la necesidad de una ruptura 
democrática con el Régimen. En una sintonía parecida, la izquierda 
social y política, integrada en distintos partidos, organizaciones y 
movimientos sociales, habla de recuperar la soberanía popular, acabar 
con la deudocracia, progresar hacia una democracia real, plantar cara a 
los gobiernos de la Troika, acabar con el bipartidismo, rescatar la 
democracia para la ciudadanía, etc. Llamándolo de un modo u otro, todos 
pivotamos en torno a la necesidad de romper con un orden institucional 
que está al servicio de la oligarquía financiera, para progresar hacia 
un modelo institucional que esté realmente en manos de la ciudadanía. 
Salvando los matices y las diferencias, no parece especialmente 
complicado que la unidad de la izquierda se construya sobre este 
objetivo rupturista.
Lo 
complicado viene después. Lo difícil no es asumir el objetivo de ruptura
 con el Régimen como propio, sino asumir las consecuencias prácticas del
 mismo a la hora de plantear cómo trabajar en las instituciones. Cuando 
se asume el objetivo rupturista como la principal tarea de la izquierda 
se deben de tener muy claros los dos siguientes principios como rectores
 del trabajo en las instituciones:
- La participación en las instituciones políticas es un paso necesario, pero no suficiente, para la ruptura democrática con el Régimen.
- La participación en las instituciones políticas no constituye un objetivo por sí misma, sino que está siempre subordinado al objetivo de ruptura democrática con el Régimen.
Primer principio: Insuficiencia de la vía electoral
Lo que 
queremos decir con él es que, aun en el improbable caso de que una 
exitosa candidatura izquierdista conquistase el poder político, como 
fuerza electoral mayoritaria, no podría por sí sola hacer cambios 
profundos en el sistema. El mero apoyo electoral no puede bastar por sí 
mismo para torcer el brazo de la oligarquía capitalista. No basta para 
hacer frente al poder fáctico de los grandes capitales, lobbys 
financieros, think tanks, medios de comunicación, etc. Es necesario el 
apoyo en un contrapoder popular que pueda disputar el poder a esa 
oligarquía. Cuando en RPS decimos que la unidad de la izquierda debe 
articularse sobre la unidad popular es precisamente eso lo que queremos 
decir. Cualquier cambio profundo en la estructura del sistema, que se 
intente hacer desde las instituciones, debe apoyarse en el respaldo de 
una sociedad civil fuertemente organizada y movilizada.
Ahora 
bien, ¿qué implicaciones prácticas tiene esto de cara a la construcción 
de una candidatura unitaria? Una candidatura unitaria de izquierdas no 
puede consistir en una mera suma de siglas y de acuerdos opacos para el 
pasteleo del reparto de cuotas de poder. La unidad debe construirse a 
partir de los espacios en los que los militantes de los distintos 
partidos están real y fácticamente unidos: los movimientos sociales. Una
 candidatura unitaria de izquierdas, que sea fecunda en el sentido que 
explicábamos más arriba, debe ser una auténtica candidatura de unidad 
popular en el sentido de estar permanentemente abierta a la influencia 
de los movimientos sociales. Algunos militantes de la izquierda política
 han entendido al revés la importancia de los movimientos sociales. No 
se trata de tener presencia en los movimientos sociales para obtener 
rédito electoral, sino de la necesidad de que los movimientos sociales 
tengan presencia e influencia en la izquierda política. Sólo si somos 
capaces de trasladar a las instituciones la unidad popular que ya se ha 
gestado en la calle, podremos tener posibilidad de tumbar a la 
oligarquía.
Más aún,
 esa apertura a los movimientos sociales no debe quedarse en un mero “os
 tendremos en cuenta”, sino que debe basarse en acuerdos reales y 
concretos con los distintos movimientos sociales y sectores en lucha de 
la sociedad civil.
Segundo principio: La ruptura como objetivo
Este 
principio tiene múltiples consecuencias bastante interesantes para 
orientar la praxis en las instituciones. La primera consecuencia de ver 
el poder institucional como un medio para la ruptura con el Régimen 
tiene que ver con el modo de ocupar las instituciones. El sistema 
siempre es centrípeto y tiende a integrar todos los elementos 
discordantes. Cuando un concejal o un diputado de un partido rupturista 
acepta la praxis cotidiana de la institución que ocupa, puede entrar en 
la paradójica dinámica de mantener, al mismo tiempo, un discurso teórico
 rupturista y una praxis política legitimadora de las instituciones del 
Régimen. Al final, se le acaba haciendo el juego al Régimen y el hecho 
de haber pasado por las instituciones no ha supuesto ningún cambio real.
 Por ello, la aspiración de una candidatura unitaria de corte rupturista
 nunca debe ser la de la participación normalizada en las instituciones.
 Si se participa es para la denuncia constante del Régimen, para la 
rebeldía sistemática contra la dinámica de las instituciones y para 
mostrar cuál es nuestra alternativa.
Ahora 
bien, ¿cómo oponerse a esa participación normalizada?¿Qué es eso de una 
praxis rupturista?¿Cómo articular esa rebeldía contra la dinámica de las
 instituciones? Se trataría de llevar a cabo iniciativas y prácticas que
 desborden la lógica de las instituciones presentes. La clave de la 
política no está en lo que se dice, sino en lo que se hace. La ruptura 
con el Régimen no va a venir por denunciar su falta de democracia, sino 
por llevar a cabo una praxis política más democrática de la que 
sancionan sus instituciones. El hecho de que una candidatura elabore sus
 lista y programa mediante mecanismos de participación abiertos a las 
bases, la ciudadanía y los movimientos sociales, es ya una praxis 
rupturista porque desborda la dinámica partitocrática de nuestras 
instituciones. La introducción del compromiso de que los representantes 
electos de una candidatura tengan que responder ante asambleas de unidad
 popular, es por sí mismo una ruptura con el carácter meramente 
representativo de las instituciones políticas del Régimen. En general, 
se trata de introducir mecanismos democráticos paralelos a los 
institucionales que supongan, por su misma existencia, una ruptura y un 
ejercicio de rebeldía contra el Régimen.
Otra 
consecuencia de ver el trabajo en las instituciones como medio para la 
ruptura tiene que ver con el modo de relacionarnos con los partidos que 
sostienen al Régimen. Entrar en coalición con cualquiera de ellos, 
independientemente de cual sean las circunstancias, es siempre un error 
desde la perspectiva de la ruptura con el Régimen. Entrar en un gobierno
 que perpetúa las políticas de la Troika pero que minimiza el efecto de 
los recortes es contraproducente para la lucha. Se visualiza que no 
existe alternativa real al sistema y se legitima el Régimen.
Si 
mantenemos la vista fija en el objetivo de romper con el orden 
institucional presente, aliarnos con partidos cuyo objetivo es el 
mantenimiento del status quo es sencillamente incoherente con nuestros 
propósitos y sólo se puede estar motivado por la consecución del poder 
por el poder mismo.
Más aún,
 debe resultar absolutamente indiferente cuál de los partidos del 
Régimen gobierna. Que gobierne el neoliberalismo triunfante o la 
socialdemocracia impotente, aunque la segunda opción pueda minimizar el 
sufrimiento del pueblo, no supone ninguna diferencia real con respecto 
al objetivo de romper con el Régimen. De hecho, la imagen de un gobierno
 socialdemócrata impotente para hacer frente a la lógica de la 
contención del déficit y los recortes puede llegar a ser peor para 
nuestros objetivos. En gran parte del imaginario popular la 
socialdemocracia representa a la izquierda y la imagen de una izquierda 
incapaz de oponerse a la dinámica recortadora refuerza aún más la idea 
de que no hay alternativa a lo que hay.
En 
general, cualquier pacto con, o apoyo a, los partidos del Régimen es 
contraproducente. La pregunta relevante no es ¿con qué partido en el 
gobierno sufrirá menos el pueblo? La pregunta que siempre debe hacerse 
es ¿apostar por el mal menor aporta algo a la consecución del objetivo 
final de derribar el Régimen? La respuesta puede admitir alguna 
variación en función de las circunstancias concretas pero, por lo 
general, apoyar, aunque sea tímidamente, a un partido del Régimen 
implica otorgarle un cierto grado de legitimidad y no aporta nada a una 
candidatura de izquierdas que persiga una transformación profunda de 
nuestra sociedad
Conclusión: Mínimos para la construcción de candidaturas unitarias
Creo que
 habrá quedado bien explicado el fundamento de los líneas rojas que 
Republicanos planteó en un comunicado hace unos días. No se trata de 
capricho, o de estrategia electoral de acercamiento o distanciamiento a 
tal o cual formación, sino de estricta coherencia con los objetivos que 
pensamos que debe perseguir toda candidatura de izquierdas que posea una
 vocación realmente transformadora. Estamos dispuestos a trabajar por la
 construcción de candidaturas unitarias, tanto a nivel municipal como 
autonómico. Creemos firmemente en la necesidad de presentar candidaturas
 unitarias, pero no al precio de renunciar a la vocación de transformar 
profundamente la sociedad. Por ello, pensamos que estos son los mínimos 
sobre los que construir cualquier candidatura:
- Apertura y permeabilidad a los movimientos sociales.
- Lista de la candidatura elaborada mediante la participación ciudadana.
- Programa elaborado mediante mecanismos abiertos a la participación ciudadana.
- Compromiso de no formar gobiernos autonómicos con los partidos del Régimen.
- Existencia de algún mecanismo postelectoral por el que los candidatos elegidos tengan que responder de sus decisiones ante asambleas populares.
- Compromiso de revocabilidad de los candidatos si la asamblea lo decide.
¿Por qué
 estas líneas rojas? Porque en RPS nos tomamos en serio el objetivo de 
romper democráticamente con el Régimen. Así de sencillo.
 
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