Los yihadistas en el Despacho Oval y los gaseoductos de Eurasia. Nazanín Armanian
Público.es
Fue en 1985 cuando el mulá Omar y su equipo
Yihadista-Taliban-Al qaedista fueron invitados por Ronald Reagan a la
Casa Blanca para tomar té y negociar la construcción del gaseoducto
transafgano (Turkmenistán-Afganistán-Pakistán-India, “TAPI”) sobre las
ruinas del espacio soviético. Después del 11 de septiembre,
y para no herir sensibilidades, esos encuentros con la ultraderecha
islamista, financiada por la CIA, se trasladaron a las bases del
Pentágono en el Golfo Pérsico: de allí es de donde salen los “rebeldes”
afganos, chechenos, libios, yemeníes, sirios, iraquíes, chinos, entre
otros, con la misión de cortar cabezas y provocar el llamado “caos creativo” —o lo que es lo mismo, guerras—, en los países rivales y/o productores de hidrocarburo.
El
actual “Gran Juego” entre las potencias grandes y medianas del mundo,
que discurre en Eurasia agitando la bandera negra yihadista sigue
girando en torno a los gaseoductos. En esta partida, la ofensiva del intrépido Obama contra China
—su principal obsesión—, pasa por el control sobre el gas de Rusia y de
Irán, principales reservas mundiales del “Oro Azul”, con el fin de
impedir la llegada de energía a las venas de la económica del gigante
asiático.
La recesión económica de los principales clientes del
gas ruso, la inseguridad provocada por las guerras y la fuerte entrada
de EEUU como productor de gas esquisto —y el uso de la técnica de
fracturación hidráulica y perforación horizontal que han hecho posible
la explotación del conocido como “tight gas” (el gas de arenas
compactas), del “shale gas” (el gas de arcillas) y el petróleo de
esquisto—, no solo han cambiado el lugar de los vendedores y compradores
de energía, sino que han convertido en obsoletas las instalaciones de
los tradicionales productores. Gazprom, Total y Statoil, por ejemplo,
han suspendido el gran proyecto iniciado en 2007 en el yacimiento de gas
del Shtokman en el Mar Barents: el cliente interesado, EEUU, ya no lo
necesita; que este país dejase de comprar el 40% del gas de Qatar ha
hecho que el sultanato buscara nuevos clientes, aunque por ello tuviera
que contratar a los matones del Estado Islámico para arrasar Siria e
Irak allanando el camino del gaseoducto árabe.
Demasiado
“fracking”, demasiados excedentes del gas, han hecho bajar los precios y
la quiebra de muchas pequeñas empresas, por lo que las compañías han
empezado a exportarlo, sin que el Congreso levantara la prohibición que
pesa sobre las exportaciones de hidrocarburo desde 1975: el primer barco
zarpó hacia Corea del Sur.
La supuesta “autosuficiencia
energética” de EEUU puede tener unas inesperadas consecuencias: sus
antiguos proveedores dejarán de almacenar dólares, mientras Rusia pedirá
rublo o yuan a cambio de sus productos, introduciendo en el sistema
monetario mundial los términos “petrorublo” y “petroyuan” con todo lo
que ello podría acarrear.
Rusia: “arena movediza”
Uno de los objetivos de la actual ofensiva militar y económica lanzada contra Rusia
por EEUU es forzar a Gazprom Germania, la empresa estatal de gas ruso
con sede en Berlín, suspender unos 25 proyectos que estaba desarrollando
en Europa, y que le iba a convertir en la mayor compañía estatal de gas
natural del mundo. La respuesta de Vladimir Putin fue firmar con China
un mega acuerdo para suministrarle gas a partir de 2018 durante las
próximas tres décadas, fortaleciendo la Organización de Shangai y
también el BRICS, y de paso aumentar la entrada del capital chino en la
economía rusa.
La guerra de gas también explica parte de las razones del respaldo del Kremlin a Bashar Al Asad.
Mientras él esté en el poder, no permitirá la construcción del
gaseoducto árabe, ni los qataries y saudíes permitirán a Irán poner en
marcha el gaseoducto Irán-Irak-Siria (IIS) firmado en 2011, y que iba a
ser inaugurado en 2016. EEUU, que busca el declive de político de Moscú y
desmantelar la Federación Rusa,
con las sanciones lo que ha hecho es empujar a la alza los precios de
gas —que pueden llegar hasta el 50%—, ¡y así compensarle por la pérdida
en ventas debido a las sanciones!
Rusia con sus gaseoductos South y North Stream enterró el proyecto de Nabucco
—financiado por EEUU, Turquía, Reino Unido, Francia e Israel— y luego
comprando el gas de Turkmenistán y Azerbaiyán para las próximas décadas,
mantiene su dominio casi absoluto sobre el gas y las tuberías en
Eurasia. En esta guerra de gas, solo Bulgaria y Serbia se han descolgado de la tubería South Stream.
Los
dirigentes europeos que anteponen los intereses de las empresas de EEUU
a los de sus pueblos, no tienen ningún sustituto al gas ruso: perdieron
a Libia, hoy sumida en el caos, al tiempo que los “amigos americanos”
impedían la puesta en marcha del gaseoducto Irán-Turquía-Europa (ITE),
cuyo protocolo fue firmado en 2008, y si tienen que esperar el esquisto
de EEUU, mejor que lo hagan sentados: no llegará a tiempo ni será
suficiente. Que se conformen con que la OTAN haya ganado en Ucrania, y
que paren este conflicto que puede terminar en una guerra total.
Irán, desaprovechado y aislado
Las
negociaciones nucleares entre Occidente e Irán sufren altibajos debido a
la incertidumbre y tensión en el escenario político de la región: a
Europa le urge el regreso de Irán al mercado de energía, no así a los
republicanos de EEUU, Israel, Arabia y Qatar.
Las amenazas
militares, las sanciones, los yihadistas del Estado Islámico y también
los peculiares rasgos de la teocracia gobernante han convertido a este
gigante energético y ubicado en un lugar privilegiado en un importador
neto de productos petrolíferos: recibe el gas turcomano.
EEUU,
además de impedir la construcción de TAPI, ha evitado que Pakistán e
India construyeran el gaseoducto IPI, para recibir el gas iraní desde el
Golfo Pérsico. India se ha quedado sin el gas “transafgano” y sin el
iraní: a cambio Washington le ha “banqueado” su ilegal arma nuclear y
puede que reciba un escaño en el Consejo de Seguridad. Cierto, la
desgracia india beneficia a China.
A pesar de que Teherán ha
cedido en su programa nuclear, Barak Obama ha renovado la Ley de
Emergencia Nacional sobre Irán, manteniendo las sanciones contra la
industria energética iraní.
El “gaseoducto árabe”
Los
3 mil millones de dólares que Qatar ha invertido en el terrorismo
yihadista en Siria e Irak no es para restaurar el Islam mahometano, sino
que busca destruir los gobiernos de ambos países, impidiendo así la
construcción del gaseoducto IIS, para después levantar el suyo.
Qatar,
que comparte con Irán el dominio sobre Campo del gas “Pars del Sur”,
uno de los más grandes del mundo descubierto en 1990 en el Golfo
Pérsico, tiene dos proyectos: “Qatar- Arabia Saudi-Kuwait-Irak-Turquía” y
“Qatar- Arabia-Jordania- Siria-Turquía”. Assad en 2009 había rechazado
la propuesta por su alianza con Moscú y Teherán y hay dudas razonables
que consiga llevarlos a cabo.
Erdogan: “Aquí, el que no corre, vuela”
Turquía,
uno de los principales respaldos del terrorismo yihadista, planea
levantar un gaseoducto que le conecte a la Región Autónoma de Kurdistán
Iraquí. ¡Mal negocio en el medio de interminables conflictos! Ankara aún
no se ha recuperado de las billonarias pérdidas por la invasión
dirigida por EEUU a Irak en 2003, que destruyó el oleoducto
iraquí-turco, ni del disgusto de la pérdida del proyecto Nabucco.
Quizás
debería conformarse con el contrato firmado con Moscú en 2011 para el
transporte de parte del gas de South Stream y con lo que Irán le manda
para su consumo interno. Teherán no quiere contribuir en el
fortalecimiento de un miembro de la OTAN en sus fronteras, quien además
intenta derribar a su aliado en Damasco y en Bagdad.
Al Occidente
tampoco le gusta que Erdogan tenga el monopolio sobre el tránsito del
hidrocarburo del Caspio o del Pérsico a Europa: podría utilizar esta
ventaja para presionar a la UE, que le quiere como un peón en el mapa
europeo.
China, sin inmutarse
“Acupuntura en vez de los ataques quirúrgicos” de EEUU, sigue siendo la política de Pekín, contra las guerras líquidas de EEUU.
Tras inaugurar en 2009 el mayor gaseoducto del mundo que transporta el
gas de Turkmenistán hasta Xinjiang, China se puso a construir otras
cinco tuberías que unen su vasto territorio con Asia Central.
Los
intentos de Washington de estrangular su economía a través del control
sobre el Estrecho de Malaca, presionar a Myanmar (como regalar un Nobel
de la Paz a la opositora Aung San Suu Kyi), para que dejase de construir
las tuberías de transporte de hidrocarburo a China, sancionar a Irán
suspendiendo el “contrato del siglo” de la venta del gas durante 25
años, que Teherán firmó con Pekín en 2004, o desalojarle del puerto
pakistaní de Gwadar, en el océano índico, han sido parte de las
travesuras de la Casa Blanca contra China.
EEUU, que ha abandonado a Pakistán al caos total,
está barajando “independizar” la provincia de Beluchistán —un mar de
gas, además de grandes minas de piedras preciosas, con gentes viviendo
en la absoluta miseria—, porque China planea colocar un gaseoducto desde
esta provincia pasando por la cordillera de Karakoram hasta a Xinjiang.
El desgarrado Oriente Próximo aún puede ir a peor: los yihadistas no son más que un pretexto e instrumento para una gran guerra por gas que tiene a Irán en su punto de mira.
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