Ébola, España, África y el negocio de las farmacéuticas
Cerrar fronteras y ofrecer buenas oportunidades para el negocio de
las empresas farmacológicas son aspectos que están muy presentes en la
gestión del ébola tanto en Europa como en Estados Unidos.
En España, el primer contagio de ébola ha puesto de manifiesto, una vez más, las carencias de un sistema de salud externalizado y puesto al servicio de las empresas privadas.
En España, el primer contagio de ébola ha puesto de manifiesto, una vez más, las carencias de un sistema de salud externalizado y puesto al servicio de las empresas privadas.
Mientras el virus ha tenido fronteras en África
-inframundo habitado por parias- el orden de las cosas sigue inmutable.
Los muertos no cuentan, salvo los pertenecientes a organizaciones
religiosas, misioneros, médicos, enfermeras o personal auxiliar de
organizaciones humanitarias trasplantados al eufemísticamente apodado
"continente negro". Hombres y mujeres de piel blanca, altruistas, que se
dejan la vida por los desheredados de la tierra. Para algunos,
verdaderos "santos" y "mártires". Igualmente, deportistas, actores y
gentes de la farándula apadrinan niños y hacen campañas para construir
escuelas y levantar hospitales. África es un buen lugar donde practicar
la condición de buen samaritano. Acciones que reivindican al homo sapiens, un ser reflexivo, consciente y atormentado con la desgracia ajena, al decir de Adam Smith.
En los años sesenta del siglo pasado, se hicieron famosas las imágenes
de niños famélicos con estómagos hinchados por el hambre en Biafra. Así
entró África en las casas del primer mundo. Más tarde, Naciones Unidas
creó la fórmula de "embajadores" de la paz, contra el hambre, la
pobreza, el trabajo esclavo, etc., para mover la conciencia en los
sectores medios de los países del primer mundo. Sus ídolos se
fotografían junto a niños desnutridos, felices de tener la camiseta, el
balón, la foto firmada, los chocolates, caramelos, chicles o globos que
reparten los famosos en las comunidades y pueblos perdidos de África. Un
baño de realidad que no olvidan.
Algo habrá que
hacer con tanta hambruna, falta de escuelas, hospitales, guerras y
enfermedades que asolan África para encubrir la responsabilidad de
Occidente en tal desaguisado. Así, primero se implantaron los programas
de la FAO; luego, las ayudas al desarrollo y el apoyo político a
regímenes considerados amigos (como Idi Amin Dada en Uganda); y, en la
era de la globalización neoliberal, políticas de inversión especulativa.
La sequía puede ser un buen negocio para los capitales de riesgo.
En el siglo XXI, ninguno de los grandes males que aquejan al continente
se ha superado. En este contexto, las campañas humanitarias se
diversifican. La iglesia, las ONG, las grandes marcas y las
multinacionales quieren ser protagonistas de la ayuda humanitaria. Una
manera de redimir pecados a partir de mil ideas. Desde bonos solidarios
ubicados en las cajas registradoras de supermercados que nos recuerdan
la necesidad de ser misericordiosos con la desgracia ajena, hasta la
recogida de medicamentos o juguetes, según la temporada.
Bajo esta nube, se esconde el lavado de dinero, el fraude fiscal, el
comercio ilícito y la acción con fines evangelizadores. La cruz y la
espada no es la mejor manera de convertir almas; ahora es más rentable
traducir la Biblia a las lenguas aborígenes, regalar ropa, montar
escuelas, hospitales y centros deportivos. El amor de Dios por los
pobres es infinito, pero hay que ayudarlo mediante donaciones y pagos
por servicios. La iglesia lo agradece.
Solo un dato:
la Orden San Juan de Dios, a la que pertenecían los dos misioneros
trasladados a España, contaba en 2011 para su filial, Orden Hospitalaria
San Juan de Dios, con 12 millones de euros en productos financieros
entre bonos de deuda pública del tesoro y capital de riesgo. Asimismo,
acumula 1,16 millones de euros en renta fija del Banco de Santander.
Todo un detalle, si consideramos que el Estado financió el traslado de
los misioneros infectados de ébola, muertos en Madrid, y las religiosas
sobrevivientes. Los costes aún no han sido aportados, especulando que la
cifra supera el millón y medio de euros.
Eso sí,
mientras algunos se congratulaban del éxito del operativo, aunque el
resultado fuese la muerte de los misioneros, hoy salen a relucir las
deficiencias de una acción denunciada en su día por la Coordinadora
Antiprivatización de la Sanidad Pública como una aberración sanitaria,
dado el desmantelamiento de las instalaciones del Hospital Carlos III y
el cierre de la unidad de investigación en caso de alertas epidémicas.
El traslado era una locura. Hoy se demuestra que la operación ocultaba
un motivo menos humanitario, un mecanismo para obtener la cepa del ébola
para el manejo de las empresas farmacológicas.
En Estados Unidos, a mediados de agosto, el Ejército estadounidense anunció estar en posesión de fármaco secreto ZMapp,
considerado la respuesta al virus del ébola. Dicho anuncio se hizo
coincidir con el traslado desde Liberia del médico Kent Brantly y la
cooperante Nancy Writebol, ambos afectados por el virus, al centro de
enfermedades infecciosas en Atlanta, uno de los más completos y
prestigiosos a nivel mundial. Una vez superada la enfermedad, se
publicitó que los fármacos experimentales habían ganado la guerra al
virus. En su comparecencia ante los medios, Brantly pidió que "rezaran
por los africanos afectados". Así, el Gobierno estadounidense envió a
3.000 soldados para "combatir la epidemia". ¿Por qué militares y no
médicos o enfermeras? ¿Quién posee el fármaco? Curiosamente, el Ejército
estadounidense.
Igualmente, en Sierra Leona el
Instituto de Investigación Médica de Enfermedades Infeccionas de la
Armada de EEUU tiene un equipo de especialistas para trabajar con el
virus del ébola desde hace un año, justo cuando aparece el brote
infeccioso. Mientras tanto, en España un hospital, el Carlos III,
desmantelado, sin medios, ni personal cualificado, despedido por los
recortes, recibe un curso acelerado de un protocolo a seguir. Recibe
además el fármaco del ejército estadounidense, donado por sus
autoridades militares. De esta forma se da vía libre para experimentar
en humanos. De paso, el Comité de Ética de la OMS aprueba su uso en
África, sin conocer sus efectos secundarios.
La
confirmación del contagio de la enfermera en contacto con Manuel García
Viejo, segunda víctima de ébola, levanta las alarmas y descubre las
carencias de un sistema de salud externalizado, al servicio de las
empresas privadas. Además, sitúa el problema en Europa, cuestión que
modifica la política sobre el ébola. El miedo y la especulación son un
buen caldo de cultivo para lanzar un fármaco. Pero -¡qué casualidad!-,
el fármaco experimental está agotado. Y la empresa canadiense que posee
la patente del medicamento TMK-Ebola señala la
dificultad de proporcionarlo en un corto espacio de tiempo.
Misteriosamente, la empresa ha visto subir sus acciones en bolsa. De un
25% en agosto llega a superar el 70% en octubre. Precisamente,
eldiario.es señala que las tres empresas farmacéuticas -dos norteamericanas, BioCryst y Chimerix, y la canadiense Tekemira- han aumentado en 1.100 millones su valor desde el comienzo de la crisis.
Utilizar la variante norteamericana, el ZMapp,
fármaco con el cual se trató a los enfermos en Atlanta, como autoriza
la OMS, facilita a sus dueños el control a pie de campo, convirtiendo
así África en un laboratorio. Por el momento, el brote se ha cobrado más
de tres mil personas, situando la tasa de mortalidad por ébola entre un
25% y un 70% de los infectados. Un porcentaje nada despreciable en
términos de rentabilidad económica. La guerra entre las farmacéuticas se
ha desatado.
Recordemos que los países afectados
forman parte del Tercer Mundo, donde la venta de armas, la extracción de
materias primas y el comercio ilegal de diamantes y animales exóticos
se realiza por mafias y empresas trasnacionales occidentales. No hay
nada mejor que una espléndida pandemia vírica para aumentar beneficios.
África, sus gentes y sus riquezas han sido explotadas en nombre del
progreso y la civilización occidental. Bélgica, Holanda o Gran Bretaña.
Pero sin olvidarnos de Francia, España, Portugal, Alemania o Italia.
Desde el siglo XVI, hombres, mujeres y niños fueron capturados,
encadenados y transportados a Europa y América para ser vendidos como
esclavos. Reyes, cortesanos y burgueses amasaron sus fortunas
potenciando el comercio de carne humana. Expropiaron sus territorios y
establecieron sus lindes para monocultivos, plantaciones de caucho,
cacao, azúcar y cuanta materia prima fuese capaz de generar ganancias.
El marfil, las pieles y los trofeos de caza lucieron en las mansiones de
Londres, Amsterdam, Paris, Bruselas, Brujas, Roma o Hamburgo.
Hoy la Europa culta y civilizada cierra filas con leyes de emigración
canallas. Jóvenes africanos, atraídos por el espejismo de las sociedades
opulentas, pierden la vida por un sueño imposible en alambradas,
concertinas y pateras. Son miles los africanos abandonados a su suerte
en las aguas que bañan las costas de España o Italia. El ébola es un
argumento para clausurar fronteras y una bendición para las empresas
farmacológicas. Es una ventaja que el ébola se asiente en Europa.
¿Alguien recuerda la gripe aviar? El resto es mercadotecnia.
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