Noam Chomsky y la esperanza de sobrevivir al capitalismo real existente
Carlos Alberto Ampié Loría. El Nuevo Diario
Noam Chomsky, el
lingüista más importante de nuestro tiempo y prominente crítico de la
política exterior de EE.UU., fue entrevistado hace poco por el experto
en política internacional C.J. Polychroniou. La entrevista versó sobre
temas de actualidad internacional.
Refiriéndose al reciente
mensaje de Obama en el cual anunció que los EE.UU. regresaban a Irak a
combatir al Estado Islámico (EI), Polychroniou pregunta si esa nueva
guerra es “el resultado inevitable de la agenda estratégica del caos”.
Chomsky responde que la aparición del EI y la propagación del yihadismo
radical son el resultado de “el martillo de hierro de Washington”
agitándose sobre la frágil sociedad iraquí después de una década de
sanciones. El filósofo cita al analista estadounidense Graham Fuller,
quien ha dicho que los EE.UU. contribuyeron a la creación del EI.
No
porque hayan planeado su aparición, sino porque sus intervenciones en
Oriente Medio han causado su nacimiento, al encender conflictos
sectarios en la región. El eminente lingüista expresa asimismo que el
fanatismo religioso ha devenido en fuerza motriz de grupos radicales, a
consecuencia de la política de EE.UU. y sus aliados que han apoyado el
nacionalismo musulmán y aplastado el nacionalismo secular por
considerarlo de mayor peligro para sus fines imperiales.
Al
abordar el conflicto palestino-israelí, Chomsky asegura que no se puede
esperar nada nuevo del recién acordado cese al fuego, sino más de lo
mismo: la negativa de Israel a cumplir con los acuerdos, tal y como lo
ha hecho históricamente. Fundamenta su juicio citando al artífice de
algunos de esos acuerdos, Dov Weissglass, quien definió así el verdadero
propósito de Israel: “el significado del plan es la congelación del
proceso de paz. Y si se congela ese proceso, se evita el establecimiento
de un Estado palestino (...). Efectivamente todo ese paquete llamado el
Estado palestino (...) ha sido retirado de forma indefinida de nuestra
agenda”.
Respecto a las metas de EE.UU. en la crisis de Ucrania,
Chomsky opina que ese es sin duda el siguiente fruto maduro que
Washington desea cortar del árbol de Europa oriental, antiguo dominio
ruso, y considera que la preocupación del Kremlin respecto a la
integración de Ucrania a la OTAN es justificada.
Rememorando el
bombardeo atómico en Iroshima y Nagasaki, se le pregunta a Chomsky si
cree que hay peligro de que las armas nucleares caigan en manos de
grupos terroristas. Su respuesta es corta y tajante: “Las armas
nucleares ya están en manos de grupos terroristas, de Estados
terroristas, de los EE.UU. fundamentalmente”.
Respecto a la
pregunta de Polychroniou: “¿Podrá la civilización sobrevivir al
capitalismo real existente?”, Chomsky arguye, después de un exhaustivo
análisis, que capitalismo real con toda la injusticia social y la
destrucción del medioambiente que implica —por un lado— y una democracia
cada vez más débil, por el otro, son radicalmente incompatibles. No
cree que la civilización pueda sobrevivir bajo el actual sistema y ve en
el capitalismo real una creación humana sujeta a transformaciones, e
incluso a substitución.
Polychroniou y Chomsky admiten compartir
un mutuo pesimismo respecto al futuro de nuestra especie. Sin embargo,
el filósofo nos insta a aferrarnos a las esperanzas, pues si no,
contribuiríamos a garantizar que pase lo peor. El lingüista reconoce que
hay razón de expresar pesimismo, pero nos recuerda una frase de las
Analectas de Confucio que —agrego yo— bien podría aplicarse al
pensamiento y la actitud del propio Chomsky: “La persona ejemplar es
aquella que prevalece intentando, aunque sepa que no hay esperanza”.
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