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Jordi Arcarons, Daniel Raventós y Lluís Torrens
La renta básica (RB) ha recibido muchas críticas desde que es 
conocida ya hace al menos tres décadas. La de que no es una buena medida
 para las mujeres (crítica que tiene algunas variantes) empezó con 
cierta fuerza y se ha ido apagando con el tiempo porque muchas 
feministas han defendido el papel que la RB podría jugar en su larga 
lucha por la igualdad. Por ejemplo, para poner solamente una cita, la de
 la veterana feminista Carole Pateman, que ya dijo hace una década: “Una
 Renta Básica es importante para el feminismo y la democratización 
precisamente porque está pagada no a los hogares sino a los individuos como ciudadanos” (el énfasis es de la autora). Pero la crítica resurge de vez en cuando.
Empecemos por algunas aclaraciones que, afortunadamente, no serán 
necesarias para más de algún lector o lectora, pero que debemos 
recordar. Existen tres tipos de trabajo: 1) el trabajo con remuneración 
en el mercado; 2) el trabajo doméstico (aunque recibe otros nombres como
 “trabajo de cuidados de los otros”, pero nos gusta más la denominación 
elegida); y 3) el trabajo voluntario. El trabajo doméstico, aún hoy 
desempeñado mayoritariamente por mujeres, queda fuera de las partidas de
 la contabilidad nacional. Sin embargo, expresado en términos económicos
 es de una magnitud extraordinaria, cercano al 50% del PIB según 
diversas estimaciones. No realizar un trabajo remunerado no equivale 
necesariamente a no desempeñar ningún tipo de trabajo: puede ser que se 
esté llevando a cabo trabajo doméstico o trabajo voluntario.
¿Cómo podría afectar al trabajo doméstico la implantación de la RB? 
Antes de pasar a contestar esta pregunta lo más concretamente posible, 
merece la pena hacer una pequeña reflexión: la RB, por sí sola, no dará 
solución a todos los problemas sociales relacionados con la división 
sexual del trabajo. Este inciso tiene sentido habida cuenta de la 
frecuencia con que se pueden leer o escuchar (y percatarse de su clara 
inconsistencia) críticas a la RB que alegan el hecho de que esta 
propuesta no solucionaría determinados problemas sociales que 
simplemente no pretende solucionar. Y es una verdad trivial. Se trata de
 algo así como la crítica del subsidio de paro porque no soluciona el 
problema de la vivienda, o del sistema de sanidad pública porque no 
soluciona el paro juvenil. No parecen ser unos ejercicios muy útiles y, 
mucho menos, inteligentes. Pues bien, a la RB algo parecido le ha venido
 a suceder [1]. Las desigualdades de sexo y la división sexual del 
trabajo son dos realidades sociales, la solución de las cuales 
(suponiendo que tengamos claramente identificada “la” solución) vendrá 
dada por un paquete de medidas más amplio que el que pueda representar 
la RB.
Queremos analizar tres problemas relacionados con un grupo de críticas que a veces se han formulado a la RB.
En primer lugar, ¿serán más libres las mujeres, trabajadoras 
remuneradas o no, si cuentan con una RB que en la actual situación? 
Evidentemente, tenemos que exponer lo que entendemos por “libertad”, en 
caso contrario, puede ser un auténtico galimatías saber qué se quiere 
defender. En breve, estamos convencidos que igualdad y libertad no son 
dos variables a elegir: si más de una, menos de otra —y viceversa—. Las 
grandes desigualdades sociales son las causas de la falta de libertad. 
Lo hemos escrito varias veces con anterioridad, la pobreza no solamente 
es un problema de carencia de recursos, es un problema de libertad. Por 
esta razón, defendemos que deben promoverse mecanismos institucionales 
para que la ciudadanía tenga la existencia material, fundamento de la 
libertad, plenamente garantizada. En un mundo como el de principios del 
siglo XXI, donde la acumulación privada de grandes fortunas convive con 
la más absoluta de las miserias y, por tanto, la libertad para 
centenares de millones de personas está seriamente amenazada, cuando no 
ya completamente suprimida, la RB aparece como un mecanismo 
institucional que, dadas las condiciones socioeconómicas del nuevo 
siglo, sería capaz de garantizar al conjunto de la ciudadanía (y a los 
residentes acreditados) la existencia material.
Sigamos con la pregunta que hemos formulado antes de exponer nuestra 
concepción de la libertad: ¿Serán más libres las mujeres, trabajadoras 
remuneradas o no, si cuentan con una RB que en la actual situación? 
Analicemos para hacer visible el contraste, la alternativa de la renta 
garantizada de ciudadanía (RGC). Si una mujer que convive con un hijo o 
hija menor la está percibiendo y quiere ponerse a trabajar 
remuneradamente, deberá renunciar a la RGC, correr con los gastos para 
ir a trabajar remuneradamente (transporte, comer fuera con mucha 
probabilidad) y según la edad del menor incurrir en gastos de guardería,
 canguros, etc. El resultado puede ser que la mujer ingrese menos dinero
 trabajando que en el paro y por lo tanto rechace trabajos temporales, a
 tiempo parcial o de baja retribución, algo bastante probable en la 
actualidad. Es lo que se llama la trampa de la pobreza. Y la trampa de 
la pobreza desaparece con la RB: el ingreso adicional que obtiene la 
madre trabajando se añade (descontados los impuestos) a la RB y con ello
 buena parte de los desincentivos a trabajar.
En segundo lugar, atacar a la RB porque en uno de sus múltiples 
sistemas de cálculo resulta que una pareja de adultos tiene derecho a 
más renta que una madre que vive sola (soltera o separada) con dos hijos
 simplemente es un error. En nuestros estudios [2] usamos un sistema de 
cálculo de la RB para poder cuantificar su coste basado en una renta que
 ganan igual todos los adultos mayores de edad, con independencia de la 
edad, y un porcentaje de la misma (20%) los menores (todos igual, de 0 a
 18 años). Pero se podrían pensar otras posibilidades, por ejemplo 
diversas rentas por diferentes tramos de edad. En particular, en nuestro
 artículo ya mencionamos la posibilidad de calcular la RB en base al 
umbral de la pobreza por unidad familiar (un criterio usado por la OCDE)
 en la que el primer adulto de la familia computa al 100% de la RB, el 
resto de adultos un 50% y los menores un 30%. Y el umbral de pobreza no 
deja de ser una convención (el 60% de la renta mediana de los habitantes
 de una zona geográfica), más relacionada con la desigualdad que con un 
indicador objetivo de pobreza o necesidad material. Si por ejemplo 
usáramos este criterio de la OCDE (que equivale a pensar que un hogar 
tiene un coste fijo por hogar y unos variables según el tamaño del 
mismo) una madre soltera con dos menores ingresaría más RB que dos 
adultos. Es una posibilidad. Si nos inclinamos por la RB individual y no
 familiar, no es por una cuestión técnica, sino porque consideramos, 
como hace Carole Pateman en la cita apuntada, que está asignada a todas las personas, no a las familias.
¿Por qué la RB para los menores se estima en un 20% o un 30% de la de
 un adulto? Este intervalo es precisamente lo que calcula la encuesta de
 presupuestos familiares del Instituto Nacional de Estadística: que se 
incrementa el gasto de una familia media con 1 ó 2 menores respecto a 
una que tenía 0 ó 1, respectivamente. Evidentemente, puede discutirse si
 este u otro porcentaje es más o menos adecuado [3] pero no es una cifra
 arbitraria, sino que responde a ciertos criterios estadísticos. Otra 
cosa es que las situaciones específicas de cada familia puedan suponer 
otras cantidades.
Según la encuesta de presupuestos familiares del año 2013, una 
persona sola menor de 65 años tiene de gasto medio por hogar 17.925,4 
euros, una pareja sin hijos, 27.318,3, una pareja con un hijo 30.634,5 y
 una con dos hijos, 35.546,1. Lo que representa una proporción de 100, 
152,4, 170,9 y 198,3.
En la misma línea plantear que la RB, en el supuesto individual y no 
familiar, perjudica a la mujeres separadas que mantienen los hijos 
menores porque el cálculo de la RB de esta unidad familiar sale menor 
que la de una pareja, es matar al mensajero. La RB mejorará 
absolutamente la situación de la madre separada con bajos ingresos o 
nulos respecto a la situación actual, y eso sin tener en cuenta las 
pensiones compensatorias de su expareja a que tenga derecho. Incluso en 
el caso de ser una madre soltera sin derecho a pensión, su situación 
será mucho mejor. ¿Será el paraíso? No, pero ya no será el infierno.
En tercer lugar, la RB, nuestra propuesta no supone ningún deterioro 
ni detracción de fondos del Estado de Bienestar “para financiar” la RB. 
Ni un céntimo de educación, ni un céntimo de sanidad… En otras palabras,
 la RB que proponemos no substituye lo que pueda haber de bueno en el 
más o menos famélico Estado de Bienestar actual. Cualquiera que entienda
 la propuesta podrá observar que si el 70% de la población con menos 
recursos (o dicho de otra forma, las 7 primeras decilas empezando por la
 más pobre) sale ganando respecto a la situación actual y solamente el 
15% más rico sale perdiendo… difícilmente puede pensarse que es una 
propuesta que perjudica a la población no estrictamente rica.
Con todo esto venimos a decir que la concreción final de qué importe 
ha de tener la RB, de cómo se calculará en función de la edad u otros 
elementos, respetando la incondicionalidad y universalidad, y cómo se 
financiará y aplicará es una decisión política que debe ser tomada por 
quien corresponda. A nosotros nos toca solo mostrar que es factible, 
viable, racional y sobre todo justa, también para las mujeres, si 
excluimos a las más ricas. Pero que no se pretenda que la RB sea la 
panacea a todas las injusticias y desigualdades sociales, sean de género
 u otras. Lo que estamos seguros es que ayudará a solucionarlas.
Notas:
[1] Como alguno de nosotros ya ha venido insistiendo desde hace un tiempo respetable. Por ejemplo en Daniel Raventós: Las condiciones materiales de la libertad, El Viejo Topo, 2007.
[2] Por ejemplo, Jordi Arcarons, Daniel Raventós y Lluís Torrens: “Un
 modelo de financiación de la Renta Básica técnicamente factible y 
políticamente no inerte”, www.sinpermiso.info 2013, accesible en http://www.sinpermiso.info/articulos/ficheros/RBnoinerte.pdf
[3] Por ejemplo este cálculo simple diferencial muestra que el gasto 
de tener un segundo hijo es superior al de tener el primero, lo que 
indica no que el gasto por hijo sea proporcionalmente creciente a más 
hijos, sino que la renta de las familias que tienen un segundo hijo es 
superior a la demás que tienen uno solo.
 
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