La ideología chavista (II). Pablo Siris Seade
El Popular
Como decíamos al 
inicio de la nota que inauguraba esta serie, las clases dominantes 
siempre han desatado su odio contra los líderes populares. Sin embargo, 
esta furia alcanzó niveles pocas veces visto antes contra el comandante 
Hugo Chávez y a los chavistas en Venezuela y el mundo entero.  
Los
 poderosos saben que la imagen del comandante Chávez y las ideas y el 
ejemplo que sembró han calado hondo en los pueblos de América Latina y 
el Caribe y los más diversos rincones del globo.
¿Pero 
qué es el chavismo? ¿En qué contexto surgió? ¿En qué ideas se basa? 
¿Quienes lo enarbolan? Continuamos en esta segunda parte el análisis del
 chavismo en tanto construcción ideológica. 
Un sistema ideológico
 Ya analizamos  en la edición anterior de El Popular 
 “el Árbol de las Tres Raíces”, que recogió el pensamiento elaborado a 
partir de la audacia de Simón Rodríguez para “inventar o errar” la 
construcción de la nueva República, del ideal de Simón Bolívar de unidad
 e integración continental, así como de la defensa de la 
autodeterminación soberana de los pueblos y la defensa de los más 
humildes encarnada en Ezequiel Zamora. 
 Pero el comandante Hugo
 Chávez y sus camaradas veían al “Árbol de las Tres Raíces” mucho más 
que como una inspiración retórica a la hora de elaborar discursos. El 
pensamiento de Bolívar, Zamora y Rodríguez es visto en “El Libro Azul” 
(el primer texto publicado en la clandestinidad y en el que Chávez pone 
por escrito su visión programática e ideológica) como un sujeto vivo:
 “¿Cuál
 es la razón por la que estamos aquí y ahora anunciando y promoviendo 
cambios profundos al comenzar la última década de este siglo 'perdido'? 
Pudieran
 enunciarse infinidad de causas, pequeñas y grandes, pasadas y 
presentes, estructurales y coyunturales, para exponer a los hombres de 
esta hora tal razón. Sin embargo, todas las que aquí pudieran señalarse 
serían tributarias de una misma corriente, cuyo cauce viene de muy lejos
 y cuyo lecho aparece y desaparece de manera intermitente en los 
recovecos y vueltas, casi siempre oscuros, de la historia patria.
Existe
 entonces, compatriotas, una sola y poderosa razón: es el proyecto de 
Simón Rodríguez, el Maestro; Simón Bolívar, el Líder; y Ezequiel Zamora,
 el general del Pueblo Soberano; referencia verdaderamente válida y 
pertinente con el carácter socio-histórico del ser venezolano, que clama
 nuevamente por el espacio para sembrarse en el alma nacional y conducir
 su marcha hacia la vigésimo primera centuria.
El clamor
 se hace indetenible por los caminos de Venezuela. Se acerca, se hace 
torrente y se confunde en el estremecimiento del pueblo venezolano.
Este
 proyecto ha renacido de entre los escombros y se levanta ahora, a 
finales del siglo XX, apoyado en un modelo teórico-político que condensa
 los elementos conceptuales determinantes del pensamiento de aquellos 
tres preclaros venezolanos, el cual se conocerá en adelante como Sistema
 EBR, el árbol de las Tres Raíces: la E, de Ezequiel Zamora; la B, de 
Bolívar y la R, de Robinson. Tal proyecto, siempre derrotado hasta 
ahora, tiene un encuentro pendiente con la victoria.
Nosotros, simplemente, vamos a provocar dicho encuentro inevitable.”
El Proyecto Nacional Simón Bolívar
 Ese proyecto “renacido de entre los escombros” es fruto de las 
incontables luchas del pueblo venezolano por mejorar sus miserables 
condiciones de vida y conquistar un futuro mejor, pleno de democracia y 
libertad.
 La crisis vivida hasta ese momento fue descrita por 
Chávez como “una crisis histórica sin precedentes, generalizada en todos
 los componentes estructurales”.
 “Esta crisis estructural se 
refleja a diario en todos los órdenes del nivel fenoménico de la 
situación: en lo social, económico, político, militar, religioso, moral,
 ambiental, tecnológico, etc. La estrategia de transformación del 
proyecto debe, por tanto, abarcar tanto el nivel fenoménico como el 
genosituasional, enfrentando todos los componentes de la situación, 
vistos de manera integral”, reafirmó. 
 Esta transformación 
integral de la situación en la que estaba sumida Venezuela, para no ser 
vista como mera cháchara, requería de un plan de acción concreto y 
Chávez también lo planteó: “El Proyecto Nacional Simón Bolívar propone 
la fijación de un horizonte de tiempo máximo de veinte años (...) Sin 
embargo, el proyecto admite la existencia de una región posible que 
trasciende el horizonte máximo definido, es decir, ubicada más allá del 
objetivo estratégico y que constituye la “razón total” del proceso. 
Llamaremos a esta región-escenario la utopía concreta robinsoniana”.
 Chávez le llamó “utopía concreta”, porque -según sus propias palabras- 
“es la parte del sueño que puede ser traída a la realidad”.
 Y 
“robinsoniana” porque ya era vislumbrada por el maestro Simón Rodríguez 
en sus escritos de mediados del siglo pasado: “No es sueño ni delirio, 
sino filosofía, ni el lugar donde esto se haga será imaginario, como el 
que se figuró Tomás Moro; su utopía será, en realidad, la América”.
La “utopía concreta” robinsoniana
 En “El Libro Azul”, Chávez señalaba: “El hombre, ese ser de nervio, 
sangre y razón, debe trascender los límites de sus propias miserias 
individuales y ubicarse en el ámbito fértil de las relaciones sociales 
solidarias y con profundas dosis de racionalidad, tal como lo señalaba 
el maestro Simón Rodríguez en Sociedades Americanas (1842), consecuente con el pensamiento más avanzado de su tiempo, y aún vigente entre nosotros”
 Chávez cita a Rodríguez, cuando en el mismo texto señala: “Los hombres 
no están en sociedad para decirse que tienen necesidades, ni para 
aconsejarse cómo remediarlas, ni para exhortarse a tener paciencia sino 
para consultarse sobre los medios de satisfacer sus deseos porque no 
satisfacerlos es padecer” y profundiza en este planteo señalando “un 
nivel donde se encuentra la razón de ser del proceso: un estadio 
superior de sociedad donde los seres humanos puedan “consultarse sobre 
los medios de satisfacer sus deseos” y evitar el padecimiento individual
 y social. Tal situación no puede imaginarse fuera del ámbito de una 
sociedad profundamente democrática y solidaria”.
 Esa visión 
“profundamente democrática y solidaria” fue la que más adelante impulsó 
la militancia por la transformación de la Constitución en un texto que 
permitiera desarrollar las más amplias posibilidades participativas y 
democráticas de la sociedad venezolana.
 Como nunca antes se 
discutieron normas, se realizaron plebiscitos, procesos electorales 
nacionales, regionales, municipales y parroquiales, tanto para elección 
de cargos ejecutivos como legislativos. Venezuela empezó a vivir un 
frenesí democrático nunca antes visto en un país en que el desinterés de
 la población por participar en la política nacional llegaba a cifras 
que hoy nos parecen insólitas.
 “La sociedad existe para 
abrir a los hombres el cauce hacia la liberación de sus fuerzas 
internas, de manera tal que salga de lo meramente individual, para 
potenciar su capacidad de pensar, de inventar y de crear sus propios 
modos de existir, en interacción constante y solidaria con sus 
semejantes. 
El desarrollo de su capacidad creadora le 
permitirá, en ese estadio futuro de sociedad, comprenderse a sí mismo y 
dinamizar su propia cultura, con lo cual se asienta en los terrenos de 
la racionalidad, en la búsqueda del fin existencial.
La 
utopía concreta robinsoniana constituye el escenario más alejado, en la 
perspectiva de la trayectoria estratégica de transformación.
Por
 tal razón, sus contornos, sus componentes situacionales apenas pueden 
ser vislumbrados, alargando la proyección más allá del horizonte.
A
 medida que el proyecto avance hacia la situación-objetivo y los planes 
se vayan transformando en historia, la utopía concreta podrá ser 
definida con claridad creciente, producto de la visión de los actores y 
la eficacia de las acciones.
En la actual situación, la 
utopía concreta robinsoniana permite a los venezolanos tomar el azimut 
histórico, definir el rumbo y comenzar la larga jornada que le 
corresponderá conducir hacia destinos superiores.”
 En la 
próxima edición de El Popular veremos cuáles eran las propuestas 
concretas en cuanto al modo de vida, el modelo de sociedad y el sistema 
social que proponía Chávez en 1994, así como las formas de organización 
que el Estado debía adquirir para acompañar el Proyecto Nacional Simón 
Bolívar.
 En todo caso, la “larga jornada” efectivamente ya 
comenzó y en el camino latinoamericano y caribeño hay una senda trazada 
por el pueblo venezolano junto al liderazgo del comandante Chávez; nos 
resta solamente seguir construyendo para alcanzar esos destinos 
superiores.   Ver La ideología chavista (III)   
Publicada originalmente en el semanario El Popular (Montevideo, Uruguay, número 294, 21 de noviembre de 2014)
  Fuente: http://cajaderespuestas.blogspot.com/2014/11/la-ideologia-chavista-ii.html 
