Jueves, 06 Noviembre 2014
La
masacre contra los normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, y la
desaparición forzada de 43 de sus compañeros desnudan el despiadado
rostro de capitalismo mexicano, evidenciando la cínica fusión de
sectores de las más altas esferas del Estado con el narcotráfico. Los
sangrientos hechos del 27 de septiembre demuestran hasta dónde está
disputa a llegar la dupla Estado-Narco con tal de mantener intactos los
poderosos intereses económicos y políticos que la unen.
Contrarreformas y polarización social
Los
dos últimos años, tras la renuncia de Andrés Manuel López Obrador
(AMLO) a responder con la movilización frente al fraude electoral de
2012 que impuso a Peña Nieto (PRI) en el poder, y después de la
claudicante firma del Pacto Por México por el PRD, el régimen consiguió
la confianza necesaria para imponer parte de sus contrarreformas más
estratégicas: la laboral (noviembre de 2012), la educativa (febrero
2013), y la energética (diciembre 2013). Frente a esta ofensiva de la
burguesía, la oposición del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA)
y de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT) y del resto de
sindicalismo independiente, ha sido más que tibia. En definitiva, los
primeros 10 meses de 2014 han estado marcados por la negativa a luchar
de parte de las principales organizaciones de masas.
No
obstante, durante ese mismo periodo algunos sectores rebasaron por la
izquierda a los dirigentes reformistas, poniendo en entredicho su
política de paz social y desmovilización. Fue el caso del heroico
movimiento de autodefensas de Michoacán (febrero de 2013), el de los
médicos (junio 2014) y el movimiento de masas en Puebla
(agosto-septiembre 2014) contra la política represiva del gobernador
Moreno Valle. Estas expresiones del profundo descontento social que se
estaba acumulando en la base de la sociedad, eran un anticipo del
estallido en el mes de septiembre-octubre, en el que un movimiento
juvenil como no se conoce en México en muchas décadas, y la movilización
de masas contra la horrible matanza de 43 estudiantes en Guerrero, han
colocado al régimen priista contra las cuerdas.
Crisis del Régimen
Primero
fue la extraordinaria lucha de los estudiantes del Instituto
Politécnico Nacional (IPN) contra la imposición de un nuevo y
reaccionario reglamento interno, e inmediatamente después el gran
movimiento de protesta por los hechos sangrientos contra los normalistas
de Ayotzinpa. La visualización del Estado actuando conjuntamente con el
Narco para agredir a la lucha social, añadió un ingrediente
especialmente inflamable.
El
tráfico de droga desde México a los EEUU reporta al Narco, y a sus
colaboradores en todas las estructuras del Estado mexicano,
aproximadamente 29.000 millones de dólares, cantidad de la cual el 50%
termina en la banca nacional. Por otro lado, de 2006 a 2013 se
contabilizan aproximadamente 100.000 muertos y casi 30.000
desapariciones forzadas por la actividad de los 88 carteles de la droga
que operan en México y la hipócrita “guerra” del Estado contra el Narco.
Esa masacre se desarrolla ahora en medio de la lucha de clases más
importante desde 2006, consecuentemente para las organizaciones de los
trabajadores el camino es la lucha frontal contra el capitalismo,
expropiando los bienes del Narco y de los grandes empresarios vinculados
por miles de lazos políticos y económicos con él.
Hay
que subrayar que la intensidad con que se ha expresado la lucha de
clases en las últimas semanas ha dejado traslucir la seria debilidad del
Estado, derivando ello en resultados pocas veces vistos en años: los
estudiantes del IPN no sólo repelieron el ataque del nuevo reglamento
interno, sino que además lograron revertirlo arrancando una serie de
demandas, entre ellas la renuncia de la directora general de dicho
centro de estudios, Yoloxóchitl Bustamante. Otro caso es la incapacidad
del Estado para reprimir la furia con que se han manifestado normalistas
y maestros en Guerrero, que además de prender fuego al Palacio de
Gobierno del estado han ocupado una veintena de ayuntamientos
guerrerenses junto a la población. En muchas localidades de Guerrero las
respectivas asambleas populares han tomado prácticamente el control
político de las localidades y el Estado no lo ha podido impedir.
También
la caída el pasado 23 de octubre del gobernador de Guerrero, Ángel
Aguirre, es un estupendo termómetro del momento actual de la lucha de
clases, pues a diferencia de Oaxaca, entidad en la que el gobernador
Ulises Ruiz logró mantenerse en el poder hasta terminar su mandato a
pesar de la abierta insurrección revolucionaria de 2006, en esta ocasión
las cosas han transcurrido de otro modo.
La
presión del movimiento de masas, especialmente de la juventud
estudiantil que ha protagonizado manifestaciones de decenas de miles en
el DF (como la del 22 de octubre) y en numerosas ciudades de todo
México, paralizando las clases del IPN y arrastrando a la huelga a
decenas de facultades de la UNAM, la UAM, y numerosas escuelas
preparatorias, se ha dejado sentir en las cúpulas de las organizaciones
de la izquierda y de los sindicatos, en los llamados de los dirigentes
de la UNT y de AMLO. Sin embargo AMLO y MORENA siguen sin reaccionar
adecuadamente: ante una Plaza del Zócalo repleta (26 de octubre) AMLO no
hizo ningún planteamiento para lanzar la movilización con fuerza,
subordinando todo a las elecciones intermedias del 2015; y ahora, tras
ser rechazada por la Suprema Corte su petición de consulta popular para
que el pueblo se pronuncie sobre las contrarreformas aprobadas por Peña
Nieto, la acción anunciada a tomar es interponer una demanda ante la
Comisión Internacional de Derechos Humanos. ¡Esta estrategia es más de
lo mismo, más de un planteamiento que ha fracasado y que no sirve para
derrotar PRI!
El movimiento estudiantil
Hoy
en día el homicidio es la principal causa de muerte entre la juventud.
¡El capitalismo ha trasformado a México en un infierno para los jóvenes!
En
ese panorama sólo faltaba el estímulo adecuado para que las tensiones
acumuladas entre la juventud, salieran a flote. Peña Nieto, mirando la
escasa respuesta de los dirigentes de masas frente a los ataque previos,
subestimó a los estudiantes e intento imponer la versión para el IPN de
su contrarreforma educativa. La respuesta fue meteórica pues el paro
estudiantil que inició en la Escuela Superior de Ingeniería y
Arquitectura, en cuestión de días se extendió a toda la institución, que
alberga a aproximadamente 160.00 alumnos. Inmediatamente la solidaridad
de otras universidades se hizo sentir con fuerza: el 30 de septiembre
se movilizaron en el DF miles de estudiantes del IPN, de la UNAM, de la
UAM, de la UACM, etcétera, e incluso de algunas universidades privadas.
Lo mismo se repetiría en la tradicional movilización del 2 de octubre,
que recuerda la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas
en 1968. Finalmente, un día después, el 3 de octubre, el Estado
anunciaría la anulación del nuevo reglamento interno del IPN.
A
estas alturas ya eran visibles las muestras de apoyo en varias
universidades de otros puntos de México, dando como resultado lo que sin
duda alguna puede ser caracterizado como el estallido juvenil más
intenso y profundo de al menos la última década y media. Pero el
asesinato y desaparición de los normalistas de Ayotzinapa harían que las
acciones del movimiento estudiantil se intensificarán aún más, con
nuevas huelgas masivas el 14, 15, 22 y 23 de octubre y con una gran
extensión en decenas de universidades de diferentes puntos del país. En
estos momentos ya se impulsa un nuevo paro para el 5 de noviembre.
En
todo este gran movimiento juvenil, el Comité Estudiantil en Defensa de
la Educación Pública (CEDEP) ha jugado un papel especialmente destacado
en Ciudad Universitaria (UNAM), en la FES Aragón, en la UAM-I, en la
BUAP, en la UPN de Toluca, en la Escuela Superior de Música del IMBA y
otras instituciones de enseñanza media y superior. En dichos cetros de
estudios y en los actos de masas, el CEDEP ha agitado en torno a la
necesidad de unificar al movimiento estudiantil, dotarlo de un programa
claro, vincularlo con el movimiento obrero, entre otras ideas, que han
sido bien recibidas por el movimiento, entre ellas la de impulsar la
jornada nacional de lucha del próximo 5 de noviembre.
Maniobras del Estado
Por
su parte, Peña Nieto está tratando de ganar tiempo en las
investigaciones sobre los 43 normalistas desaparecidos hasta poder
ofrecer una cabeza en sacrificio (la detención del alcalde prófugo de
Igual, José Luís Abarca, e incluso del propio Aguirre o de allegados) y
esperar a que la tensión social se enfríe, pues en las condiciones
desarrolladas en las últimas semanas una noticia oficial sobre un
trágico final para los estudiantes secuestrados, podría provocar que la
lucha contra el Régimen adquiera bríos mayores a los ya vistos.
Desafortunadamente
la táctica dilatoria del Estado se puede ver favorecida si MORENA y la
UNT no asumen una postura verdaderamente firme de lucha. Los estudiantes
y otros sectores populares están haciendo su mayor esfuerzo para sacar
adelante las dos principales demandas del movimiento de masas: apoyar la
lucha del IPN y conseguir la aparición con vida de los normalistas de
Ayotzinapa. Pero dar un impulso mayor a una lucha que ya cuenta con
varios paros generales y movilizaciones de masas, requiere lograr la
participación del movimiento obrero.
Lamentablemente
las direcciones de estas organizaciones siguen empeñadas en tratar de
amortiguar el descontento social para reconducirlo hacia el frente
electoral. Una estrategia que choca con las aspiraciones del movimiento
en estos momentos que demanda acciones masivas, contundentes y
unificadas a escala de todo el país. AMLO ha insistido en las últimas
semanas sobre la necesidad de que Peña Nieto dimita antes del 1 de
diciembre próximo y que se convoque a elecciones anticipadas; si esa
demanda fuera acompañada de un plan de acción concreto con paros
escalonados y movilizaciones en todo el país, que desembocaran en una
huelga general, se podría luchar por ese objetivo y por la derrota del
PRI. Con ese método las cosas darían un vuelco significativo, pues la
convocatoria sería tomada con las dos manos por millones de jóvenes y
trabajadores. En cualquier caso, todavía no está dicha la última
palabra, pues los sectores que han entrado a la batalla en estas últimas
semanas han demostrado mucha independencia para actuar. La lucha sigue
¡Hasta la victoria!
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