El informe sobre las torturas de la CIA revela un catálogo de horrore. Escrito por Redacción
Iñigo Sáenz de Ugarte
El informe del Senado de EEUU sobre las técnicas de interrogatorio
empleadas por la CIA durante la Administración de Bush ha ofrecido una
descripción mucho más dramática que
la conocida por la opinión pública norteamericana, incluso peor que lo
que se supo tras el caso de la prisión iraquí de Abu Ghraib. El trato
sufrido por los detenidos fue más “brutal” que el descrito a los
congresistas en las pocas ocasiones en que recibieron información de la
CIA, y en la información facilitada a los medios de comunicación.
El informe completo supera las 6.000 páginas. Lo conocido hoy es un resumen de 524 páginas(texto completo) que
el Senado aprobó desclasificar, con los votos de los demócratas y la
oposición de la CIA y de los republicanos, en una votación celebrada en
abril.
La información que aparece en los documentos desclasificados, algunos
no en su integridad, describe en detalle las técnicas empleadas, la
actitud de algunos de los interrogadores, y los daños y secuelas
sufridas por los presos que fueron torturados.
El informe es un catálogo exhaustivo de los horrores infligidos a los presos. El objetivo eradestruirlos psicológicamente para que contaran a los interrogadores lo que estos querían escuchar:
“Al menos cinco detenidos fueron sometidos a “rehidratación rectal”, alimentación a través del recto sin razón médica que lo justificara. La CIA colocaba a los detenidos en “baños de agua con hielo”. La CIA llevó a varios detenidos a creer que no saldrían vivos de allí. A uno de ellos le sugirieron que sólo saldría en una caja del tamaño de un ataúd. Un interrogador dijo a un preso que nunca comparecería ante un tribunal porque “nunca dejaremos que el mundo sepa lo que te hemos hecho”. Los agentes de la CIA también amenazaron a al menos tres detenidos con hacer daño a sus familias, lo que incluyó amenazas a los hijos de un preso, amenazas de abusos sexuales a la madre de un detenido, y la amenaza de “cortarle la garganta” a la madre de uno de ellos”.
Las amenazas y humillaciones buscaban dejar claro a los presos que
estaban completamente bajo el control de sus captores. El asunto de
la ”rehidratación rectal”, desconocido hasta ahora, fue discutido y
defendido por los responsables de la CIA. En el caso del preso Majid
Khan, un informe detalla que hicieron un puré con
“humus, pasta con salsa, nueces y pasas” para inoculárselo en el recto.
La técnica no era otra cosa que una violación realizada de forma
agresiva. El informe cita un documento de la CIA que dice que el preso
Mustafa al-Hawsawi sufrió después “hemorroides crónica y fisura anal”.
Uno de los presos que sufrió las torturas durante más tiempo fue Al
Zubaida. Durante su interrogatorio pasó un total de 266 horas (11 días y
dos horas) encerrado en una caja del tamaño de un ataúd, y otras 29
horas dentro de una caja aún más pequeña.
La CIA estaba obsesionada con Zubaida, al que consideraba una pieza
clave de Al Qaeda y una persona muy cercana a Osama bin Laden. Por eso,
le sometió a la tortura del ‘waterboarding’, supuestamente en una sola
ocasión y durante 35 segundos, y a otras técnicas brutales. Su verdadero
papel ha sido analizado en infinidad de artículos. Un agente del FBI
que tuvo acceso a su expediente llegó a la conclusión de que Zubaida era un elemento menor dentro
de Al Qaeda. El agente de la CIA John Kiriakou, que participó en los
interrogatorios, presumió de que gracias a la información que dio se
pudo detener el intento de atentado que iba a realizar el ciudadano
norteamericano, José Padilla, algo explícitamente desmentido ahora en el informe del Senado.
El Senado llega a la conclusión, disputada por la CIA, de que ninguno
de estos interrogatorios, a Zubaida o los otros presos, permitió
conseguir información que sirviera para impedir atentados en suelo
norteamericano.
Zubaida había sido trasladado a una prisión secreta en Tailandia
donde estuvo recluido sin contacto con nadie durante 47 días. Acto
seguido, comenzó el interrogatorio durante 24 horas seguidas. El asalto
consistió en “lanzarlo contra la pared, meterlo en una caja del tamaño
de un ataúd y el ‘waterboarding’ (simulación de ahogamiento por agua),
tras lo que tosió, vomitó y sufrió espamos involuntarios en torso y
piernas”.
Al final, Zubaida se comportaba como un perro que seguía dócil las instrucciones de sus guardianes.
La CIA impartió instrucciones sobre qué pasaría si Zubaida moría en los interrogatorios:
sería incinerado, presumiblemente en secreto. Si sobrevivía, se
establecía claramente que debería seguir “incomunicado de por vida”.
Sobre los efectos de la privación del sueño durante largos periodos
de tiempo, una táctica autorizada por la Casa Blanca y el Departamento
de Justicia, pocos ejemplos hay tan contundentes como el interrogatorio
en octubre de 2003 a un afgano llamado Arsala Khan, del que se creía que
había ayudado a Bin Laden a escapar de las montañas de Tora Bora en
2001: “Después de 56 horas de estar de pie sin poder dormir, Arsala Khan
parecía incapaz de articular palabra y estaba “visiblemente alterado
por alucinaciones en las que aparecían perros destrozando a sus hijos y
su familia”. Según los informes de la CIA, Arsala Khan afirmaba que el
interrogador era el responsable de haberlos matado y haber alimentado a
los perros con ellos”.
En el caso del preso Rul Rahman, detenido en Afganistán, las técnicas empleadas provocaron su muerte.
En noviembre de 2002, un agente de la CIA ordenó que fuera “encadenado a
la pared de su celda de forma que le obligaba a estar tumbado sobre el
suelo de cemento”. El preso sólo llevaba una prenda de ropa a pesar del
frío porque el agente había ordenado que le quitaran el resto por no
haber colaborado en el interrogatorio. Al día siguiente, lo encontraron
muerto. Había muerto de hipotermia.
Ni en este ni en ningún caso se tomaron acciones disciplinarias
contra los miembros de la CIA (o interrogadores de empresas privadas de
seguridad contratados por la Agencia), ni siquiera cuando utilizaban
técnicas no autorizadas por sus superiores. La explicación está
en un informe que citaba a la cúpula de la CIA: “El director está
completamente convencido de que pueden producirse errores en un trabajo
lleno de incertidumbres”.
El informe del Senado critica a la CIA por la falta de control y
seguimiento de las técnicas de interrogatorio, y por engañar a la Casa
Blanca y al Congreso sobre las condiciones en que estaban los presos y
la efectividad de esos interrogatorios.
Ni siquiera contaron la verdad sobre el número de presos que estaban
bajo su custodia. Informaron que tenían 98, pero el análisis de los
registros de la CIA a los que los investigadores tuvieron acceso eleva
esa cifra hasta 119, de los que 26 aparecían descritos como detenidos
por error o personas de escaso interés para los interrogadores por la
información sobre Al Qaeda a la que habían tenido acceso. Incluso en las
notas a pie de página del informe, aparecen otros nombres de detenidos
que probablemente no podían contar nada relevante sobre Al Qaeda. El
propio jefe de la estación de la CIA en Afganistán reconocía a finales
de 2003 que muchos de los detenidos no tenían valor por la información que podían aportar.
La tortura terminó siendo un negocio para los psicólogos que
asesoraban a la CIA sobre el tratamiento de los presos, es decir, sobre
hasta cuánto tiempo podían resistir los interrogatorios. Algunos
formaron una empresa privada y llegaron a facturar 80 millones por sus
servicios.
Algunos de los interrogadores, de la CIA o empresas privadas, tenían
antecedentes por excederse de forma violenta en interrogatorios o por
agresiones sexuales.
Principales puntos del informe resumidos por el NYT, Washington Post y The Guardian.
–Comunicado del director de la CIA: afirma que esos interrogatorios sirvieron “para ayudar a impedir atentados y capturar terroristas y salvar vidas”.
–Comunicado de tres exdirectores de la CIA. Dicen
que el programa fue valioso en tres aspectos: permitió la captura de
miembros de Al Qaeda, impidió atentados que buscaban conseguir un número
masivo de víctimas y añadió información muy valiosa sobre lo que se
sabía del funcionamiento de Al Qaeda.
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