Algunas reflexiones a contracorriente. GANÓ SYRIZA: SIN  MOTIVO PARA LA ALEGRÍA
     Por MÁXIMO RELTI / CANARIAS-SEMANAL.ORG.-     A últimas horas de la noche de este domingo, tal y como se esperaba, la formación política helena Syriza se acercaba a la mayoría absoluta en las elecciones celebradas en Grecia.
       Alrededor de 9,8 millones de electores fueron
 convocados a las urnas desde las siete de la mañana, las cinco hora 
canaria. En torno a 100.000 jóvenes de 18 años, sin embargo, no pudieron
 ejercer su derecho al voto por no haberse actualizado el censo 
electoral a tiempo.
         De acuerdo con los datos de que se disponía a la hora que hemos indicado, la formación política Syriza habría ganado las elecciones en Grecia con el 36.09% de los votos y  149 escaños, a sólo dos diputados de la mayoría absoluta.
   La segunda posición fue ocupada por la conservadora "Nueva Democracia", que encabeza el político derechista Antonis Samarás. Este partido alcanzó el 28.1% de los votos y 77 escaños.
    El partido neonazi Aurora Dorada  se situaría como tercera fuerza, con el 6.3% de los votos y 17 diputados.
     El partido "centrista" To Potami obtendría el   5,9%, 16 diputados. 
    Los comunistas del KKE se sitúan en el quinto lugar, con el  5,41% y 15 diputados.
    Los socialistas del  Pasok - el partido equivalente hasta ahora  al PSOE - obtuvieron un 4,81% y 12 diputados.
     El partido del ex primer ministro Yorgos Papandreu, Movimiento de Socialistas Demócratas, quedó fuera del parlamento. 
 La abstención alcanzó a más del 40% de los potenciales votantes, con una participación  del 59%.
 ¿POR QUÉ NO HAY MOTIVO PARA LA ALEGRÍA?
      El resultado de la formación socialdemócrata Syriza
 refleja, sin duda, el rechazo de millones de griegos a la austeridad 
impuesta por la Troika, por los grandes bancos europeos, por el capital 
financiero alemán . Los significativos resultados de esta formación es 
necesario interpretarlos como un severo cuestionamiento  del pueblo 
griego a la política económica de la UE.  Sin embargo, las esperanzas 
que los griegos han depositado en Syriza no van a llegar, desgraciadamente, muy lejos.
  
Contrariamente a lo que pueda parecer a aquellos que han cifrado sus 
ilusiones en que esta organización pueda sacar a Grecia del intrincado 
atolladero en el que se encuentra, esta no es una opinión sectaria, ni 
tampoco sesgada. Las claves para que pensemos de esta manera las ha 
proporcionado esta misma formación política. Veamos.
    Según las declaraciones programáticas de Syriza,
 esta organización dice querer rechazar las medidas de austeridad 
impuestas por el gran capital y la banca de los países centrales 
europeos. Paradójicamente, al mismo tiempo que se pronuncia por este 
rechazo, manifiesta  su voluntad de que Grecia continúe integrada en la Unión Europea y dentro de la zona Euro. La cuestión es que, pese a lo  que se nos ha intentado hacer creer en el curso de los últimos años, la creación de la Unión Europea y del Euro no obedeció a un proyecto altruista  y generoso, que pretendía que todos los europeos estuviéramos juntos en una construcción unitaria y equitativa para  sus integrantes.
  Todo lo contrario. A algunos que durante los discursos preelectorales se desgañitan reclamando "rebeliones" y “desobediencias” ficticias,  les convendría recordar que el diseño histórico de la UE correspondió milimétricamente a los intereses de la gran burguesía alemana y francesa. Hoy resulta muy peligroso olvidarse de que esa fue la razón por la que el ingreso de España en ese mercado exigió el desmantelamiento masivo de la infraestructura industrial de la que disponía  el país por aquel entonces. Esa fue una de las razones por las que el gobierno socialdemócrata de Felipe González  procedió a la reconversión industrial devastadora de los años ochenta  y al tsunami de  privatizaciones y despidos  durante esos años. Coincidió precisamente - y no por casualidad - con la etapa del gobierno de González en la que su ministro de economía ,  Carlos Solchaga, llamaba alegremente  la burguesía alemana a invertir en España porque aquí "era posible hacerse rico en poco tiempo". El mismo ministro se preguntaba supuestamente atónito sobre  "qué de malo tenía que España se convirtiera en un país dedicado a la prestación de  servicios a nuestros vecinos europeos".  A aquellos lodos corresponden estos barrizales.
    La Unión Europea y el euro no
 son un proyecto vacuo, al que bastaría sacudir para hacerlo cambiar de 
sentido. La relación desigual entre los Estados que lo integran forma 
parte de su misma naturaleza. Las burguesías centrales europeas tienen 
muy claro que en el contexto de esta "Comunidad" de desiguales hay unos que compran y otros que venden, unos que prestan y otros que deben.
   Tampoco se pronuncia Syriza por la salida de la OTAN,
 el brazo armado del capitalismo occidental, el instrumento militar a 
través de cual los mismos países que integran esa alianza militar 
estrangulan a Grecia con una deuda onerosamente impagable. No faltan quienes argumentan que se trata de un posicionamiento táctico, una medida de prudencia política por parte de la dirigencia de Syriza. No es verdad. Los planteamientos al respecto de esta formación política griega forman parte del cogollo ideológico de muchos de los partidos que integran esa federación de partidos. El origen de Syriza  
 hunde sus raíces en las organizaciones eurocomunistas griegas de los 
setenta y los ochenta. Sus planteamientos esenciales no difieren 
grandemente de los que en su día mantuvieron en España  Santiago Carrillo y la dirección política del PCE.
  La trayectoria de Syriza ha sido muy  similar a la de Podemos.
 Comenzaron incendiando las praderas como reclamo electoral, para luego 
terminar dócilmente entrando en el redil  de las exigencias de Bruselas.
 Es esta una vieja técnica electoralista, de la que ya tuvimos en España
 sobradas experiencias durante los pasados mandatos de los gobiernos del PSOE.
¿QUÉ HACER?
    Entonces, ¿qué hacer? Hoy es imperativo entender que aquel capitalismo supuestamente con "rostro humano y amigable",
 cronológicamente situado en la postguerra mundial y resultante no sólo 
de la lucha de los trabajadores europeos, sino también de otros factores
 internacionales cuya mención ahora no viene  al caso, no retornará jamás.
 No es una cuestión ni de opiniones ni, tampoco, de deseos. Los propios 
economistas  del sistema nos lo reiteran  diariamente hasta el hastío.  
El desarrollo de la dinámica expansiva del  capitalismo occidental exige
 a quienes lo administran aplicar una serie de medidas cuyo rigor hoy 
estamos sufriendo, y continuaremos sufriendo si no salimos de la vía muerta en la que el sistema  ha colocado al movimiento obrero  europeo y a los partidos históricamente situados a la izquierda.
   La opción "reforma o revolución" ya no existe. El sistema capitalista ya no cuenta con la posibilidad de ser reformado porque el capitalismo
 de los países que históricamente  lo inauguraron ya no está solo en el 
mundo. Múltiples núcleos geográficos del capitalismo emergente rivalizan
 con ferocidad en precio, calidad y tecnología con aquellos que  
ejercían su dominio en todo el mundo en régimen de monopolio . Por ello,
 la única posibilidad de progreso que se presenta para las ingentes 
masas de asalariados en la sociedad moderna es la liquidación de este 
sistema a través de la vía de la revolución social, política y económica. 
 Los hechos han demostrado, una y otra vez, que los intentos de evitar 
que los asalariados asuman esa perentoriedad histórica  con ofertas 
engañosas de "terceras vías", y caminos falsamente alternativos, no provoca más que sufrimiento y miseria. Y, en un futuro no muy lejano, incluso el cataclismo.
      Estas son algunas de las razones por las que, desgraciadamente,  no podemos alegrarnos por el  triunfo de Syriza en las elecciones griegas del pasado domingo.
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario