Víctor Sampedro: “El mayor riesgo de Podemos es que funcione de arriba abajo”
Víctor Sampedro, catedrático de Comunicación Política. IOSUNE GARAYOA. 31 de diciembre de 2014
  MADRID // A pocas semanas del primer aniversario de Podemos 
–se presentó el 17 de enero de 2014–, el catedrático de Comunicación 
Política de la Universidad Rey Juan Carlos  (Madrid) Víctor Sampedro 
analiza la evolución, consolidación y riesgos del proyecto que lidera 
Pablo Iglesias: “Podemos está surfeando en la corriente de movilización 
que representa el 15-M. Y como todo buen surfista, sabe que no controla 
la ola”.
En enero se cumplirá un año de la presentación de Podemos como partido político. ¿Qué ha logrado en este tiempo?
Podemos ha puesto palabras y rostros a un clima de frustración 
crítica frente a dos crisis: la económica y la del Régimen del 78. Son 
quienes mejor lo han sabido expresar y encarnar. Pero está por ver si se
 consolidará como fuerza electoral y un partido capaz de acceder a las 
instituciones y gestionarlas.
Podemos protagoniza una presencia mediática que estaba siendo 
demandada por un público crítico, un cuerpo social agredido, que se 
manifestaba en las calles. Y que, sin embargo, despotricaba en privado 
contra la crisis y la degradación institucional. No sólo es presencia 
mediática. Es un discurso contundente y transversal, que representa a 
muchas capas sociales, como demuestran las encuestas.
Podemos es la iniciativa que debió de haber sido acogida como 
corriente interna por partidos que se posicionaban en el 
centro-izquierda o la izquierda. Pero tanto las instituciones académicas
 como los partidos les expulsaron y les mandaron a hacer asesorías en 
América Latina. Allí lograron presencia intelectual antes que aquí, 
donde son profesores en precario o relegados del escalafón. Aquí, la 
Cultura de la Transición frenó su promoción en las universidades… y la 
mediática, también.
¿Qué riesgos tiene por delante?
Un nuevo partido, que quiera responder a la crisis de representación 
que vivimos, debe hacer compatibles la democracia directa y la 
representativa. El mayor riesgo es que se convierta en una maquinaria 
plebiscitaria jerarquizada, que funcione de arriba abajo. La visibilidad
 mediática, no suficientemente compartida y distribuida, podría acabar 
convocando a un cuerpo electoral fragmentado que sólo tiene como 
referentes al núcleo dirigente que sale en televisión.
El problema contrario, un exceso de democracia directa, 
genera estancamiento (incapacidad de actuar), ineficacia (no alcanzar 
objetivos) e ineficiencia (hacerlo a un coste muy alto). Son 
consecuencias no deseadas, pero a veces inevitables, de una 
participación masiva en la actividad política.
El nuevo partido ha de encontrar un modelo organizativo, una 
arquitectura comunicativa, que permita desplegar iniciativa y liderazgo.
 Asegurando que las consultas ciudadanas no se controlan desde arriba, 
sino fomentando (no sólo permitiendo) que surjan desde abajo. El riesgo 
es relegar la deliberación, en favor de plebiscitos que acaben siendo 
aclamatorios; que refuercen el carisma de los dirigentes en detrimento 
de la autonomía de sus apoyos sociales.
¿Cómo evolucionará el papel de los círculos? Hay mucha ilusión que podría degenerar en frustración.
Es una incógnita. Se trata de hacer el patrón y el traje a la vez. La
 casuística de encajes y desencajes entre los círculos y la organización
 estatal es infinita. Depende de los contextos específicos de los 
círculos, de sus recursos y modos de organización, de los liderazgos 
locales y sus horizontes electorales…
¿El partido está preparado para gobernar?
No está preparado para gobernar. Aunque eso es algo que podría 
argumentarse de los que nos desgobiernan. No sé si lo podrían hacer aún 
peor. Pero en Podemos al menos han intentado ser cautos. Es imposible 
que, con apenas un año de existencia, cuenten con cuadros medios. El 
peligro de los tránsfugas e intrusos resulta inevitable. Hicieron muy 
bien en anunciar que no se presentarían a las municipales. La falta de 
gestores, el desbordamiento en términos de popularidad y la acumulación 
de capital simbólico, con un impacto electoral evidente, lo convierten 
en una oportunidad jugosa para clientelas ya establecidas o en ciernes.
Presentarse en plataformas ciudadanas permite proyectar la marca Podemos
 minimizando riesgos, mientras trata de liderar a otras organizaciones. 
Tras la movilización municipal, se producirá la consolidación de Podemos
 como marca propia y la emergencia de su papel como catalizador dentro 
de plataformas ciudadanas, con mayor representatividad del cuerpo social
 agredido por la crisis. Su principal activo es atraer aquellos sectores
 más desideologizados o sin experiencia ni tradición militante.
¿Qué cuestionan?
La gran aportación de Podemos a la cultura y el debate políticos es 
haber desenmascarado que el PSOE era un palanca de control de los 
centros de poder y que, en términos económicos y sociales, equivalía al 
PP. Podemos presenta el bipartidismo como el monopolio de una misma 
casta, que funciona en comandita bajo el paraguas de la monarquía. Por 
otra parte y no menos importante, ha cuestionado el populismo que podría
 haber monopolizado la marca blanca del PPSOE, que era UPyD. El lema de 
la España franquista “una grande y libre” se había travestido en Unidad 
(una), Progreso (grande) y Democracia (libre). La libertad de última: 
permisible, una vez asegurada la unidad de destino universal del 
desarrollismo capitalista.
En España podría haber habido una deriva hacia la antipolítica que, 
si no es franquista, bebe de las mismas fuentes. Imaginemos el debate 
sobre Catalunya en un contexto de ascenso de Voox y UPyD. Lo vimos 
también con la respuesta a los escraches o la condena de la movilización
 frente a las instituciones, con falsas equivalencias filoterroristas. 
Los “intelectuales” de UPyD y del PSOE intentaron criminalizar la 
presión popular a la clase política. Una expresión que 
consideraban inadecuada y tras la que ahora todo el mundo les califica 
de casta. Podemos ha servido de cortafuegos al resurgimiento del 
nacionalismo español; que se intentaba modernizar como jacobino, pero 
que rezumaba legado franquista. Esto, en cuanto a cultura política.
En cuanto al impacto institucional, Podemos expresa una urgente e 
inevitable renovación, en el marco de una posible ruptura de la 
Constitución del 78. Todas las instituciones, incluso la jefatura del 
Estado, han sido tocadas y luego retocadas por la amenaza de Podemos. 
Asistimos a cambios antes impensables en la jefatura del Estado y del 
principal partido de la oposición, en los liderazgos y organizaciones 
del resto de partidos… Aún cosméticos, pero forzados no sólo por la 
audacia de Podemos sino por la propia degradación. El panorama de 
diciembre de 2014 era impensable a comienzos de año. Del asesinato en 
León pasamos al sainete de Nicolás; de la tragedia a la tragicomedia.
¿Le preocupa el populismo del partido?
El populismo se ha convertido en una herramienta imprescindible, 
entendida como intento de equiparar al representante con sus 
representados. A pesar de su carácter ficticio, es una exigencia de la 
personalización de la cultura mediática. Pero, además, el populismo que 
sostiene el capitalismo es el consumismo individualista, con un eje 
retórico: “Serás lo que quieras, acumulando todo lo que te merezcas”. 
Ser equivale a tener. Existir es poseer. Sin límites.
Se hace necesario, por tanto, formular un populismo de izquierdas que
 reivindique las solidaridades e identidades colectivas como sostén. Y 
que éstas sean compatibles con los proyectos de emancipación individual y
 personal. Por poner un ejemplo, todos queremos estar con nuestros hijos
 y familias. Es parte de la revolución pendiente. El machismo de la 
izquierda tradicional desvalorizaba los cuidados familiares como una 
carga que impedía la acción política. Y, por tanto, se imponían a unas 
mujeres que fueron fuerza laboral marginada por unos sindicatos mal 
llamados de izquierda.
Se primó una imagen auto-referencial de la militancia, que se miraba 
al ombligo y, en el fondo, despreciaba a quienes decía representar. No 
hizo los deberes tras la caída del Muro en 1989. Pasados 25 años sigue 
sin entender que el 15-M es parte de las revueltas globales que este 
verano prendieron en Hong Kong, rebasando los esquemas de la Guerra 
Fría, la lucha de clases ortodoxa, los patrones de movilización y las 
militancias clásicas.
Podemos no abandera luchas históricas de la izquierda como la república, el aborto…
La falta de posicionamiento en temas como la República significa que 
ese mensaje todavía no ha calado. El republicanismo como tal todavía no 
es hegemonía. En lugar de exigir un cambio en la jefatura del Estado, 
Podemos exige el derecho a decidir la jefatura. Algo que sí es 
hegemónico, como lo es el derecho a decidir de las nacionalidades 
históricas, y no el independentismo. Puede argumentarse que es 
ambigüedad calculada. Y también, una forma de apelar a una opinión 
pública crítica, aceptando sus limitaciones e intentando profundizarlas.
¿Qué papel está jugando la indefinición programática de Podemos?
Llevan razón quienes les exigen un lenguaje o posicionamientos más 
claros. Pero preocupa que estas críticas ignoren o desprecien una 
cultura democrática que aún está despertando, porque nadie se preocupó 
de forjarla. O peor aún, que margina la herencia democrática más 
genuina. Un republicano sigue siendo para muchos españoles un fracasado 
político. Un activista: un extremista… incluso terrorista. Un 
sindicalista: un piquetero, un saboteador, un jetas liberado. 
Una feminista: una castradora. Quienes exigen de Podemos que se 
identifique como republicana, antipatriarcal, anticapitalista, 
antifascista… atienden más a sus propios referentes y al imaginario de 
su identidad política que a la necesidad de apelar y representar a los 
muchos que sufren y que aún son incapaces de identificarse con esas 
etiquetas.
¿Qué paralelismos traza entre 2014 y la Transición?
Nunca tuvimos un referente, una sigla, tan a la moda en relación con 
los proyectos de transformación social. Lo más parecido –pero con mucho 
menor apoyo popular– son las plataformas que surgieron en el 
tardofranquismo. Siempre pensamos en la foto de la tortilla en la Casa 
de Campo del grupo del PSOE que dio el golpe de mando en Suresnes. Pero 
cabría plantear otros referentes como el Frente de Liberación Popular. 
Allí convergió la democracia cristiana antifranquista con militantes de 
izquierda, que luego formarían los movimientos sociales y partidos 
extraparlamentarios. Había ministros como Ruiz Jiménez que, con la UCD, 
aprobó la ley a favor de los objetores de conciencia. Y troskistas, que 
acabaron en la Izquierda Anticapitalista en la que se apoyó Podemos.
Sufrimos una miopía y una ensoñación muy propias de la izquierda 
española. Igual que los periodistas progres intentaban emular a El País,
 los votantes de izquierdas asumieron que su voto y militancia sólo eran
 útiles en el marco de la socialdemocracia. Esos horizontes de 
participación comunicativa y política están desbordados. Vean si no las 
cuentas de Prisa y los pronósticos electorales del PSOE. Y ojalá Podemos
 sea un nuevo FLP y no un PSOE 2.0
¿Qué ingredientes han hecho posible la construcción de Podemos?
Es un ensamblaje de militancias y retales ideológicos que quedaban de
 la izquierda. Los dirigentes de 40 o 50 y pocos años son la generación 
que intentó hacer política en los sectores más transformadores del PSOE;
 por ejemplo, el PDNI de Diego López-Garrido, donde militó Monedero. La 
engañifa de la OTAN, primero, y los crímenes de estado de los GAL, 
después, les alejaron de los partidos. Más tarde, intentaron influir sin
 demasiado éxito en la IU más socialdemócrata de Llamazares.
Por otra parte, están Errejón e Iglesias, que tienen en torno a 30 
años. Tras haber trabajado en las juventudes comunistas, abrazan la 
antiglobalización y se unen a los anteriores en luchas como la 
recuperación de la Memoria Histórica. Los desencajados del régimen del 
78 confluyen con esta generación, que no tiene complejos ni miedos. No 
vivieron el franquismo y, en cambio, tienen una doble experiencia vital:
 las movilizaciones europeas anti-globalización y la asesoría política 
en las revoluciones ciudadanas de los gobiernos latinoamericanos 
surgidos del altermundismo.
La generación de Monedero rompió de manera frontal con la herencia 
franquista. Participaron en la insumisión y se negaron a servir en el 
Ejército que había ganado la Guerra Civil e impuesto una paz “con miedo y
 sin memoria”. Luego se pusieron a desenterrar y a honrar a sus 
víctimas, a los abuelos republicanos. La generación de Iglesias, por su 
parte, rompió con la Transición. Se saltó su mayor máxima: sin pedir permiso, decidieron participar. Primero mediáticamente y luego, electoralmente.
¿Qué dificultades plantea el sistema electoral?
Podemos pelea en un campo de juego, el de la ley electoral, que no le
 favorece y ha fabricado las mayorías electorales de bipartidismo. Y no 
es éste el único campo hostil. El parlamentario castiga las vías de 
participación ciudadana, como la iniciativa legislativa popular. Y ya en
 el gobierno, las administraciones se gestionan con redes clientelares y
 devolviendo favores a quienes pagaron la campaña. Por si fuera poco, 
hay que añadir, entre los gobernados, una tremenda incultura política: 
fruto de 40 años de adoctrinamiento del nacionalismo españolista, 
hegemónico y nunca reconocido, que niega la diferencia. Y de una 
transición que amputó las tradiciones emancipadoras precedentes y 
cualquier atisbo de disidencia. Por tanto, dificultades para Podemos, 
todas. Pero el concebirlas como retos y no como barreras significa el 
primer paso para superarlas.
¿Podemos es oportunista?
Podemos está surfeando en la corriente de movilización que representa
 el 15-M. Y como todo buen surfista, sabe que no controla la ola. La 
sigue con sentido de oportunidad, que no es lo mismo que oportunismo, 
para trazar el mejor camino posible. La política electoral es el 
aprovechamiento de las oportunidades para remplazar a las élites en el 
gobierno. El oportunismo, por el contrario, es el ejercicio de los 
ventajistas, para sacar provecho a toda costa. Empiezan por sus 
compañeros de viaje, cuando se vuelven incómodos. Y acaban traicionando 
las promesas de sus votantes.
Es otra de las críticas estúpidas, por prematuras, a Podemos. No 
diferenciar entre sentido de la oportunidad y oportunismo. Y confundir 
las olas con el mar de fondo. El surf es una actividad de elites. El mar
 de fondo son las corrientes de transformación social, los movimientos 
sociales sin los cuales es impensable una política de cambio 
estructural.
¿Qué papel han tenido los medios de comunicación?
Podemos es un artefacto comunicativo no identificado. Explota las 
vías más exitosas de la comunicación política digital y las remezcla con
 elementos tradicionales. Es líder en redes sociales y en las tertulias,
 los formatos hegemónicos de los nuevos y viejos votantes. Comenzaron 
auto-produciendo sus propias tertulias, asegurándose el control del 
producto final. Realizaron una travesía de aprendizaje, con sesiones de sparring
 en una tele local durante varios años. Pero se ocuparon de viralizar 
sus mensajes en las redes, aumentando su impacto en el público en 
general.
Acabaron haciéndose atractivos, al mismo tiempo, para la TDT party de los ultraconservadores patrios y para las teles digitales de gobiernos enemigos, como el de Irán.
No es algo premeditado. Si no fruto de un líder carismático, con 
mucho empuje, una gran capacidad de formar equipos y muchas ganas de 
intervenir. Ni algo sencillo de hacer. Esperanza Aguirre intentó cerrar 
TeleK. El cierre de los medios convencionales y masivos a Podemos, 
incluyendo El País y la televisión pública es uno de los bloqueos
 más reveladores de la impermeabilidad y hostilidad de los medios del 
régimen a la transformación social.
Alcanzado un estadio de visibilidad y atractivo público innegable, 
aquellos medios que más dependen de las audiencias, las televisiones 
comerciales, descubrieron el potencial que encerraban los nuevos 
portavoces. En algunos casos se convierten en aliados e incluso cuentan 
con algún periódico. La razón es que los portavoces de Podemos ofrecen 
canales de empatía directa con grandes sectores de la población. Y esa 
empatía es doble. Un mensaje de rabia e indignación ante el dolor social
 y la corrupción institucional. Y, por otra parte, la ilusión por una 
transformación que no se sentía desde hacía tiempo. Los jóvenes nunca la
 habían sentido previamente, en una democracia regalada por unos padres sumidos en la resignación, el desencanto o el conformismo.
¿Cuáles serían los referentes políticos de Pablo Iglesias?
Según él mismo, sus principales referentes han sido tres: Julio 
Anguita, Xosé Manuel Beiras y Rafael Correa. Anguita representa el 
comunismo y la izquierda clásica, que no encajó por principios (o por 
falta de cintura) en las redes clientelares que nos malgobiernan. Su 
demanda básica en su último periodo de actividad política era el 
cumplimiento íntegro de la Constitución del 78. En concreto, los 
artículos que blindaban el Estado del bienestar, algo que dinamitó 
Zapatero a instancias de Merkel.
Xosé Manuel Beiras encarna al líder clásico e intelectual. Primero, 
del nacionalismo extraparlamentario y, luego, autodeterminista en las 
instituciones. Rebasó los límites del nacionalismo histórico, trufándolo
 de internacionalismo y en énfasis en las cuestiones de clase. Para 
ello, se nutrió de altermundismo y propuso una alianza electoral audaz. 
Protagonizó el germen de Podemos en Galicia: Alternativa Galega de 
Esquerdas, que cumplió con creces sus expectativas.
Por último, el de Rafael Correa es, con diferencia, el gobierno más 
moderado de los tres que componen el eje bolivariano. Es el más 
occidentalizado, actualmente en una deriva de conservadurismo, pero con 
una gran efectividad en términos de redistribución y universalización de
 derechos políticos y económicos.
Los tres referentes aportan. Anguita, la referencia moral y ética 
anclada en la izquierda pero con valores constitucionales transversales.
 Beiras, la solidez intelectual, la audacia electoral y la capacidad de 
reciclarse. Correa, el pragmatismo.
¿Qué características les diferencian de PSOE, IU, Equo…?
Están encarnando una opción transformadora que busca recuperar 
derechos civiles y el Estado del bienestar, que hemos perdido y que ya 
era muy precario. Son objetivos que bien podría encarnar un clon de 
Felipe González pero la clave es la crítica de Podemos al entreguismo 
del PSOE y la negativa a practicar la misma política. El mayor logro, en
 este plano, es que el PSOE se vea obligado a elegir entre apoyar como 
presidente del futuro Gobierno a Mariano Rajoy o a Pablo Iglesias. Y ya 
sería el acabose si dentro de una década hablásemos de un Presidente de 
la República con el nombre del fundador del PSOE.
Frente a IU, Podemos ofrece un equipo nuevo y unas ansias de 
representación de la mayoría social. Rompen las barreras del discurso de
 la izquierda clásica al tiempo que realiza una crítica más contundente 
al discurso neoliberal. Renuncia a las coordenadas que asignaban un 
papel minoritario a la izquierda transformadora. Podemos nace de las 
primarias abiertas que no se pudieron hacer en IU. Y la renovación de 
esta última ha evidenciado el compadreo corrupto de cierta nomenclatura 
con prácticas ya injustificables del régimen del 78. Que, por cierto, 
respondió de la misma manera que el bipartidismo frente a Podemos: 
acusando a Tania Sánchez de corrupta. Vamos, que todos somos casta.
Equo no ha podido, hasta el momento, transitar de un partido 
monotemático a un proyecto de izquierdas con amplio respaldo social, con
 políticas y una agenda más allá de la defensa del ecologismo. Frente a 
IU y Equo, Podemos oferta un paraguas discursivo más amplio, propio de 
un partido atrapalotodo, a la búsqueda de la mayoría social. En
 conjunto y si cada uno trabajase su electorado, ofrecerían perspectivas
 factibles de construir juntos una gran coalición. Necesitamos conocer 
la aritmética de los sondeos para apostar por plataformas electorales 
conjuntas o no. Y el recuento de los votos, para forjar coaliciones 
novedosas y variables en administraciones transformadoras frente a la 
amenaza de la gran coalición bipartidista.
Por último, el Partido X ha sido con diferencia la fuerza más 
innovadora. Pero, quizás por ese mismo motivo, no ha entendido la 
contradicción entre su perfil de especialistas técnicos y su capacidad 
de apelación electoral. Iglesias despierta simpatía y empatía en 
numerosas clases sociales, de manera transversal. Falciani es un 
personaje todavía por explicar. La mayoría de la población no entiende 
el alcance de situar un hacker en el Parlamento Europeo y me temo que 
sus propuestas resultarían aún ininteligibles para los votantes de más 
de 40 años.
El perfil de los integrantes de Podemos es bastante más joven que los de PSOE, PP o IU.
La generación de los 30 ha impugnado de plano el derrotismo de las 
que tienen 40 años, y más. Las elecciones europeas señalan que la 
victoria era posible y lo desencadenado en apenas medio año así lo 
confirma. Ya no cabe sumirse en el fracaso de las derrotas, lamerse las 
heridas de la autoculpa o embriagarse cinismo hedonista. Hay una ley 
electoral indeleble, los viejos líderes y sus votantes mueren.
[Víctor Sampedro Blanco es catedrático de Comunicación 
Política. Su último libro es El Cuarto Poder en Red (Icaria), ya 
traducido al gallego y al portugués (Abooks)]
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