Syriza: ¿tregua o traición? Guillermo Almeyra
¿El programa electoral
de Syriza fue “traicionado” en nombre del realismo político o el
gobierno tuvo que hacer una retirada táctica medida para lograr unos
meses de tregua que le permitieran asentarse? Para responder a esta
pregunta es indispensable tener claro qué es Syriza y cuál es el nivel
de conciencia política de los electores que apoyan a ese partido y hay
que huir de las afirmaciones impresionistas de los periódicos de derecha
o de ultraizquierda (todos los cuales coinciden en sustentar la tesis
de la traición) y leer cuidadosamente los documentos del gobierno griego
y lo resuelto por el Eurogrupo.
Empecemos por este punto, para no
pedirle una política revolucionaria a un grupo que no lo es o, por el
contrario, para no caer en la idealización del grupo de honestos
reformistas nacional-populares que pretenden seguir la senda desastrosa
intentada por Togliatti-Berlinguer (el comunismo nacional que
ambicionaba participar en un gobierno de “unidad nacional”).
Alexis Tsipras encabezó el Synapismos, partido “eurocomunista” griego y,
aunque en Syriza existe una fuerte minoría anticapitalista y
revolucionaria, su partido no se declara anticapitalista sino que busca
reformas al capitalismo en Grecia y en Europa, funciona verticalmente
mediante el decisionismo de un pequeño grupo de dirigentes, más que
socialista es radical-democrático avanzado y no pretende liderar a los
trabajadores de todo tipo contra el capitalismo y los capitalistas sino
al “pueblo”, a los “pobres”, contra la dictadura de la Troika encabezada
por Alemania y los pocos muy ricos de la oligarquía naviera griega.
El electorado de Syriza votaba hasta hace poco al PASOK (la
socialdemocracia griega) del cual fue incluso ministro el economista y
teórico de Syriza, Yanis Varoufakis, o a la derecha neoliberal
(Neademocracia). Esos electores no quieren una revolución
anticapitalista y temen incluso la salida del euro y la ruptura con la
Unión Europea y con Alemania en particular, hacia donde van muchos
griegos desocupados y que aporta gran cantidad de turistas al país.
Por eso, aunque algunos como Manolis Glezos -que nunca hizo un análisis
clasista- sufrieron una decepción con el acuerdo con la U.E. y hablan
de que todo sigue igual, disfrazado sólo con otras palabras, la gran
mayoría de su electorado sigue dando su apoyo a Syriza (que, sin
embargo, se cuida mucho de consultarlo y movilizarlo).
La
realidad es que Syriza para ganar un préstamo-puente y cuatro meses de
tiempo, hizo concesiones importantes como el reconocimiento de la deuda,
que es impagable, y de las resoluciones de la Comisión Europea, el
Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo (la famosa
Troika hoy bautizada “instituciones”). Pero, al mismo tiempo, no firmó
la exigencia de un crecimiento imposible del 4 por ciento -que quedó
reducido a un 1.5 por ciento igualmente imposible-, eliminó todas las
frases odiosas a la soberanía griega en la redacción del documento y
metió incluso el principio de una renta básica para los ciudadanos entre
50 y 65 años para mantenerlos en el mercado.
La alternativa
hubiera sido nacionalizar sin pago los bancos, cambiar la moneda y
devaluarla para licuar la deuda externa y suplir en parte la caída del
nivel de vida con la autogestión en las empresas, el cierre de las
importaciones no prescindibles, el recurso al trueque y al trabajo
cooperativo esperando el aumento de la competitividad -debida la
devaluación- de las mercancías y servicios de Grecia y el aumento del
turismo. Pero ni Syriza ni su electorado creen posible tal camino
alternativo y anticapitalista ni hay tampoco en Europa o en cualquier
otra parte del mundo grandes movimientos anticapitalistas que podrían
darle apoyo solidario.
Tsipras, por lo tanto, en la difícil
relación de fuerzas existente, consiguió una doble y frágil tregua: con
el Eurogrupo, mediante la división del gobierno alemán entre el
conciliante canciller y el durísimo ministro de Finanzas, pero también
con su propio partido y con el pueblo griego (en el que la izquierda de
Syriza y el KKE aumentarán sus críticas pero no ofrecen una
alternativa).
¿Cómo y para qué utilizará el poco tiempo
obtenido así pateando la pelota hacia adelante hasta junio próximo? Esa
es otra cuestión.
En mi opinión, pese a todas las limitaciones
de Syriza y de Tsipras y a su utópico y reaccionario togliattismo, hay
que hacer todo lo posible para ayudar al gobierno griego a salir del
paso y a subsistir, mientras crea nuevas grietas en el frente de los
gobiernos y busca apoyos financieros alternativos (¿China, Rusia?). Un
desarrollo en el Estado español de la cuestión nacional catalana y
vasca, una derrota de Rajoy en Andalucía, el desarrollo del ambiguo
Podemos que amenaza el gobierno de las clases dominantes, serían
acontecimientos que podrían frenar el deslizamiento hacia la derecha en
el resto de Europa y estimular las condiciones para un movimiento
democrático radical de masas, contra la corrupción y la derecha, al
estilo de las abortadas -por el momento- primaveras árabes (que a su vez
fueron fruto tardío del 1848 europeo y del 1968 francés), movimiento
democrático plebeyo en cuyo seno podría reorganizarse y crecer la
maltrecha izquierda socialista.
El capitalismo llevó a la
Humanidad de vuelta a un nuevo siglo XIX, el de la explotación sin
límites, la miseria masiva, la ignorancia. El movimiento obrero y el
socialismo salieron en el pasado de la izquierda democrática radical en
la que se fortalecieron y de la cual debieron después diferenciarse. Con
ella hoy hay que actuar, didáctica y fraternalmente, sin identificarse
con sus límites e ilusiones, tratando de hacerla avanzar paso a paso
hacia las conclusiones de sus políticas más resueltas. Las
transformaciones sociales profundas no son obra de los “esclarecidos”
sino de la gente común a la que la realidad de la crisis educa, cambia y
organiza.
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