Kurdistán
Turquía convierte la ofensiva antiyihadista en una guerra total contra el pueblo kurdo
Manuel Martorell
Miércoles 5 de agosto
de 2015
Como era previsible, lo que Turquía vendió al mundo entero como una ofensiva
contra el Estado Islámico se ha convertido en una guerra abierta para destruir
las estructuras políticas con que se han dotado los casi veinte millones de
kurdos que viven en este país, volviendo así a los periodos más duros de este
largo conflicto interno.
Incluso ha aparecido de nuevo el fantasma de las ejecuciones sumarias, como
han denunciado distintos medios kurdos en el caso de los hermanos Sezai y Ahmat
Yasar, que, junto a Mir Gorturk, también familiar suyo, murieron durante el
asalto de la policía a su vivienda, junto a la ciudad de Agri. Según la policía,
eran militantes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK); según las
organizaciones kurdas, fueron asesinados a sangre fría.
El PKK ha vuelto a emitir sus “partes de guerra”, generalmente exagerando las
bajas de la parte turca, lo mismo que hace el Ejército turco. De hacer caso a
los comunicados oficiales, cerca de 300 guerrilleros del PKK habrían muerto y
varios cientos más habrían resultado heridos en las sucesivas oleadas de
bombardeos sobre sus posiciones tanto dentro como fuera de Turquía, realizando
operaciones en los que habrían llegado a intervenir al mismo tiempo hasta
treinta cazabombarderos.
En uno de estos ataques quedó destruido un ambulatorio administrado por el
Gobierno Regional del Kurdistán iraquí que cubría la asistencia sanitaria a
varias aldeas en la zona de Amadiya, en el norte de Irak. Más al este, en las
proximidades de la frontera iraní, el sábado 1 de agosto las bombas turcas
alcanzaron de lleno una de esta pequeñas aldeas de montaña, Zergele, dejándola
en ruinas y matando a una decena de civiles.
Pese a las evidencias, fotografías, testimonios locales y el informe sobre el
terreno de una comisión investigadora formada por parlamentarios del partido
Gorán (Cambio) y de la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK), el Gobierno turco
continuaba asegurando, dos días después de la masacre, que no había víctimas
civiles y que ese lugar era una de las bases del PKK. Más tarde, aceptó que los
servicios de inteligencia habían cometido un fatal error al señalar como blanco
esta localidad del Kurdistán iraquí.
Al día siguiente, un miembro del PKK hizo explosionar un vehículo dentro de
un acuartelamiento en Karakolak provocando también una gran destrucción en el
edificio. Según el Gobierno turco, hubo dos muertos y una treintena de heridos;
de acuerdo con la guerrilla, los uniformados que habrían perdido la vida serían
cerca de cincuenta.
Lo que los comunicados públicos del Ejército y del Gobierno turco silencian
de forma descarada es la gran cantidad de incidentes armados que han vuelto a
registrarse en decenas de lugares del Kurdistán turco, creando un clima de
guerra que no existía desde la década de los años 90. Diyarbakir, Adana, Mus,
Erzurum, Mardin, Dersim, Bingol, Bitlis, Elazig, Van, Siirt, Agri, Adana, Hatay,
Mersín, Hakkari y Sirnak son algunos de los distritos donde, según distintas
fuentes periodísticas y de la oposición, se han registrado choques armados o
atentados.
Tanto en Dersim, una región situada en la Anatolia central, como en Sirnak,
fronteriza con Siria e Irak, el Ejército se ha visto obligado a declarar en
varias comarcas una especie de estado de sitio para que los militares tengan
carta blanca a la hora de actuar, restringiendo los derechos y la capacidad de
movimiento de la población local.
También en esta región fronteriza se ha tenido que interrumpir, debido a otro
atentado en un oleoducto, la exportación de petróleo iraquí procedente de Kirkuk
(Irak) con destino al complejo portuario de Ceyhan, situado en el extremo
oriental del Mediterráneo. Otra explosión en el gasoducto que pasa por Agri ha
cortado durante días el suministro de gas procedente de Irán, mientras que
sendas bombas han afectado a las comunicaciones ferroviarias en Kars y
Bingol.
Hasta la prensa y los analistas turcos reconocen ya que la operación
antiyihadista anunciada, a bombo y platillo, por el Gobierno de Tayip Erdogán el
24 de junio en realidad era una operación política para poner fuera de la ley al
pro-kurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP) y asegurar la gobernabilidad
del país a manos del islamista Partido del Desarrollo y la Justicia (AKP), del
actual presidente turco.
De acuerdo con estos análisis, dos serían las opciones políticas preferentes
como consecuencia de esta escalada bélica. En el primer caso, el AKP llegaría a
un acuerdo de gobierno con el Partido de Acción Nacional (MHP),
ultranacionalista turco y de extrema derecha, que pone como condición acabar con
el proceso de paz y volver a la mano dura con el PKK. La otra posibilidad serían
las elecciones anticipadas, para lo que el AKP necesita colocar fuera de la ley
o reducir el apoyo popular del HDP, de tal forma que, al no lograr superar el 10
por ciento del total de los votos, quede fuera del Parlamento y así el AKP
obtenga una cómoda mayoría absoluta.
Las decenas de funerales que se están celebrando en Turquía debido a la
escalada de violencia son una buena muestra de cómo puede producirse ese cambio
de actitud de la opinión pública turca hacia el HDP. Cuando ocurrió el atentado
de Suruc, en el que murieron 32 personas, la mayoría de ellas jóvenes
universitarios procedentes de distintas partes de Turquía, tras los respectivos
funerales se evidenciaban muestras de solidaridad hacia los kurdos, ya que esos
jóvenes habían acudido a Suruc para participar en la reconstrucción de la ciudad
de Kobani. Ahora, los funerales de los soldados y policías muertos en
enfrentamientos y atentados del PKK provocan exactamente el efecto
contrario.
Por de pronto, el Gobierno ya ha pedido que se retire la inmunidad
parlamentaria a los 80 diputados kurdos al considerar que el HDP colabora con el
PKK y ha denunciado ante la Justicia a sus dos co-presidentes, Figen Yuksekdag,
parlamentaria a la que acusa de incitar a la violencia por llamar a la
solidaridad con los resistentes de Kobani, y Salahattin Demirtash, a quien acusa
de apoyo a una organización terrorista.
Por su parte, decenas de intelectuales, artistas, científicos, profesores
universitarios y más de 600 organizaciones no gubernamentales han pedido que se
restablezca el proceso de diálogo con la guerrilla y no se retorne a los duros
años 90, en los que el Ejército puso en marcha una campaña de limpieza étnica en
el sureste del país, despoblando miles de pueblos, provocando el éxodo de
cientos de miles de personas y cuando el MHP, el partido candidato a entrar
ahora en un Gobierno de coalición con el AKP, proponía establecer una especie de
“reservas estratégicas” para aislar y adoctrinar a la población kurda.
5/8/2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario