¡NO A LA GUERRA!
Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Pensamiento Crítico” en el diario PÚBLICO, 2 de diciembre de 2015.
Este artículo subraya la enorme 
estupidez que significa que se vaya a la guerra de nuevo, lo cual, como 
ha ocurrido en muchos otros casos anteriores, expandirá más y más el 
fundamentalismo religioso islámico. El artículo señala que la estructura
 de poder del mundo occidental es la máxima responsable del crecimiento 
del yihadismo en el mundo.
Hoy existe una movilización en Europa 
para ir a la guerra como consecuencia del ataque terrorista del ISIS en 
París, que mató a 130 personas. El enfado creado por este acto de 
terrorismo, que es el último de una larga lista de hechos semejantes 
acaecidos en Europa y en otros países, explica que exista una demanda 
por parte del gobierno francés, liderado por el Presidente socialista 
François Hollande, para que se establezca una alianza de gobiernos, 
liderada por el de Francia, que, en un acto de guerra, bombardee el 
territorio controlado por el ISIS, con el objetivo de eliminarlo. 
Gobierno tras gobierno están respondiendo positivamente a esta llamada 
del Presidente Hollande, y es más que probable que si el próximo 
gobierno es del PP o de Ciudadanos, o del PSOE (partidos todos ellos que
 han firmado el pacto contra el terrorismo yihadista que incluye 
intervenciones militares), España se añada a la guerra, tal como un 
gobierno anterior del PP se unió a la invasión del Irak.
A la luz de la experiencia de 
intervenciones previas, no hay duda de que tal guerra creará una enorme 
lista de muertos, la mayoría civiles, es decir, personas que no están 
combatiendo. Y lo que es igualmente preocupante es que aumentará, y no 
disminuirá, el número de terroristas que expandirán su terrorismo a lo 
largo de territorios europeos y de Oriente Medio. Es importante que la 
población española sea consciente de ello. Si España entra en la guerra,
 pagará un coste elevadísimo sin que se consigan los objetivos que los 
dirigentes políticos que apoyan la guerra están hoy proclamando.
Si no se lo creen, les aconsejo que 
recuerden qué paso en EEUU con la respuesta del Presidente Bush después 
del ataque terrorista a las torres gemelas en Nueva York. El ejército 
estadounidense bombardeó casi todo el territorio iraquí, destruyendo los
 centros neurálgicos de lo que se consideraba el enemigo régimen de 
Saddam Hussein, lo que incluyó no solo objetivos militares, sino centros
 de viabilidad económica del país, como centrales eléctricas, pozos de 
petróleo y otros recursos; un tanto semejante ocurrió en los bombardeos 
de Libia, y miles y miles de civiles murieron. En realidad, se ha 
calculado que entre Irak, Afganistán, Libia y Siria, casi un millón de 
civiles han muerto como resultado de tales bombardeos e invasiones 
militares.
¿Qué consiguieron las guerras anteriores?
La pregunta que debe hacerse es “¿qué se
 ha conseguido con ello?”. Hoy el radicalismo fundamentalista islámico 
es más fuerte que nunca. Y está expandido por todo el mundo. En 
realidad, incluso cuando se enviaron tropas, como ocurrió en los casos 
de Irak y Afganistán, tales tropas no consiguieron erradicar el 
radicalismo fundamentalista islámico. Tanto en Irak como en Afganistán, 
cuando las tropas estadounidenses se retiraron, los fundamentalistas 
islámicos aparecieron de nuevo, incluso con más fuerza. Como bien ha 
alertado el Presidente Obama en su discurso en Washington hace unos 
días, en su respuesta a la llamada del Presidente Hollande de Francia de
 enviar tropas al territorio conquistado por el ISIS, tales tropas 
tienen una eficacia relativa pues, como bien subrayó Obama, una vez las 
tropas estadounidenses se retiraron de Irak y de Afganistán, los 
radicales fundamentalistas islámicos volvieron incluso con mayor fuerza 
que antes, pues parecía que los bombardeos y el conflicto militar habían
 radicalizado a sectores amplios de la población en su rechazo a la 
intervención de tales bombardeos y tropas ocupantes.
Este rechazo es incluso mayor cuando los
 ejércitos ocupantes o bombardeantes son ejércitos del mundo occidental 
-tales como los de Francia, Alemania, Reino Unido, Italia, España y 
otros-, que tiene un pasado imperialista y colonialista que dejó tristes
 recuerdos en la población de los países islámicos. De ahí que se 
perciban estos ataques como ataques de conquista, lo cual es enormemente
 preocupante, pues es precisamente lo que el ISIS desea: presentarse 
como la víctima musulmana frente a los ocupantes y opresores cristianos 
de siempre. De esta manera, la guerra de religiones y civilizaciones 
aparece con toda su intensidad. Por mucho que parezca paradójico, los 
extremos de ambos lados desean tal guerra.
¿Qué debería hacerse?
Para encontrar soluciones hay que 
entender de dónde viene el problema de Al Qaeda, ISIS y otros 
movimientos fundamentalistas islámicos parecidos, tema clave que se 
intenta ocultar. Y hasta que ello ocurra, no podrá solucionarse el 
problema. Y las raíces de este problema están en la enorme pobreza y 
miseria que ha existido en estos países, resultado de estar gobernados 
por regímenes feudales –como lo es hoy, por ejemplo, Arabia Saudí- que 
contaron con el apoyo de los gobiernos de países occidentales, que se 
beneficiaban del fácil acceso a los recursos de estos países.
Tal miseria y opresión generaron el 
surgimiento de movimientos progresistas que rompieron con tales 
regímenes, amenazando no solo las estructuras de poder de aquellos 
países, sino también los intereses de los países occidentales, los 
cuales, a fin de impedir la victoria de estas fuerzas progresistas, o 
con el objetivo de derrotarlas en caso de que gobernaran, establecieron 
y/o apoyaron a fuerzas radicales fundamentalistas islámicas, que eran 
profundamente antiprogresistas. País por país, tales movimientos 
recibieron una gran ayuda de los países occidentales. En Afganistán, el 
gobierno de EEUU ayudó a Al Qaeda, ayuda que quedó grabada en la famosa 
(en realidad infame) película Rambo III, en la que el héroe encarnado 
por Sylvester Stallone luchaba al lado de los fundamentalistas islámicos
 en contra del “demonio” comunista. En Egipto, el gobierno británico y 
el estadounidense apoyaron a los Hermanos Musulmanes a fin de parar el 
movimiento de liberación árabe de carácter laico y socialista dirigido 
por Gamal Abdel Nasser. En Sudán, los países occidentales apoyaron al 
Frente Nacional Islámico (National Islamic Front) para parar a las 
fuerzas socialistas. En Indonesia, EEUU y el Reino Unido apoyaron el 
golpe militar contra el gobierno de Sukarno, responsable de las mayores 
reformas progresistas que aquel país musulmán haya conocido. En 
Palestina, los gobiernos occidentales apoyaron en sus orígenes (con la 
ayuda de Arabia Saudí) a Hamas como manera de parar el P.L.O. 
socialista. En Irak, EEUU y el Reino Unido apoyaron a Saddam Hussein a 
fin de parar al Partido Comunista Iraquí y otros movimientos 
progresistas. Y así una larga retahíla de casos a lo largo de los 
territorios donde hoy hay conflictos.
Las alternativas a la guerra
Ahí está la raíz del problema. Si en 
realidad estos gobiernos quisieran parar estas guerras deberían cambiar 
sus políticas casi 180º. Tendrían que ayudar a que se hagan las reformas
 que beneficien a la mayoría de estas poblaciones, y no solo a una 
minoría. Y en cada uno de estos países, existen tales fuerzas políticas 
(enormemente reprimidas por el ISIS). El Partido de los Trabajadores de 
Kurdistán es un ejemplo de ello. Sus tropas están luchando exitosamente.
 Es a estas fuerzas a las que se tendría que apoyar, pues son las que 
viven en aquellos territorios y representan los intereses de las clases 
populares de estos países.
Hoy el gran interrogante es qué fuerzas 
políticas canalizarán el enorme enfado de las clases populares de los 
países árabes y/o de cultura musulmana. Las alternativas son claras. O 
son las fuerzas progresistas (lo que, con razón, afectará a los 
intereses de grupos económicos enormemente influyentes sobre los Estados
 del mundo occidental), o serán los fundamentalistas religiosos 
islámicos que, sin resolver la enorme miseria en estos países, se 
perpetúan en el poder a base de la ideología religiosa que relativiza el
 dolor y la muerte como un paso para llegar a la eternidad.
La integración de la población musulmana en los países occidentales
Es igualmente importante que se integre a
 la población inmigrante musulmana en los países occidentales donde 
tales poblaciones están discriminadas, dando pie al radicalismo 
fundamentalista islámico en el seno de tales comunidades (de donde salen
 la mayoría de terroristas que atemorizan a la población europea). 
Siempre que haya guetos con altas concentraciones de población de 
religión islámica en las ciudades occidentales, habrá radicales 
fundamentalistas islámicos. Y también hay que prohibir el flujo de 
armas, dinero y adoctrinamiento a los islamistas fundamentalistas que 
proceden de países harto conocidos y apoyados por las estructuras de 
poder de Occidente. Y es también necesario que se resuelva el conflicto 
Israel-Palestina, con un claro apoyo al pueblo palestino, brutalmente 
discriminado por el Estado israelí, que es fuente constante de 
radicalismo islámico. A no ser que estos cambios se realicen, creo que 
la situación irá de mal en peor. Así de claro.
 
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