Es una pena. Más de 8 millones de euros se nos van al año a la Casa Real y, ¿para qué? Para que ni siquiera con ese dinero, que según el artículo 65 de la Constitución es “para el sostenimiento de su familia y su casa”, se haya podido educar como es debido a la infanta Cristina. A pesar de su licenciatura en Ciencias Políticas o de su máster en Relaciones Internacional por la Universidad de Nueva York, a pesar de los más de 200.000 euros que ha ganado en La Caixa por un trabajo de media jornada, esta mujer intervenía tanto en la economía familiar de su casa como el florero del salón.
Se dejaba llevar por su marido y éste, por la Casa Real y los asesores… Todos eran malos, menos ellos. Ella no sabía que cuando firmas un papel asumes responsabilidad sobre lo que determine ese documento y él no tenía ni idea de que su secretaria, según él, se pegaba la vida padre con la tarjeta de crédito de la empresa… o que su empleada doméstica estaba en nómina de la fundación. Nada… pobres. Y mientras en Suiza, costándonos a todos los españoles 300.000 euros, que salen de nuestros bolsillos, porque ahí sí aplica el mensaje publicitario de que ‘Hacienda somos todos’.
Y una vez admitido por ella su papel de mujer florero en lo que a finanzas se refiere y el de lelo empresarial por él, en otro alarde de ‘tengo cosas que ocultar’, la infanta se negó a responder a ninguna pregunta de la acusación particular que, recordemos, es la única acusación en el proceso, puesto que en lo que respecta a la Borbona, la Fiscalía siempre ha actuado como defensor de oficio. Sí respondió, en cambio, a las preguntas de su abogado, pactadas, ensayadas una y otra vez… sólo le faltó mirarse la ‘chuleta’ en la manga de la camisa al dudar alguna respuesta…
No se quiso exponer a que, como le sucediera un día antes a su marido -ese por el que se dejó llevar por amor y ahora ni le mira a la cara-, su rostro se viera absolutamente desencajado cuando la acusación le preguntó por el rey Juan Carlos. Fue con motivo de la introducción de un correo electrónico que no había sido admitido en el proceso y que ‘se coló’ por equivocación…
Finalmente sería retirado y la acusación reprendida por parte de la magistrada, pero la expresión de pánico de Urdangarín, su cara pálida, sus ojos fuera de las órbitas buscando a su abogado… no tuvieron precio. Fue ahí cuando el marido de la infanta admitió -aunque luego lo haya negado- que informó al rey Juan Carlos de sus actividades y le pidió ayuda.
Lo que no han negado ninguno de los dos es que la Casa Real supervisaba todo. Es implica que se confirmarían las sospechas de muchos españoles: siempre ha habido algo podrido en Zarzuela. Personalmente, me da igual si no era directamente el rey Juan Carlos el que supervisaba y daba el visto bueno a las operaciones de Urdangarín y compañía, lo que importa es lo que hacía personal de su máxima confianza y sobre los que él tiene una responsabilidad.
Sin embargo, en este país, nunca se arrojará luz suficiente sobre este asunto y, si se hiciera, los poderes públicos preferirán presentar una monarca tonto que culpable, a uno que tampoco se enteraba de nada, sólo de embolsarse sus más de 8 millones de euros todos los años y de llenarse de orgullo y satisfacción. Esta es nuestra monarquía. Disfrútenla… o no.
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