El buen vecino y su niño prodigio. Por Iroel Sánchez.
Amor recién nacido al fin, la relación entre Barack Obama y Mauricio Macri ha tenido una intensidad adolescente.
Durante su 
reciente visita a la Argentina, el presidente de Estados Unidos se 
esforzó en explicitar su identificación con el accionar del gobierno de 
la alianza Cambiemos, alabó lo hecho por este aumentando el desempleo y 
subendo las tarifas de servicios básicos como agua, electricidad y 
transporte público, en el breve período de cien días gobernando por 
decreto y  lo destacó como un “ejemplo”. Dijo entonces Obama, según artículo del diario español El País titulado “Obama consagra a Macri como aliado privilegiado de EEUU en América Latina“: 
“Visto
 el interés del presidente Macri en la transparencia, la rendición de 
cuentas, la reforma económica en Argentina está dando un ejemplo para 
otros países del hemisferio.”
Apenas una 
semana después Macri estaba en la Casa Blanca y de nuevo se fotografiaba
 con la sonrisa del primer presidente afroamericano de la historia que 
no ha dejado lugar a dudas, a pesar de unos días antes haber elogiado la educación y la salud cubanas, de que su opción es la imposición del neoliberalismo a ritmo de contingente y el regreso de empresariado al poder.
La nueva 
política del gobierno estadounidense hacia América Latina parece trensar
 en un solo haz tres líneas de conducta pero no olvida dejar claras sus 
preferencias. La continuidad de la hostilidad hacia los gobiernos 
antineoliberales de la región, cuyo escalón más alto es la reiteración 
de Venezuela como “amenaza extraordinaria” a la seguridad nacional de 
los EEUU, se combina ahora con la conversión de Argentina -carente aun 
de la ingobernabilidad del otro gigante neoliberal, México- en el 
“modelo” para el subcontinente y el intento de la destrucción simbólica 
de la rebeldía cubana que en la misma gira que lo llevó a Buenos Aires 
protagonizara Barack Obama.
En 
Venezuela, Ecuador y Bolivia las embajadas de EEUU trabajan a todo vapor
 con las oligarquías locales y el poderío comunicacional que mantienen 
intacto en esos países a través de los medios privados globales y 
nacionales. Mientras, en Brasil, el golpe contra el gobierno de Dilma 
Rouseff avanza animado por los Macri del gigante sudamericano.
El error de 
dejar intacto el aparato del estado burgués comienza a pasar su cuenta 
más temprano que lo previsto y a la clase media que -como ha dicho 
Silvio Rodríguez- es la más reaccionaria por estar a medio camino entre lo que aborrece y lo que ilusiona
 no se le puede pedir que tenga memoria para recordar quién la sacó la 
de la pobreza ante una guerra encabezada por aquellos a quienes desea 
parecerse. Allí donde ha crecido, gracias a las políticas 
antineoliberales, Washington la saca a combatir para restablecer el 
neoliberalismo que volverá a hacerla enflaquecer, y en Cuba, cuya 
oligarquía está en Miami, hay que convertirla, en palabras del Subsecretario de Estado Anthony Blinken, en el “mejor intrumento” para llevar la Isla al capitalismo. 
El escándalo que acaba de desatarse con los “Papeles de Panamá” involucra a Macri en
 una lista de sociedades en paraísos fiscales junto los primeros 
ministros de Georgia e Islandia, el rey de Arabia Saudita, Salmán bin 
Abdulaziz; el presidente de Ucrania, Petro Poroshenko; la hermana del ex
 monarca de España, Pilar de Borbón ente muchos otros amigos de EEUU. El
 vocero de Macri ha dado una explicación que revela su alianza con la misma clase que quiere dar lecciones de ética a Dilma Rouseff:
“Dicha
 sociedad, tenía como objeto participar en otras sociedades no 
financieras como inversora o holding en Brasil. Estuvo vinculada al 
grupo empresario familiar. De allí que el Sr. Mauricio Macri fuera 
designado ocasionalmente como director, sin participación accionaria”
La empresa 
del actual presidente argentino fue registrada en las islas Bahamas 
entre 1998 y 2009, sin embargo,  cuando fue electo como gobernador de 
Buenos Aires en 2007, el actual presidente de Argentina no incluyó en su
 declaración jurada su relación con esa compañía. El niño prodigio al 
que Obama elogió por su “transparencia” y “rendición de cuentas” parece 
que está haciendo quedar un poco mal a su enamorado promotor.
