Un discurso del Che para la Cuba actual
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Sobre este discurso del Comandante Ernesto Che Guevara acerca de Antonio Maceo, Fernando Martínez Heredia planteó en un texto que publicamos ayer. 
“todo
 él tiene la pertinencia, la grandeza y la fuerza extraordinaria de 
quien supo comprender lo fundamental y actuar siempre como 
revolucionario en consecuencia, y comprobé que todo, hasta la última 
línea de aquel discurso del Che a Maceo en 1962 parece escrito para la 
Cuba actual, para ayudarnos en esta hora crucial, para ser publicado hoy
 en alguno de nuestros principales medios de comunicación”
Fue pronunciado por el Che el 7
 de diciembre de 1962, aniversario 66 de la caída en combate del Titán 
de bronce y aquí está hablándonos sobre el presente y el futuro.  
Compañeros:
Hoy se 
cumple un año más, el 66 aniversario de la caída del Titán de Bronce en 
la lucha por la liberación de Cuba. Como todos los años, el pueblo de 
Cuba acude a rendirle su homenaje.
A través de 
estos años de recordación se ha visto desfilar ante su monumento siempre
 al mismo pueblo, pero en esta tribuna, representantes de muy diversas 
tendencias sociales. Hoy, que estamos en la tarea de la construcción del
 socialismo en Cuba, que empezamos una nueva etapa de la historia de 
América, el recuerdo de Antonio Maceo adquiere luces propias. Empieza a 
estar más íntimamente ligado al pueblo, y toda la historia de su vida, 
de sus luchas maravillosas y de su muerte heroica, adquiere el sentido 
completo, el sentido del sacrificio para la liberación definitiva del 
pueblo. Maceo no estuvo solo en esa lucha. Fue uno de los tres grandes 
pilares en que se asentó todo el esfuerzo de liberación de nuestro 
pueblo. Con Máximo Gómez y Martí, constituyeron las fuerzas más 
importantes, las expresiones más altas de la Revolución de aquella 
época.
Cuando 
Maceo, con Panchito Gómez Toro -el hijo de Gómez- al lado, rendía su 
vida par la liberación de Cuba, ya Martí lo había hecho un año antes; ya
 la cabeza política más firme y más profunda de las fuerzas de 
liberación había dejado de pensar, y no se veían en el horizonte los 
dirigentes capaces de llevar la guerra revolucionaria en Cuba hasta los 
extremos de liberación total de todos poderes coloniales; más aún 
quienes fueron sus herederos ni siquiera tuvieron la penetración 
suficiente para comprender el alcance de los planes yanquis y toda la 
maligna maniobra que estaba encerrada en el Maine y en lo que siguiera.
Es así como 
aquella guerra de liberación, que formalmente terminara en el 98 y que 
llegara también a una culminación formal en 1902, con la independencia, 
no había acabado ni mucho menos.
Lo que hoy 
tenemos es su continuación directa, pero más aún, podemos decir que 
desgraciadamente hoy tampoco ha acabado la tarea de liberación de Cuba. 
Mientras el enemigo imperialista mantenga sus garras fuertes, mantenga 
su apetito, sus deseos de destruir nuestra Revolución, tenemos que 
seguir en pie de guerra, y sigue para nosotros, tan viva y tan presente 
como en los días de la gesta gloriosa del 68 o del 95, la historia y los
 ejemplos de Antonio Maceo y de todos los hombres de aquella época, que 
lucharon treinta largos años por dejar los cimientos de lo que hoy 
estamos construyendo.
Antonio Maceo tiene dos momentos, los más importantes de su vida, los que lo definen como hombre y como genio militar.
El primero 
de ellos es cuando contra todas las corrientes, contra todos los 
conformismos, contra todos los desesperados que querían alcanzar algún 
tipo de paz después de 10 años de lucha cuando se desintegra el Ejército
 de Liberación y se firma la Paz del Zanjón, Antonio Maceo expresa la Protesta de Baraguá
 y solo trata de seguir la lucha en condiciones imposibles. Aquel 
pequeño ejército de la manigua estaba, sin embargo, estructurado como un
 remedo de cualquier país que poseyera todo el territorio, tenía 
Congreso, Presidente, Delegados, Ministros y separación total entre la 
fuerza combatiente y la fuerza civil.
En el año 
78, las profundas crisis que dividían el campo patriota se habían 
acentuado tanto que la unidad de mando y la autoridad se habían perdido 
totalmente. Y la Protesta de Baraguá fue el último intento de un 
espíritu noble por continuar una lucha a la cual ya venía dedicado desde
 diez años antes. Fue infructuosa en ese momento, pero se continuó en la
 idea. Y todos los grandes patriotas, algunos en Cuba, otros diseminados
 por el Caribe o por otros países de América, tercamente, mientras 
envejecían en el empeño, iban tentando una y otra vez volver a la Patria
 para darle su libertad.
En el año 95
 lo lograron por fin. Tras las primeras escaramuzas se organizó un 
ejército, con características de tal, bajo la jefatura de Máximo Gómez. Y
 entonces se preparó la segunda de las hazañas definitorias de la vida 
de Maceo: la Invasión.
Organizándolas
 pacientemente, a sus tropas, nutriéndolas con una fuerte caballería, 
amparados en el escaso poder de fuego de la infantería de aquella época,
 con movimientos continuos, con marchas y contramarchas, combatiendo sin
 cesar casi día a día, atacando fulminantemente la mayoría de las veces,
 resistiendo a pie firme los ataques otras, Antonio Maceo cruzó la Isla 
de una punta a la otra y llevó el fuego revolucionario a provincias que 
no lo habían conocido en la anterior etapa de la guerra de liberación.
Para hacer 
esto que hoy se puede referir en pocas palabras, se necesitaba un 
inmenso poder de organización, una inmensa fe en la victoria, y en la 
capacidad de lucha de sus hombres, y un poder de mando extraordinario 
para ejercerlo día a día durante años de lucha en condiciones 
extremadamente difíciles, con bajas constantes, donde los heridos 
corrían el peligro de ser muertos inmediatamente si caían en poder de 
los españoles, donde los ejércitos españoles con capacidad de movilidad 
ya a fines del siglo XIX, capacidad y movilidad suficientes como para 
concentrar grupos de ejército grandes, trataban de cercarlo 
constantemente y lo acosaban una y otra vez. Cuando Maceo deja el 
Ejército de Occidente, cruza la Trocha y llega a esta zona donde 
perdiera la vida, se había cumplido su tarea fundamental, la Revolución 
estaba encendida en todo el territorio de Cuba.
Pero también
 es cierto que ya en ese momento, tácticamente, las tropas españolas 
estaban aprendiendo a luchar contra la nueva modalidad, contra el avance
 inesperado de las fuerzas patriotas y se estaba neutralizando su 
empeño.
La muerte de
 Maceo prácticamente selló la suerte de las tropas de Occidente como 
poder combatiente, y quedaron, en lo fundamental, las tropas de Las 
Villas, dirigidas personalmente por Gómez, y las tropas de Oriente 
dirigidas por Calixto García, sosteniendo el peso fundamental de la 
lucha.
Después vino
 el Maine, vinieron los norteamericanos, vino la Enmienda Platt, 
vinieron cincuenta años de penumbra en nuestra vida, de preparación para
 las nuevas batallas, de intentos repetidos por distintos patriotas que 
fracasaban y a veces morían en el empeño, como Guiteras, como Julio 
Antonio Mella, como tantos otros, que fueron jalonando la historia de la
 lucha revolucionaria de nuestro país. Pero hemos llegado a un momento 
donde el machete de Maceo vuelve a estar presente y vuelve a adquirir su
 antigua dimensión. Hemos pasado por la prueba más dura que puede pasar 
pueblo alguno, hemos estado frente a la destrucción atómica, hemos 
mirado al enemigo preparar su 
inmenso caudal de cohetes, de armas de destrucción de todo tipo, y hemos visto cómo apuntaba todo ese arsenal hacia Cuba, hemos oído sus amenazas y hemos visto sus aviones, surcando nuestros aires. Y este pueblo, digno de Maceo, de la estirpe de Maceo, de Martí, de Máximo Gómez, no tembló, ni siquiera vaciló. Y el mundo moderno ha visto el espectáculo extraordinario de un pueblo entero que se preparaba a la peor de las catástrofes con una moral increíble.
inmenso caudal de cohetes, de armas de destrucción de todo tipo, y hemos visto cómo apuntaba todo ese arsenal hacia Cuba, hemos oído sus amenazas y hemos visto sus aviones, surcando nuestros aires. Y este pueblo, digno de Maceo, de la estirpe de Maceo, de Martí, de Máximo Gómez, no tembló, ni siquiera vaciló. Y el mundo moderno ha visto el espectáculo extraordinario de un pueblo entero que se preparaba a la peor de las catástrofes con una moral increíble.
Todas las 
historias de las grandes luchas heroicas de la humanidad podían 
resumirse -sin exagerar, sin pensar que es un “chovinismo” excesivo- en 
estos momentos de la historia de Cuba.
Nuestro 
pueblo todo fue un Maceo, nuestro pueblo todo estuvo disputándose la 
primera línea de combate en una batalla que no presentaría quizás líneas
 definidas, en una batalla donde todo sería frente y donde seríamos 
atacados desde el aire, desde el mar, desde la tierra, cumpliendo 
nuestra función de vanguardia del mundo socialista en este momento, en 
este lugar preciso de la lucha.
Por eso, sus
 palabras, sus frases tan queridas resuenan tan hondo en el corazón de 
los cubanos, y es de obligada recordación esa frase que está inscripta 
al costado del monumento: “Quien intente apoderarse de Cuba, recogerá el
 polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha”. Ese fue
 el espíritu de Maceo y ese fue el espíritu de nuestro pueblo.
Hemos sido 
dignos de él en estos momentos difíciles que acaban de pasar, en esta 
confrontación donde hemos estado a milímetros de la catástrofe atómica.
Eso es lo 
que hoy podemos mostrar con orgullo ante su recuerdo y ante el mundo, y 
repetir cada una de las frases de Maceo, ejemplo de un revolucionario 
que lucha por la liberación de su país, y repetirlas hoy con la misma 
fe, con misma encendida fe en el porvenir de la humanidad, en el 
porvenir de todo lo noble de la humanidad, en el porvenir socialista de 
la humanidad, y repetir también -cambiando quizás levemente sus frases –
 que mientras quede en América, o tal vez mientras quede en el mundo un 
agravio que deshacer, una injusticia que reparar, la Revolución Cubana 
no puede detenerse, debe seguir adelante y debe sentir en sí los males 
de este mundo oprimido en que nos ha tocado vivir, debe hacer suyos los 
sufrimientos de pueblos que, como el nuestro hace pocos años, levantan 
la bandera de la libertad y se ven masacrados, destruidos por el poder 
colonial.
Y no solo 
aquí en América donde tantos lazos nos unen, en el África, en el Asia, 
dondequiera que un pueblo en armas levante cualquier arma -que puede ser
 el símbolo del machete de Maceo o del machete de Máximo Gómez- donde 
los dirigentes nacionales de sus pueblos levanten su voz –que puede ser 
el símbolo de la voz de Martí-, allí nuestro pueblo debe ir con su 
cariño, con su comprensión inmensa. Un pueblo que sale de la prueba de 
la que ha salido el nuestro, no puede mantenerse indiferente ante 
ninguna injusticia en ningún lugar del mundo; dejaría de ser martiano, 
además, si permaneciera indiferente cuando en algún lugar del mundo los 
poderes represivos masacran al pueblo.
Por eso hoy 
levantamos el pensamiento de nuestros grandes héroes, de los luchadores 
de aquella guerra gloriosa, y lo hacemos nuestro y lo repetimos una y 
otra vez, porque no han sido nada más que fases de la misma lucha de la 
humanidad por deshacerse de la explotación. Porque todas las frases de 
Antonio Maceo, de Martí o de Gómez, son aplicables hoy en esta etapa de 
la lucha contra el imperialismo, porque toda su vida y toda su obra, y 
el final de su vida, no es nada más que un jalón que marca el mismo 
largo camino de liberación de los pueblos.
Y por ese 
camino ha marchado el pueblo de Cuba. Por el camino de la lucha, de la 
lucha cruenta, sin descanso, contra el poder colonial, están marchando 
muchos pueblos del mundo y, día a día, se levantan nuevos machetes en 
distintas partes de distintos continentes, para decirle al imperialismo 
que, cuando las razones no bastan, también está la fuerza del pueblo, y 
para enseñarle al imperialismo que cuando el pueblo se une no hay fuerza
 de las armas que pueda detenerlo. Lo parará en una batalla, lo 
liquidará en algún momento, aprovechara sus momentos de debilidades, 
aprovechará a veces su credulidad, como el caso del infortunado héroe 
del Congo, Patricio Lumumba; pero nunca podrá detener el avance de los 
pueblos.
Y frente a 
su soberbia bestial, frente a su afán de aniquilar a todo lo que es puro
 en el mundo, se alzan los hombres, se alzan los hombres dirigidos por 
gente que levanta las banderas de Martí, de Maceo y de Gómez.
Y en cualquier lugar del mundo, donde esas banderas tremolen, allí debemos dirigir nuestras miradas y nuestro saludo.
Y frente al 
imperialismo que nos amenaza hoy, con tanta furia como ayer, con tanto 
deseo de destruirnos como ayer, que prepara en silencio su nuevo artero 
ataque, sacamos el arsenal de todas nuestras fuerzas y de toda nuestra 
fe; mostramos las frases de todos nuestros grandes combatientes que 
representan la voluntad del pueblo y agregamos lo nuevo, lo último, lo 
que nuestro pueblo ha fabricado en esta última etapa de su experiencia 
histórica, para lanzarlo una y otra vez a la cara del imperialismo.
¡Patria o muerte! ¡Venceremos!
Fuente: Che Guevara, Ernesto: Obras. 1957-1967, Casa de las Américas, La Habana, 1970.
