Brasil: de potencia a república bananera. Por Ángel Guerra Cabrera
Las
 primeras medidas económicas anunciadas por el capo golpista de Brasil 
Michel Temer no han sorprendido, salvo tal vez por su extrema dureza. 
Confirman uno de los objetivos fundamentales del circo disfrazado de 
inicio de juicio de procedencia montado por las dos cámaras del Congreso
 para suspender ¿provisionalmente? a la presidenta Dilma Rousseff y 
quiénes están detrás de la jugada. La luz verde del Legislativo al 
inicio del impeachment no habría podo darse sin la complicidad 
del Tribunal Supremo Federal, ni se hubiera podido llevar a cabo sin la 
campaña contra la supuesta corrupción de Lula, Dilma, y el PT, 
implementada por la poderosa corporación multimedia Globo y demás medios
 hegemónicos brasileños.
El
 “ajuste” fiscal dado a conocer es probablemente más brutal que el que 
implementa Macri en Argentina y casi tan draconiano como el comprometido
 por la contrarrevolución en Venezuela con sus jefes y socios de 
Washington, Miami, Madrid y Bogotá, si llegara a triunfar. Más grave, un
 presidente no electo desconoce el endoso al rumbo petista dado por los 
electores.
Algunas
 de estas medidas, aunque menos lesivas socialmente, no le fueron 
aprobadas por el Congreso a Dilma, quien erróneamente intentaba 
enfrentar solo con ellas la caída del precio de las exportaciones. Pero 
en el formato actual implicarían la anulación o reducción significativa 
de los planes sociales de los gobiernos del PT.
Habrá
 grandes recortes en educación, salud y vivienda popular. Se suprimirán 
los subsidios que se entregaban a pequeños productores agrícolas y 
microempresarios, o los créditos otorgados a estudiantes de bajos 
recursos para cursar carreras universitarias, con cuotas que propiciaban
 a negros e indígenas recibirlos también, incluyendo becas completas 
para los de altos promedios. No en balde el de Temer es el primer 
gabinete después de las dictaduras militares integrado totalmente por 
hombres blancos y ricos. Solo por eso es ya muy excluyente en uno de los
 países del mundo donde existe más desigualdad social  y mezcla racial.
Otra
 disposición es la liquidación y venta a los grandes especuladores de 
las acciones del multimillonario fondo creado en el gobierno de Lula 
para financiar a futuro el gasto en educación con parte de las ganancias
 del campo hidrocarburífero Tupi. Una ley para la privatización del 
campo es apoyada por Temer, que entregaría a las transnacionales el 
yacimiento más importante de PETROBRAS.
Otra
 medida debilita al BNDES, el banco público de desarrollo mayor del 
mundo, al obligarlo a pagar una deuda al tesoro público de 28  mil 
millones de dólares, a la vez que el crédito se reserva solo para los 
grandes negocios. Analista anuncian una profunda financierización de la 
economía en beneficio de los grandes bancos de Estados Unidos a costa de
 la banca pública y privada brasileña.
El
 débil gobierno de Temer sufrió esta semana dos duros golpes al ser 
obligado por una movilización extraordinaria de la comunidad artística e
 intelectual a restablecer el Ministerio de Cultura, que había disuelto,
 y sufrir la renuncia de su hombre más cercano, el corrupto ministro de 
planeamiento Romero Jucá. Este se vio forzado a ello al filtrarse una grabación en la que reconoce que el objetivo del impeachment era parar las investigaciones por el caso  lava jato,
 en que están involucrados un gran número de políticos y empresarios. En
 fin de cuentas, el caso fue impulsado contra Dilma, el PT y, sobre 
todo, contra Lula, para impedir que compita por la presidencia en 2019, 
cuando no existe la menor prueba de que ella y su mentor se hayan 
beneficiado de la trama y son pocos los miembros del PT implicados.
Si
 Temer lograra que el Congreso apruebe este paquete de medidas, más 
otras que -dijo- vendrán, Brasil volvería a ser república bananera. De 
la potencia mundial miembro de los BRICS y líder de la unidad 
latino-caribeña en que lo convirtieron Lula y Dilma, quedaría reducido a
 la nada. La misma que acompañó a Chávez y a Kirchner en la derrota del 
ALCA y la creación de UNASUR e impulsó junto al venezolano, Cristina, 
Evo, Correa, Fidel y Raúl, y otros líderes revolucionarios y 
progresistas, el cambio de época en nuestra región.
En
 América Latina y el Caribe, será muy difícil derrotar al nuevo sujeto 
colectivo que hicieron emerger los gobiernos revolucionarios y 
populares, desde la ignominiosa postración, al respeto por primera vez 
de su dignidad y reconocimiento de sus derechos, a una participación 
social y política que antes no tuvo.
Twitter:@aguerraguerra
