“House of Cards” y la ficción de los Derechos Humanos en Estados Unidos (+ Video). Por Yeniel Cabrera Duardo
Claire
Underwod es una mujer de sensual esbeltez a sus 48 años, pero fría,
calculadora y maquiavélica. Roza con lo inescrupulosa y vil, pareciera
que compite con su esposo, Frank Underwod, el POTUS de la serie “House
of Card”, no solo por el poder político, sino por la malevolencia y la
crueldad. Tanto es así que, a mi modo de ver como espectador, ha sido
ese precisamente un elemento esencial en el éxito y, aunque parezca
insólito decirlo, hasta un motivo de raro afecto hacia sus personajes en
la serie que ya ronda en su cuarta temporada.
“House of
Cards” es un dramatizado de corte político, que acapara la atención
internacional desde su estreno el 1 de febrero del 2013. Como parte de
su trama se adentra en el enrevesado sistema político norteamericano y
su “democracia”, a partir de la ambición de sus protagonistas por llegar
a lo más alto del poder político en ese país, a cualquier precio. Logra
desnudar y mostrar casi tal cual son, desde el argumento del guion
hasta la escenografía, todos los entresijos, inmoralidades y corrupción
de la política norteamericana.
La
caracterización del personaje de Claire está contrapuesta al simple
significado que conforman las palabras “derechos humanos”. Sería una
burla y hasta parte del cinismo asociarla en su condición de “first
lady” como defensora de aquella Declaración Universal que en 1948 aprobó
la Asamblea General de la ONU “como ideal común” de todos los pueblos
del mundo.
Sin embargo,
la vida transcurre más allá del plató. Y Robin Wright, la actriz que
interpreta tan brillantemente este papel, acapara titulares por estos
días, no por el protagónico en cuestión, sino por la denuncia al ultraje
de sus Derechos Humanos como mujer en Estados Unidos.
Wright reveló en una reciente entrevista concedida a Judith Rodin,
presidenta de la Fundación Rockefeller, la presión que tuvo que ejercer
sobre Netflix, empresa del entretenimiento encargada de la serie, para
recibir un pago igualitario con respecto a su compañero y coprotagonista
Kevin Spacey (Frank Underwod).
Su reclamo
parece sui generis, pero se une al de millones de mujeres que día a día
ansían por ver cumplido este derecho en Estados Unidos. La afamada
actriz planteó en la entrevista:
“Es una
pandemia, enfrentémoslo, la desigualdad. Las mujeres ganan el 82% de sus
contrapartes masculinas, más o menos en promedio. Tienes que
avergonzarlos y culparlos, y yo lo hice con mi programa recientemente.
Les dije: quiero ganar lo mismo que Kevin (Spacey). Porque el paradigma
es perfecto un ejemplo para usar, porque hay pocos programas de TV en
los que el patriarca y la matriarca sean iguales y lo son en House of Cards.
Revisé estadísticas y el papel de Claire Underwod es más popular que el
de él durante un tiempo en esa temporada, así que capitalicé ese
momento. Les dije: o me pagan o lo vuelvo público. Y lo hicieron”.
Robin traza
su estrategia y habla de avergonzar y culpar, de paradigmas, de
competencia y popularidad. Pero, ¿dónde quedan los instrumentos legales
que amparan los derechos que le están siendo negados?
La Declaración Universal de los Derechos Humanos expresa que: “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos…” y más adelante agrega que “toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual”. Estados Unidos fue una de las 58 naciones que el 10 de diciembre de 1948 firmó dicha Declaración.
Y porque la
vida tiene esa paradoja que desafía el más común de los sentidos, nos
encontramos con que fue precisamente a una mujer norteamericana, Eleanor
Roosevelt, viuda del presidente de EE.UU
Franklin Delano Roosevelt, quien tuvo la responsabilidad de presidir la
Comisión encargada de elaborar y proponer este documento.
Pero más
allá del lenguaje virtuoso de tan trascendental Declaración, esta
constituyó acicate para que se conformaran 61 instrumentos
internacionales de Derechos Humanos sobre diversos tópicos, entre ellos
precisamente los que protegen la igualdad de género, incluido el trabajo
y el salario, sea hombre o mujer. Cabe mencionar por ejemplo: el “Convenio
relativo a la igualdad de remuneración entre la mano de obra masculina y
la mano de obra femenina por un trabajo de igual valor (1953) o “La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (1979)”. Esta última señala que, “Los
Estados Partes adoptarán todas las medidas apropiadas para eliminar la
discriminación contra la mujer en la esfera del empleo…” y se adentra en los derechos a iguales condiciones y salarios.
Y viene
entonces a comprenderse la causa principal del reclamo de la actriz
Robin Wright. Ninguno de estos dos instrumentos de Derechos Humanos
figura en la lista de los 18 que Estados Unidos apenas ha suscrito y por
lo que se aprecia tampoco cumple como debiera la Declaración Universal,
que reconoce y que tanto usa a su antojo.
Sin embargo,
Cuba, nación a la que desde ese país pretenden moralizar en paños muy
menores, la situación es bien diferente. Entre los 44 instrumentos
internacionales de los que la Isla es Parte, se encuentran los dos
citados con anterioridad que protegen a la mujer de cualquier tipo de
discriminación. Además, la Constitución de la República deja clara la
igualdad salarial, sin distinción de sexo; y el Código del Trabajo,
actualizado y aprobado en el 2014, consagra este derecho fundamental y
además se proyecta en la protección de la mujer en el área laboral.
En los
últimos meses el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros,
General de Ejército Raúl Castro Ruz, ha sido enfático en la politización
que se pretende contra Cuba en la manipulación inmoral del tema de los
Derechos Humanos. Frente al Presidente Obama, durante su visita a La
Habana en marzo pasado, señaló:
“¿Qué
país los cumple todos…? Ninguno, unos cumplen unos, otros cumplen
otros…. habrá otros que cumplan más, y muchos que cumplen menos. No se
puede politizar el tema de los derechos humanos, eso no es correcto.”
Meses antes,
durante el debate general del 70 período de Sesiones de la Asamblea
General de las Naciones Unidas, el 28 de septiembre de 2015, expresó que
es inaceptable “que se distorsione la promoción y protección de los
derechos humanos, utilizándolos de forma selectiva y discriminatoria
para validar e imponer decisiones políticas.
… A
pesar de que la Carta nos llama a “reafirmar la fe en los derechos
fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona
humana”, el disfrute de los derechos humanos continúa siendo una utopía
para millones de personas.”
El caso de
Wright es una muestra, eso sí microscópica, del doble rasero en la
manipulación del tema y a la vez el reflejo de las utopías pendientes.
Su caso es la excepción de la regla. Su victoria, la de haber logrado
una remuneración por igual trabajo respecto a un hombre, de cerca de
medio millón de dólares por cada capítulo, no fue un acto de justicia o
reivindicación social del sistema, sino de conveniencia comercial.
Continuarán en el espectro social norteamericano toda una legión de
mujeres discriminadas.
Un reporte
en el sitio digital de CNN en español de noviembre del 2015 señala que
en Estados Unidos, las mujeres ganan, más o menos, dos tercios de lo que
los hombres reciben por el mismo trabajo, situación que ha empeorado
respecto al año anterior. Actualmente el país ascendió a la posición 74
(en el 2014 ocupaba la 65) en cuanto a la igualdad salarial entre 145
naciones. Pero el panorama no es alentador. Según el Foro Económico
Mundial en su más reciente informe sobre la Brecha de Género Global,
este problema tardará 118 años en solucionarse.
La cuarta
temporada de “House of Cards” superó las anteriores y dejó una estela de
expectativas e incógnitas. En este escenario me pregunto si para la
próxima entrega, Claire Underwod lanzará un proyecto legislativo por la
igualdad de la mujer en la esfera laboral, y así ver cumplido este
derecho aunque sea desde la ficción, o entrará en un dilema matrimonial y
presidencial por ganar ella lo mismo que Frank Underwod. Estará por
verse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario