Por una herejía fecunda. Por Carlos Luque Zayas Bazán
“El socialismo no solo puede, sino que debe ser democrático, aunque no en el sentido que el sistema capitalista otorga al término. Debe y puede ser más participativo, más inclusivo, más solidario, más representativo. Debe y puede defender la individualidad, no el individualismo, porque el socialismo es el único camino capaz de transformar a las masas en colectivos de individuos.”
Enrique Ubieta. En: “Ser revolucionario en Cuba, hoy“
He leído con mucho interés el texto titulado “Diálogo cubano“, publicado en el blog La Joven Cuba y reproducido en La pupila indsomne, firmado por Osmany Sánchez Roque.
Destacan en 
este artículo las ideas y los principios frontalmente expuestos, y 
también algo sólo habitual en la juventud cuando la rebeldía hereje no 
se incinera inútilmente en el fuego fatuo del narcisismo, y es hacer la 
tarea mayor que es volcarse en el servicio generoso y efectivo. Y eso, 
que en épocas tensas tiene igual o más importancia, exige aunar la 
pasión de  la crítica con la lealtad lúcida. Una mirada crítica no más 
atenta al relieve personal que a la causa en que cree y defiende.
Llama a la 
crítica sin cortapisas ni anteojeras, pero no cae en la trampa de la 
hipercrítica, porque no hace laboreo gustoso y enfático en el subsuelo 
sombrío de los errores y las dificultades, sin dejar de mencionarlas y 
llamar al examen, al diálogo, a la participación y al debate necesarios.
Hay que 
reconocer aquí la madurez alcanzada en el ejercicio del criterio, en que
 importa más la causa colectiva que la vanidad personal. Frecuentemente 
la hipercrítica deriva en ego herido cuando las propias ideas no son 
aceptadas. El servicio desinteresado a una causa justa siempre está 
dispuesto a la rectificación de sus concepciones, porque comprende que 
el valor de la causa es superior al que pretenda sea su mérito personal.
 Por eso, además de las ideas, creo muy útil el espíritu de la letra de 
este artículo. Creo que es necesario apuntarlo, porque algunos talentos 
valiosos de pueden perder en su etapa de formación cuando alimentan el 
mérito individual con la importancia superior de un proyecto, y no al 
revés. Es una de las exigencias que están en la base de aquella 
afirmación: la patria es ara y no pedestal.
El autor se 
percata  de los reproches eventuales que se le puedan oponer por no 
rendir tributo a la moda de dar relieve acusado en las dificultades, esa
 prolija minería en búsqueda de los ángulos más sombríos, la 
ambivalencia que nada entre dos aguas, y que tan buenos ecos tiene ahora
 en ciertas latitudes, cuando advierte que otros dirán que “lo debí 
decir de otro modo”…Precisamente su modo es ejemplo de que se puede ser 
crítico directo, franco e incluso implacable, como debe ser, pero no sé 
por qué se siente que la orilla desde dónde combate no regala resquicios
 para ser expropiada por falsos alabarderos o dudosos acompañantes.
Un rasero 
para medir la eficacia de la crítica revolucionaria hoy en Cuba, de la 
que este texto es un magnífico ejemplo, es notar qué medios externos a 
Cuba, o aquellos internos que hacen labor de zapa, la celebran. Tiene 
que haber algo esencialmente significativo en ello, tanto cuando la 
desconocen, como cuando la aplauden, como cuando la utilizan para sus 
propósitos. Creo que esa es la crítica y el periodismo que se necesita, 
sin ambivalencias, sin concesiones ni a una ni a otras corrientes que ya
 se evidencian. La herejía es necesaria, imprescindible, de ella surgió 
la Revolución y por ella crecerá, pero sólo cuando no se confunde con el
 egocentrismo de la vanidad. Los mayores herejes de la historia de Cuba 
son muestra y prueba de ello en toda la extensión.
Sin que le 
fuera posible un mayor desarrollo ahora de las ideas, el artículo se 
manifiesta certeramente contra el concepto de la falsa libertad de 
prensa y el pluripartidismo, propuestas que no casualmente las exigen a 
Cuba y es el caballo de batalla de los consejeros pluralistas, 
centristas y conciliadores que se fatigan por presentar a Cuba como un 
país sin democracia. Y con ello subraya sin vacilación un principio 
esencial que va a marcar sin dudas la lucha ideológica de la juventud 
militante y lúcida.
Negar el 
acceso  a la propiedad privada al control de la prensa es parte del 
sistema de pensamiento anticapitalista y antimperialista, principios que
 deben estar en el núcleo duro que define los límites traspasados lo 
cuales no habrá ya izquierda revolucionaria. Afirmar la necesidad de una
 voluntad política renovadora para que la prensa “cumpla mejor su papel”
 lo corona, cuando se complementa en la afirmación de que el tema a 
discutir en todo diálogo debe ser cómo seguir por la ruta de la 
construcción del socialismo.
El 
pensamiento nuevo afincado en lo valioso de la tradición, debe encontrar
 la forma mejor de unir a Cuba a la economía mundial; desatar al máximo 
posible las fuerzas productivas internas; estimular al  individuo para 
que la sociedad no se fragmente en mil intereses individualistas 
contrapuestos aupados por el cerco actual de la cultura hegemónica 
capitalista; crear la teoría y la práctica necesarias de un tipo de 
democracia que a la vez deudora de lo mejor de su tradición, contenga y 
desarrolle creativamente los elementos inéditos que ha venido 
construyendo la democracia cubana, no a la usanza capitalista, y saber 
defenderla; encontrar el modo cada vez más activo de hacer participar a 
las amplias capas de la juventud en la conducción del país. Refundar la 
unidad en las condiciones nuevas. Enriquecer la teoría contraria al 
pluripartidismo y la legítima identidad de la solución democrática 
cubana y la existencia de un partido. 
Derrotar al 
imperialismo en la lucha ideológica es una de las tareas fundamentales 
del pensamiento renovador. Que la crítica tan necesaria a las 
insuficiencias que se puedan deslindar de los desmanes del bloqueo, de 
lo hecho hasta este minuto, es decir, la crítica dirigida hacia lo 
interno del país, no olvide que se debe combinar sabiamente con la 
convicción anticapitalista y a vez con la consideración inevitable de la
 totalidad compleja de la geopolítica mundial.  
 Un 
pensamiento que se pretenda renovador y olvide esa interrelación fallará
 en dejar fuera una de las partes de esa ecuación fundamental. Lo que se
 puede lograr hacia el interior del país siempre estará fuertemente 
correlacionado con la gravitación de las realidades mundiales de la que 
no podemos desasirnos ni aislarnos.
Para que no 
entre a zancadas el gigante de las botas de siete leguas por los errores
 nuevos que se puedan cometer, o los errores viejos que puedan 
sobrevivir. Que no se olvide cuánto pesa y pesará siempre esa variable 
en todo lo que no ha podido hacer la más hereje revolución 
sobreviviente. Que no se olvide, no para justificar errores internos, 
sino para que no olvide considerar en las propuestas cuánto gravita 
todavía. En eso radica lo más difícil,  quizás más 
decisivamente que los frenos que puedan ponerle el conformismo.  No será
 suficiente sólo ser rebelde o inconforme, que son sus bases. Además se 
necesita mucho conocimiento y clarividencia política responsable para no
 dañar lo hecho, para no dejar de prever, porque no prever en política, 
es un crimen. Este artículo de Osmany Sánchez Roque aporta y señala esa 
dirección. En estos debates van empinándose también la voz y la acción 
de la vanguardia de su mejor juventud, la que Cuba necesita.
