Debate tecnológico en un marco de justicia económica. Sally Burch entrevista a Evgueny Morozov
Justo
 cuando el modelo neoliberal parece estar sumido en una crisis global de
 estancamiento económico y ha perdido cualquier semblanza de 
legitimidad, ha aparecido un nuevo sector de la economía globalizada que
 no sólo registra robustos márgenes de ganancia, sino que está 
reavivando la propia ideología neoliberal, bajo una nueva envoltura. Se 
trata de un puñado de corporaciones transnacionales de Internet que, a 
través de un proceso de rápida concentración oligopólica, ahora dominan 
la nueva economía digital.
La
 materia prima que estas empresas codician son los datos que extraen de 
casi todas las transacciones y comunicaciones en línea, en todo el 
mundo. Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft (el llamado GAFAM), 
se encuentran entre los principales explotadores de estos bienes 
simbólicos, que los usuarios y transacciones de Internet les 
proporcionan y que luego se concentran en EE.UU., constituyendo una 
nueva fuente de riqueza y poder. Por lo tanto, esta actividad de 
“minería de datos” representa una nueva forma de extractivismo que 
responde a una lógica neocolonizadora, cuyas implicaciones la mayoría de
 gobiernos, especialmente en los países del Sur, desconocen o se sienten
 impotentes para prevenirlas.
La
 problemática va mucho más allá de la simple recolección y procesamiento
 de datos para su venta a anunciantes. Estos datos también son la 
materia prima de la inteligencia artificial (IA) y de los algoritmos que
 organizan y regulan cada vez más aspectos de nuestras vidas y 
sociedades. Estos procesos por lo general se definen en secreto, de 
acuerdo con los criterios de la empresa, lo que puede generar problemas 
cuando afectan el interés público o cuando implica obviar los mecanismos
 democráticos.
Entre
 los ejemplos más visibles, podemos mencionar los conflictos que algunas
 ciudades han tenido con empresas como Uber, cuyo software conecta 
conductores informales con pasajeros privados, pero bajo los términos 
dictados por Uber, lo que a menudo crea un serio conflicto con los 
taxistas registrados y el sistema que regula su servicio; también 
implica evadir derechos laborales, ya que Uber no reconoce una relación 
laboral.
El
 problema puede llegar a ser mucho más complejo cuando, por ejemplo, los
 anteriores servicios públicos de las denominadas “ciudades 
inteligentes”, como la gestión del tráfico vial o de la red eléctrica, 
comienzan a ser administrados por empresas tecnológicas privadas de 
acuerdo con sus propios criterios, cuyas decisiones potencialmente 
pueden imponerse por sobre la voluntad de los consejos locales. Los 
algoritmos que crean y los datos que generan suelen ser reservados como 
propiedad de la empresa; ello significa que, una vez que un contrato 
esté en funcionamiento, se vuelve casi imposible para la autoridad 
municipal tomar la decisión de dejarlo sin efecto, aunque haya 
insatisfacción con el servicio, ya que la ciudad entera podría verse 
hundida en el caos, hasta que un nuevo sistema se pueda instalar.
De
 hecho, apenas unos pocos actores globales tienen actualmente la 
capacidad suficiente para recoger y gestionar tales cantidades de 
recursos de datos, y el hecho de que sean principalmente empresas 
transnacionales basadas en Estados Unidos –además del propio gobierno 
estadounidense– se debe en gran medida al control que ese país ejerce 
sobre la Internet global. Incluso las grandes potencias enfrentan 
dificultades para contrarrestar la monopolización que esto implica; y 
para los países en desarrollo, está prácticamente fuera de alcance.
Tras
 las revelaciones de Edward Snowden, los gobiernos de los países del Sur
 por lo menos fueron alertados de los peligros del espionaje electrónico
 por parte de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA, 
por sus siglas en inglés). En América del Sur, en 2012, los presidentes 
de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) respondieron con el 
encargo al Consejo Suramericano de Infraestructura y Planeamiento 
(COSIPLAN) de instalar un anillo de fibra óptica a través de la región, 
con el fin de mantener un cierto nivel de soberanía sobre las 
comunicaciones intrarregionales, que actualmente pasan mayoritariamente 
por EE.UU. También mandataron al Consejo de Defensa regional para que 
desarrolle un plan de ciberdefensa y ciberseguridad3.
 Sin embargo, estas son respuestas muy parciales y los peligros de las 
nuevas amenazas relacionadas con la extracción de datos, los algoritmos y
 la IA todavía no constan en la agenda regional; mucho menos cómo 
responder adecuadamente.
Los datos: la clave de la inteligencia artificial

Evgueny Morozov
Para conocer su análisis respecto a estos retos, conversamos con el periodista y escritor de origen bielorruso, Evgeny Morozov,
 conocido principalmente por su crítica polémica de Silicon Valley como 
una extensión del poder de Estados Unidos. Morozov caracteriza la 
situación actual en estos términos: “el proyecto de la mayoría de 
empresas tecnológicas estadounidenses en esta coyuntura es seguir 
creciendo a nivel internacional y expandirse lo más que puedan; y lo 
hacen con fines de extraer la mayor cantidad posible de datos, sobre los
 comportamientos, las ansiedades y deseos de la población en cada lugar;
 los que posteriormente pueden ser empaquetados y vendidos a los 
anunciantes; pero también, a la postre, estos datos les permiten 
alimentar y ayudar a construir con mayor precisión sus proyectos de 
inteligencia artificial”.
Esto,
 explica Morozov, es un aspecto que muchas personas no comprenden: 
“piensan que el problema aquí es la mercantilización de las audiencias y
 nada más. Pero creo que eso es una visión muy equivocada, porque, 
además, les permiten construir plataformas de inteligencia artificial 
inmensamente poderosas, que a posteriori les pueden ayudar a 
automatizar, no sólo una gran cantidad de servicios comerciales, sino 
también buena parte de las funciones previamente asociadas con el 
Estado; y eso, no sólo en términos de seguridad, en el combate a la 
delincuencia, el crimen y la lucha contra el terrorismo, sino también 
cada vez más en el plano de la educación, la salud y otras cosas”. A 
modo de ejemplo, el analista (quien en los últimos años ha estado 
residiendo en EE.UU. y Europa), citó la noticia de que al parecer 
Microsoft podría estimar las probabilidades de que una persona tenga 
cáncer pancreático, incluso antes de que tenga un diagnóstico, con sólo 
mirar sus consultas de búsqueda de Internet; esto, dice, “da una idea de
 lo que esta agregación masiva de datos, combinada con todo tipo de 
servicios de diagnóstico de salud altamente individualizados, realmente 
puede lograr”.
Una
 condición previa para el proyecto de IA de estas corporaciones, precisa
 Morozov, es que todo el mundo debe estar en línea e intercambiando (lo 
que en la actualidad es el caso de sólo la mitad de la población 
mundial). Por lo tanto, muchas de estas empresas ofrecen ahora 
conectividad subvencionada a través de programas como el Free Basics de 
Facebook (recientemente derrotado, al menos parcialmente, en países como
 la India4) o el proyecto Loon de Google (de conectividad con aviones no tripulados y globos).
 “Hay
 una visión también de desbloquear el ‘potencial empresarial interior’ 
de la gente”, prosigue nuestro entrevistado. En tal sentido, se 
argumenta que “ahora que están en línea, y tienen las herramientas y las
 aplicaciones, todos ellos pueden convertirse en esta especie de tipos 
ideales, que personas como Hernando de Soto soñaban para las poblaciones
 locales. Una vez que se les dé las herramientas, se piensa poder 
realizar este sueño utópico, basado en una visión extremadamente 
neoliberal, donde todo el mundo saldría de la pobreza únicamente por 
convertirse en empresario”. Por lo tanto -concluye- Silicon Valley 
estaría integrando la visión histórica promovida durante mucho tiempo 
por el Banco Mundial y el FMI, entre otros.
América Latina: el desafío de la soberanía tecnológica
Con
 respecto a qué pasos los gobiernos latinoamericanos podrían dar para 
empezar a abordar estas cuestiones, Morozov hizo hincapié en la 
soberanía tecnológica. “Por lo menos una soberanía tecnológica inicial 
solía estar en la agenda de aquellos políticos en esta región que ya 
están preocupados con otros tipos de soberanía: la soberanía 
alimentaria, la soberanía energética, algún tipo de soberanía en 
infraestructura, y creo que todo eso es muy bueno y constructivo. El 
problema es que, si no se entiende las implicaciones para la soberanía 
que plantean las redes de datos y los sensores, es posible que se pierda
 terreno en las otras peleas. El hecho de que una empresa como Monsanto 
está ahora comprando todos los start-ups del big data
 que trabajan en la agricultura, o que una empresa como IBM esté 
comprando el Weather Channel, que es la empresa que básicamente tiene la
 mejor capacidad de predecir el tiempo, con toda clase de implicaciones 
para la agricultura y otros ámbitos, eso, para mí, implica que incluso 
un tema como la soberanía tecnológica no es una cuestión aislada hoy en 
día. Es algo que se fusiona con otras luchas por la soberanía; y si el 
proyecto para restaurar y preservar la soberanía sigue viva en esta 
región y en otras partes, no se lo puede realizar sin traer a la mesa 
los aspectos tecnológicos”.
Entre
 otras cosas, esto significaría cuestionar las soluciones para la 
propiedad de datos presentadas por las empresas de tecnología, que, de 
acuerdo con Morozov, se pueden resumir como: 1) “olvídense de los datos,
 ya que si los datos se quedan con nosotros, Google y Facebook, les 
ofreceremos todos estos servicios subvencionados, entonces ni siquiera 
piensen en ello como un asunto político”; y 2) “los datos son, por 
defecto, propiedad privada y hay que tener un régimen robusto de 
propiedad privada en torno a ellos, y así facilitar los mercados”. 
Esto
 -prosigue- significaría renovar el debate en curso sobre los regímenes 
de propiedad, entendiendo que “hay más unidades políticas en el mundo 
que sólo los individuos que interactúan a través del mercado” cuyos 
problemas tendrían solución, “siempre y cuando estén dispuestos a 
aceptar que el mercado va a intervenir y ayudarles a resolverlos, ya sea
 mediante la compra de una aplicación o mediante la entrega de todos los
 datos a Google o Facebook”. También significaría pensar en “las formas 
en que las comunidades, ciudades, estados-nación, y así sucesivamente, 
todavía pueden encontrar maneras de acumular estos datos con el fin de 
planificar mejor…”. Pero, se pregunta Morozov, ¿quién todavía habla de 
planificación?… Aparte de algunos países de América Latina, “los únicos 
actores que hacen la planificación organizada a esta altura son empresas
 gigantes”.
Evgeny
 Morozov, quien considera que las firmas tecnológicas ya prácticamente 
manejan la política occidental, hace hincapié en que “la capacidad de 
los gobiernos de América Latina para resistirse a Silicon Valley es, en 
última instancia, en función de su capacidad y voluntad de resistir al 
neoliberalismo como tal”.
Los
 gobiernos antineoliberales que han predominado en América del Sur 
durante la última década, y las renovadas iniciativas de integración 
regional, con autonomía de las potencias mundiales, tales como UNASUR y 
ALBA, potencialmente podrían constituir una de las pocas áreas del mundo
 con la capacidad política para asumir estos asuntos de forma colectiva.
 Sin embargo, el impacto de la crisis económica, a lo que se suman los 
recientes cambios políticos en países como Argentina, Brasil y 
Venezuela, hacen que esta posibilidad sea mucho menos probable.
En
 esta compleja situación política y económica de la región, Morozov 
reconoce que las condiciones no son favorables para tratar estas 
problemáticas y que falta voluntad política. Por otra parte, como es 
comprensible, incluso en los países con gobiernos progresistas, la lucha
 por la supervivencia básica de su proyecto tiene ahora primacía sobre 
este tipo de consideraciones. “Políticamente, entiendo lo difícil que es
 esta situación para cualquier gobierno izquierdista en América Latina 
que todavía quiere resistir la camisa de fuerza neoliberal”, añade.
En los países Brics: ¿réplicas locales de Silicon Valley?
Así
 las cosas, si bien Unasur potencialmente podría ser un espacio para 
abordar algunas de estas cuestiones como bloque, esto parece cada vez 
más improbable en el contexto actual. Los Brics son otro bloque con una 
cierta capacidad para actuar a nivel internacional. Pedimos a Evgeny 
Morozov que comente esta posibilidad. Su respuesta es que, a estas 
alturas, sólo ve a Rusia y China con la posibilidad de actuar sobre esas
 cuestiones. “Brasil está absorbido por su propia crisis interna. En la 
India, con la excepción de la oposición al Free Basics, que fue 
impulsado principalmente por activistas y la Comisión Federal 
Anti-Monopolios, el país en general parece bastante entusiasmado con la 
agenda neoliberal de desarrollo centrado en la tecnología; por eso (el 
presidente) Modi ha estado tan atento a las necesidades de las empresas 
extranjeras de tecnología que quieren llegar a la India para iniciar la 
construcción de ciudades inteligentes. En parte tiene que ver con su 
propia estrategia de urbanización y desarrollo económico, y en parte 
tiene que ver con el hecho de que él es el líder predilecto de Silicon 
Valley; él viaja para reunirse con sus líderes a cada rato. Así que con 
la India tampoco se puede contar”.
No
 obstante, en el plano del gobierno global de Internet, Morozov comenta 
que Rusia y China, y tal vez la India, se han dado cuenta de que sí es 
necesario actuar conjuntamente y unir sus fuerzas con el fin de 
contrarrestar a EE.UU. “Creo que ha sido lo único que se ha logrado a 
nivel de Brics. Ellos se reunieron en una cumbre en Moscú para tratar de
 articular algún tipo de visión contrahegemónica”.
Mientras
 tanto, Rusia y China son los dos países que han mostrado alguna 
capacidad para resistir internamente al modelo estadounidense, afirmando
 un cierto grado de soberanía -por lo cual reciben fuertes críticas bajo
 el argumento de que es para reprimir a su propia población-. Morozov, a
 la vez que reconoce las contradicciones internas, considera interesante
 el caso de Rusia y China, ya que han logrado plasmar el modelo de 
Silicon Valley a nivel nacional: entre los servicios exitosos que han 
lanzado y que generan bastantes ingresos, muchos son imitaciones de los 
servicios estadounidenses, afirma.
Considera
 que el modelo de Silicon Valley -que tiene una clara alianza con Wall 
Street, que podría describirse como la financiación de la vida 
cotidiana- significa desarrollar un tipo de capitalismo donde “todo se 
hiper-mercantiliza y bajo la bandera del ‘consumo colaborativo’ le 
invitan a uno a poner en circulación global todos sus activos, al 
arrendarlos en AirBnB o al convertirse en un conductor de Uber en su 
tiempo libre y así sucesivamente”. Los rusos y los chinos no 
necesariamente cuestionan la premisa neoliberal de estos modelos: “sólo 
desean implementarlos bajo sus propios términos”, afirma el analista.
Eso,
 a su vez, dice, lleva a abrir un debate sobre en qué medida los BRICS 
representan un cuestionamiento al capitalismo neoliberal o son sólo una 
especie de equivalente localizado. En términos de las implicaciones 
geopolíticas globales, aún pueden ser preferibles a la dominación 
unilateral de Estados Unidos. Pero en última instancia, las industrias 
de Internet de Rusia y China siguen siendo principalmente locales; no 
tienen el nivel de globalización de Silicon Valley. “Los jóvenes de 
Oriente Medio están todos en Facebook, también lo están muchos de los 
jóvenes del sudeste de Asia, y entiendo que también la mayoría de las 
personas en América Latina. Entonces, la capacidad de los rusos y los 
chinos para ofrecer una alternativa a Silicon Valley, fuera de sus 
propios patios traseros, es muy limitada”.
Al
 igual que en América Latina, en estos países también hay fuerzas 
contradictorias en juego. Por ejemplo, en la antigua URSS y Rusia -un 
área que conoce bien- Morozov percibe que “por un lado, hay fuerzas 
pro-estadounidenses que no creen básicamente en la capacidad de Rusia 
para desarrollar su propio camino; les gustaría pasar por alto por 
completo el proceso de algún tipo de industrialización y desarrollo y 
simplemente crecer mediante la entrega del país al capital extranjero. 
Así que les gustaría que una empresa como Cisco o Google o Microsoft 
llegue a Rusia”. Pero ahora, “debido a las sanciones y la guerra con 
Ucrania, están empezando a pensar en cuestiones de soberanía; y también 
ha habido un esfuerzo por pensar en lo que significaría en el panorama 
tecnológico”.
Temas para la construcción de la resistencia social
Ante
 este contexto global, buscamos indagar las ideas de Evgeny Morozov 
respecto a lo que podrían hacer los movimientos sociales y los 
individuos para resistir o crear alternativas a este modelo 
techno-neoliberal. O sea, qué temas serían susceptibles de movilizar a 
la gente y qué podría empezar a hacer una diferencia. A la vez que 
reconoce que es una pregunta difícil de responder, expresa dudas en 
cuanto a si se puede construir movimientos en torno a temas de 
tecnología, o, si es incluso aconsejable que se haga.
Tampoco
 considera la privacidad como el principal problema a abordar: “Mi 
opinión es que, en gran parte, el lenguaje de la privacidad y el debate 
acerca de la privacidad han sido acaparados por ese marco 
estadounidense-británico inocuo que se reduce a dar a las personas el 
control sobre sus datos, lo que en condiciones normales sería 
suficiente.
“El
 problema es que la transformación de otros sectores e industrias sobre 
la base de los datos ha conducido a una sociedad en la que diariamente 
la ciudadanía enfrenta incentivos para abandonar precisamente ese 
control que el derecho a la intimidad les garantiza, en la búsqueda de 
beneficios, ahorros, cupones, etc. La forma en que opera ahora la 
industria de seguros nos indica justamente la imposibilidad de seguir 
defendiendo la privacidad con ese lenguaje. Las compañías de seguros le 
dicen a uno que si se está dispuesto a monitorearse, poniendo un sensor 
en su coche, en su cocina, incluso en su cuerpo cuando camina, y si 
usted logra demostrar que es mucho menos riesgoso de lo que asumen que 
es, entonces obtendrá un gran beneficio. Ello implica que si no se 
tienen en cuenta las condiciones económicas y sociales estructurales que
 hacen poco probable la privacidad, nunca se va a llegar muy lejos”. 
Dada la crisis, el estancamiento de los salarios, el desempleo, “no se 
puede esperar que la gente continúe haciendo campaña para exigir 
privacidad cuando sacrificar la privacidad es lo que les permite ahorros
 o les da dinero”.
Morozov
 piensa que la clave para movilizar a la gente es más bien el debate y 
las luchas en torno a los datos y los sistemas inteligentes. Pone como 
ejemplo el hecho de que Google sólo pudo desarrollar su coche 
autodirigido debido a la capacidad de recogida de datos; y eso fue 
posible “porque alguien estaba dispuesto a pagar el costo de la recogida
 de los datos, y ese alguien son los anunciantes”. Sin embargo, una vez 
que Google haya construido sus vehículos de auto-conducción, la 
automatización podría ir desplazando a los choferes, incluyendo a los 
profesionales (los camioneros conforman la profesión más grande en 
EE.UU., con 3,5 millones de personas). Por lo tanto, dice, “si se 
comienza a reformular los debates sobre los datos y su extracción en 
este sentido, si se logra demostrar que nos estamos encaminando a toda 
velocidad hacia un futuro sin trabajo, en la que no es que se 
compensarán las pérdidas de puestos de trabajo con una renta básica, 
sino que en verdad estaremos sin ingresos, subsistiendo a base de 
gratificaciones en compensación por nuestros datos, entonces creo que se
 puede abrir un debate muy diferente”.
Esto
 requeriría –nuevamente– la construcción de movimientos alrededor de los
 asuntos que afectan a las personas directamente y golpean a sus 
bolsillos, “sea que se trate de la desigualdad, que implica apelar a un 
sentimiento de injusticia, o que se trate de la incertidumbre y la 
precariedad”… como se ve en las luchas actuales contra la reforma de la 
ley del trabajo en Francia. De hecho, señala, el único caso en los 
últimos años donde hubo resistencia en las calles en Francia respecto a 
una cuestión tecnológica fue cuando los taxistas franceses protestaron 
contra Uber, “y eso se debe a que se lo visualizó como una cuestión 
puramente económica, y no como una cuestión tecnológica o de 
privacidad”.
Por
 lo tanto, concluye, para lograr avances en cuestiones tecnológicas, 
primero tenemos que insertarlos en estos debates. Y eso significa 
ampliar la discusión más allá de la cuestión de la privacidad, por un 
lado, pero también más allá de la cuestión de la neutralidad de la red, 
como una intervención reguladora que debe ser plasmada en la ley. 
“Incluso con neutralidad de la red5,
 será muy difícil de entender donde ocurre el nuevo tipo de 
monopolización y exclusión en los niveles (o capas) superiores de la 
estructura tecnológica ya que lo que Google y Facebook ahora están 
construyendo son esencialmente nuevos niveles de exclusión en torno a 
los datos y el aprendizaje automático, y ya no en el acceso a la 
conectividad. Así que de la neutralidad de la red tendríamos que 
transitar hacia la neutralidad de la plataforma y de allí tendríamos que
 pasar a la neutralidad de los datos, y yo no creo que el sistema legal 
alcance a mantenerse al día con eso, incluso con un trabajo de 
incidencia política de por medio”.
El
 analista cree que esto requeriría de una convocatoria más emotiva, al 
evocar, por ejemplo, temas como el neo-feudalismo, la plutocracia o la 
monopolización de todo. “Sinceramente, creo que necesitamos una especie 
de tecno-populismo; el tipo de populismo que ha tenido una existencia 
muy productiva en América Latina tiene que lidiar con la cuestión de la 
tecnología. Y eso porque tenemos a la vez un fuertísimo populismo 
derechista de mercado libre que proviene de Silicon Valley, con empresas
 como AirBnB y Uber, como también Google y otros, que nos dice que la 
única razón por la que los ciudadanos no están obteniendo más beneficios
 de la tecnología es porque todos estos reguladores intervienen para 
defender a las industrias ya establecidas; pero una vez que los 
retiramos del camino y dejamos que Uber, AirBnB, Google y Facebook estén
 al mando, vamos a poder realizar todos esos beneficios y traspasarlos a
 los consumidores. Para mí, eso es populismo puro y simple, sólo que se 
trata de un populismo que se construye alrededor de los mercados, a 
pesar de que se presenta como el populismo en torno a la tecnología. Así
 que, a menos que haya una contrapartida desde la izquierda, creo que el
 campo discursivo estará completamente abandonado”
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario