El individuo
contra el Estado
Ese es el lema de
los caballeros neoliberales del Rey Arturo. El individuo contra la maquinaria,
la burocracia; el que lucha por sus derechos y, al final..., vence porque la
ley funciona y es la ley la que debe hablar porque ella, según Casado, marca la
moral del momento. La moral del momento manda que no debe dimitir porque él no
ha hecho nada ilegal.
Es convicción
general que este obstinado mozo debiera haber dimitido hace unas fechas, quizá
antes de presentarse a las primarias. Que se empecine en permanecer causa pasmo
general y hasta algún demoledor ataque, como el artículo de Máximo Pradera
en Público, titulado reptilianos.
Y demoledor es poco.
Casado tiene que
irse no por lo que haya hecho o dejado de hacer directamente y que será delito
o no, sino por la contaminación que supone encontrarse en el mismo vagón de la
imputada Cifuentes y por los mismos motivos. Si Cifuentes no puede ser
presidenta de nada, tampoco su compañero de viaje, Casado.
Es un código no
escrito pero convencional de las sociedades democráticas: dimitir no solo por
razones legales sino también políticas, cuya valoración queda a la moral del
tiempo que de ningún modo se ajusta a la literalidad de la ley. Las evidencias
contra Casado son tan abrumadoras que debiera marcharse ipso facto. De ese modo
ahorraría a su partido el desgaste que sufre y, al propio tiempo, tendría más
tiempo para defenderse en los tribunales en la esperanza, que todo el mundo le
desea, de salir airoso de la prueba.
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