El magnicidio y el Golpe Maestro. Por Ángel Guerra Cabrera
El
 intento frustrado de magnicidio contra el presidente Nicolás Maduro y 
el alto mando político–militar chavista forma parte de la flexibilidad 
de la guerra no convencional, híbrida o de cuarta generación. Es 
aplicado por Estados Unidos para lograr el “cambio de régimen” y el 
llamado golpe suave contra los gobiernos incómodos, como en Georgia, 
Ucrania, Brasil, Argentina y ahora Nicaragua, cada uno con sus 
características particulares. Parte de una concepción estratégica y 
táctica que se adapta rápidamente, sin complicaciones burocráticas y a 
bajo costo, a las cambiantes condiciones del teatro de operaciones.
La movilización de masas chavista y la 
firmeza de su dirección política frente a las guarimbas de 2014 y 2017 
derrotaron al “golpismo desde abajo”. Lo derrotaron fulminantemente en 
2017 con la convocatoria y concurrida elección de la Asamblea 
Constituyente. Seguida de la victoria de las fuerzas revolucionarias en 
las elecciones regionales y en mayo de este año con la relección de 
Maduro. Posteriormente, una oposición desmoralizada y profundamente 
dividida no ha podido, ni parece ser capaz, de recomponerse 
políticamente del batacazo sufrido. El resultado es que Maduro, con el 
apoyo electoral, no solo del chavismo, sino de sectores no militantes 
pero hartos de la violencia y el desasosiego ocasionados por los 
golpistas, trasformó la insurrección contrarrevolucionaria en un país en
 paz. Recuérdese los chavistas y no chavistas, sobre todo negros y 
pobres, linchados y hasta prendidos como antorchas a plena luz del día. 
El más emblemático tal vez, el caso del joven Orlando Figuera, cosido a 
puñaladas y quemada su piel en 53 por ciento.
Si no se pudo derribar a Maduro “desde 
abajo”, ahora se trata de golpearlo “desde arriba” para provocar la 
fractura social deseada, estimulada también por la feroz guerra 
económica y la presión internacional, a la que se han prestado varios 
gobiernos latinoamericanos de derecha, entre ellos, el saliente en 
México y no se diga el desprestigiado Luis Almagro, secretario general 
de la impresentable OEA.
El intento de magnicidio fracasó, pero 
esa alternativa estaba contemplada por Washington y la oligarquía 
bogotana, que ha convertido a Colombia en el otro centro operativo, 
junto a Miami, del plan del Golpe Maestro(GN) contra Caracas, endosado 
por el  almirante Kurt Tidd, jefe del Comando Sur(CS). En Miami hay un 
protagonista principal de esta trama, el senador Marco Rubio.
Por las confesiones de los implicados, 
fue en una finca cercana la frontera colombo-venezolana donde se 
entrenaron los dos comandos operadores de los drones cargados de 
explosivos lqanzados contra la tribuna en la ceremonia por el 81 
aniversario de la Guardia Nacional Bolivariana. También mencionaron al 
líder opositor Julio Borge, establecido en el país vecino, como el 
cabecilla político del plan. La misma noche de los hechos, Maduro señaló
 al saliente presidente Juan Manuel Santos como responsable de la 
desmantelada operación.
Si el magnicidio tenía éxito, se abría 
un escenario favorable: el vacío de autoridad, para promover una acción 
golpista en el seno de una Fuerza Armada Nacional Bolivariana 
presuntamente descabezada, pues dada la naturaleza de la ceremonia era 
previsible la presencia del general en jefe Vladimir Padrino y de todo 
el alto mando militar justo al lado del presidente. También se creaba 
una coyuntura propicia para una intervención militar, no necesariamente 
directa estadounidense.  Según el almirante Tidd,  en el GM se consigue 
participarían fuerzas de la Conferencia de Ejércitos Americanos con el 
apoyo político de la OEA.
Si el plan fracasaba, “forzar un 
escenario de inseguridad generalizada donde elementos terroristas sean 
enfilados hacia operaciones de sicariato político, con el fin de 
debilitar al Estado venezolano y atemorizar a las bases chavistas”, 
aduce un estupendo análisis del sitio chavista Misión Verdad ´(http://misionverdad.com/la-guerra-en-venezuela/segundo-informe-especial-intento-de-magnicidio-contra-maduro).
Con Iván Duque en la presidencia, pupilo
 del fascista Álvaro Uribe, la amenaza desde Colombia contra la 
Revolución Bolivariana tiende a mantenerse, o a incrementarse. Dos días 
antes de la toma de posesión de aquel, Uribe llamó a un golpe militar en
 Venezuela y sugirió que Washington lo promoviera. Tres días después, el
 nuevo canciller Carlos Holmes ofreció al líder opositor Julio Borge, 
apoyo “incondicional para rescatar la democracia y la legalidad en 
Venezuela”. Una semana más tarde fue el mismo Duque quien manifestó que 
esperaba una transición hacia unas elecciones “libres” en el país 
contiguo. Todo esto, a la vez que recibimos en nuestras tierras la 
visita de James Mattis “Perro Loco”, jefe del Pentágono, quien termina 
su gira justo en Bogotá. En la agenda, ha dicho el mismo, está incluida 
Venezuela.
Twitter: @aguerraguerra
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario