Hoy, muchos ciudadanos de este planeta 
único, diverso y contaminado podemos aceptar verdades relativas como 
absolutas, porque la fuerza de la palabra -y las imágenes- es semejante 
al poder el saber y la moral. Y es manipulable.
El eminente científico, Albert Einstein, que
 no perdió jamás su sentido humanista, espiritualidad y mística, en su 
fe infinita en las determinaciones optimistas expresó que, “Dios no 
juega el Universo a los dados”; a lo que replicó Niels Bohr (premio 
nobel danés), no sin razón, “Einstein, ¡no le diga usted a Dios lo que 
él debe hacer!”. Y el físico, creador de la teoría del “Big Bang” 
recientemente fallecido, Stephen Hawking, agregó, relativizándolo todo, 
que “Dios no sólo gusta de jugar a los dados con el Universo, sino que a
 veces los lanza donde no podemos verlos”. ¿Acertijos?, ¿Cuál es el 
acertado? Quizás todas posean alguna certeza o todas sean pistas para un
 diálogo interactivo constructivo, pero nunca servirían para destruir a 
la humanidad, humillar a los creyentes y subestimar a las ciencias.
Lo que no debe aceptarse en pleno Siglo XXI, es lo publicado en el diario español Público,
 supuestamente progresista, que difundió en sus páginas especiales de 
agosto de 2011, una perpleja divulgación bajo el título “El origen del 
hombre”, incluyendo en igual espacio y tipografía, y por este orden, dos
 teorías: la teoría creacionista, lo de Yavé que crea el hombre de 
arcilla, le quita una costilla y hace una mujer, y la teoría de Darwin.
Algo peor aconteció en escuelas de EE.UU. en
 que se llegó a prohibir la enseñanza de la concepción darwinista y 
cuando el expresidente George W. Bush, para justificar sus guerras 
infinitas, expresó que Dios estaba del lado estadounidense y no con los 
agredidos. O que algunas congregaciones religiosas, en realidad sectas, 
bajo el manto medieval del oscurantismo más ciego, lleven a sus fieles 
al suicidio con el pretexto apocalíptico del fin del mundo y que “Dios 
regresará a la Tierra” para castigar a los pecadores.
Se apela, con esas falsedades, supuestamente
 superadas, a volver a la prehistoria de las ciencias y la humanidad, a 
un intento premeditado de despistar a los ignorantes, creyentes o no, 
ante teorías científicamente comprobadas, como la de Darwin, a la cual, 
hasta la alta jerarquía de la Iglesia católica, apostólica y romana, le 
ha dado su aprobación.
Nos hallamos, entonces, en múltiples 
sociedades del saber, tal como lo afirmó el experto Armand Mattelard, en
 las que se pueden aprovechar los elementos técnicos de avanzada y 
otros, pero siempre desde las diferencias y las culturas heterogéneas, 
la eterna diversidad existente. El padre de la independencia de la 
India, Mahatma Gandhi, un hombre de extraordinaria altitud filosófica y 
poética los resumió en unos versos inigualables, cuando escribió acerca 
de la necesaria interculturalidad: “No quiero que mi casa esté 
amurallada por los cuatro costados, / ni que mis ventanas estén 
tapiadas. / Deseo que la cultura de todas las tierras sople por mi casa 
con toda libertad, / pero me niego a que cualquiera de ellas me lleve de
 un soplo”.
La aserción de Armand Mattelard se 
corresponde a que una gran parte de la humanidad, en especial la que se 
ubica en el Tercer Mundo subdesarrollado geopolíticamente o periférico 
-de la cual no escapan los bolsones tercermundistas de los 
países desarrollados-, continúa con altas tasas de analfabetismo, 
semianalfabetos y analfabetos funcionales. En tales grupos poblacionales
 las tareas que enfrentan los científicos, educadores, divulgadores y 
comunicadores sociales hoy en día son de una importancia elemental y 
trascendental.
Muchos de estos pueblos y ciudadanos sin 
acceso a internet, tampoco a la electricidad y el teléfono, y sin 
posibilidades de leer e interpretar una simple nota escrita o 
información oral, son convertidos en hombres y mujeres maleables, sin 
libertad de selección y elección.
La información mayoritaria que se brinda a 
través de las grandes cadenas del cine, televisivas, radiales, de la 
prensa escrita y en formato electrónico o digital, una verdadera industria cultural
 capitalista, no siempre ostenta una calidad humana y ética, estética y 
educativa a la altura que requieren los graves problemas de la 
humanidad.
En una sociedad capitalista de consumo de masas irracional, que mejor denominaríamos consumismo
 de por sí depredador, que se ha extendido hacia todas las latitudes 
geográficas, sistemas sociopolíticos y culturas, estos mediáticos 
generalmente emiten una desinformación e información manipulada, 
subproductos estéticos y culturales, entretenimientos banales y basura, 
una seudocultura que no demanda de una mente reflexiva: están realizados
 para entretener y ser vistos con pasividad, evitando cualquier visión 
crítica y conduciendo a una “cultura” del deseo más instintivo del 
hombre, “(...) la idea de que los hombres desean ser fascinados, 
extraviados y embaucados en la confusa esperanza de que alguna 
satisfacción hipnótica les llevará a olvidar, por un instante, el mundo 
absurdo, cruel y trágico en que viven”. (Ignacio Ramonet  Propaganda silenciosa, Editorial de Ciencias Sociales,  La Habana,  2004,  p. 53).
La dura realidad nos muestra ejemplos 
fehacientes de cómo llega esa sinuosa propaganda a muchas partes del 
mundo: “Les ofrecemos la libertad (...), reza una parte del slogan 
publicitario de una cadena de producción de papas precocidas del Midwest
 americano, para luego agregar de forma tajante “porque le damos la 
oportunidad de escoger la salsa acompañante”. No existen comentarios a 
no ser que se compare ese fenómeno con este otro: “En el planeta 
Reebook, las fronteras no existen”, que proclama arrebatadoramente la 
campaña del famoso fabricante de zapatos deportivos. Las libertades y 
las fronteras permeables y porosas de la penetración cultural 
capitalista, a lo estadounidense, son sinónimos virtuales del consumo de
 patatas pre-elaboradas y del tenis. Todo un logro de marketing de 
venta, de consumo de modas Light y de bloqueo de las neuronas, porque 
una buena parte de los ciudadanos piensan, sin detenerse, que al escoger
 -sinónimo de comprar- la salsa adjunta autónomamente y las zapatillas 
de sport son irremediablemente libres y universales.
En otra latitud, un “inofensivo” spot 
comercial, en la entrada de un restaurante McDonald’s, en Indonesia, lo 
confirma cuando sugiere falsamente que “Alá el Compasivo, el 
Misericordioso, McDonald’s de Indonesia es propiedad de un nativo 
indonesio musulmán”. Una valla de la Coca-Cola, enclavada en plena selva
 de La Lacandona, en territorio zapatista de Chiapas, “deslumbra e 
invita” a consumir la bebida en medio de la miseria y los intentos de 
reorganización liberadora de los “caracoles” indígenas de la zona.
Y el último. Una famosa estilista en los 
años 90, Dona Karen, explicaba con una naturalidad virtual espantosa que
 era necesario crear consumidores a través de la promoción, la 
publicidad, la persuasión cultural con miras a absorber la oferta de los
 industriales, pero no centrándose solamente en el cuerpo sino en el 
verdadero blanco de la nueva economía de servicios inmateriales que 
vienen a ser la cabeza: el cerebro y su intelecto. Esa realidad ella lo 
expresaba de la siguiente forma: “(…) No quiero que los clientes tengan 
la impresión de que deambulan por una tienda de ropa, quiero que piensen
 que se están paseando por un ambiente nuevo, que los saco de su 
cotidianidad para hacerles vivir una experiencia que no tiene nada que 
ver con la ropa y que expresa su identidad como individuos”. El pasaje 
que no deja de ser conmovedor es un artificio hollywoodense de “la 
espectacularidad de la vida” porque la apariencia se convierte en una 
suerte de ideología alienante, que pretende convertirnos en consumidores
 natos, en unos enajenados de la realidad, extraños a las identidades 
que nos recorren, al país que vivimos, a nuestra localidad, nuestro 
pueblo, nuestro barrio, a nuestro propio género, raza y a la clase que 
pertenecemos objetivamente. En ese imaginario, pero realista 
supermercado todos somos virtualmente iguales, aunque solo entremos a 
ese “paraíso” para mirar, soñar o comprar lo más insignificante y 
barato.
La unidimensionalidad del hombre, de la que escribiera con suma antelación Herbert Marcuse, (Herbert Marcuse El hombre unidimensional,
 Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1968), adquiere un ambiente 
geoespacial actual que se palpa en las galerías comerciales lo cual, muy
 al contrario de lo expresado por la estilista renombrada, está al 
margen de la mayoría de la sociedad - “esa vulgar, multirracial y 
peligrosa gente” -, semejando un universo ajeno, calmado, porque está 
resguardado por un cerrado y eficiente sistema de seguridad. La sociedad
 del espectáculo capitalista perversa que ya anunciara a finales de la 
década del 50, Guy Debord (Guy Debord La sociedad del Espectáculo, http://www.debord.espect.htm; Manifiesto Situacionista (1999) Internacional situacionista, vol. I: La realización del arte, Literatura Gris, Madrid. (Internationale Situationniste, No. 4, june, Paris, 1960).
Todo es un efecto de la videología 
(video-ideología) que nos induce, a base de sonidos e imágenes, a la 
insistente repetición del idioma inglés, las marcas, los logotipos, los 
filmes, los video-clips y los anuncios publicitarios como únicas 
alternativas para ingresar al mundo más actualizado, el postmoderno, y 
que se convierten en una maquinaria de mezclar y comercializar todo. 
Síntesis inconclusa y confusa (fusión dirían unos y dis-fusión otros) de
 varias culturas, idiosincrasias y psicologías sociales, pero donde 
predominan los productos-mercancías de las gigantescas transnacionales 
capitalistas.
Las realidades virtuales, subliminales, al 
servicio de la publicidad y la propaganda política, económica y 
comercial de los poderosos, la selección anticipada de lo que quieren 
que veamos y escuchemos -y compremos-, y el cómo debemos asimilarlo y 
consumirlo, así como el futurismo, el hedonismo, el placer y el ocio 
envilecido; el “papel del lenguaje en la vida política”, las 
“redescripciones pragmáticas”, “la realidad como simulacro”, la 
visibilidad y espectacularidad de todo lo que acontece son grandes 
aberraciones de la época del ciberespacio y las grandes autopistas de la
 información-comunicación.
En algunos estudios filosóficos y en otros 
de las ciencias sociales y humanísticas las ideas expuestas en esos años
 que debían haber sido más audaces, críticas, serias y rigurosas 
pre-anunciaron una desbandada hacia el nihilismo y el apoliticismo, la 
neutralidad académica, inexistente, tanto en las posiciones teóricas 
como en la prácticas, empezando a primar el más vulgar positivismo, la 
empirización extrema, el análisis especulativo abstracto, un menosprecio
 por la reflexión y una carencia indicada de una crítica teórica.
Así se expusieron y expandieron 
conceptualizaciones como que las soberanías reales debían ser declaradas
 “románticas”, la democracia debía quedar reducida a un espectáculo, un 
reallity show; que la sociedad civil, algo líquido y acuoso, era cuando 
más la réplica a la política del Estado y a los partidos totalitarios y 
totalizadores; que el Estado-nación entraba en una fase de relajamiento;
 que el arte había muerto junto con la pasión y que solo los ghettos
 elitarios eran capaces de cultivar el arte y la historia; que todos los
 acontecimientos históricos no tenían nada de épicos, sumándose el 
llamado al descomprometimiento intelectual hacia lo social y político 
popular, la apología a la ideología del sinsentido y el 
dislocamiento-difuminación del sujeto histórico -por supuesto el 
político como correlato- cultivando el escepticismo, el cinismo y el 
divorcio con las contextualizaciones sociohistóricas concretas, entre 
otras tantas elaboraciones teoricistas y subjetivistas que inundaron las
 principales librerías y bibliotecas virtuales en casi todas las partes 
del planeta.
El controvertido y polémico pensador 
estadounidense James Petras, denominó con acierto el fenómeno en el 
2002, cuando escribió que los intelectuales ante las guerras 
imperialistas, abiertas y encubiertas, habían pasado de la retirada a la
 rendición.
El escandaloso silencio, los matices 
desacertados, la miopía política y la utilización de dobles lecturas 
críticas buscando la supuesta objetividad académica, así como la 
valoración inadecuada de los acontecimientos históricos y bélicos 
alrededor de la ofensiva imperial y la resistencia de los pueblos 
formaron parte de una práctica errada, ambigua y confusa que llega hasta
 nuestros días y no facilita al gran público la recepción-percepción e 
interpretación de las informaciones y mensajes.
Muchas veces lo mostrado en los mediáticos 
transnacionales es un simple engaño, una estafa de realidades que ni 
siquiera han sucedido y de medias verdades que nos embrollan el pensar 
con el afán de (i)-reconocer los procesos reales acontecidos en la 
política, la economía, los conflictos bélicos, las finanzas y en la 
cultura, incluida el arte y la literatura, porque ahora casi toda 
actividad humana ha sido convertida en pura mercancía que debe 
garantizar la obtención de ganancias para la poderosa oligarquía 
burguesa monopólica neoliberal.
Porque a lo que nos enfrentamos hoy, son a 
las insólitas “guerras culturales” del capitalismo imperialista. Un 
retorno al más gris arte de la propaganda al servicio del mal. Sin estar
 necesariamente en un escenario de guerra real, con muerte de civiles y 
destrucción de infraestructuras, todos estamos siendo bombardeados en 
las formas de recepcionar y percibir lo que ocurre en el mundo, porque 
se fogonea y hace trizas a nuestras mentes con las falsimedias y los 
montajes mediáticos.
“Cuando se miente, se debe mentir a lo 
grande y ser fiel a esa mentira”, escribió Joseph Goebbels, el ministro 
de propaganda del Reich alemán, en 1941. Alrededor de sesenta años 
después, el 12 de febrero de 2002, Donald Rumsfeld, ex-Secretario de 
Defensa de los EE.UU., hablaría con un lenguaje similar pero más 
perturbador, mostrando el desdén del imperialismo a la inteligencia 
humana al falsear acerca de la guerra que desatarían contra Irak y 
Afganistán, delante de un sinnúmero de periodistas: “Hay conocidos que 
conocemos, hay cosas que sabemos que sabemos. También sabemos que hay 
conocidos a los que desconocemos, lo que quiere decir que sabemos que 
hay algunas cosas que no sabemos. Pero también hay cosas desconocidas 
que desconocemos, aquello que no sabemos que no sabemos.”
Un fárrago de galimatías para justificar lo 
injustificable, porque al final de cuentas no existían armas de 
destrucción masiva en Irak, tampoco el gobierno de Sadam Husseim tenía 
vínculos con Al Qaeda y el ataque terrorista llevado a cabo por aviones 
de pasajeros tripulados por individuos pertenecientes a células de esa 
organización, a las “Torres Gemelas” y el edificio del World Trade 
Center, de Nueva York, y al mismísimo Pentágono, el 11 de septiembre de 
2011, no fue fraguado a espalda de la inteligencia norteamericana, -los 
pilotos si acaso eran, fueron sauditas-, cuando más fueron ignorados o 
tramados por los propios gobernantes y las agencias especiales 
estadounidenses, al hacerse públicos recientemente nuevos documentos y 
materiales que cuestionan de raíz los argumentos que se esgrimieron para
 comenzar esas guerras, las siguientes y las que desarrollaron en el 
futuro inmediato hasta la actualidad.
Tiempo después se supo que también los 
EE.UU. habían creado al Estado Islámico (EI), Al Nusra, Boko Haram, 
etc., con el fin de provocar el caos en esos países, desmembrarlos y 
aprovecharse de sus recursos naturales, fundamentalmente el oro negro y 
el gas, el agua, la biodiversidad, en el codiciado Oriente Medio. Más 
las altas ganancias obtenidas por el complejo militar industrial el cual
 necesita Guerras Frías y calientes para su permanente carrera 
armamentista.
La estrategia y táctica, lenguajes y 
significados, se ensamblan en los principales centros de poder 
capitalistas mundiales, los cuales han dejado de ser únicamente los 
representados en la Comisión Trilateral (los Estados Unidos de América, 
la Unión Europea (la Euro-Zona es un subsistema más importante) y 
Japón), el Grupo de los 7 (EE.UU., Canadá, Alemania, Francia, Reino 
Unido, Italia y Japón), o de los 8 si se vuelve a incluir a Rusia, para 
añadir además al Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional 
(FMI), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Asociación del 
Tratado Internacional de Aranceles y Servicios (GATT), luego la 
Organización Mundial del Comercio (OMC), la Organización de Países de 
Desarrollo Económico (OCDE), el Acuerdo Multilateral de Inversiones 
(AMI) y de Patentes Intelectuales, las empresas transnacionales de raiting
 -quienes por las calificaciones que otorgan clasifican, positiva o 
negativamente, a los países por sus riesgos económicos y financieros- y 
las 700 más grandes corporaciones monopólicas transnacionales (cerca de 
500 tienen sus casas matrices en los EE.UU.); así como las fundaciones, 
los Thinks Tanks (tanques pensantes) e instituciones académicas
 que forman parte de ese entramado que es el poder imperialista 
planetario. (Boaventura de Souza Santos Reinventar la democracia. 
Reinventar el Estado, Editorial José Martí, La Habana, 2005; Daniel Mato
 Thinks Tanks. Fundaciones y profesionales en la promoción de ideas (neo) liberales en América Latina, en Cultura y neoliberalismo, Alejandro Grimson (compilador), CLACSO, Buenos Aires, 2007)
El Grupo de los 20 (G-20), con un rol que, 
inicialmente, pareció ser diferente, ha centrado sus acciones en pugnar,
 dentro de ese grupo predilecto de naciones emergentes, esa hegemonía 
capitalista de los más fuertes…con grandes desventajas. Algunos miembros
 destacados de los Brics, están luchando abiertamente por el 
advenimiento de una reconstrucción de la arquitectura financiera 
internacional, sin atisbos de un proyecto real antisistema para 
recomenzarla, hacerse miembros del Consejo de Seguridad de la ONU -con 
el derecho al veto incluido-, participar en una nueva repartición 
recolonizadora (o neocolonizadora) de los recursos naturales y humanos y
 fomentar una multilateralista hegemonía mundial selectiva, sin mucha 
cabida para las naciones más pobres. (Orlando Cruz Capote La Reunión del Grupo de los 20: Una mirada personal y polémica, Lapolillacubana.cu, miércoles, 1ro de abril de 2009, La Habana, Cuba; Pepe Escobar Por qué los Brics no “salvaran” a Europa, Asia Times Online, en Rebelión, 21 de septiembre de 2011, http://www.atimes.com/atimes/Global_Economy/MI21Dj04.html.)
El vocabulario conceptualizador del capital 
transnacional es sometido a la circulación reiterada por los medios de 
comunicación masivos -mediáticos- con una fuerza intimidatoria que logra
 anestesiar las conciencias, convirtiéndose en armas de control, parte 
de toda una ingeniería de la persuasión invisible, mediante la 
publicidad, los sondeos y el marketing. Las herramientas futuristas de 
la información y la comunicación sirven más para el condicionamiento y 
cerco de los ciudadanos que para su emancipación.
Lo peor del problema tratado es que, sin 
embargo, las fuerzas conservadoras y reaccionarias del sistema de 
dominación múltiple del capital (Gilberto Valdés Gutiérrez Posneoliberalismo y movimientos antisistémicos,
 Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2009), no temen hablar, 
escribir y utilizar los campos y términos progresistas sobre la 
diversidad étnica-nacional, la problemática racial y la discriminación, 
acerca de los géneros, las generaciones, los multiplicidades sexuales, 
las creencias y religiones; la ecología o el medio ambiente, acerca de 
las minorías y sus derechos, la acción afirmativa, los derechos civiles;
 sobre las fronteras porosas y la transfronterización, los 
multiculturalismos, la poscolonialidad, la poshistoria, la neohistoria, 
entre otros temas y problemas de gran actualidad.
Rehaciéndolo casi todo a través de una 
tamización y matización de los estudios y resultados alcanzados en 
cualquier lugar del orbe, desempeñando un enorme papel en esa 
reelaboración y relectura los centros académicos e intelectuales del 
primer mundo con sus numerosas escuelas, sociológicas en esencia, y 
miniescuelas como la etnometodología, el interaccionismo simbólico, el 
neopositivismo, el neoparsonianismo, etc., por lo que culminan 
ofreciendo estas teorías, conceptualizaciones y términos con una nueva 
empacadura, con un retorcido significado a través, en parte, del 
“lenguaje de lo políticamente correcto”, una de las más eficaces 
herramientas de la extrema derecha de los EE.UU., expandida 
posteriormente hacia sus partniores internacionales.
El “lenguaje políticamente correcto” 
consiste en el conjunto de palabras, ideas, políticas o comportamientos 
que intentan minimizar las ofensas que habitualmente se cometen al usar 
el lenguaje común, muy contaminado de las ideas dominantes y hegemónicas
 precedentes, pero que sigue los patrones que se irían reproduciendo e 
imponiendo en la academia, la política y en el sentido común de todos 
los ciudadanos planetarios, dirigido fundamentalmente a los jóvenes y 
otros sectores poblaciones más vulnerables. Y por supuesto, al margen 
también, se escribiría sobre lo “políticamente incorrecto” como forma de
 defender lo que se pretendía imponer. (Richard J. Bernstein Ideas & Trends; The Rising Hegemony of the Politically Correct, en New York Times, 28 October 1990.)
El innovador moderno del término de “guerras culturales” lo fue James Davison Hunter, en su libro Culture Wars: The Struggle to Define America,
 de 1992, y la definió de la siguiente manera, ellas son “(…) una 
metáfora utilizada para dejar establecido que los conflictos políticos 
tienen su base en un conjunto de valores conflictivos, especialmente 
entre los considerados tradicionales o conservadores y aquellos 
definidos como progresistas o liberales”. (James Davison Hunter Culture Wars: The Struggle to Define America, New York, Basic Books, 1992, en http:// en.wilkipedia.org/wiki/culture_war.)
Y en esta propuesta de conceptualización, 
Hunter deja bien claro que los grupos enfrentados en la sociedad no lo 
hacen en la actualidad por su pertenencia específica a un tipo de 
religión, etnia o agrupación política, ni siquiera por ser 
representantes de una misma clase social; se trata de más bien de una 
refinada adscripción a posiciones ideológicas que no reflejan ya, de 
manera mecánica, los orígenes clasistas de quienes las profesan.
El profesor estadounidense, en su extraña 
dialéctica, no estaba tan errado como aparentaba para algunos, si lo 
confrontamos con las explicaciones ortodoxas de los manuales 
anquilosados de la izquierda (hasta del marxismo truncado y escolástico)
 que lo remitía todo al más férreo reduccionismo clasista-obrerista y al
 economicismo más estrecho.
Sin embargo, Hunter tampoco dejó mucho 
espacio para las luchas de clases que están detrás, delante o a los 
lados de cualquier confrontación ideopolítica, socioeconómica y cultural
 en las sociedades modernas. Estaba, paralelamente, siguiendo las 
huellas de Daniel Bell, Francis Fukuyama y Samuel Huntington y otros 
tantos que profetizaron por diferentes vías el fin de las ideologías, la
 historia, las utopías y la futura confrontación de las civilizaciones a
 través de las culturas y religiones.
Una verdad que la izquierda internacional no puede ignorar.
Para los ideólogos del imperialismo 
transnacional internacional de nuestros días está muy diáfanamente 
definido que ya no son únicamente las fronteras terrestres, aéreas y 
marítimas las que deben ser vulneradas físicamente, no son solamente 
ejércitos enemigos a los que hay que derrotar en el campo de batalla de 
manera frontal, ni obligar exclusivamente por medio de la fuerza brutal 
al sometimiento de naciones y pueblos enteros para lograr el dominio de 
las metrópolis del capital, tan caras para los agresores cuando las 
intervenciones-ocupaciones en tierra firme promueven movimientos armados
 irregulares casi siempre apoyados por una gran base social-popular que 
desgastan hasta el infinito a los agresores. Aunque esa opción no es 
descartable si la situación la merece.
En los diferentes escenarios reales e 
imaginados se enseña al público nacional e internacional los 
acontecimientos bélicos como confrontaciones directas entre fuerzas 
armadas de un lado y del otro; y la masacre continuada de personas 
inocentes se cubre bajo la denominación de “daños colaterales”. Las 
intervenciones militares humanitarias, preventivas y sorpresivas se 
justifican con la falacia mil veces repetida de la “protección de la 
vida de los civiles”, con el pretexto de la lucha contra el terrorismo, 
las dictaduras, la posesión de armas de destrucción masiva y, además, la
 promoción de la democracia ante regímenes autocráticos y totalitarios 
que deben asumir, porque poseen civilizaciones bárbaras-salvajes, un 
proyecto “real de sociedad civil” que les permita la libertad de 
expresión, de prensa, huelga, el pluripartidismo y otras tantas 
“verdades” del mundo occidental capitalista, ahora transformadas en 
universales.
Según Ken Hincker, en su reseña del libro de
 James Davison Hunter, las guerras culturales remiten al análisis de dos
 cuestiones determinantes: al tema de la legitimidad de un sistema 
social, de un gobierno, de una clase o de un conjunto de creencias; y al
 asunto de la autoridad moral y por tanto, del derecho y la razón. 
Entonces, no basta con vencer, de lo que se trata es de convencer, la 
victoria no solo pasa por arrebatar la capacidad de resistencia e 
iniciativa, sino en más bien lograr su voluntaria rendición y 
supeditación espiritual.
Se habla más de transacciones, de 
negociaciones (impositivas a la larga) ideopolíticas y culturales donde 
la astucia y la capacidad para vender un modelo de vida y gobierno, de 
valores y creencias sean los factores del éxito. No se creen en los 
valores de la tolerancia y la convivencia con otras culturas, se está 
proponiendo un modelo y proceso de aculturación y deculturación para a 
la larga imponer la cultura propia occidental.
Se conviene en colocar, en accionar 
multifacético, el principio de la “ingeniería del consenso”, concepto 
elaborado por el estadounidense Edward Louis Bernays en su texto de 
1947, The Engineering of Consent, en el cual expuso que la 
misma “(…) es la esencia primordial en los procesos democráticos, es la 
libertad de persuadir y sugerir”. (Edward Louis Bernays The Engineering of Consent, U.S.A., 1947; en. http://wikipedia.org/wiki/Edward_Bernays.)
Y ello implica la necesidad de saturar el 
mercado de la información con ideas preconcebidas sobre lo que se desea 
como reacción de la opinión pública y el uso de la sacudida emocional 
para llegar a la elección racional aunque no sea justa. La propaganda no
 necesariamente debe imponer una opinión pero si remover de tal manera 
los sentimientos, mediante imágenes y textos bien seleccionados, para 
que el espectador y el lector arribe, obligatoriamente, a las 
conclusiones deseadas de antemano y, finalmente, debe lograrse la 
demonización del enemigo lo cual se alcanza a través de la exaltación y 
manipulación de las opiniones patrioteras, chauvinistas y xenofóbicas en
 la mayoría de los casos, haciendo uso de los esquemas o clichés 
mentales, estimulados por detallados recuentos de las “atrocidades” y 
“masacres” que comete el adversario.
A ese arsenal de ideas malintencionadamente 
dirigidas, el destacado lingüista y politólogo estadounidense Noam 
Chomsky, ha agregado otras formas comunicacionales manipuladoras, a 
saber: la estrategia de la distracción; crear problemas y después 
ofrecer soluciones; la estrategia de la gradualidad; la estrategia de 
diferir; dirigirse al público como a criaturas de poca edad; utilizar el
 aspecto emocional mucho más que la reflexión; mantener al público en la
 ignorancia y la mediocridad; estimular al público a ser complaciente 
con la mediocridad; reforzar la autoculpabilidad; y, conocer a los 
individuos mejor de lo que se conocen ellos mismos. (Noam Chomsky “Estrategias de Manipulación”, en “Armas Silenciosas para Guerras Tranquilas”,  cita del texto, en, http://www.yohandry.com/index.php/component/content/article/61-estados-unidos/386-10-formas-distintas-de-manipulacion-mediatica.)
 Asimismo, Felson Yajure, del Partido Socialista Unido de Venezuela 
(PSUV), también hizo un aporte al agregar otras cincos formas de 
manipulación: el ocultamiento de la verdad y que los intereses 
económicos son la causa; ubicar a la víctima como la agresora y culpable
 y al agresor como el defensor de la justicia; desprestigiar a las 
víctimas; monopolizar la información; y omitir, obviar e ignorar la 
historia. (Felson Yajure Cinco Estrategias Comunicacionales de Guerra de Estados Unidos, en Aporrea, (digital) 11 de agosto de 2011, Venezuela.)
Las guerras culturales expanden su campo de 
acción como preámbulo o continuación de las guerras por otros medios. Un
 remedo contemporáneo de la frase de Kart von Clausewitz. Una de las 
piedras angulares de la efectividad de las penetraciones e injerencias 
físicas, morales y culturales se encuentra en el nivel de conciencia 
ideológica, política y ética-cultural que posean las sociedades a las 
que intentan someter a través de esas guerras de variado tipo.
Las elites de poder capitalistas 
transnacionales someten a un frío estudio calculador y a una medición 
constante, la “temperatura” sociológica y política de las 
contradicciones y valores que evolucionan conflictivamente en los 
Estados naciones que se desean conquistar y recolonizar; así como 
indagan acuciosamente los grados de violación de la legalidad, la 
corrupción presente, el estado de las cifras delincuenciales -aunque 
sean comunes-, los niveles de inconformidad, descontento, escepticismo y
 la pérdida de expectativas presentes y futuras de los disímiles grupos y
 sectores poblacionales, más la detección de los focos agudos de 
tensiones internos, todos los cuales se convierten en indicadores a los 
que dirigen los esfuerzos de su propaganda, que responden a las 
interrogantes de cómo deben ser “trabajados” y explotados por las 
guerras psicológicas, de ideas y las culturales. Una veces utilizan las 
causas, otras los efectos, que alentarían y provocarían desordenes no 
tan aislados, desestabilizaciones más articuladas y el aprovechamiento 
oportunista de brindar ayuda en la labor de ablandamiento de los cuerpos
 societarios hasta llegar a la desgobernabilidad.
Asimismo, no escapan de los radares 
políticos de las guerras culturales contemporáneas la existencia y 
aprovechamiento de las mediocridades humanas, los individualismos, las 
ambiciones, la codicia, los egoísmos, los fatuos protagonismos y 
egocentrías, las vanidades, el afán de lucro, las ansias de poseer 
riquezas desmedidas y el deseo de ostentarlas, los privilegios 
“obtenidos” muy por encima de lo que realmente se obtiene a través del 
trabajo y con una diferencia abismal con respecto a lo que tienen los 
demás miembros de la sociedad, los beneficios malhabidos, la pérdida del
 colectivismo y la solidaridad.
Todos los defectos y miserias humanas son 
“materia prima” de primera mano para la faena sucia de las agencias de 
inteligencia que buscan en esas quiebras morales y espirituales de 
distintos clases y grupos, sectores y estamentos de la sociedad las 
formas de irrumpirlas con los modelos de la sociedad consumista 
derrochadora, el sueño y el modo de vida norteamericano, con el 
consiguiente establecimiento de “cabezas de playa” y “caballos troyanos”
 que sirvan para debilitar y destruir sistemas políticos considerados 
hostiles a los centros de poder del modo de producción capitalista.
A la par, grandes sumas de dinero son 
enviados abierta y subrepticiamente al interior de los Estados-naciones y
 cuerpos societarios -por supuestas ONGs, sin afán de lucro, y que son 
sucursales de las agencias de inteligencias- aquellas que se desean 
doblegar, con el fin de pagar, sobornar y corromper a grandes grupos de 
personas, seleccionando a dirigentes políticos y sociales de todos los 
niveles, empresarios públicos y privados, jóvenes, intelectuales, 
oficiales de las fuerzas armadas y de la seguridad.
El gran  objetivo es diezmarlos, cooptarlos y
 convertirlos en dobles agentes. En esas computadas guerras también se 
avalan las infiltraciones de agentes especiales -muchas veces 
encubiertos por fundaciones y asociaciones no gubernamentales- para 
introducir propaganda subversiva, medios de comunicación eficaces y la 
realización-promoción de actividades desestabilizadoras.
Las deserciones, traiciones y cambios de 
bandos que se han apreciado en  algunas altas figuras políticas, 
militares, entre otras, en las guerras de Irak y Libia, lo intentaron en
 Pakistán, en Siria, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, etc.), son 
elocuentes ejemplos de la labor previa de zapa, erosiva, de división y 
compra de posicionamientos políticos y éticas individuales que muestran,
 más que todo, los raquitismos ideológicos y políticos de esos que antes
 defendían lo que ahora abandonan y atacan.
Tales variados arsenales están contenidos ad hoc
 en esa “ingeniería del consenso”, a la cual el ensayista chileno Diego 
Cerda denominó, acertadamente, como la PsyWar y la “construcción 
artificiosa del mundo” desde el poder corporativo y de los gobiernos 
(Diego Cerda Seguel La inteligencia y los guionistas de la realidad: el devenir artificioso del mundo, en, http://revista.escaner.cl/nod/160.),
 lo cual significa nada más y nada menos que la más prolongada campaña 
de mercadeo de las ideas que ha desplegado el imperialismo, encabezado 
por los EE.UU., desde el siglo pasado hasta la actualidad.
Se persigue el propósito de vender 
engañosamente las “bondades del capitalismo a través de un ropaje 
glamoroso y repleto de modernidad”, ahora de postmodernidad y 
contrapuesto a las tradiciones, las viejas costumbres, mitos y ritos 
considerados ortodoxos, anticuados y obsoletos.
Porque se trata de derrotar en el terreno de
 las ideas a todas las alternativas que se contrapongan a su dominio y 
hegemonía mediante el deslumbramiento y la persuasión, la manipulación 
del subconsciente -hasta la sublimación y la virtualización de la 
realidad-, la usurpación del imaginario colectivo de las diferentes 
diversidades existentes, ocultar el epistemicidio de saberes y 
conocimientos que se comete con aquellos que no pueden adocenar, así 
como la recolonización de las utopías redentoras y libertarias del 
socialismo, del marxismo y la izquierda revolucionaria, los movimientos 
sociales y políticos opcionales, especialmente los antisistémicos, por 
lo cual sus discursos y métodos se dirigen contra civilizaciones, 
formaciones culturales y religiosas que no se avienen al modo de ser, 
pensar y accionar occidental eurocéntrico y norteamericanizador.
El ataque psicológico y cultural solapado de
 las fuerzas del capital transnacional es de tal alcance que se puede 
lograr, como consecuencia, un efecto paradójico y alarmante para las 
seleccionadas víctimas, el hecho de que estas lleguen a comprender y 
compartir la i-lógica y la i-racionalidad de sus perversos victimarios. 
Son signos más que evidentes de la capitalización transnacionalizada del
 planeta a través de la imagen simbólica y real de la “MacDonalización”,
 la “Disneylandización”, la “Hollywoodización” y la “Waltmarkterización”
 –hoy los gigantescos Smol- de la vida cotidiana enfrentada a toda forma
 de autonomía, soberanía y democracia. (Benjamin Barber Hacia una sociedad universal de consumidores. Cultura McWorld contra democracia, en La Gaceta de Cuba, UNEAC, No. 6, nov.-  dic., La Habana, 2001.)
Uno de los pensadores más eufóricos acerca 
de la victoria cultural de los EE.UU., recién transcurrida la Segunda 
Guerra Mundial, Reinhold Wagnleitner, expresó con razón que los mitos, 
los mensajes y la ideología de Hollywood funcionaron como el más 
poderoso inventario iconográfico del capitalismo norteamericano, y que 
gracias a esa industria cinematográfica se llevó a cabo un proceso 
mistificador que permitió hacer pasar la ideología consumista del 
capitalismo como si fuese la insignia de una verdad intelectual. 
Añadiendo, simbólicamente, que ese fue el triunfo de la “Doctrina 
Marilyn Monroe” -para Europa- tal como lo fue la doctrina del presidente
 James Monroe (1823) para el hemisferio americano. (Reinhold Wagnleitner
 American Cultural Diplomacy, the cinema, and the Cold War in Central Europe, Annals of the America Academy of Polical and Social Sciences, Issue 254, 1947, pp. 31-36).
Con sus actualizaciones respectivas, estas 
afirmaciones pueden adecuarse a las condiciones sociohistóricas actuales
 y al desarrollo perfeccionado de las guerras culturales por parte de 
los neoconservadores estadounidenses, regionales e internacionales. 
Según algunos especialistas que estudian el surgimiento y la evolución 
de la corriente neoconservadora afirman, unilateralmente, que ésta 
apareció a la luz pública como consecuencia de la necesaria respuesta 
ante el movimiento contracultural de los años 60 de la pasada centuria, 
el cual mucho debió a las posturas asumidas por liberales honestos, 
aunque también es cierto que estuvieron involucrados sectores y 
organizaciones de izquierda, la nueva izquierda, que deseaban una 
transformación más radical.
Con medias verdades y medias mentiras -hoy 
las abiertamente fake news o mentiras falsas- se nos propone una 
lectura, por cierto muy bien amañada, de aquellos acontecimientos que 
tuvieron su explosión en el ya lejano “Mayo Francés”, de 1968 (aunque 
hubo revueltas en muchas ciudades del mundo, y en América Latina resonó 
con fuerza en octubre de ese año, el “Tlatelolco mexicano”), pero que 
tienen ascendencia en el momento actual que vivimos. (Carlos Antonio 
Aguirre Rojas Para comprender el mundo actual. Una gramática de larga duración, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cuba Juan Marinello, La Habana, 2003).
La alusión históricamente enrevesada y la 
omisión intencional de ese renacimiento conservador lo realizó una de 
las mentes más inteligentes de la política y la academia estadounidense,
 la señora Jeanne Kirpatrick, representante permanente en la ONU del 
gobierno de Ronald Reagan (1980-1988) e investigadora además de mérito 
del American Enterprise Institute.
La Kirpatrick ignora o acalla la verdad con 
conocimiento de causa. Oculta el nacimiento real del neoconservadurismo 
como producto de la confrontación capitalismo versus socialismo y el 
auge de las luchas nacional-liberadoras del Sur geopolítico, en los años
 pre y posbélicos a 1941-1945.
Peor aún, no relata que de los conversos de 
izquierda salieron sus más connotados representantes. Y lo presenta como
 la respuesta inevitable, la mutación forzada de esos librepensadores a 
los que no les quedó más remedio que robustecer sus dogmas y 
extralimitarse en su reaccionarismo como forma de defender a los EE.UU. y
 el mundo libre del peligro del comunismo en los años 60.
No parece recordar, sin embargo, la 
susodicha pensadora burguesa que tal contraofensiva conservadora, 
reaccionaria y agresiva de la derecha norteamericana e internacional fue
 dirigida no solo contra el comunismo, sino frente a las fuerzas de 
liberación nacional, la clase obrera y sus conquistas alcanzadas tras 
duras luchas, los movimientos anticolonialistas, los defensores de los 
derechos civiles, de las minorías étnicas y los negros, que no solo 
incluían al segregacionismo y la discriminación presente en los EE.UU., 
sino también al Apartheid en Sudáfrica y en otras zonas del planeta, al 
antibelicismo de esos años simbolizado en la guerra de Vietnam y el 
incipiente movimiento a favor de la ecología, etc.
Ni siquiera menciona al tenebroso Programa 
COINTELPRO, -guerra que lanzó el gobierno de EE.UU. a lo interno de su 
propio país-; mucho menos reconoce que ese plan se redireccionó además 
hacia los gobiernos progresistas, nacionalistas, populistas y 
democráticos (sin hacer distinciones entre si eran comunistas o no, como
 fue el caso de Domingo Perón, en la Argentina de 1955) que, según las 
reglas de las elites de poder oligárquicas burguesas, estaban saliéndose
 de la órbita de Washington y sus aliados. No se mencionan tampoco 
antecedentes como el apoyo sutil -con un neutralismo cómplice- al 
fascismo italiano, el nazifascismo alemán y, en especial, al falangismo 
español; el golpe de Estado en Irán (1953); la agresión militar de la 
OEA, bajo el asesoramiento de la CIA, a la Guatemala de Jacobo Arbenz, 
1954, entre otros. Más aun, se encubre la “Operación Cóndor”, la 
preparación y ejecución del golpe de estado militar contra el legítimo 
gobierno de Salvador Allende, en Chile (1973), y las llamadas “guerras 
de baja intensidad” frente a los movimientos guerrilleros en 
Centroamérica y, en especial, contra la triunfante Revolución Sandinista
 de 1979.
Y se produce la magia selectiva, son solo 
los sucesos de la fatídica invasión militar soviética sobre 
Checoslovaquia, la privilegiada “primavera de Praga, los que salen a la 
luz pública como el símbolo de la injerencia, violación de las leyes y 
normas internacionales y la defensa de las “zonas de influencias rusas” 
en la Europa del Este, como si la otra parte no hubiera agredido a  
nadie y no tuviera también bien delimitadas sus fronteras capitalistas 
intocables.
De todas formas la elaboración de esta idea 
cercenada constituyó un peligroso intento, entre muchos, de reivindicar 
lo “liberal” para definir lo “conservador” y una meridiana demostración 
de cómo los conservadores y neoconservadores pueden macerar, pervertir y
 adocenar el lenguaje y el pensamiento con un acto de prestidigitación 
conceptual que, diciendo defender lo que ataca y afirmar lo que se niega
 hace todo lo contrario, desorientando a las grandes masas populares e 
incluso a los intelectuales planetarios, muchos de los cuales son 
timados y luego cooptados, lográndose una estratégica victoria a favor 
de las hegemonía del capital transnacional.
Fue una menuda manera de demostrar con el 
reverso lo que hacen en la realidad, el culto a la utilización de la 
fuerza bruta, el despliegue de guerras de todo tipo y escalas posibles, 
la denodada defensa del aumento de los gastos militares y la intromisión
 en las vidas privadas de los ciudadanos de su país y de otros a través 
de la manoseada coartada de la seguridad nacional, asumiendo el derecho a
 la agresión directa en cualquier “oscuro rincón del mundo” por 
considerarse mesiánicamente los gendarmes mundiales, desplegando ataques
 preventivos, sorpresivos, selectivos o masivos, contra cualquier país 
si peligran los intereses del mundo libre capitalista occidental pero, 
presentándose a la vez al público como arcángeles de la paz mundial, de 
los mejores valores y las más excelsas virtudes humanas.
Sin embargo, las guerras de agresión 
llevadas a cabo por los EE.UU., la Organización del Atlántico Norte 
(OTAN) y otras naciones -en extrañas coaliciones alcanzadas- desde 1989 
hasta nuestros días, arrojan un escalofriante censo: contra Panamá, Irak
 (dos veces), Yugoslavia (dividida además en varios Estados por el 
violento separatismo interno, apoyado y promocionado por el occidente 
imperialista), Afganistán, Haití (por dos ocasiones), Somalia, Sudán (ya
 dividida en dos naciones) y Libia, Siria, Yemen (atacado por Arabia 
Saudita), etc.
A lo que se suma las mal denominadas 
‘Primaveras Árabes’, el intento de subversión en Georgia que culminó con
 la intervención Rusa en Abjasia y Osetia del Sur (2008), la ‘Contra- 
Revolución de Colores’ en Ucrania, el conflicto con Rusia y las 
sanciones en su contra; la guerra comercial iniciada por la 
administración de Donald Trump contra China, Rusia, la Unión Europea, 
México y Canadá; las amenazas contra Qatar; los trajines y retóricas, 
más amenazas contra Corea del Norte; los fraccionamientos y guerras 
civiles atizadas en otras naciones; el rompimiento por parte de los 
EE.UU. con Irán de los acuerdos nucleares con 6 potencias, y la 
imposición de sanciones contra ese país y a las empresas que comercien e
 inviertan en el mismo.
Otros conflictos bélicos parecen excluirse 
del término guerra y son, sin embargo, donde se suceden constantemente 
bombardeos aéreos y marítimos, agresiones e infiltraciones armadas 
terrestres y numerosos muertos, asesinatos y heridos en masa: ellos son 
las confrontaciones contra los palestinos, los saharauies y los 
libaneses, los propios territorios fronterizos de Pakistán con 
Afganistán, por citar algunos ejemplos. Y estas injerencias se realizan 
bajo la justificación de una “guerra humanitaria preventiva”.
Un artículo de Nick Turse, historiador, 
ensayista y periodista de investigación, titulado “Una guerra secreta en
 120 países”, y publicado en Alternet.org y TomDispatch.com,
 confirma a través de fuentes confiables que, en 2011, desarrollaban 120
 guerras secretas en el mundo, bajo la infiltración de comandos 
especiales estadounidenses.
En él se puede leer “(…) El pasado año, Karen De Young y Greg Jaffe, del Washington Post,
 informaron de que las Fuerzas de las Operaciones Especiales de EEUU 
estaban desplegadas en 75 países, subiendo hasta esa cifra desde los 60 
que eran a finales de la presidencia de George W Bush.
El portavoz del Mando de dichas Operaciones 
Especiales Tim Nye dijo que, para últimos de este año, la cifra 
probablemente llegará a 120. “No paramos de movernos, no se trata solo 
de Afganistán o de Irak”, dijo recientemente. Esta presencia global 
-aproximadamente en el 60% de las naciones del mundo y muchísimo más 
amplia de lo que anteriormente se reconocía- proporciona una nueva y 
sorprendente prueba de la existencia de una creciente elite de poder 
clandestina dentro del Pentágono que está emprendiendo una guerra 
secreta por todas las esquinas del planeta. (Nick Turse Una guerra secreta en 120 países, en Alternet.org y TomDispatch.com, 7 de agosto de 2011, tomado de rebelión.org., 27 de agosto de 2011).
Esa doctrina política-militar de presión, 
chantaje y amenaza de agresión se despliega también sobre Irán, Corea 
del Norte y hace unas pocas semanas contra Siria, identificadas y 
acusadas como naciones terroristas, miembros del “Eje del Mal”, 
poseedoras o no de armas nucleares, pero consideradas como peligros 
evidentes para la seguridad y la paz regional y mundial.
Y tales ideas elaboradas para engatusar y 
embrollar se reafirman a través de las aseveraciones complicadísimas de 
un grupo de fundadores e ideólogos del neoconservadurismo 
estadounidense.
Así se expresa Joshua Muravchik “(…) Después
 de 60 años de existencia, la ONU ha fracasado. Ella constituye un 
monumento al idealismo de Estados Unidos. El idealismo norteamericano ha
 aportado algunas cosas buenas al mundo, como por ejemplo, el fin del 
colonialismo, el ascenso de los Derechos Humanos y la propagación de la 
democracia (…)”; (Joshua Muravchik The future o the United Nations,
 American Enterprise Institute, AIE Press, U.S.A., 2005.), o Samuel 
Huntington “(…) El futuro de Estados Unidos y de Occidente depende de 
que los norteamericanos reafirmen su compromiso con Occidente (…) que 
rechacen los cantos de sirena del multiculturalismo o de la diversidad 
cultural (…)”; (Samuel Huntigton The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order,
 Touschtone Books, U.S.A., 1997), o también la discípula de Henry 
Kissinger, Condoleezza Rice “(…) defenderemos la paz previniendo y 
enfrentando la violencia de los terroristas y de los regímenes 
forajidos; preservamos la paz mediante el fortalecimiento de las 
relaciones con las grandes potencias mundiales; y extenderemos la paz 
llevando los beneficios de la libertad y la prosperidad por el mundo 
(…)”; (Condoleeza Rice The Necon Reader, Grove
 Press, New York, 2004.) y, para terminar, Karlyn Bowman, quien 
retomando otras ideas escribió que “(…) Irving Kristol ha dicho que no 
existe una doctrina neoconservadora sobre las relaciones 
internacionales, solo un conjunto de actitudes que incluye un profundo 
amor por nuestro país, desconfianza hacia todo intento de crear un 
gobierno mundial, una clara percepción de quiénes son nuestros amigos y 
nuestros enemigos, la preocupación por el logro de una defensa musculosa
 fuerte, y el deseo de llevar a buen término el proyecto de convertir a 
Estados Unidos en la primera y única superpotencia mundial (…)”. (Karlyn
 Bowman The Neon Reader, Idem).
Sin comentarios, a no ser que advirtamos en 
la lectura cuidadosa, crítica y entre líneas, que debe realizarse de 
estos textos y discursos, lo que se necesita para comprender lo que 
dijeron y como lo expresaron definitivamente, añadiéndole los contenidos
 de la realidad objetiva y subjetiva existente.
Tarea de un lector acucioso y preparado 
educacional y culturalmente, con una mente crítica política avezada, 
pero por sobre todo sincera, honesta y fiel a la causa de los explotados
 y oprimidos del mundo.
Entonces, el fenómeno Donald Trump como 
mandatario no es casual, es hijo de una estrategia de la derecha 
estadounidense, al que se le han sumado los ultraconservadores más 
fanáticos, tomándose años para irla instalando de forma directa y 
encubierta.
Tampoco son casuales los ataques contra 
Cuba, el mantenimiento y endurecimiento del bloqueo, las provocaciones 
de los supuestos ataques sónicos cubanos contra diplomáticos 
estadounidenses, la cantidad enorme de dinero que están invirtiendo para
 propiciar la subversión en Cuba, dándole plata constante y sonante a 
los grupúsculos contrarrevolucionarios, becas en el extranjero, montaje 
de plataformas digitales con personal a sueldo para deliberar e imponer 
la desmovilización y desmotivación entre los jóvenes y muchos sectores 
de la población; el dinero para los periodistas independientes, los 
sindicatos independientes, etc. (Aileén Carmenaty Sánchez La
 subversión político ideológica de Estados Unidos hacia el sistema 
económico, político y social de Cuba luego del restablecimiento de las 
relaciones diplomáticas entre ambos países, Tesis de 
Diplomado, Tutorada por el Dr. Néstor García Iturbe y el Héroe de la 
República de Cuba, Gerardo Hernández Nordelo, Inédito. Injerencia de los EE.UU. en Cuba, Los dineros del Tío Sam, La pupila insomne, 18 de diciembre de 2017, https://lapupilainsomne.wordpress.com/; y Randy Alonso Falcón ¿La
 era de la posverdad o de la multiplicación de las mismas mentiras?: 
Campañas mediáticas contra los procesos progresistas latinoamericanos, Cuba Debate, 16 de julio de 2018).
Ante estas realidades, ¿por qué hay personas
 en Cuba -algunos de los cuáles ni me atrevería de culpar de adversarios
 y menos de enemigos- que quieren y desean disminuir, subestimar e 
ignorar el peligro de la agresividad ideológica imperial?
Parecen de pronto tornarse ingenuos -aunque 
la inocencia a veces tiene un costo o precio alto-; e intentan ponernos a
 deliberar en cuestiones no fundamentales, para hacer un diversionismo 
tonto y absurdo, sin pensar hasta donde puede ello escindirnos.
Polemizan sobre todo y elaboran políticas 
“científicas”, más expeditas que las que somos capaces de realizar 
sopesada y también de forma crítica; están cuestionando al presidente de
 los Consejo de Estados y de Ministros, el compañero Miguel Díaz- Canel,
 juegan con fuego si no están en la hoguera con los llamados 
heterodoxos, diversos y multiculturales. ¿Por qué y para qué?
Las problemáticas en la Nicaragua contemporánea nos llaman a poseer un sentido alerta ante los errores y las ingenuidades.
Dr. en Ciencias Históricas Orlando Cruz Capote. Investigador Auxiliar. Instituto de Filosofía. Citma-Cuba. 19 de julio 2018
 
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