La
 situación de Florida es fruto de la desastrosa gestión de la epidemia 
en Estados Unidos, en lo que Donald Trump tiene una alta cuota de 
responsabilidad. Un epidemiólogo estadounidense lo ha calificado de 
“genocidio por default”. Pero hay una pregunta obligada: ¿por qué un 
personaje de su pésima catadura moral (llamado gánster por Chomsky y 
fascista por el filósofo Cornel West y otros, acusado de “peligro para 
la democracia” por generales, almirantes y políticos de ambos partidos) 
pudo llegar a la máxima responsabilidad gubernamental de la potencia del
 norte? Por cierto, no estoy seguro de que pierda la elección del 3 de 
noviembre.
Otra
 pregunta importante es cuán distinta habría sido la gerencia de la 
pandemia por otro presidente. No creo que habría habido una diferencia 
sustantiva, pues al margen del desajuste conductual de Trump, de su 
obsesión enfermiza por la reelección, su desprecio por la ciencia y 
subestimación de la enfermedad, lo que se observa en Estados Unidos hoy 
es una situación de caos, al parecer originada en una grave fractura en 
la cúpula como la que precede a las guerras civiles. Mucho antes de esto
 W. Bush fue incapaz de enfrentar el paso del huracán Katrina por Nueva 
Orleans, que terminó en una gran tragedia. Pero, además, en la mayoría 
de los países capitalistas los gobiernos hacen grandes concesiones a las
 presiones del capital para que no se confine a la población y se 
proteja su salud.  Los rebrotes de envergadura que vemos en las últimas 
semanas en América Latina y Estados Unidos se deben a la flexibilización
 prematura de las medidas preventivas debido a esas presiones del 
capital.
El
 problema principal de Estados Unidos es que no existe en rigor un 
sistema de salud pública, agravado por el avance cada vez mayor de la 
privatización de los servicios médicos, con crecientes ganancias de las 
compañías de seguros y una población enferma, víctima de la obesidad, la
 diabetes y las cardiopatías. No es casual que la mayoría de los 
fallecidos por covid sean latinos o afros. La industria farmacéutica 
estadounidense es emblemática del negocio a costa de la vida humana. En 
este campo Washington lleva de lejos la delantera entre los países 
capitalistas ricos, con los más caros e ineficientes servicios de salud 
en ese grupo de estados.
No
 obstante, lo mismo en Europa, que en naciones de América del sur como 
Chile, Brasil, Colombia, Perú y Ecuador, es evidente que no estaban 
preparados para enfrentar  la pandemia por la enorme disminución en los 
presupuestos de salud y la progresiva degradación de su infraestructura 
hospitalaria ocasionados por las política neoliberales. Brasil, segundo 
país en el mundo por número de muertos y contagiados sufre precisamente 
el desmantelamiento del sistema de salud pública edificado por los 
gobiernos del PT, la expulsión de los médicos cubanos, el negacionismo 
de Bolsonaro y su guerra contra los intentos de gobernadores y alcaldes 
de proteger a la población. Pero el caso de Chile es particularmente 
escandaloso y revelador de cuanto se ha mentido sobre las maravillas de 
su modelo económico.  Con unos 20 millones de habitantes, el país andino
 tiene 319 mil casos y 7019 muertes. Con la mitad de la población que el
 estado de Florida, lo supera en ambas categorías y exhibe una de las 
más altas tasas de muertes en el mundo por 100 000 habitantes. El 
presidente Piñera se ha caracterizado por obstaculizar todas las 
iniciativas dirigidas a atenuar el sufrimiento de los grandes sectores 
chilenos en pobreza y carentes de atención médica.
Pero
 mientras el nuevo coronavirus avanzaba a paso de carga en Estados 
Unidos, Trump visitó Florida y ni mencionó la pandemia. Todo su tiempo 
estuvo dedicado a proferir teatralmente amenazas contra Cuba y Venezuela
 desde el Comando Sur y a recoger donaciones para su campaña electoral. 
Allí se reunió con un grupo de mercenarios de origen cubano y 
venezolano, verdaderos payasos que entre carantoñas e increíbles 
elogios, le aseguraron que él será el presidente que libere a “nuestro 
hemisferio” del socialismo. Tampoco veo seguro que el magnate gane en 
Florida. Como le advirtió el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, 
el presidente está mal asesorado.
Twitter: @aguerraguerra
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