La pupila insomne | 6 noviembre, 2021 a las 7:27 | Etiquetas: José Julián Díaz Pérez | Categorías: Cuba, Historia, Latinoamérica | URL: https://wp.me/p10AwN-jY8Discurso
 pronunciado por José Julián Diaz Pérez, presidente de la FEU de la 
Universidad de La Habana, en el Aula Magna a razón de reeditar esta 
institución la Universidad Popular José Martí fundada hace 98 años por 
Julio Antonio Mella.
Buenos días a todos,
Hace
 apenas dos días, después de más de año y medio, se volvieron a llenar, 
en la medida que esta pandemia lo permite, las aulas de nuestra 
universidad. No sabíamos en marzo del 2020 la titánica tarea que se 
avecinaba, ni, en medio del dolor de las pérdidas humanas, toda la 
experiencia que nos traería esta pandemia.
Suele
 haber en el imaginario, sobre todo de los profesionales, una suerte de 
vida preconcebida, regida de cierto modo por un esquema de felicidad o 
realización personal, que, de tan natural, poca gente cuestiona al menos
 para justificarlo. Y hablo de esto, en la medida en que creo que no ha 
sido este un año perdido. Al menos partiendo de lo innegable de la 
realidad, ha sido también una oportunidad de crecimiento.
La
 historia de Cuba y su Revolución tiene muchos momentos así, en los que 
hemos tenido que decidir entre esa realización profesional y donde está 
el deber, algunos con la suerte de la coincidencia. Tenemos que pensar 
en las guerras de liberación o momentos como la campaña de 
alfabetización y la Zafra de los 70, donde todo un pueblo se volcó en 
función de una tarea mayor, una pausa en lo tradicional para construir 
el hito. Y es que, aunque esta pausa en la normalidad haya trascendido 
la voluntad, solo esta tremenda voluntad, como de un rayo de sol, 
lograría que del madero muerto saliese volando un ave de oro.
Desde
 muy temprano llegaron los centros de aislamiento, y en el temor inicial
 del virus, porque la proeza está en sobreponerse al miedo, respondieron
 los jóvenes al llamado del país. Fueron llegando también otras tareas 
como el envasado de hipoclorito acá en la UH y los trabajos productivos,
 pero sobre todo la mensajería en los SAF, fue una tarea que nos 
permitió, a muchos jóvenes universitarios, tocar de cerca las 
complejidades diversas que afrontan los sectores más vulnerables en la 
capital. Historias que cultivaron en nosotros la necesidad de 
involucrarnos en la transformación de aquella realidad.
La
 dirección del país nos encomendó entonces dar seguimiento y diagnóstico
 a los SAF. Fuimos redescubriendo eso que ya algunos estudios conocían, 
este problema trascendía el sistema de atención a la familia. Se comenzó
 a hablar con fuerza de la necesidad de profundizar el control popular, 
de revivir esas estructuras que trazan el eje del poder del pueblo y su 
realización humana.
La 
pandemia fue agudizando realidades, y mostrando la urgencia en cambiar 
el curso de vida de aquellos a los que no estaba llegando la vocación 
inmensa de justicia social de la Revolución. En esta lucha constante por
 la supervivencia y el desarrollo, en esta lucha contra el sistema mundo
 y su vórtice a solo 90 millas, descuidamos el centro mismo de la 
Revolución, los más humildes. Y con la vergüenza tremenda que trae 
consigo el ser revolucionario, y con la crítica de que partimos tarde, 
emprendimos la tarea primera de sembrar futuro.
Buscaba,
 y busca, cínicamente la contrarrevolución capitalizar las carencias 
pendientes, cínicamente porque no hay otro camino para la justicia 
social que no sea el socialismo, no hay otro camino para la emancipación
 y desarrollo total del hombre y la mujer que no sea al horizonte 
comunista. Y creo es ahí donde debemos poner el empeño los 
revolucionarios, nuestra disputa está en el pueblo, nuestra victoria en 
la capacidad de sembrar la esperanza, la fe, no solo en los 
revolucionarios sino en su Revolución, en entendernos todos como 
protagonistas de esta tremenda gesta por un porvenir inédito.
Vamos
 soñando el barrio, nuestros barrios, sus casitas, sus calles, su 
cultura, su gente, y en ese entramado vamos creciendo también la FEU y 
la Universidad, sumándonos al trabajo de las organizaciones barriales, 
de la UJC, el partido, el gobierno, engranando entre los emprendedores 
de la buena voluntad.
Articulándonos
 entre vecinos, en nuestros municipios, con la cederista o el delegado, 
esparciéndonos, como verdes gestores de la cultura, de la ciencia, del 
desarrollo, del poder popular. Van madurando estas ideas en una nueva 
comisión del secretariado de la FEU de la Universidad, va creciendo con 
el buen síntoma de su permanencia en el tiempo, de la constancia, de la 
transformación real. Y es que la realidad, en su complejidad enorme, 
requiere de articulación para sortear las complejidades del camino, pero
 nuestra meta como generación naciente deberá ser la de ser mejores 
cederistas, mejores delegados, mejores militantes, en busca siempre de 
la utilidad de la virtud.
Llegando
 a los que nos reúne hoy aquí, tiene la FEU también el inmenso honor de 
ser protagonista de esta universidad popular José Martí, expresión 
acabada de esa articulación, ejemplo máximo de la utilidad de la virtud.
 Retomando la esencia martiana del conocimiento como oportunidad 
constante de crecimiento, trocando la suerte de estatus que ilustran los
 títulos en sed popular.
Una
 suerte gigante me ha tocado hoy, sirviendo a nuestra organización casi 
centenaria, al acompañar a la cariñosamente jefa, nuestra rectora Miriam
 de la universidad de la Habana, en esta reedición de la universidad 
popular José Martí, con la responsabilidad tremenda de su nombre y de su
 precursor. Con la garantía de su conducción, y el apoyo y la buena 
voluntad de los presentes y los que servirán a este impulso emancipador 
de Julio Antonio, podrá ser esta una nueva luz a esa universidad que 
soñamos, de los humildes, con los humildes y para los humildes.
 
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