Tres lecciones que deberíamos haber aprendido 5 años después de Lehman’s. Las grandes empresas apenas tributan un 4% en España
¿Hemos aprendido algo, 5 años después de la quiebra de Lehman’s? En una palabra: no.
O
no mucho, al menos. Aunque sería agradable creer que Larry Summers
tiene que retirarse de la carrera por llegar a ser el jefe de la Fed
dado su fundamental papel en la creación del colapso
financiero global, pienso yo que su retirada tiene más que ver con lo
desmesurado del personaje. Ante de que empiecen ustedes a celebrar su
derrota, recuerden que Goldman Sachs todavía tiene que dar el visto
bueno a cualquier candidato y que el presidente Obama todavía puede
elegir a alguno de los ungidos por Goldman, antes que Janet Yellin.
Para saber mucho más sobre Larry Summers y el asalto de Goldman Sachs a la administración Obama, véase el artículo de Greg Pallast publicado la semana pasada en SinPermiso.
La
consigna en la Casa Blanca desde los días del presidente Clinton es:
“¿Qué pensaría Goldman Sachs?”. Diaríase que toda política ha de pasar
por la prueba del “examen Goldman”: ¿es buena para Goldman Sachs? Si no,
se deja caer.
Lo
que sigue a continuación son, pues, mis ideas sobre lo que deberíamos
haber aprendido cuando se cumple el quinto aniversario del
acontecimiento que disparó la crisis. Un entrevistador me pidió
identificar las tres lecciones más importantes, cuestión para mí demasiado ambiciosa. Me conformaré con tres lecciones importantes.
Primera lección
La
crisis reveló descarnadamente la peligrosa e ilegal cultura imperante
en las instituciones financieras más grandes del mundo. Ahora sabemos,
más allá de toda duda, que fue un fraude de abajo a arriba. Por ejemplo,
todos y cada uno de los pasos en el negocio de títulos hipotecariamente
respaldados eran fruadulentos. Los contratos hipotecarios originarios
eran fraudulentos (los iniciadores del préstamo mintieron a los
prestatarios respecto de los términos del contrato para trapichear,
luego de que los prestatarios hubieran firmado, con el papeleo a fin de
emperorar las condiciones del préstamo. Los evaluadores de la propiedad
inmobiliaria falsearon los valores de las casas. Los bancos de inversión
engañaron respecto de la calidad de las hipotecas a medida que estas
eran titulizadas. Los directivos mintieron a los compradores de titulos
acerca de la documentación en su poder. A instancias de la creación del
propio sector que fueron los MERS [Mortage Electronic Registration
Systems (Sistemas de Registro Hipotecario Electrónico)], los bancos
extraviaron o destruyeron los registros de propiedad, haciendo imposible
que nadie pudiera llegar a averiguar quién posee qué y quien debe a
quién. Los servidores hipotecarios “perdieron” pagos hechos y
deshauciaron ilegalmente basándose en documentos fabricados por
“firmantes-robot”, echando equivocadamente de sus casas incluso a
propietarios de vivienda que ni siquiera tenían una hipoteca. Ahora esos
hogares se están vendiendo en grandes bloques a fondos buitre de
cobertura a céntimos el dólar, de modo que puedan realquilarse a los
antiguos propietarios que ahoran viven en la calle. No es exagerado
decir que el deshaucio y la desposesión fueron el resultado deseado por
lo que el presidente Bush llamaba la “sociedad de propietarios”:
desplazar toda la riqueza hacia el 1% de la población en la cúspide. Y
me he limitado a dar un ejemplo; pueden ustedes encontrar un nivel
parecido de criminalidad en cualquier línea de negocios emprendida por
los mayores bancos, desde la manipulación de los mercados de bonos hasta
la fijación interesada de las tasas del LIBOR, desde la manipulación de
los precios de las materias primas hasta la inversión ventajista en
acciones y la puesta en almoneda de información de acceso privilegiado.
Segunda lección
La
crisis demostró que una reforma real sólo puede llevarse a cabo en
plena crisis. Una vez Wall Street fue rescatada a puerta cerrada por la
Fed y el Tesoro estadounidenses (¡costó 29 billones de dólares!), no
había ya la menor esperanza de reforma. Las entidades más grandes, se
hicieron todavía más grandes. Están ya volviendo a hacer las mismas
cosas que hacían en 2007. Ni siquiera las debilísimas reformas
Dodd-Frank llegaron a ponerse en práctica: Wall Street desplegó
verdaderos ejércitos para retrasar, desleír y, eventualmente, prevenir
la realización de cualesquiera cambios que pudieran restringir las
prácticas financieras que causaron la crisis. Franklin Roosevelt lo hizo
bien en los años 30: declaró “vacaciones” bancarias, exigiendo la
dimisión de todos los máximos ejecutivos y se negó a permitir la
apertura de los bancos hasta que tuvieran un plan para recuperar la
solvencia. Casi todas las reformas del sector financiero a que procedió
el New Deal fueron puestas por obra en el momento culminante de la
crisis. La importante lección que habría debido aprenderse: en la
próxima crisis, no podemos permitir que la Fed y el Tesoro se reúnan a
puerta cerrada para rescatar a los “calamares vampiro” que están
destruyendo la economía. Tenemos que atravesarles el corazón con la
estaca en su momento de mayor debilidad.
Tercera lección
La
crisis dejó a la vista de la opinión pública la larga tendencia hacia
la “financiarización” de toda la economía. La amalgama del sector
financiero, el de seguros y el de bienes raíces representa un 40% de los
beneficios de las grandes empresas y un 20% del valor añadido. Es
decir, sencillamente un locura. Todo ha llegado a financiarizarse, desde
la educación universitaria (los préstamos a los estudiantes montan un
billón de dólares) hasta los hogares, la atención sanitaria (la reforma
de Obama empeora las cosas en este respecto) y aun la muerte (en las
llamadas compensaciones mortales y en los seguros médicos campesinos,
los empleadores apuestan a que sus trabajadores morirán tempranamente).
Wall Street ha financiarizado la energía y aun las cosechas. Ha vuelto
las pensiones de los trabajadores contra los propios tranajadores,
sirviendose de sus fondos de jubilación para apostar al alza sobre el
precio de la gasolina en los puntos de venta y el pan en las panaderías.
¡Es sólo cuestión de tiempo que los fondos de pensiones se utilicen
para aumentar el precio del agua en el contador casero!
En
un sentido muy importante yerra quien dice que lo que siguió a Lehman’s
provocó una crisis. La vida en la cúspide he mejorado tremendamente
desde 2007, puesto que el elevado desempleo ha debilitado a los
trabajadores a medida que el ingreso y la riqueza seguían desplazándose
hacia el 1% en la cúspide.
Huelga
decir que para el 99% de abajo es una crisis, pero no una crisis
financiera. Y no empezó en 2007, sino a comienzos de los 70. Es una
crisis de empleo a largo plazo. Es una crisis salarial a largo plazo. Es
una crisis a largo plazo de la educación, la vivienda y la asistencia
sanitaria: una crisis que arraiga en el hecho de que se pone a las
necesidades un precio que está más allá del alcance del grueso de la
población trabajadora.
¿Qué hay que hacer?
¿Por
dónde empezar? Yo soy pesimista a medio plazo, porque no creo que se
pueda hacer mucho hasta que se desplome Wall Street y cerremos la “sucia
docena” de las mayores entidades financieras globales. Están
atravesadas en el camino de cualquier reforma substancial. Necesitamos
disminuir el tamaño de las finanzas en unos dos tercios o tres cuartos,
tal vez acaso en un 90%. Obvio es decir que eso no puede ocurrir hasta
el próximo desplome. Soy razonablemente optimista al respecto, porque
creo que eso ocurrirá en un futuro no demasiado lejano.
Pero
cuando sea posible hacer una reforma económica real, ¿qué necesitamos?.
Lo primero, puestos de trabajo. No podemos confiar en el sector privado
para generarlos. El futuro es el crecimiento sin puestos de trabajo, de
modo que no podemos confiar en el crecimiento para generar los puestos
de trabajo que necesitamos. El Estado tiene que implicarse.
Afortunadamente, hay mucho por hacer: infraestructura pública,
reactivación de la educación y la asistencia sanitaria, restauración
medioambiental, cuidado de los ancianos y mejora de los espacios
públicos. Necesitaremos un programa de Garantía Permanente de Empleo (o
empleador de último recurso: GPE/EUR) para asegurarnos de que puedan
participar todos quienes deseen trabajar. En segundo lugar, y en
relación con lo primero, necesitamos salarios decentes, lo que significa
incrementos salariales substanciales para los dos o tres quintiles más
bajos. Tampoco en eso se puede confiar en el sector privado, que siempre
se hallará en una dinámica de “carrera hacia el abismo”. El Estado debe
desempeñar un papel fijando niveles altos para los salarios mínimos,
elevando los beneficios del bienestar y mejorando las condiciones de
trabajo. Eso resultará fácil de hacer, uan vez que funcione el programa
GPE/EUR, puesto que su paquete compensatorio marcará de facto el nivel mínimo.
Todos
estamos estupefactos. Resulta estupefaciente que Washington no haya
perseguido a los delincuentes de Wall Street. Pero en realidad no
resulta estupefaciente en absoluto. Los zorros de Wall Street andan
sueltos y dispersos por toda la administración Obama, dirigen el tesoro
y la Fed de Nueva York y están copiosamente representados en todas las
agencias que tienen algún poder de supervisión sobre Wall Street.
Mientras Wall Street chupe el 40% de los beneficios de las grandes
empresas, allá estará el dinero, y Washington funciona con dinero. Con
tamaños zorros guardando el gallinero, hay que ser bobo para creer que
la administración Obama podría perseguir a ningún alto ejecutivo de los
mayores bancos.
Randall Wray es
uno de los analistas económicos más respetados de Estados Unidos.
Colabora con el proyecto newdeal 2.0 y escribe regularmente en New Economic Perspectives y en Economonitor.com.
Profesor de economía en la University of Missouri-Kansas City e
investigador en el “Center for Full Employment and Price Stability”. Ha
sido presidente de la Association for Institutionalist Thought (AFIT) y
ha formado parte del comité de dirección de la Association for
Evolutionary Economics (AFEE). Randall Wray ha trabajado durante mucho
tiempo en el análisis de problemas de política monetaria, macroeconomía y
políticas de pleno empleo. Es autor de Understanding Modern Money: The Key to Full Employment and Price Stability (Elgar, 1998) y Money and Credit in Capitalist Economies (Elgar 1990).
Fuente: Sinpermiso
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