La manera como los establishments politícos y mediáticos responden al crecimiento de las desigualdades. Vicenç Navarro. Rebelión
El nivel de
desigualdades ha alcanzado tal magnitud que es imposible ignorarlo. Y de
ahí que los principales fórums políticos y mediáticos hayan comenzado a
hablar de ello. El incremento de las desigualdades, por fin, es un tema
visible mediáticamente a los dos lados del Atlántico Norte. Santificado
por las declaraciones del Presidente Obama, que indicó que este tema es
“el más importante del tiempo que vivimos”, ya es posible hablar de
desigualdades e incluso de la manera de cómo reducirlas. Hasta ahora era
un tema muy impopular en los centros de poder. Los pocos que
denunciábamos el crecimiento de tales desigualdades éramos marginados,
cuando no silenciados, por aquellos centros. Pero ahora ya puede
hablarse de ello. Sin embargo, los temas centrales, causantes de este
crecimiento de desigualdades, no se están tocando. En la discusión que
aparece en tales forums políticos y mediáticos de cómo reducirlo, se
puede ver fácilmente que se están proponiendo aquellas medidas que son
precisamente las menos amenazantes a aquellos establishments (las
estructuras de poder dominantes) que son, en realidad, los responsables
de este crecimiento.
La propuesta de igualar las oportunidades
Las políticas públicas más frecuentemente mencionadas en los mayores
fórums políticos y mediáticos son aquellas que, en lugar de bajar el
nivel de la riqueza y de las rentas de los que están arriba, quieren
limitarse a subirlas a los que están muy abajo, los pobres, es decir,
mejorar el nivel de vida de la población en situación de pobreza,
ofreciéndoles lo que llaman igualdad de oportunidades para poder escalar
en la escala social. Son las mismas políticas públicas que utilizaron
aquellos (desde la democracia cristiana hasta los partidos liberales,
incluyendo los socioliberales que han dominado la socialdemocracia
europea durante estos últimos años) que, abandonando el concepto y
estrategia de la redistribución, se concentraron en las medidas de
mejora de oportunidades para los pobres. El remedio era y es ofrecer
educación y más educación a los hijos de la clase trabajadora en pobreza
o en riesgo de pobreza, para que asciendan en la escala social.
Una nueva versión de esta estrategia es aquella que enfatiza la
necesidad de adecuar la formación y educación de los trabajadores a las
necesidades del sistema productivo. Las limitaciones de la estrategia de
ofrecer igualdad de oportunidades –que son necesarias pero
dramáticamente insuficientes- aparecen claramente cuando se analiza lo
que ha ocurrido en estos últimos treinta años. El nivel educativo de las
poblaciones ha crecido notablemente en todos los países de la Unión
Europea de los Quince (UE-15), y las desigualdades, sin embargo, no han
descendido. Todo lo contrario, han ido aumentando, lo cual era de
esperar, pues la estrategia de la igualdad de oportunidades no toca las
raíces del crecimiento de las desigualdades.
¿La globalización y la revolución tecnológica como causa del aumento de las desigualdades?
En otros casos, las desigualdades se han atribuido al empobrecimiento
de la mayoría de la población, consecuencia de la introducción de nuevas
tecnologías que sustituyen al trabajador, creando gran desempleo. Esta
explicación, sin embargo, ignora que de la misma manera que se destruye
empleo, también puede producirse empleo. Si se destruye empleo en
algunos sectores económicos, se puede producir en otros. Si, por
ejemplo, tuviéramos el mismo porcentaje de población adulta que trabaja
en los servicios públicos del Estado del Bienestar (como sanidad,
educación, escuelas de infancia, servicios domiciliarios, entre otros)
que tiene Suecia, en España tendríamos seis millones de nuevos puestos
de trabajo, eliminando el desempleo. El que no se creen es porque no hay
voluntad política para hacerlo. Solo con un tercio de los 44.000
millones de euros del fraude fiscal llevado a cabo en España por la
banca, las grandes fortunas y las grandes empresas que facturan más de
150 millones de euros al año (0,12% de todas las empresas), se podrían
financiar esos puestos de trabajo.
Otro argumento para
explicar el crecimiento de las desigualdades es el de la globalización y
la exportación de puestos de trabajo, destruyéndose empleo y creándose
pobreza en el país exportador de puestos de trabajo. Pero este argumento
ignora, de nuevo, que las normas que rigen dicha globalización son
escritas por aquellos que se benefician de ella. No es la globalización
en sí, sino la manera como se hace (de nuevo, una decisión política), lo
que lleva a esta situación. Los Tratados del mal llamado “Libre
Comercio” (Tratado de Libre Comercio de América del Norte “TLCAN”,
Organización Mundial del Comercio “OMC” y otros) son escritos por los
portavoces del mundo empresarial, no del mundo del trabajo. No es
inevitable que la globalización lleve a las desigualdades. Los países
escandinavos son países pequeños cuyas economías están entre las más
globalizadas del mundo. Y, en cambio, sus salarios son de los más
elevados de la UE-15, y sus Estados del Bienestar están entre los más
desarrollados.
El necesario pero también insuficiente incremento de las rentas del trabajo
Una medida eficaz para reducir las desigualdades es incrementar el
nivel de vida de las clases trabajadoras mediante el aumento de los
salarios y la expansión del Estado del Bienestar, medidas conducentes a
aumentar las rentas del trabajo. Estas medidas fueron las
tradicionalmente identificadas con la socialdemocracia, abandonadas por
la Tercera Vía, que eliminó políticas públicas redistributivas de sus
programas electorales, adoptando las propuestas de la igualdad de
oportunidades. Estas medidas de aumentar las rentas del trabajo de la
mayoría de la población son muy necesarias y pueden reducir las
desigualdades. Pero su capacidad de reducir las desigualdades se verá
condicionada por las intervenciones, no solo sobre el mundo salarial,
sino también sobre las rentas del capital, el punto clave y menos discutido en las estrategias sobre cómo reducir las desigualdades. De
ahí que el libro reciente de Thomas Piketty fuera de gran interés, pues
muestra el incremento del capital como la primera causa del crecimiento
de las desigualdades (ver la crítica de este libro en www.vnavarro.org, “El porqué de las desigualdades: una crítica del libro de Thomas Piketty Capital in the Twenty-First Century”, Público,
15.05.14). No pueden reducirse las desigualdades sin redistribuir
recursos del 10% (y muy en especial del 1%) más rico de la población al
90% restante. Debido al enorme poder de este 10%, esta redistribución no
está ocurriendo. En realidad, la redistribución que ha ocurrido en los
últimos treinta años ha sido del 90% al 10%, redistribución que ha
alcanzado una situación sin precedentes. En España, las rentas del
capital son mayores que las rentas del trabajo. Es lo que se llamaba
“lucha de clases”, que la minoría gana diariamente contra la mayoría. En
este sentido, lo que vemos es que el empobrecimiento relativo de las
clases populares (clases trabajadoras y clases medias de rentas medias y
bajas) se basa en el enriquecimiento del 1% y de sus aliados del 9%
(ver mi artículo “La explotación social como principal causa del
crecimiento de las desigualdades”, Público, 01.05.14). Hoy
existen las bases para establecer una amplia alianza de sectores
sociales en defensa de sus intereses frente a una minoría enormemente
poderosa, política y mediáticamente, que está corrompiendo los sistemas
democráticos hoy existentes. El enorme descrédito y deslegitimación de
las instituciones políticas y mediáticas se debe precisamente a este
maridaje del capital con tales instituciones. Así de claro.
Vicenç Navarro es Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra
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