Sociología ideológica

viernes, 7 de noviembre de 2014

LA TEORÍA DE LOS VASOS COMUNICANTES. ¿El porqué ha salido la corrupción en los falsimedia!



LA TEORÍA DE LOS VASOS COMUNICANTES.

Una agradable mañana de nuestro maravilloso veratoño (contracción muy utilizada en el vocabulario reciente), un grupo de buenos amigos reunidos en torno a una mesa donde se comparten viandas, cariño, libertad y emociones a partes iguales, andábamos reflexionando sobre las últimas encuestas del CIS y nuestra valoración de las posibilidades reales de nuestra querida alternativa PODEMOS, encabezada por el insigne líder Pablo Iglesias. En una de esas curvas de la conversación tertuliana carente de organización e intrínsecamente libre, derivamos hacia los casos de corrupción mas recientes, ente los que destaca, por tratarse del último, el protagonizado por el Presidente de la Junta de Extremadura, el ilustre señor D. José Antonio Monago y el sufragio de sus múltiples viajes a Canarias a cuenta del presupuesto del Senado, nada realmente importante parece ser, a juicio de los mentideros políticos de su entorno, y una pieza más del puzle del CIRCO DE LOS HERMANOS CARADURAS.

En esas andábamos cuando uno de nosotros se ha cuestionado: ¿Por qué hemos estado tanto tiempo desconociendo todos estos casos de corrupción? Otro de los contertulios; ilustre orador y mejor persona, anuncia con su proverbial modo de comunicarse: ¡Todo eso es culpa de los funcionarios? ¡Culpa! ¿Por qué? Preguntó inocente otro de los presentes. Bueno, más bien que culpa habría que hablar de complicidad. ¿Y eso? Volvió a interrogar con mirada desorientada, ¿los funcionarios precisamente? Sí, respondió. Escucha mi teoría:

Antes los funcionarios estaban bien pagados, tenían sus días “moscosos”, sus vacaciones y sus retribuciones complementarias. No olvidemos que funcionarios son todos las personas que componen los cuerpos del Estado y de las Administraciones periféricas. Pues bien, estas personas estaban cómodamente ocupando con mayor o menor éxito su puesto de trabajo, hasta que llegó la bola de fuego (crisis) y los poderes acometieron contra ellos. En primera instancia les impusieron una jornada laboral de 37,5 horas cuando habían conseguido las 35 entre sus múltiples reivindicaciones; les recortaron un 5 % los sueldos sin más contraprestación; les redujeron los días “moscosos” dejándolos solamente en tres, cuando alguno de ellos podía disfrutar de 10, merced a las distintas cesiones en sus retribuciones bastante mermadas a lo largo del tiempo que no dispusieron de amortización del IPC, es decir, ni puta subida; no sintiéndose satisfechos les obligaron a fichar en sus puestos de trabajo y someterlos a algo que no estaban acostumbrados y, en definitiva, una serie acumulada de desmanes contra los empleados de la función pública en todos sus ámbitos, entre los que se incluyen los de la Seguridad del Estado. Evidentemente un mal clima para permitir corruptelas de los mismo políticos que se habían ensañado con ellos.

¿Y bueno, ahora qué? Volvió a preguntar un contertulio, ¿qué importancia tiene eso? Te responderé de nuevo, expresó tranquilo el ilustre pensador, observa:

Antes, como estaban cómodos en sus ocupaciones laborales, todo se podía perdonar en aras al mantenimiento de sus condiciones de trabajo, mejores o peores, pero asimiladas como muy aceptables en la mayoría de los casos. No olvidemos la famosa frase funcionarial que dice: «me engañarán en el sueldo, pero no en el trabajo», que había sido un axioma sobre el que se fundamentaba la estabilidad emocional del funcionario. Ahora se ha roto, se sienten engañados en el sueldo y en el trabajo. Mal rollo, manifestó sonriente el magnifico filósofo.

¿Y después de eso, qué? Interrumpió de nuevo uno de nosotros, desconociendo por donde caminaba su intrincada propuesta filosófica. ¡Está claro, pero no os enteráis! Manifestó con los brazos en alto, rogando que fuésemos capaces de interpretar su sutil propuesta, apta solamente para intelectos bien preparados.

De súbito otro de los tertulianos increpó: ¡Ya está, lo tengo! ¿Qué, qué? Preguntamos el resto emocionados. Pues está claro, indicó: La teoría de los vasos comunicantes. Nuestra perplejidad aumentó hasta extremos insalubres, ahora nos vienes con una teoría que inventó el mismísimo Galileo antes de ser quemado por la inquisición y que guarda relación con la presión atmosférica y el equilibrio que proporciona a los líquidos sometidos a idénticas condiciones, hasta que alcanzan el nivel adecuado. Pues eso, ¡está claro! Repitió el conversador que había descubierto la propuesta del filósofo, mirad: cuando la bola de fuego no había llegado, ya existía la corrupción, es más, fueron los tiempos en que esa lacra se cebó en la mayoría de las personas que ocupaban los puestos institucionales y de la administración. ¿Quién sabía lo que estaba ocurriendo? Es evidente: los funcionarios. Pero claro, ellos estaban bien, consideraban que era una cuestión menor y que no importaba que se produjeran prebendas a los altos cargos. A fin de cuentas, en ocasiones ellos también recibían alguna de menor cuantía. La cuestión de la presión atmosférica y económica, estaba compensada y entendían que la “cosa administrativa” funcionaba bien. Pero llego el Armagedón y las primeras víctimas fueron los funcionarios, aquellos que antes «permitían y daban cobijo» a tanta sinvergonzonería. Era necesario recobrar el equilibrio perdido, si los funcionarios habían dejado sus relativamente cómodas costumbres y modus vivendi, estaba claro que los verdugos eran las personas que ocupaban los puestos gubernamentales y que se habían convertido en enemigos. Así que la mejor manera de vengarse era poniendo en evidencia todo el sucio mercado de intercambios y corruptelas. Los medios de comunicación han colaborado, pero los cómplices necesarios han sido y son los funcionarios.

Cuando finalizó la disertación, quedamos sobrecogidos y pronunciamos como en Fuenteovejuna:

¡Gracias funcionarios por destapar las tramas viciosas que se han producido en vuestras narices! ¡Viva la teoría de los vasos comunicantes!



SANTA CLAUS.

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