Huelga general en Italia y Bélgica: Un éxito sin paliativos.Viernes, 19 Diciembre 2014 11:28
El
viernes 12 de diciembre Italia se paralizó por una huelga general de 8
horas convocada por los dos principales sindicatos del país, CGIL y UIL,
contra los recortes previstos en los presupuestos para 2015 y para
rechazar la contrarreforma laboral, denominada “Jobs Act”, aprobada por
el gobierno de Matteo Renzi. Tres días después, en Bélgica, se
registraba la huelga general más importante de su historia, con un paro
masivo que paralizó la vida del país. Ambas huelgas generales demuestran
que a los capitalistas y los gobiernos sumisos a sus intereses sólo les
puede frenar de lucha contundente de la clase trabajadora.
La
reforma de Matteo Renzi —que preside un gobierno de coalición entre el
Partido Democrático con sectores de la derecha italiana—, ha sido ideada
por el ministro de Economía y Finanzas, Pier Carlo Padoan, director
ejecutivo para Italia, Grecia y Portugal del Fondo Monetario
Internacional entre 2001 y 2005. La reivindicación central que ha puesto
en pie de guerra a los trabajadores es que no se elimine el artículo 18
del Estatuto de los Trabajadores —que existe desde 1970 tras las luchas
del conocido como “otoño caliente” del 69—, una conquista histórica que
protege a los trabajadores de empresas con más de 15 empleados contra
los despidos improcedentes, garantizando su derecho a obtener una
indemnización o a ser reintegrados en su empleo si así lo deciden.
El
rechazo sin paliativos a estas medidas quedó claro en las más de 50
manifestaciones que sacaron a millón y medio de italianos a la calle
bajo el lema: “Cosi non va” (Así no puede ser!). La huelga tuvo un
fuerte seguimiento, de más del 70%, y en numerosas ciudades y sectores
se extendió más allá de las 8 horas inicialmente convocadas. La
incidencia de la huelga fue superior en sectores claves como la
industria, la administración pública o el transporte, afectando a
aeropuertos, al transporte urbano (el Metro de Roma permaneció cerrado a
cal y canto), y a los ferrocarriles. En una muestra del poco apego a
los derechos democráticos del gobierno, el ministro de Transportes
intentó, aunque sin existo, prohibir la huelga en los ferrocarriles y
poner los trenes bajo mando militar, como si fuera una situación de
emergencia, con el cínico argumento de “proteger los derechos
constitucionales de los ciudadanos”. Medidas represivas que reflejan el
miedo a la movilización de los trabajadores.
Esta
huelga se produce después de que el pasado 25 de octubre alrededor de
un millón de trabajadores se manifestaran en Roma convocados por la
CGIL, y de distintas protestas y huelgas sectoriales, que reflejan un
descontento social tremendo y al alza, contra la política de austeridad,
de privatización de la educación y demás servicios públicos y de
profundos recortes del gasto público que están disparando la pobreza y
la desigualdad, igual que ocurre en Grecia, Portugal o el Estado
español. En los últimos seis años la renta media de los italianos se ha
reducido en un 13%, siendo el poder adquisitivo medio similar al
existente hace 25 años; diez millones de italianos son pobres, uno de
cada tres niños vive bajo el umbral de pobreza, y el número de
indigentes se ha incrementado en 1.206.000 personas en tan sólo un año.
Mientras el paro, según cifras oficiales roza ya el 13%, pero alcanza el
44% entre los jóvenes.
Esta
huelga es también la confirmación de que las políticas del pacto social
y los acuerdos con la patronal son completamente contraproducentes e
inútiles para los intereses de los trabajadores. La situación a la que
se ha llegado en Italia es fruto, como en el Estado español, de la
política de inacción y claudicación por parte de la dirección sindical
de la CGIL, que ha estado inmersa de lleno en una dinámica de pactos y
consensos con la patronal y los gobiernos de turnos, desmovilizando y
defendiendo abiertamente que la huelga general ya no es un instrumento
útil (en su congreso nacional en mayo de este año).
Ahora, reflejando la enorme presión que hay por abajo, el descontento y
la rabia, ha tenido que dar un giro significativo convocando la huelga
general. Esa empuje desde la base es la que le ha llevado a Susanna
Camusso, secretaria general de CGIL, a señalar que “Si el mensaje de
Renzi es que seguirá adelante [con las reformas] pase lo que pase, que
sepa que nosotros también sabemos tirar para adelante”. Ese tiene que
ser el camino, la lucha decidida, masiva, e intransigente frente a los
ataques.
Bélgica: ‘Nunca hubo una huelga tan fuerte, del norte al sur y del este al oeste’
Pero
esta situación de efervescencia en el movimiento obrero no es exclusiva
de Italia, ni siquiera de los países del sur de Europa. Tres días
después del paro italiano, el lunes 15 de diciembre, Bélgica quedaba
completamente paralizada por una huelga general (algo que no ocurría
desde 2005) contra las medidas de austeridad del gobierno de coalición
de derechas –formado a mediados de octubre—, consistentes en un recorte
de 11.000 millones de euros en los próximos cinco años, la eliminación
de la revalorizar los salarios en función de la inflación el próximo año
y el aumento de la edad de jubilación de 65 a 67 años. Como anticipo de
esta huelgase vivieron en las semanas anteriores varias huelgas parciales y regionales, y el
6 de noviembre, 120.000 belgas se manifestaron en Bruselas contra los
recortes en los servicios públicos, la cultura o el transporte.
Mientras
el gobierno hacía alarde de sus medidas y recibía el apoyo entusiasta
del FMI, la parálisis en los centros industriales y en el transporte fue
prácticamente total. En los aeropuertos no aterrizó ni despegó ningún
avión, no hubo trenes ni nacionales ni internacionales funcionando
(tampoco los de alta velocidad), ni autobuses, tranvías o metro en las
ciudades importantes como Flandes o Bruselas y la actividad en los
puertos quedó detenida; no hubo periódicos; en los colegios, en las
prisiones, en los tribunales, en las administraciones públicas y en el
sector sanitario (los hospitales sólo abrieron para urgencias), en
Correos o en la recogida de basuras la huelga fue también masiva.
Incluso el comercio secundó ampliamente el paro, en una huelga de la que
los sindicatos señalaron que “Nunca hubo una tan fuerte, producto de un
frente común sindical, del norte al sur y del este al oeste”.
Los
testimonios de los trabajadores recogidos en los medios de comunicación
indican el ambiente de crítica y rechazo a los ataques de los
capitalistas. Uno de ellos denunciaba lo que es una realidad en toda
Europa: "Es desolador: nos piden que nos apretemos el cinturón y ellos
no lo hacen", por eso "esta huelga general no será la última hasta que
se vaya el gobierno". Esta determinación que existe entre la clase
obrera en luchar hasta el final es lo que ha obligado a los dirigentes
sindicales ha advertir que“No excluimos una nueva huelga general".
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