Ni un minuto más a esta banda de ladrones y corruptos! ¡Gobierno dimisión!
Sábado, 29 Noviembre 2014 13:44
¡Que se vayan ya!
“España no está corrompida”,afirmó
grotescamente Mariano Rajoy en el debate parlamentario sobre corrupción
un día después de despedir a Ana Mato. Lo dice el jefe de un partido
que se ha financiado a través de una red tupida de sobornos y saqueo del
patrimonio público durante décadas. En efecto señor Rajoy, es un
insulto a la mayoría de la población trabajadora intentar meterla en el
mismo saco con su banda de ladrones. La única corrupción, profunda y
extendida como la gangrena, es la que afecta a su gobierno, a su
partido, y a las formaciones políticas que sustentan el sistema. El
pesebre del que se han nutrido ampliamente PP, CiU (con el escándalo de
las comisiones multimillonarias de los Pujol y las tramas de
financiación ilegal hacia sus arcas), el PNV y la cúpula del PSOE en
numerosos territorios (caso de los EREs, Coslada…), es el lubricante que
mueve las “instituciones” y dicta la agenda de los políticos que sirven
a los capitalistas.
Desde la
izquierda que lucha, desde Podemos y los sectores más combativos de IU,
desde los movimientos sociales, tenemos una obligación en este momento:
aumentar e impulsar la lucha para echar al PP, y aunque éste no cayese
antes de finalizar la legislatura, la movilización en la calle es la
mejor garantía de que el nuevo gobierno esté bajo la presión directa de
la población y de sus aspiraciones.
Romper con la lógica del sistema
Enfrentada
a una rebelión social que ha trastornado profundamente el panorama
político, a la burguesía le entran sudores fríos sólo de pensar que las
encuestas electorales se pueden hacer realidad y que un gobierno de
Podemos, en alianza con IU, pueda tomar las riendas del Estado. Y si
están dispuestos a prolongar los espasmos de una legislatura moribunda,
es para desplegar una estrategia que les permita recuperar posiciones.
Esta hoja de ruta se basa, por un lado, en arreciar su campaña de
infamias y verter toda la inmundicia posible contra los dirigentes de
Podemos; en segundo lugar, inyectar las convenientes andanadas de miedo
entre su base social y lograr que se movilice electoralmente; tercero,
enviar avanzadillas al entorno de Podemos y sus dirigentes para moderar
sus planteamientos y hacerlos compatibles con una gestión “razonable”
del capitalismo.
La
izquierda que lucha se enfrenta a una disyuntiva histórica. Si lo que se
pretende es seguir el camino de una socialdemocracia que, en la década
de los 50 y 60 del siglo pasado, intentó crear en los países
capitalistas desarrollados una especie de “capitalismo de rostro
humano”, se está muy lejos de entender que la realidad en la que nos
movemos es completamente distinta a la de aquella época. En la actual
fase del imperialismo y de la dictadura del capital financiero, la
burguesía se opone frontalmente a políticas expansivas del gasto
público, a los impuestos sobre las grandes fortunas, a la inversión
productiva, a los salarios decentes y empleos dignos ¿Pero porqué no
aplican modelos keynesianos, se preguntan muchos, entre ellos Pablo
Iglesias? Por que de hacerlo afectaría a su tasa de beneficios,
reduciéndola considerablemente, precisamente cuando el mercado está
deprimido, el consumo ssigue por los suelos, y el exceso de liquidez de
capital —que es muy elevado gracias a la política de recortes— sanea los
balances de los bancos y de las empresas, sirve para especular con
deuda y otros productos financieros, pero no se dedica a la inversión. Y
la razón de todo ello es clara: la crisis de sobreproducción
capitalista no sólo no ha remitido sino que se extiende y amenaza con
hacerse más profunda en Europa, en EEUU, en China y América Latina.
Para
llevar a la práctica las medidas que pueden resolver efectivamente las
grandes necesidades que tiene la mayoría, hay que romper con la lógica
del capitalismo: nacionalizando todo el sector financiero y los grandes
monopolios estratégicos sí se podría realizar una política de gasto
público expansiva, real y sustanciosa, que garantizase el derecho a
techo (suprimiendo los desahucios por ley); que acabara con los recortes
y blindase la sanidad y la educación pública; que otorgara una renta
básica para los seis millones de desempleados y el 25% de pobres que
tiene la sociedad, y que redujese drásticamente el desempleo.
Podemos, Izquierda Unida y las perspectivas de la transformación social
La
irrupción de Podemos ha reforzado el ambiente de entusiasmo e ilusión
entre amplios sectores de la clase obrera y la juventud que aspiramos a
barrer al PP y transformar la sociedad. La quiebra del bipartidismo es
también un durísimo varapalo para la dirección del PSOE, implicada en
todas las medidas de recortes y cómplice de las políticas de austeridad.
Pero no se puede olvidar que este triunfo es el fruto de la gran
movilización social de estos últimos cinco años, que ha puesto en
entredicho todo el régimen político que la burguesía española levantó en
los años setenta, con el apoyo de los dirigentes reformistas de la
izquierda.
Las
perspectivas para la transformación social se han ensanchado
considerablemente, y este cambio de época tan profundo no podía dejar de
tener consecuencias considerables en todas las organizaciones, no sólo
en la derecha y en el PSOE. La sacudida que recorre IU, y que ha tenido
como señal destacada la renuncia de Cayo Lara a encabezar la lista en
las Generales de 2015, se puede resumir en una frase: no es posible
continuar con un discurso que contradicen los hechos. Si IU quiere
recuperarse y sintonizar con los millones de trabajadores y jóvenes que
anhelan un cambio radical, no basta con bonitas palabras, hacen falta
hechos, y estos deben comenzar por romper el pacto de gobierno con el
PSOE en la Junta de Andalucía y no suscribir más recortes; por poner fin
a la desdichada alianza, cada día menos inconfesable, con el PP en
Extremadura; por limpiar las filas de elementos arribistas, corruptos y
derechistas, representada por la llamada “vieja guardia” de Ángel Pérez
en IUCM y por otros nombres en diferentes Federaciones; y también por
impulsar dentro de CCOO un modelo sindical de combate, de clase y
democrático que ponga fin a la estrategia fracasada del pacto social.
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