Syriza se enfrenta a decisiones difíciles.  Dimitris Belladis
 
A l´encontre-La Breche
 
 Syriza puede 
convertirse en una fuerza de contestación antineoliberal y 
anticapitalista, aunque por desgracia esta coalición también puede ser 
la base de un gobierno que aplique una política social-liberal. No 
existe una tercera solución. 
 
 
 Tras la caída del gobierno de coalición
 entre Nueva Democracia y el Pasok (Movimiento Socialista Panhelénico) 
–a pesar de los esfuerzos coordinados del capital y de las instituciones
 de la eurozona por apuntalar al gobierno de Samaras y a pesar de la 
propaganda que vaticina el hundimiento de la economía griega–, la 
perspectiva de las elecciones ha abierto una posibilidad histórica para 
Syriza y para el conjunto de la izquierda griega e internacional. Es la 
primera vez desde el periodo de la ocupación durante la Segunda Guerra 
Mundial –periodo en que la izquierda comunista tradicional tuvo la 
oportunidad de asumir el poder gubernamental en Grecia y en Europa– que 
la izquierda radical puede acceder al gobierno sola o en coalición. Es 
también la primera vez desde el comienzo de la crisis económica 
internacional en 2007-2008 que un país sometido a la supervisión de 
instancias internacionales (la Troika) tendrá la oportunidad de aupar a 
un gobierno de izquierda. 
 El éxito o el fracaso de esta 
experiencia tendrá enormes consecuencias políticas, ideológicas, morales
 y psicológicas para los diversos componentes de la izquierda que se 
sitúan “a la izquierda de la socialdemocracia”, y esto determinará el 
éxito o el fracaso inmediato en este periodo de lo que se ha calificado 
de “guerra de posiciones” o de “vía democrática al socialismo”, según 
las distintas maneras de enfocar esta situación. O bien la izquierda 
abre una vía de ruptura decisiva con el capital –muy distinta de una 
simple “gestión humanitaria” de la crisis capitalista– y emprende una 
transición al socialismo, en cuyo caso adquiriría un peso moral 
suficiente para echar por la borda la famosa fórmula de que “hoy por hoy
 no podemos avanzar hacia el socialismo; esta perspectiva pertenece a un
 futuro muy lejano”. O bien la izquierda (Syriza) no se convertirá en 
una fuerza socialdemócrata clásica, sino en una gestora social-liberal, 
una correa de transmisión de las políticas variables del Banco Central 
Europeo (BCE) o de EE UU, en un gobierno que mantenga buenas relaciones 
con Merkel, Schäuble, Juncker y compañía. 
 La única alternativa 
creíble al liberalismo puro y duro no consiste en restaurar un 
keynesianismo clásico o edulcorado, sino que pasa por poner el acento en
 una perspectiva anticapitalista que abra la vía hacia el socialismo 
como única estrategia de salida de la larga crisis capitalista 
estructural sobre la base de un programa transitorio. Desde este punto 
de vista, estamos de acuerdo con la afirmación de que Syriza “no puede 
convertirse en una socialdemocracia”, como declaran a menudo los líderes
 de la coalición de la izquierda radical. Con un añadido importante: 
Syriza puede convertirse, o bien en una fuerza antineoliberal y 
anticapitalista –mediante la construcción de un frente de izquierda, de 
abajo arriba–, pero también puede abrir la vía a un gobierno de gestión 
social-liberal. 
 El programa inmediato 
 Si se 
confirma la perspectiva de una ruptura, lo que adquirirá actualidad y 
una gran importancia táctica será la cuestión de un programa 
gubernamental inmediato (los “cien primeros días”), acompañado de un 
apoyo popular y social de naturaleza dinámica. Este programa debe marcar
 un retorno a la postura fuerte y enérgica expresada por Syriza durante 
el periodo 2008-2012 o incluso en ciertos momentos de 2012-2014, como la
 larga ocupación de la ERT (la radiotelevisión pública griega clausurada
 por Samaras en junio de 2013) o la resistencia en los bosques de 
Skouries (región en que el gobierno había adjudicado a un grupo 
canadiense la licencia para explotar una mina de oro, provocando una 
resistencia amplia y decidida por parte de la población). El programa 
expuesto en la Feria Internacional de Salónica en septiembre de 2014 
puede servir de “vehículo” para extender nuestra influencia, pero es 
insuficiente. 
 Los puntos programáticos presentados en aquella 
ocasión se refieren a lo que es estrictamente necesario para la gestión y
 la resolución de una crisis humanitaria aguda, pero hay que poner el 
acento en medidas que modifiquen notablemente el equilibrio de fuerzas 
entre las clases y reflejen la potencial hegemonía de las masas 
trabajadoras en el seno de Syriza. Se trata de medidas como el retorno 
al salario mínimo de 751 euros, la reintroducción de los convenios 
colectivos, la exención fiscal de los ingresos anuales inferiores a 12 
000 euros, la abolición de la ENFIA (impuesto sobre la propiedad del 
suelo, incluidas las superficies no habitadas), la reintroducción de las
 14 pagas para los jubilados y el aumento a 700 euros de la pensión 
mínima. A esto se añaden los gastos para los sectores de la educación y 
la sanidad y las inversiones para el empleo público. 
 Sin 
embargo, la financiación de estas medidas no se ha concretado 
suficientemente, salvo con respecto a las fuentes señaladas en Salónica,
 a saber, el cese temporal del pago de la deuda o un cambio del sistema 
tributario con respecto al capital, a los banqueros, a los armadores y a
 los grandes terratenientes. Para un gobierno de izquierda no es posible
 ni deseable –en la medida en que no se trata de un gobierno de 
“salvación nacional”– satisfacer todas estas necesidades como si 
acabáramos de salir de una guerra social que ha durado cinco años y como
 si lo que ha sucedido fuera el fruto de un malentendido. Por tanto, 
hemos de clarificar qué significa la “abolición” unilateral e 
innegociable de los memorandos en términos de leyes que se apliquen 
punto por punto: leyes relativas a los salarios, las pensiones, la 
seguridad social y el derecho al trabajo, sobre el control de la banca, 
la renacionalización de los sectores privatizados y la eliminación del 
TAIPED, es decir, el fondo para el desarrollo de la propiedad pública, 
creado por Samaras para vender a cambio de nada los bienes públicos. Se 
trata asimismo de poner fin a los despidos y al desmantelamiento de 
sectores públicos (educación, sanidad, etc.) y de asegurar unas 
condiciones de vida dignas a los parados que dejen de percibir el 
subsidio, a los ciudadanos excluidos de la seguridad social y a los 
inmigrantes. Finalmente, es preciso restablecer el derecho de 
manifestación y retirar del espacio público a las fuerzas especiales de 
la policía. Al mismo tiempo habrá que lanzar una campaña y adoptar 
medidas concretas contra el fascismo y el racismo. A medio plazo habrá 
que abolir todas las leyes y reglamentos derivados de la adopción de los
 memorandos, lo que afectará a 400 leyes y miles de decretos y 
ordenanzas. 
 El programa de conjunto  
 Conviene 
recordar que Syriza no solo accederá al poder gubernamental ni 
desarrollará su programa político sobre la base de lo que manifestó 
Alexis Tsipras en la feria internacional de Salónica de 2014. Syriza 
tiene un programa que habrá que desarrollar y que se adoptó en el 
congreso de julio de 2013. Dicho programa establece claramente los 
instrumentos políticos y económicos para avanzar hacia una 
redistribución social y una reconstrucción productiva que responda a las
 necesidades de la sociedad. Esto implica un control público y la 
propiedad de la banca, la suspensión de la privatización de empresas 
públicas que desempeñen una función estratégica, así como la adopción de
 medidas encaminadas a responder a las presiones y al chantaje del 
capital, de la troika y de los acreedores. 
 Estas medidas no 
dejaron de ser válidas tras la feria de Salónica, donde se puso de 
manifiesto el programa mínimo de aplicación inmediata, pero no el 
conjunto de nuestro programa de gobierno aplicable a corto y medio 
plazo. Uno de los objetivos principales sigue siendo la supresión de lo 
esencial de la deuda, que por lo demás es imposible de pagar, en vez de 
medidas a medias como una restructuración (con ampliación de los plazos 
de devolución), una renegociación de los tipos de interés o siquiera una
 estricta moratoria. Es imposible desarrollar una política favorable a 
las masas populares y trabajadoras si continúa la pesadilla de la deuda y
 de su reembolso o el objetivo de un presupuesto equilibrado acorde con 
las exigencias de los mecanismos europeos de estabilidad. 
 Para 
terminar, las relaciones con las demás fuerzas de izquierda tras las 
elecciones, las iniciativas a escala regional y local con los aliados y 
la movilización popular son condiciones absolutamente necesarias para la
 supervivencia de un gobierno de izquierda, un gobierno que tenga a 
Syriza como columna vertebral. Necesarias también para iniciar un 
proceso de derribo del sistema y no simplemente para “frenar” la 
“restructuración capitalista” que tiene lugar en Grecia y en Europa 
desde hace años. La victoria puede ser nuestra. 
 
Dimitris 
Belladis es miembro independiente de la Plataforma de Izquierda de 
Syriza y candidato en las elecciones parlamentarias del próximo 25 de 
enero. 
Traducción de Viento Sur
Fuente original: http://alencontre.org/
Traducción de Viento Sur
Fuente original: http://alencontre.org/
 
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