Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y
Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex Catedrático de Economía.
Universidad de Barcelona
A usted, lector, le habrán informado de que el sistema bancario juega un
papel importantísimo en la economía, fundamental para su supervivencia. Y le
dirán frecuentemente que es como el sistema circulatorio en el cuerpo humano.
Sin él, el cuerpo no vive, y muere. Y de esta lectura se concluye que hay que
cuidarlo y darle todo tipo de ayudas para que permanezca sano, asegurando así
que el cuerpo se mantiene vivo, pues sin él todos estaríamos muertos. Tenemos
que cuidarlo bien. Y le aseguro que lo hemos tratado súper bien. Le hemos dado
más de 108.000 millones de euros públicos (de sus impuestos y los míos) para que
no colapsara (según el Tribunal de Cuentas, esta fue la cifra de dinero público
comprometida por España en ayudas a la banca privada entre 2009 y 2012). Y el
Banco Central Europeo, el BCE, una institución pública, le ha prestado millones
y millones de euros, a unos intereses ridículamente bajos, para asegurarse que
la banca no cae enferma y se nos muera, porque ello sería fatal para todos
nosotros. Los directores de orquesta de todo este tipo de argumentación
favorable al sistema financiero son el Sr. Mario Draghi, presidente del BCE, el
Sr. Luis María Linde, gobernador del Banco de España, y el Sr. Luis de Guindos,
Ministro de Economía español, todos ellos banqueros o próximos a la banca, y
todos ellos están subrayando que el mayor problema que tiene España no es la
falta de crédito para las familias y para las pequeñas y medianas empresas, sino
los salarios, demasiado altos según ellos.
Sepa usted que todo el argumentario a favor de la banca que le he resumido
en los párrafos anteriores son mentiras tan grandes como catedrales,
reproducidas por los mayores medios de información y persuasión (controlados, la
mayoría, por la banca).
Por qué la banca es un problema
Comencemos mirando la evolución de la banca (eje del capital financiero). Y
el primer dato que aparece es su enorme crecimiento en la mayoría de los países
a los dos lados del Atlántico Norte a partir de los años ochenta. Veamos qué ha
ido pasando en EEUU, analizando su tamaño. Y una manera de medir su tamaño es
mirar los beneficios que tiene este sector bancario y el porcentaje que estos
beneficios representan sobre el total de beneficios del mundo empresarial. Pues
bien, en el año 1980, los beneficios de la banca representaban el 15% de todos
los beneficios de las grandes corporaciones en EEUU. En el año 2006
representaban nada menos que el 40% (“From Boring Banking to Roaring Banking”,
Dollars & Sense, julio/agosto 2015). Es un crecimiento
auténticamente impresionante. No tengo cifras para España, pero es probable que
el crecimiento haya sido incluso mayor como resultado del excesivo tamaño del
sector bancario español, proporcionalmente mayor que el de EEUU.
Otra característica del sector bancario ha sido su concentración. Los diez
bancos más importantes de EEUU tenían el 20% de todos los depósitos antes de
1980. En 2007, este porcentaje había subido a un 50%. Una situación semejante ha
ocurrido en la mayoría de países a los lados del Atlántico Norte. El excesivo
crecimiento del sector bancario y su concentración han sido las características
más notables de lo que se llama el sector financiero, del cual el bancario es el
elemento central
La pregunta que debemos hacernos es por qué esto ha ocurrido y si ello es
bueno o malo para la salud de la economía y de la sociedad. Y para responder a
esta pregunta debemos comprender qué es lo que un banco hace o solía hacer.
Durante muchos años, los bancos estaban bastante descentralizados y casi cada
comunidad tenía su propio banco. Era lo que, según el profesor Gerald Epstein,
se ha llamado la “época aburrida” del sistema bancario (citado en el artículo
mencionado anteriormente). Los ciudadanos y sus familias depositaban sus ahorros
en el banco, y los banqueros hacían préstamos a unos intereses más elevados que
los que les pagaban a los ahorradores que depositaban su dinero en los bancos.
Pagaban a estos últimos unos intereses del 3%, y exigían a los que les prestaban
– por regla general, pequeñas y medianas empresas – un 6%. Y cuando el banco
cerraba por la tarde, el banquero se iba a jugar al golf, a las 3 de la tarde,
con los figuras del establishment de la comunidad: el médico, el dueño de la
empresa textil, el abogado, el cura de la comunidad (en Europa) o el pastor
protestante (en EEUU), así como otros miembros de la estructura de poder. Era lo
que se llamaba el régimen 3:6:3.
Los comportamientos bancarios como causa de la
crisis
El problema comenzó cuando los salarios comenzaron a descender como resultado
de las políticas neoliberales iniciadas por el Sr. Reagan y la Sra. Thatcher, en
la década de los ochenta. Esta bajada de los salarios forzó a que las familias
no solo consumieran menos, sino que, a fin de mantener su nivel de vida,
tuvieran que pedir prestado dinero a la banca. Y continuaron pidiendo más y más
dinero a medida que los salarios iban bajando y el número de puestos de trabajo
bien remunerados también iba bajando y bajando. Ahí está la razón del enorme
endeudamiento y el origen del descenso de la demanda, con el consiguiente
enlentecimiento del crecimiento económico. Este endeudamiento conllevó el
crecimiento tan notable del sector financiero, y el paulatino descenso de la
demanda.
Pero este descenso de la demanda también creó un problema al sistema
financiero, pues el descenso de la actividad económica redujo la rentabilidad de
las inversiones bancarias, de manera que la banca, en lugar de invertir en
actividades productivas, es decir, en la producción de bienes y servicios que la
ciudadanía consumía, comenzó a invertir en actividades especulativas, en las que
obtenía mayor rentabilidad. La relación entre banca e inversión productiva se
redujo considerablemente. En EEUU, por ejemplo, históricamente alrededor del 20%
de la inversión que hacían las empresas procedía predominantemente de la banca.
Este porcentaje descendió a partir de los años ochenta, reduciéndose más de la
mitad. Y ello fue consecuencia de que la banca, como ya he comentado, en su
búsqueda de mayor rentabilidad, invirtió en actividades especulativas (la última
la inmobiliaria), que proporcionaban enormes beneficios, lo que contribuyó al
gran crecimiento del sector bancario. Estas inversiones, sin embargo, ponían al
ahorrador en peligro, pues las actividades especulativas conllevan siempre un
riesgo: el estallido de las burbujas resultado de la actividad especulativa.
En la Eurozona se añadió otro factor que contribuyó al crecimiento del sector
bancario: la creación del euro, y la bajada de intereses en los países
periféricos, que pudieron acceder al crédito de una manera muy marcada. Ello
ayudó en la aparición de grandes burbujas que causaron la sensación de un gran
crecimiento económico en los años noventa y durante la primera década del s.
XXI, basado en una especulación inmobiliaria en la que la banca, tanto
extranjera (alemana y francesa) como nacional, estaba metida hasta el tuétano.
La absorción de tanto dinero por parte de la banca, con fines especulativos, fue
la causa de la enorme recesión que siguió a la explosión de la burbuja
inmobiliaria.
¿Cómo es que este sistema bancario continúa y se
reproduce?
El punto clave para responder a esta pregunta es entender la complicidad
entre la banca y el poder político. Lejos de ser el sistema bancario la sangre
que permite la supervivencia del cuerpo económico, dicho sistema es el cáncer
que consume ese cuerpo. Absorbe una enorme cantidad de recursos y pone los
ahorros en peligro, a fin de aumentar beneficios (los de los accionistas y los
de los banqueros). Y ello es facilitado por la complicidad existente entre la
banca, por un lado, y las instituciones políticas por el otro, las cuales han
favorecido la desregulación de la banca, permitiendo estas prácticas
especulativas. Y lo que es incluso peor es que cuando la banca está en peligro
de colapsar, debido a sus actividades especulativas, el Estado (que quiere decir
usted y yo) paga las pérdidas y le da dinero para que se salve y sobreviva, tal
como he mencionado anteriormente. Y todo ello sin resolver el problema del
déficit de acceso al crédito.
En una conferencia que di al círculo de empresarios de las Islas Baleares
(pequeños y medianos empresarios), les expliqué las causas reales de la enorme
dificultad para conseguir crédito, y me alegró que, además de recibir un aplauso
muy marcado de la audiencia, hablaran de formar una asociación de “empresarios
indignados”. No hay ninguna duda de que si los bancos fueran instituciones
instituciones públicas, a las que se exigiera que cumplieran con su función
social, el problema del crédito se resolvería. Esta es la razón de que la
inmensa mayoría de países tenga amplios sectores bancarios públicos, siendo
España uno de los que lo tiene menos desarrollado. Y ello como resultado del
escandaloso maridaje entre los grandes bancos y el poder político, causa del
problema. De ahí que me moleste en extremo la actitud casi servil que muchos
representantes políticos tienen hacia la banca. El público debería abuchear a
estos políticos, echándoles del poder pacíficamente y con su voto.
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