Obama y la victoria del pueblo cubano. Por Ángel Guerra Cabrera
La
visita a Cuba que inicia el lunes próximo el presidente de Estados
Unidos Barak Obama se inserta en un proceso muy singular. El largo y
espinoso camino hacia una eventual normalización de relaciones entre dos
gobiernos con visiones irremediablemente antagónicas en fundamentales
aspectos de la política, la economía, la cultura y las relaciones
internacionales; de los mismos conceptos de derechos humanos, libertad y
democracia, que no obstante intentan encontrar mediante la diplomacia
coincidencias de intereses y puntos de vista para lograr una convivencia
pacífica.
Cuando
Obama – a la par que su homólogo cubano Raúl Castro- hizo el anuncio de
que ambos países habían acordado restablecer relaciones diplomáticas,
argumentó que la política anterior de Washington hacia La Habana “no
había funcionado” y debía ser cambiada. No dijo que había sido una
política inmoral, violatoria del derecho internacional, cuyo fin
declarado en documentos desclasificados era rendir por hambre al pueblo
de Cuba, que había ocasionado miles de muertos e impuesto duras
carencias a los cubanos de la isla.
Pero
al constatar la inutilidad de esa política, tácitamente reconoció que
la actitud de acoso, acciones terroristas -incluida una invasión de la
isla-, así como el bloqueo de más de medio siglo habían fracasado en su
propósito de derrocar al socialismo cubano.
Ese
reconocimiento es un hecho de inocultable importancia que habla de la
inteligencia y realismo políticos de Obama. A la vez, constituyó una
prueba irrefutable de que, por sobre cualquier otra consideración, ha
sido la heroica y victoriosa resistencia del pueblo cubano por más de
cinco décadas lo que condujo a este cambio de política del poderoso
vecino del norte.
El
otro hecho que impulsó a este giro fue la postura unánime de los jefes
de Estado y gobierno de América Latina y el Caribe, manifestada
clamorosamente en las cumbres de las Américas de Puerto España y
Trinidad y Tobago, al solicitar de Obama el fin del bloqueo y expresar
que dichas citas no podían continuar celebrándose en ausencia de Cuba.
El
pronunciamiento de los gobernantes latino-caribeños gozaba del respaldo
de sus pueblos, cuya solidaridad con Cuba ha sido invariable,
circunstancia que se extiende también a muchos otros pueblos del mundo.
Sin olvidar que son mayoría los estadounidenses que abogan por
normalizar las relaciones con la isla. Más aun, es evidente el creciente
rechazo al bloqueo del sector empresarial de Estados Unidos, ávido de
hacer negocios en Cuba y no quedarse rezagado en ese campo respecto a
otras potencias en medio de una crisis económica internacional a la que
no se le ve fin, así como la existencia de un consenso en el Capitolio
cada vez mayor en el mismo sentido.
Ahora
bien, debe subrayarse que al reconocer el fracaso de la política
estadounidense hacia Cuba, Obama dejó bien claro, que con el nuevo rumbo
que comenzaba, Estados Unidos continuaba manteniendo sus “mismos
objetivos”. Es decir, confesaba paladinamente que Washington -para
decirlo con mi amigo, el escritor cubano Ambrosio Fornet-,
pretendía conseguir ahora “por las buenas” lo que hasta ese momento
había tratado de conseguir “por las malas”. En pocas palabras, el famoso
cambio de régimen, que tanto obsesiona a la elite estadounidense.
No
hay duda de que para los intereses de Cuba y de Estados Unidos es mucho
mejor el diálogo, la diplomacia y la construcción de consensos por
trabajoso que sea, antes que el virtual estado de guerra no declarada
impuesto por Washington por tanto tiempo. Para Cuba implica grandes
riesgos pero lo revolucionario es aceptarlos y enfrentarlos con todas
las exigencias que comportan en la batalla por la hegemonía cultural.
Las medidas tomadas hasta el momento por Obama
no suprimen el bloqueo, aunque le hayan causado fisuras, y van
dirigidas fundamentalmente a fortalecer al sector privado y no al
intercambio con la economía cubana como conjunto. Y es que Washington
mira erróneamente a ese sector como la futura base política de la
“transición” hacia el capitalismo en Cuba.
La
visita a Cuba de se produce cuando acaba de renovar el ignominioso
decreto contra Venezuela, estrechísimo aliado de Cuba, y es seguida de
una estancia en Argentina, cuyo gobierno es hoy el caballo de Troya del
neoliberalismo en la región.
Queda
por delante que Washington ponga fin al bloqueo, se retire de
Guantánamo, cese los intentos ilegales de crear una oposición interna y
suprima las también ilegales transmisiones electrónicas contra Cuba.
Twitter: @aguerraguerra
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