Nueve consejos para Podemos (VIII)
No rechazar ni imponer un color a la bandera española. Debate Constituyente
Introducción
Éste es el octavo de los nueve consejos (*) que Debate Constituyente (**)
hace público para aportar un grano de arena, agitar conciencias y
enriquecer el debate que hay en PODEMOS en la búsqueda de su comunión
con la ciudadanía. Tomando partido por la democracia profunda y el
respeto a los derechos humanos, y desde la defensa firme de las
propuestas de PODEMOS basadas en la justicia social y la economía al
servicio de los ciudadanos, apostamos por ampliar las miras para llegar a
la mayor parte de la población posible, sin etiquetas, símbolos,
banderas o dogmas . Desde nuestra propia experiencia personal con
los que nos rodean, pero también apoyados en diferentes estudios
sociológicos y estadísticos, entendemos que hay aún un amplio sector de
la población que, si bien se pronuncia de acuerdo con las propuestas
básicas de PODEMOS (en lo económico, en lo social, etc.), que es lo
fundamental, no termina de sentirse identificado con el proyecto por
cuestiones que, en último término, son secundarias o meramente formales,
y que podrían corregirse con un poco de esfuerzo. Puesto que ante lo
que estamos es un conflicto de intereses de una inmensa mayoría frente a
una ínfima minoría, de lo que se trata es de, manteniendo los
principios, superar las barreras artificiales que nos separan a los de abajo , estudiando las maneras de conectarnos y comprendernos. Paso previo para organizarnos y vencer.
Consejo Nº 8: No rechazar ni imponer un color a la bandera española
En
los últimos años hemos podido presenciar como la que fue la bandera de
España durante la II República se enarbola en múltiples manifestaciones
de protesta social. Sin embargo, una bandera que representaba a todos
los españoles del 1931 al 1936, hoy en día se ha convertido en un
símbolo político escorado ideológicamente a un sector concreto de
nuestra sociedad. La carga ideológico-política que lleva al día de hoy
esa bandera la limita como aglutinador de mayorías. A día de hoy no
simboliza a la inmensa mayoría del pueblo español como en 1931, sino que
tiene una representación más partidista, más ideológica. Quienes
enarbolan o defienden esa bandera como la legítima española o la
presentan como la deseable para un futuro Estado republicano, suelen
entrar en el espectro de las izquierdas, en general más a la izquierda
del PSOE o en la izquierda extra-parlamentaria. En definitiva, la
bandera tricolor al día de hoy ha dejado de ser una bandera nacional,
para ser una bandera política, y hoy en día está muy lejos de ser
identificada como propia para la mayoría de la población. No pretendemos
trasladar a los que nos leen la falsa impresión de que somos
monárquicos. Todo lo contrario, como defensores de una profundización
democrática en todos los niveles, reclamamos firmemente un modelo de
Estado republicano donde su jefe de Estado sea elegido por sufragio y
donde los derechos sociales y las libertades sean una garantía
consagrada . Sobra decirlo, pero tampoco queremos con este
comentario quitarle peso histórico y simbólico a la bandera tricolor, ni
restar trascendencia a las memorables conquistas sociales que hubo
durante el período de la II República ni a las luchas antifranquistas y
por la democracia que vinieron durante la guerra o la dictadura. También
la bandera roja con la hoz y el martillo tiene un gran peso histórico y
simbólico en la lucha por los derechos de los trabajadores y la lucha
antifascista que conllevó decenas de millones de muertos. Y comprendemos
y apoyamos su uso cuando se trata de conmemoraciones y actos de
recuperación de memoria histórica o reivindicación de justicia y
reparación. Sin embargo entendemos que, en este momento, ni la una ni la
otra (la tricolor o la roja con la hoz y el martillo) pueden servir de
símbolos aglutinadores para un proyecto político de mayorías en nuestro
país.
De igual manera, no nos parece conveniente que se rechace o
critique de plano la oficialidad o el uso de la bandera rojigualda. Si
la bandera tricolor de la II República ha condensado una fuerte carga
ideológica, la bandera rojigualda la ha perdido con el paso de los años.
En España la mayoría de la población identifica, con más o menos
devoción, la bandera rojigualda con su país. No la identifica con el
franquismo, el fascismo, las fosas comunes, la dictadura y el terror;
tampoco con la monarquía. Y en los últimos años hemos visto en las
celebraciones futbolísticas como millones de jóvenes se echaban a la
calle con la bandera actual a festejar los triunfos de su selección.
Dudamos mucho que esos millones que colgaban la bandera rojigualda en
los balcones, se la pintaban en la cara o la agitaban en los festejos
deportivos, sean neonazis, franquistas, monárquicos o derechistas
militantes. Otro ejemplo lo tenemos en el ámbito de las Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad del Estado (FCSE) y en las Fuerzas Armadas donde es
una costumbre extendida entre sus miembros portar algún lazo en su
coche, alguna pegatina o pulsera con los colores de la rojigualda en sus
muñecas. Y aunque en algunos de estos cuerpos exista el pensamiento
conservador entre algunos de sus miembros, la mayoría de los que portan
esta bandera no lo hace por ser borbónico o falangista convencido. En
estos colectivos (FCSE y Fuerzas Armadas), que en suma superan los
330.000 miembros, encontraremos en numerosas ocasiones este tipo de
manifestaciones personales como muestra del amor a su país y también
como símbolo de su profesión, como distinción gremial en la defensa y
seguridad pública del país. La bandera rojigualda para estos
funcionarios (muchos de los cuales comparten el proyecto democrático
propuesto desde PODEMOS) es el símbolo que conecta a la vez el hecho
patriótico con su dedicación profesional particular. Son detalles a
tener en cuenta si alguien pretende llegar a estos colectivos y a una
buena parte de la sociedad.
Y puestos a hacer un poco de
memoria, la bandera rojigualda no es la bandera exclusiva del franquismo
ni siquiera de la monarquía. Ni tampoco la bandera tricolor de la II
República fue la bandera del antifranquismo: durante los primeros meses
de la Guerra Civil también fue la bandera de los golpistas de Franco y
militares fascistas fueron enterrados con todos los honores bajo la
bandera tricolor. La bandera rojigualda, que tiene un origen militar en
el siglo XVII, en concreto para uso en la Marina de guerra,
se usó como bandera nacional en la Revolución española liberal de 1808,
en las Cortes de Cádiz. Fueron fundamentalmente las milicias
nacionales, la expresión armada y popular más progresista habida en el
siglo XIX, las que extendieron el uso de la bandera rojigualda como
símbolo nacional. La bandera borbónica que ondearon los carlistas, en su
enfrentamiento contra el liberalismo y el constitucionalismo, era
blanca con el aspa roja de Borgoña. En 1843 Isabel II decreta la bandera
rojigualda como bandera nacional frente a la bandera del absolutismo
carlista que ondeó durante las tres guerras civiles de aquella centuria.
Este hecho hizo identificar aún más a la bandera rojigualda con las
posiciones políticas más avanzadas frente a la bandera carlista que
representaba el inmovilismo y la reacción. Durante el Sexenio
Revolucionario (1868-1874), en su etapa de Gobierno Provisional o en su
etapa de Primera República española, se ondeó la bandera rojigualda (con
distinto escudo) como bandera oficial. Es decir, la bandera bicolor fue
la insignia que representó al periodo más democrático y progresista de
todo el siglo diecinueve incluyendo la primera experiencia republicana
de nuestra Historia. La rojigualda también ha sido bandera republicana.
Con esta breve y sintética semblanza histórica no queremos
caracterizar a la bandera rojigualda como la elegida para representar un
futuro proyecto nacional de progreso y democracia. Pero tampoco creemos
oportuno ni correcto que se la identifique con la bandera de la
reacción y los valores antidemocráticos (cosa diferente sería hablar de los escudos habidos)
. De hecho, en el siglo XIX los colores de esta bandera significaron
precisamente lo contrario. Incluso en el siglo XX, el propio General
Vicente Rojo, el que fuera Jefe del Estado Mayor del Ejército Popular de
la II República, criticó el cambio de color en la bandera nacional que
se realizó y defendió mantener la rojigualda.
Por
lo tanto, nos parece que el rechazo o crítica actual a la bandera
rojigualda por connotaciones políticas, no sólo supone un error
historiográfico sino una insensatez estratégica. La guerra a banderazos
(manifestación simbólica del inútil y peligroso izquierdas/derechas) no
va a facilitar la constitución de una mayoría social para el cambio y
creemos que PODEMOS debería desmarcarse de la identificación con una u otra bandera .
No
se debe querer imponer la rojigualda ignorando los legítimos
sentimientos que cargan una parte de la población hacia la bandera
tricolor ni apostar ni reivindicar la tricolor como futura bandera
demonizando a la rojigualda. Cualquier ciudadano que comulgue con los principios de PODEMOS
, apoye la banca pública, la renta básica, la sanidad y educación
pública y de calidad, la democracia participativa y el respeto a los
Derechos Humanos, y además le guste la bandera rojigualda, debe sentirse cómodo en esta organización
. Habremos avanzado muchísimo cuando en los círculos, asambleas,
mítines o votando a PODEMOS encontremos tanto a los que llevan un
bandera, camiseta o pulserita rojigualda como las que la llevan tricolor
como los que no llevan. Porque esto es lo verdaderamente importante:
aglutinar al mayor número de personas en torno a ideas y proyectos por
encima de etiquetas y colores. La división izquierdas/derechas en
nuestro país (con guerra y dictadura de por medio) ha cristalizado en la
actualidad en un enfrentamiento lleno de estereotipos y símbolos, que
sustituyen al debate tranquilo de las ideas, representándose esta puja
hasta en los colores de la propia bandera nacional. Salir de este
entuerto sólo es posible reconociendo la rojigualda como la actual
bandera oficial, poniendo en valor el contenido histórico y democrático
que carga la bandera tricolor y planteando que sea el propio pueblo
español democráticamente, en un futuro proceso constituyente, el que
determine la insignia que nos represente a todos en un próximo Estado
republicano. Mientras tanto, se debe continuar construyendo movimiento
dejando a un lado cualquier fetichismo estéril o enfrentamiento por
colores.
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(*) Los consejos que aquí presentamos han
sido introducidos en el debate de cara a la Asamblea Ciudadana de
PODEMOS en el foro “Plaza Podemos”. Para acceder a los nueve consejos
que hemos aportado y a los debates abiertos en torno a ellos, pinchen aquí .
(**)
Debate Constituyente es un grupo abierto de debate, de reciente
creación, que pretende trasladar sus opiniones y análisis a todas
aquellas personas o foros que contribuyan a la actual coyuntura de
“constituyentes de constituyente” en España. Sin despreciar ningún tema
de discusión, Debate Constituyente se centra fundamentalmente en la
actualidad política y económica de nuestro país, con la intención de
aportar ideas que ayuden a generar reflexión y propuestas. Para
cualquier comentario o sugerencia, nuestro contacto: constituyente.debate@gmail.com
(***) Otros consejos publicados:
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