América Latina en la geopolítica del imperialismo (II). Gilberto López y Rivas
En el análisis histórico que hace Atilio Boron en su libro América Latina en la geopolítica del imperialismo, coincido con él en torno al impacto genocida y etnocida de la conquista ibérica en nuestro subcontinente, la cual –afirma–
arrasó y destruyó las viejas formaciones sociales y estableció un nuevo tipo histórico de sociedad, creando una nueva y contradictoria identidad y, al mismo tiempo, produciendo un trauma que cinco siglos más tarde todavía está a flor de piel. No obstante, no estoy de acuerdo con su opinión de la obra de Octavio Paz, El laberinto de la soledad, que califica de
notable, cuando, en realidad, y en su momento, fue considerada un ejemplo de extrapolación y reduccionismo sicologista. Incluso se comentaba que Paz, como historiador y antropólogo, era muy buen poeta.
Muy importante
es el tema de la militarización de la política exterior de Estados
Unidos y su impacto en América Latina, que tiene su contrapartida al
interior de la metrópoli imperialista, con el recorte de los derechos
civiles y las libertades ciudadanas. Es demostrativo que para 2010 el
gasto militar de ese país superaba el de todos los países del planeta.
Asimismo, el número de bases militares en al menos 128 naciones ascendía
en 2011 a mil 180, a las que hay que agregar las más de 4 mil bases en
el territorio estadunidense y las pequeñas bases secretas llamadas
nenúfares. América Latina y el Caribe se encuentran rodeados de bases
militares y la IV Flota ha sido reactivada. Sus objetivos más
inmediatos son derrocar a los gobiernos progresistas (Cuba, Venezuela,
Bolivia, Ecuador) y controlar el acceso a las enormes riquezas
concentradas en la región para mantener su irracional y despilfarrador
patrón de consumo. Esta militarización también tiene su contrapartida en
la fuerte tendencia hacia la criminalización de la protesta social en
los países del área.
Son muy convincentes las posiciones del
autor en torno a la polémica entre pachamamismo y extractivismo, a
partir de la constatación del grave problema que enfrenta la humanidad
con la destrucción de los ecosistemas. Atilio expone objetivamente los
duros reproches a los gobiernos progresistas de la región, desde la
izquierda, que cuestionan su extractivismo y paralelamente cita a Evo
Morales preguntando:
¿Y de qué va a vivir Bolivia si no explota sus recursos naturales? ¿Cómo superaremos un retraso que viene de siglos si carecemos de los más elementales recursos para invertir en desarrollo social?Frente a estas contradictorias perspectivas, el autor opina que el pachamamismo como política radical de conservación de la naturaleza, de su práctica intangibilidad, coloca a los gobiernos de izquierda y centroizquierda ante un callejón sin salida. Afirma que la crítica al pachamamismo, considerado inviable, no debe ser interpretada como un aval al extractivismo, difícilmente soslayable en el corto plazo, aun para los gobiernos de izquierda. Sostiene que no es posible defender los derechos de la Madre Tierra sin que al mismo tiempo se elabore un argumento teórico y práctico acerca de la necesidad histórica de fundar una nueva sociabilidad inequívocamente poscapitalista. Aduce, con razón, que se propone una crítica abstracta al desarrollo para quedar luego en silencio a la hora de explicitar lo que sería la
alternativa al desarrollo. Así, para el autor, la única opción que aparece en el horizonte es una revolución anticapitalista, al mismo tiempo que resalta los enormes riesgos que implica asumir posturas de
dogmática intransigenciaque hacen caso omiso de las enormes dificultades que conlleva la creación de un nuevo orden económico, político y social.
Estando
de acuerdo con estas posiciones, aplicables en aquellos casos en los
que realmente se están haciendo esfuerzos por generar trasformaciones
que conlleven la construcción de poder popular, no resultan igualmente
categóricas cuando se trata de analizar proyectos específicos, como, por
ejemplo, el del complejo hidroeléctrico Belo Monte, que tanto Lula como
Dilma han apoyado en sus respectivas presidencias, y que ocasionaría la
destrucción del hábitat de etnias y ecosistemas localizados en el río
Xingú, en el estado de Pará, proyecto, por cierto, que serviría
principalmente para subsidiar con energía a las empresas privadas
dedicadas a la exportación de aluminio. ¿Qué pensar del proyecto
inconsulto de un canal en Nicaragua, que traería también graves
consecuencias ambientales, políticas, étnicas y sociales?
Me
parecen muy acertadas las menciones del autor a lo largo de la obra
acerca del papel de México como gendarme territorial de Estados Unidos y
como facilitador del saqueo de los recursos naturales y estratégicos, a
través del TLC, ASPAM y la Iniciativa Mérida. Sus referencias acerca de
la desintegración nacional y la violencia desatada a escala desconocida
desde la Revolución de 1910, por el control del narcotráfico de amplios
territorios de la República, son muy importantes para conocer la
naturaleza delincuencial del Estado mexicano, profundamente penetrado
por el crimen organizado. Coincido con recalcar el papel del gobierno de
México como parte del corredor contrainsurgente o reaccionario para
contrabalancear el influjo de la izquierda, radical o moderada, sobre la
vertiente del Pacífico. También es significativa su referencia acerca
de la penetración de la CIA, la DEA y la FBI, y de las fuerzas armadas
estadunidenses en México, destacando que militares y policías están al
servicio de la
seguridad nacionalde Estados Unidos.
En
sus palabras finales advierte que la lucha de nuestros pueblos por la
autodeterminación nacional y la construcción de una genuina democracia
será ardua y prolongada, y en América Latina, región prioritaria para el
imperialismo, tendrán lugar los combates decisivos. El autor asegura
que en la hora actual debemos estar preparados para lo que algunos
especialistas llaman
el escenario del peor caso. Sostiene que
nos espera una cruenta lucha que se librará en varios frentes: el político, el militar, el económico y también el ideológico. El libro reseñado, sin duda, es un instrumento imprescindible para esta lucha.
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