España: ¿Bi, cuatri o monopartidismo? Por Iroel Sánchez
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El
 casi unánime entusiasmo con que se ha anunciado el “fin del 
bipartidismo” como un cambio trascendental derivado de las elecciones 
del 20 de diciembre en España, incluso desde la prensa 
alternativa a los grandes medios de comunicación, pareciera más fruto de
 la necesidad sicológica de una victoria luego de los desastres 
electorales de las fuerzas antimperialistas en Argentina y Venezuela
 que de un análisis profundo de lo ocurrido en la península ibérica, 
además de establecer una increíble equivalencia entre cantidad de 
partidos y democracia.
Confundir los deseos con la realidad es uno de los mayores errores que puede cometer un político, decía Maquiavelo. Y en España se ve como
 un avance hacia la democracia el hecho de que en vez de dos partidos 
dominantes ahora existan cuatro, tres de los cuales están declaradamente
 por preservar el orden establecido –Partido Popular (PP), Partido Socialista Obrero Español ( PSOE) y Ciudadanos– y un cuarto –Podemos–
 que ajustó exitosamente su discurso según las necesidades de la 
comunicación política aceptada por los medios del sistema y en alianza 
con los nacionalismos de izquierdas en Cataluña, el País Vasco y Galicia
 ha emergido como tercera fuerza parlamentraria para proclamar luego de 
la jornada electoral que luchará por cuatro puntos: el blindaje 
constitucional del estado de bienestar hoy en desmontaje, la reforma del
 sistema electoral para hacerlo proporcional al voto popular, el 
cuestionamiento a la deuda, el establecimiento del referendum 
revocatorio y el reconocimiento del estado español como plurinacional.
Lo que objeta el stablishment español a Podemos, cuyo líder es el profesor universitario Pablo Iglesias,
 no es ninguno de esos puntos que podrían llegar a ser aceptados por el 
PSOE -artífice junto al PP de la implantación del neoliberalismo en 
España y de su entrada en la OTAN– sino el compromiso preelectoral de apoyar un referéndum independentista en Cataluña.
El
 liderazgo de Podemos ha proclamado que luchará por un jefe del gobierno
 “por encima de partidos” cosa que el veterano político de izquierdas 
Julio Anguita ha cuestionado como inviable:
“¿Qué
 presidente va a haber? ¿Obviamos el apoyo parlamentario? No entiendo 
que pueda haber un presidente por encima de los partidos; tendrá que ser
 investido y representar a las fuerzas políticas que le apoyen.”
Anguita ha llamado insistentemente a una estrategia electoral unitaria que incorpore a Izquierda Unida
 (IU) que encabeza el Partido Comunista Español, en una amplia coalición
 de izquierdas con vistas a nuevas elecciones, cosa que Podemos ha 
rechazado desde su campaña electoral, caracterizada por un desmarque de 
cualquier cosa que oliera a comunismo.
Mientras,
 Ciudadanos -una especie de PP con nuevo rostro- ya ha proclamado su 
disposición a un pacto con el PP y el PSOE para hacer gobierno, una 
opción que fuerzas similares al PSOE en otros países han aceptado como 
un gran frente neoliberal y que no es descartable en España a pesar de 
que su líder ha proclamado su rechazo al actual presidente del gobierno,
 y líder del PP, Mariano Rajoy.
Alberto
 Garzón, uno de los líderes de IU, al igual que intelectuales comunistas
 españoles, ha acusado a Podemos de ser “la UCD del presente” que 
buscaría un salida dentro del régimen a la actual crisis. Unión Centro Democracia
 (UCD) fue el partido que encabezó la llamada “transición española” tras
 la muerte del dictador Francisco Franco, que ha conducido al estado 
actual de esa sociedad: una monarquía parlamentaria marcada por la 
corrupción, subordinada a la OTAN y la Troika europea. Visto desde 
América Latina el actual escenario ibérico, hace recordar al ensayista Guillermo Castro Herrera:
“…izquierda,
 centro y derecha constituyen opciones de política y maniobra al 
interior de cualquier régimen estatal establecido dentro del moderno 
sistema mundial.
“Ninguno
 de esos costados constituye, en verdad, una opción con respecto al 
régimen que se estructura en torno a ellos – y a través de esa 
estructura procesa sus contradicciones internas -, aunque en algunas de 
sus formas extremas puedan parecerlo, o favorecer con su accionar la 
transformación de ese régimen en otro.
“Este
 modo de concebir y ejercer la política constituye uno de los grandes 
logros del liberalismo, como lo es el de la separación de poderes y las 
relaciones de equilibrio y control entre los poderes constitutivos del 
Estado.
“No ha sido tan universal como lo hubiera querido el liberalismo, sin embargo.
“Así,
 por ejemplo, frente al capitalismo y el Estado burgués de su tiempo – 
que fue por excelencia el del liberalismo triunfante -,Marx no se 
consideró nunca a sí mismo como un político de izquierda, sino como un 
antagonista que luchaba por un régimen económico y un ordenamiento 
estatal distintos en forma y propósito.
“Lo
 mismo puede decirse de las otras personalidades que dieron forma y 
proyecto a la filosofía de la praxis en las condiciones de la transición
 del siglo XIX al XX, desde Rosa Luxemburgo y Vladimir Lenin hasta 
Antonio Gramsci.
“Por
 contraste con ellos, por la misma época pasaron a ser “de izquierda” 
aquellos de sus compañeros de ruta que buscaron y encontraron un lugar 
para sí mismos como segmento crítico del mismo régimen que los 
socialistas y comunistas de origen buscaban derrocar.”
El diario madrileño El País, uno de los artífices de la “transición” y que algunos denominan “órgano oficial de la Casa Blanca en lengua castellana” lamentaba hace pocas semanas –analizando las elecciones en Portugal– de que en la nación lusa no surgiera un Podemos que desbancara allí al Partido Comunista que acaba de integrarse a una coalición de izquierdas en el parlamento portugués.
No
 obstannte, son muchos los que esperan de la actividad parlamentaria de 
Podemos beneficios para el esquilmado pueblo español y el mismo Garzón 
ha propuesto a Pablo Iglesias su apoyo si intenta la derogación de las 
leyes más impopulares de las legislaturas anteriores como las dos 
últimas reformas laborales y el artículo 135 de la Constitución, 
impuesto por el PSOE y el PP para asegurar la estabilidad presupuestaria
 exigida por la Unión Europea y que dio al recorte del 
gasto social carácter constititucional, así como la neoliberal Ley 
Educativa (LOMCE) y la conocida como Ley Mordaza que ha reprimido el derecho a la protesta social.
Lo
 cierto es que el actual programa de Podemos -que con pocas 
modificaciones sería aceptable para una fuerza como el PSOE- no ha 
tocado ni con el pétalo de una rosa la permanencia en el euro y el pago 
de la deuda, en función de recuperar la soberanía económica y financiera
 hoy en manos del Banco Central Europeo, aspecto sin el
 cual es imposible obtener los recursos para blindar los derechos 
sociales. En eso, a juzgar por la información disponible, aun hay 
monopartidismo en el Congreso español.
 
