El Alzamiento Nacional elige nuevo Caudillo!
Escrito por Redacción jueves, 19 Junio 2014 19:40
Maité Campillo
Me acuerdo cuando llegué tercero
En una carrera de bicicletas
Y me dejaron fuera de la lista de premios
Por culpa de un gallito pintado en mi franela
Os habla el nuevo rey: ¡por qué no os reís, seguid riendo. . .!
Hablan los pies cuando las uvas no acompañan, lamento del guerrillero, se lo dijo a mi padre el que debió ser mi abuelo, no pude conocerlo, lo desarraigaron; no estamos todos, junto con él otros cayeron también, intentaron cortarnos la raíz. Sobre la piel del tiempo sus huellas llegan ronroneando, hablan los pies. Cuando yo tomé conciencia me encontré en el camino que ellos tuvieron que dejar con el amargor de la hiel entre los labios. Es un camino colindante donde se encuentran los pueblos más bellos; los recorro por la ladera del monte camuflada entre ramas y peñascos (narra la canción haber cogido entre ellos truchas frescas), y yo entre el ganado suelto, me abro paso camino de la noche. Nómada desde que consciente de conciencia, me lleva por los caminos de la razón en busca del infinito, porque del finito ya se sabe más de la cuenta.
Mi aspecto es saludable, lo marca la sombra que ha venido acompañándome país tras país desde que me convertí en flor. Muchos son los vistos y vivido, mis pétalos se va curtiendo, siempre con la intención de arrimar la buena suerte al consciente de conciencia. Consciencia y conciencia son como madre e hija, se potencian y ensalzan una a otra, por eso que mi espíritu aún impera gracias al fruto de sus ramas que me curten de historia colorida y jugosa. También soy pájaro, me detengo en el olor de la piña, mientras sigo el rastro de las uvas de la ira.
Encontré entre los países, uno en Europa, a los hermanos griegos, increíblemente solidarios; comí entre ellos, me atendieron y enseñaron su país como si fuera una hija a la que estaban esperando. Así es como logré caminar, rememorar luchas e ideales contra el franquismo y 'reformismo democrático', que lo apuntaló una vez ya en la tumba; aprendí mucho con ellos, mismo sistema de marginación, mismo pan amargo y peces de cristo. Sacados de la mitología surgían ante mis ojos hermosos personajes de la ciencia y el arte, los conocí de la mano del grupo de teatro que desarrollaba su espacio dentro de la universidad de Atenas, con el que conviví meses del implacable tiempo en distintas ciudades e islas; de ellos aprendí que mis movimientos debían ser seguros para no alertar al carroñero de cerebro de charol.
Me encuentro donde irrumpe el bosque del escarnio
Donde fundieron la palabra, donde aboga la oscuridad del sin-amor, y mi cuerpo conmocionado se estremece ante la bóveda del sin-consuelo por donde se abre el abismo. La naturaleza pura es cruda cuando la comunicación no alcanza y las necesidades vitales aclaman (no soy de las que ríen en la desgracia) su inclemencia marca sobre mi rayos y surcos, huellas que avivan el tiempo entre poros sudorosos. El hambre de amor es lo más, lo más que siento y quiero; al hambre que solo es sustento lo mata el sueño y mi habilidad en el monte, soy dinámica, soy fuerte. Mi pelo largo y rizado se revuelve insumiso, mis ojos son negros, como los de mi madre, eso me dijeron, los educo en la mirada decidida que es la que me alerta junto al oído leal que me acompaña, mientras mis ojos observan el sangrado del sudor inquieto que emana de adentro. Aún no llegó el amanecer y estoy despierta, pero yo se que otros están llorando.
De la farándula en Grecia, aprendí que siempre había que estar alerta, de ellos lo supe en el mismo espacio que atravesé la frontera aérea; yo miraba pensando, a quién me encontraré? Mas que cuidarse me cuidaban, salió uno caminando hacia mi, (otros observaban fuera), a la vez se acercaba desde otro punto una compañera con una sonrisa y dulzura increíble, ambos me abordan como a la hermana que esperan, y, ya en la salida, los tenía por todos lados, me subieron a un gran auto hacia las afueras de la ciudad.
Me lancé a las escondidas con el impulso del viento
Cuando me decidí a emprender el camino de la raíz estrené adolescencia, deambulé durante días sin cobijo. Todavía era de noche cuando me senté cerca del fuego que había hecho con ramas secas de retama, caídas tras los fuertes vientos de las semanas anteriores; han pasado ya varios días, sigo sin contacto, la jornada ha sido dura y hace frío. Conservo aún unos posos del último bucho de café, los caliento, sólo sentir su erupción me reconforta a pesar de 'no ser cafetera', de poder elegir, su aroma, lo mejor. Una toma lo que sea para estimular cuerpo y mente, tirar pa`lante es lo primero que aprendí, como se pueda cuando empiezan a carecer provisiones y ni esperanza de ellas. La dureza en el monte acorrala la intimidad intimidando; el frío se acelera cuando raya en soledad, y lo humano se añora por encima de todas las cosas cuando el calor del aliento se torna estalactita.
Loren conoce requetebién los montes de uno y otro lugar de la muga, mi cuñada, se portó como una madre cuando me descubrió, le gusté, aunque me dejó en un punto preocupada, me veía tierna, flor que empieza a desperezar de forma prematura, aunque ya yo empezaba hacerme gigante; se la notaba la preocupación cuando me dijo remarcando las palabras: por allá, fíjate bien donde señalo, siempre en esa dirección adelante, no te equivoques, camina ya, el tiempo se acorta.
No es fácil arraigarse en los montes, nos han hecho débiles, necesitamos la “civilización” para casi todo; tampoco la mar te abriga como una quiere, te vota en cualquier momento. Estoy siempre como de paso, todavía sigo buscando el camino, lo muestran los azotes descargados sobre la tierra; me deslizo entre ella como parte de mi vida abierta a los soles del sueño, días de luna llena, y a las luciérnagas que me visitan en las noches cuando camino sola como en vacío.
Tras la infusión de agua de café me sentí mejor, creo, me acuesto, duermo con la luz del día, mi cuerpo se siente más caliente acá arriba. Aunque aquella mañana las estrellas tachonaban el cielo, y el canto del gallo se escuchaba en la distancia como un largo brazo estirado sobre las colinas. Recuerdo a mi padres, más por fotos, por supuesto, que por vivencias; sigo sus huellas como ellos lo hicieron con los abuelos, sé que estarán doloridos y no por todo lo sucedido a la familia, incluido algunos de sus hijos, años de cárcel, deportaciones, exilio. . . si no por lo que sigue sucediendo. Una transición que nunca llegó, un dictador que ha mantenido en pie todo un sistema golpista de terror, degradado y sanguinario, tras su sucesor, otro nuevo están preparando para coronar el jueves 19 de junio, para que asuma como su padre, el movimiento 18 de julio y su bandera, más sangrienta que nunca.
'Canción Para Acordarme'
Ali Primera
Yo amarré los recuerdos al árbol de la noche
Fui en busca del sol y todavía me acuerdo
La primera vez que hice el amor.
Me acuerdo de mi gente gastando madrugadas
Por una lata de agua.
Me acuerdo de la primera vez que vi a Fidel
En la sierra maestra
En una película que proyectamos en la pared
De una iglesia
Era la casa más blanca y más grande del pueblo
Y en sus paredes vi a Fidel.
Me acuerdo de salvador, el albañil
Leyéndome trozos del capital.
Y cuando mi madre supo que era comunista, me dijo:
¡dios te bendiga!
Porque para algo deben servir las bendiciones en esta vida.
Y salí contento al camino lleno de alegría.
Y aprendí a cagarme en la libertad que defiende Superman.
Porque para algo debe servir la mierda en esta vida.
Y fui llenando con flores a mi fusil de poemas
Y afiné la puntería del canto contra las bestias.
Fui sumando corazones para vencer madrigueras
Al llenarme los rumores del volantín cuando vuelva.
Yo amarré los recuerdos al árbol de la noche y fui en busca del sol.
Me acuerdo cuando llegué tercero en una carrera de bicicletas
Y me dejaron fuera de la lista de premios
Por culpa de un “gallito” pintado en mi franela.
Me acuerdo de mi primer par de zapatos
Ganado en un concurso de poemas.
Me acuerdo de mi cajón de limpiabotas: "hoy no fío mañana si"
Escrito en mala letra
Lo conserva una familia amiga de las piedras.
Yo amarré los recuerdos del árbol de la noche y fui en busca del sol.
Me acuerdo del obrero que me dijo
No vendas tu canto
Que si lo vendes, me vendes
Que si lo vendes, te vendes.
Dormía entre el vaivén lento de unas ramas
Y el silencio se rompió con el ruido de unas voces a lo lejos, que intuí se iban acercando. Aparecieron sus calaveras de charol entre árbol y árbol, se escondían. Detuvieron a mi hermano, o era mi padre?, no me dieron tiempo, el tamaño de semilla me limita, aunque ya, yo me sentía importante en desarrollo, en el fondo ver me veía más gigante, cuanto menos a la altura de una bellota. Apagué el fuego rápido, ya moribundo, cogí mi mochila a forma de petate mientras se filtraba la primera luz de oriente, y me dejé deslizar sobre la terraza de la pendiente, cubierta de hayas y robles que descendían al otro lado de la cumbre, desde aquí, el sendero zigzaguea endemoniado entre tricornios carroñeros que no cesan sobre el acecho de su presa, yo. Un día me lo dijeron, oí clarito la voz de los míos: vete, te sucede como a tu hermano, (aunque no lo conozcas sois iguales), más pronto que tarde seguirás el mismo camino; huye cuando veas la fiera, o aprende a enfrentarte a ella. Y, ya ven, llegué hasta ustedes.
Cerquita de la cueva prehistórica que me cobija se encuentra un viñedo. Agazapada como comadreja me deslizo hacia sus frutos, siento que me esperan; las uvas reconfortan mi cuerpo de energía, avivan la esperanza y venzo al cansancio, también al hambre. Cuando entro en el viñedo el sol se pone. Una masa de nubes de color rosado, suaves y voluminosas como algodón amontonado, aflora flotando en el cielo sobre las montañas de cimas empinadas y lanzan sus reflejos sobre los árboles altivos que se dejan acariciar entre notas de amor y música, es la voz de mi canto. No se cuanto tiempo anduve incrustada entre raíces. La luz y sombra del viñedo es mi lucidez, me hace sentir, soy yo; mi pensamiento toma formas, me habla, y logra que vuelva a mi la sonrisa que alumbra mi mirada.
Pienso en la casa de los abuelos como la de mis padres, desarraigada, maltratada, sufriendo sus cimientos la angustia de vivir sin los suyos. Los que llaman vencedores la tuvieron años sitiada, como si fuera una fiera a la que hay que despedazar. Fusilaron a los dos perros de caza y los colgaron de un gran árbol cerca de ella. Tragedia que aún oyen mis oídos, tragedia que costó digerir, tragedia que no mató la distancia ni el tiempo y convirtió en lágrima deshaciéndome en su fondo de algas y coral, gracias a su sal mis pies rastrean cómplices como la Nela y Tula, ellas intuían el hambre y salían solas en busca de sustento; eran dos más en la familia combatiendo el fascismo, eran vida y aliento, inteligencia, amistad, solidaridad, único alimento junto al pequeño huerto que construyeron en el patio al lado del pozo. Empezaban los primeros avisos del triunfo de los cobardes. . . Mi gente fue valiente, y yo sé que es verdad no sólo porque así quiera creerlo, sé que les hicieron frente jugando a las escondidas como pudieron, donde ellos siempre ganan, porque saben que yo siempre les estaré esperando; les escribo sobre los troncos de los árboles olvidados, a mis dos hermanos también: “Os espero al atardecer”, les digo, y, voy en busca de otro tronco, sigo fijando consignas; entonces es que veo el brillo de las uvas en mi mirada y el crepúsculo de su piel entre mis manos alumbrando, todo es camino.
Y afiné la puntería del canto contra las bestias.
Fui sumando corazones para vencer madrigueras
Al llenarme los rumores del volantín cuando vuelva.
Yo amarré los recuerdos al árbol de la noche y fui en busca del sol.
Me acuerdo cuando llegué tercero en una carrera de bicicletas
Y me dejaron fuera de la lista de premios
Por culpa de un “gallito” pintado en mi franela.
Me acuerdo de mi primer par de zapatos
Ganado en un concurso de poemas.
Me acuerdo de mi cajón de limpiabotas: "hoy no fío mañana si"
Escrito en mala letra
Lo conserva una familia amiga de las piedras.
Yo amarré los recuerdos del árbol de la noche y fui en busca del sol.
Me acuerdo del obrero que me dijo
No vendas tu canto
Que si lo vendes, me vendes
Que si lo vendes, te vendes.
Dormía entre el vaivén lento de unas ramas
Y el silencio se rompió con el ruido de unas voces a lo lejos, que intuí se iban acercando. Aparecieron sus calaveras de charol entre árbol y árbol, se escondían. Detuvieron a mi hermano, o era mi padre?, no me dieron tiempo, el tamaño de semilla me limita, aunque ya, yo me sentía importante en desarrollo, en el fondo ver me veía más gigante, cuanto menos a la altura de una bellota. Apagué el fuego rápido, ya moribundo, cogí mi mochila a forma de petate mientras se filtraba la primera luz de oriente, y me dejé deslizar sobre la terraza de la pendiente, cubierta de hayas y robles que descendían al otro lado de la cumbre, desde aquí, el sendero zigzaguea endemoniado entre tricornios carroñeros que no cesan sobre el acecho de su presa, yo. Un día me lo dijeron, oí clarito la voz de los míos: vete, te sucede como a tu hermano, (aunque no lo conozcas sois iguales), más pronto que tarde seguirás el mismo camino; huye cuando veas la fiera, o aprende a enfrentarte a ella. Y, ya ven, llegué hasta ustedes.
Cerquita de la cueva prehistórica que me cobija se encuentra un viñedo. Agazapada como comadreja me deslizo hacia sus frutos, siento que me esperan; las uvas reconfortan mi cuerpo de energía, avivan la esperanza y venzo al cansancio, también al hambre. Cuando entro en el viñedo el sol se pone. Una masa de nubes de color rosado, suaves y voluminosas como algodón amontonado, aflora flotando en el cielo sobre las montañas de cimas empinadas y lanzan sus reflejos sobre los árboles altivos que se dejan acariciar entre notas de amor y música, es la voz de mi canto. No se cuanto tiempo anduve incrustada entre raíces. La luz y sombra del viñedo es mi lucidez, me hace sentir, soy yo; mi pensamiento toma formas, me habla, y logra que vuelva a mi la sonrisa que alumbra mi mirada.
Pienso en la casa de los abuelos como la de mis padres, desarraigada, maltratada, sufriendo sus cimientos la angustia de vivir sin los suyos. Los que llaman vencedores la tuvieron años sitiada, como si fuera una fiera a la que hay que despedazar. Fusilaron a los dos perros de caza y los colgaron de un gran árbol cerca de ella. Tragedia que aún oyen mis oídos, tragedia que costó digerir, tragedia que no mató la distancia ni el tiempo y convirtió en lágrima deshaciéndome en su fondo de algas y coral, gracias a su sal mis pies rastrean cómplices como la Nela y Tula, ellas intuían el hambre y salían solas en busca de sustento; eran dos más en la familia combatiendo el fascismo, eran vida y aliento, inteligencia, amistad, solidaridad, único alimento junto al pequeño huerto que construyeron en el patio al lado del pozo. Empezaban los primeros avisos del triunfo de los cobardes. . . Mi gente fue valiente, y yo sé que es verdad no sólo porque así quiera creerlo, sé que les hicieron frente jugando a las escondidas como pudieron, donde ellos siempre ganan, porque saben que yo siempre les estaré esperando; les escribo sobre los troncos de los árboles olvidados, a mis dos hermanos también: “Os espero al atardecer”, les digo, y, voy en busca de otro tronco, sigo fijando consignas; entonces es que veo el brillo de las uvas en mi mirada y el crepúsculo de su piel entre mis manos alumbrando, todo es camino.
Jamás me arrebatarán los sueños mientras agite las alas
El viñedo es el lecho donde a veces he derramado lágrimas y besos, que el miedo transforma en fuego para defenderme; las páginas entre troncos de árboles que leo devuelven la luz a mis ojos. Es mi rincón más preciado, cuerpo y aroma cercano al valle de la libertad que sueño para amar y ser amada, dónde las lluvias de abril revoloteen sobre nosotros haciendo gorgoritos de fiesta con reflejos en arcoiris, cientos de fuegos artificiales, mil colores a la vista. Sé escurrirme, estoy henchida de vida; se acerca la lluvia, me deslizo ante las sanguijuelas sin ser vista, como lombriz que rota sobre la tierra entre peñascos y arbustos. Abro paso al nuevo encuentro con el último guerrillero de la familia (mi hermano-padre), salió de las catacumbas donde lo sepultaron años, sentido para la alegría de mi vida. Se que me necesita, la casa quiero decir, revivir a los que en ella vivieron para morir de amor y lucha, de miel, de rebeldía, no de pena y asco, para que la luz siga siendo luz en la mirada que alumbro como futuro.
El horizonte coloca en el centro la casa de mis padres, su imagen se amplia ante mis pupilas aunque la distancia nos separe. El canto no se ha acabado. Hoy me encuentro en una redada carnívora, nos encontramos en el 2014, proclaman rey al nuevo sucesor, tras la abdicación, del que puso a dedo el dictador; ratonera voraz que me imposibilita encontrar el pasadizo que nos lleva hacia el camino de la libertad. Solo socavando en las entrañas de la tierra brotarán a la vida; dinamitando la raíz del crimen llegaremos a la luz, la ahogaremos en su propia cobardía. Los asesinos son reales, nunca se depuraron; sus instituciones imponen una vez más al monarca feudal. No, no son sombras que mi añoranza refleja. Soy joven, mis fuerzas de acero son inquebrantables. El sol alumbra mi camino ahuyentando los cerebros de charol, siniestro tricornio en sus sienes. . . Aunque las coordenadas del viento a favor no lleguen, y un pelotón de decenas de hordas fascistas se acerquen a la Plaza de Oriente para aclamar al nuevo emperador de las sortijas de oro. El rió los refleja en su pasado. Los amplía el mar para que todos puedan ver reflejado su sistema de opresión, encharcan de sangre los valles haciéndola desaparecer aunque no lo parezca. Pero las manos de mis padres, abuelos y hermanos avanzan cargadas de amor y sementera junto al viejo fusil que cansado espera, abrazan efusivos a, Tula y Nela, los dos perros, que los monstruos fusilaron para profundizar más aún su dolor.
Pero las uvas no están siempre
No, el canto no se ha acabado; mi mente se mentaliza arrancando fruta de los árboles invisibles y mis manos pescan como la canción peces entre peñascos. Sigo las huellas pero su sustancia se diluye. Su aroma a moscatel se hace invisible como la llama de las antorchas. Sólo a veces oigo al búho, su latir hermano en la tierra, su eco entre montañas hacia el paso de la muga, “búhos y topos”, atravesando mares y montañas. Tardaré algunas lunas, pero mi promesa queda, llegaré hacia ella. . . La casa de la raíz se difumina, sin llama el fuego no tiene sentido. Dicen que se hace camino al andar, pero el camino que yo ando se detiene entre una barricada de tricornios camuflados de democracia, que apuntan para que sigamos incrustándonos en tierra. Es el orden de hoy el mismo de ayer, pero no el de mañana.
Una y otra vez vuelven a violar las puertas de la primavera, los caminos hacia la libertad. En pleno siglo XXI, del año en curso, insiste el absolutismo en proclamar la irracionalidad “democrática” más descabellada. Dicen que la monarquía es posible, y yo digo, trampa, aquél que así lo afirma forma parte de la carroña.
Mi amor es infinito para que siempre vuelvan, me encuentren los que me quieren y quiero como a mi misma, por eso es que escribo en las hojas sueltas del monte lejos de los tubos de escape. Yo sé que la lluvia no ha de borrar jamás mis mensajes.
¡Vamos, compas, suban al monte que nos broten alas, no tengo tiempo para morir de asco! Sigan el paso del ritmo de mis besos, apuntan cosechas, la tierra espera de nosotros lo que nosotros esperamos de ella.
El tiempo no acaba con la memoria, la resignación sí Los viñedos desaparecieron al triturar su raíz, y el letargo de los años pasó “factura”. La resignación de, “los dirigentes”, expandió el virus de la inercia, permitiendo con ello la siembra del terror por casas y campos. Se cebaron con los abuelos, a los que no conocí; luego con los hijos, muy poco pude disfrutar de ellos; más tarde con los nietos y biznietos, varios de ellos he conocido no hace mucho tiempo, algunos sobrinos aún no he logrado conocer. . . La posguerra duró cuarenta años, “el final del franquismo” (?), más sangriento si cabe. A, “Edu”, lo torturaron tanto que le dejaron como payá, “gracias” a la colaboración francesa; Julio, como él, jamás logró reponerse. . . menos sus infancias y adolescencias en el hogar de las aves libres. . . las manos de mi madre llegan al patio desde temprano. . . universo de sonrisas caldeadas por el misterio de los sencillos.
La casa la achicaron tanto, tanto!, que más nunca pudieron los aborígenes volver a vivir en ella. . . El fusil del abuelo, pasó a mi padre, más tarde a sus primeros hijos, y, ¡dos décadas y media, hasta dar luz a una nueva vida y seres en ella!, hoy, el fusil de futuro, convertido en arbusto detonando hojas de almendro camuflaje entre sables, como guitarra de guerrillero, alumbra cosechas.
Las gallardas defensoras de la casa, Tula y Nela, sustento de hambre y miseria (que asesinaron los tricornios en sus primeros avisos), llenaron el bosque de leyenda; es el espíritu inmemorial que en cada una de sus hojas percibo y escribo, aliento por alimento, vivo entre ellas, hasta que alguien acerque el oxígeno que de forma a la otra vida enfrentada al último viaje.
“El mito” colócalo en el centro de tu pecho.
“Los fantasmas” no son sino guerrilleros desaparecidos.
Comeremos uvas juntos, llegarán los días nuevos.
Mis ojos se agrandan, arde la luz. . .
Se preparan para el asalto de las fieras, pronto lograré ver, conocer, al hermano condenado: he aquí la exposición de algunos recuerdos, en tal crucial fecha. . . Es duro, tanto como tierno y alegre; lo que promete cumple de eso no hay duda alguna. Lo observé en sus gestos, en la sencillez en como se hace entender.
Estoy desarrollando orejas más grandes alrededor de mi sombra, dicen que si soy una guerrillera, pero yo se que no llego a la talla de los que mantuvieron en jaque durante años el fascismo internacional.
Perdí tres partes de raíz antes de que me pudiera enfrentar a la oleada de la adolescencia. Las montañas son la leyenda de mis antepasados, vivo entre ellas, el mar me cubre de olas, así es como desperezan mis alas.
Volví a Atenas (aún conservo la ropa de 'camuflaje' que me prepararon para el gran encuentro, les preocupaba la embajada), me despedía de todos ellos; habían preparado una conferencia hacia la prensa y un mitin en la propia universidad, se encontraban cientos de personas. Impresionante experiencia que me vitaliza ¡Siempre en la lucha compañeros, hacia la victoria final!. . . Varias personas se acercaron, portadoras de pequeños recuerdos, emocionados, yo también. Entre ellos un profesor de historia de la universidad, dijo: estoy traduciendo los tomos de la guerra civil revolucionaria, siento pasión por la historia de la república, y finalizó diciendo junto a su mujer e hijos: ¡no pasaran!
Maité Campillo (actriz y directora de teatro)
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