Suprema hipocresía. Robert Fisk
The Independent/Página 12
No quiso bombardear el
califato sangriento de Abu Bakr al Baghdadi, cuando estaba masacrando a
la mayoría musulmana de chiítas de Irak. Pero Barack Obama va al rescate
de los refugiados cristianos –y los yazidis– debido a “un posible acto
de genocidio”. A bombardear. Y menos mal que los refugiados en cuestión
no son palestinos.
Esta hipocresía casi nos deja sin aliento, sobre
todo porque el presidente de Estados Unidos está todavía demasiado
asustado –por temor a disgustar a los turcos– para usar la palabra “G”
sobre el genocidio de 1915 de Turquía de un millón y medio de cristianos
armenios, una masacre masiva a una escala que incluso los matones de
Abu Bakr aún no han intentado. Vamos a tener que esperar otro año para
ver cómo Obama se maneja con las conmemoraciones del 100º aniversario de
esa particular masacre musulmana de los cristianos.
Pero, por
ahora, “Estados Unidos está llegando a ayudar” en Irak con los ataques
aéreos sobre los “convoys” de combatientes del Estado Islámico. Pero,
¿acaso no es eso lo que los estadounidenses protagonizaron contra los
talibán en Afganistán, a menudo confundiendo bodas inocentes por
“convoys” islamistas? Dejar caer paquetes de alimentos a la minoría de
refugiados por el temor que le causan sus vidas en las laderas de las
montañas desnudas del norte de Irak es exactamente la misma operación
que las fuerzas estadounidenses llevaron a cabo para los kurdos casi un
cuarto de siglo atrás; y al final tuvieron que poner soldados
estadounidenses y británicos en el terreno para crear un “refugio
seguro” para los kurdos.
Tampoco Obama dijo nada acerca de su
amigable aliado, Arabia Saudita, cuyos salafistas son la inspiración y
la recaudación de fondos para las milicias sunnitas de Irak y Siria, al
igual que lo fueron para los talibán en Afganistán. El muro entre los
saudíes y los monstruos que crean –y que Estados Unidos ahora bombardea–
se debe mantener tan alto como invisible. Esa es la medida de disimulo
estadounidense en este último acto de duplicidad. Obama está
bombardeando a los amigos de sus aliados saudíes –y enemigos del régimen
de Al Assad en Siria, por cierto–, pero no lo dirá. Y sólo por si
acaso, él cree que Estados Unidos debe actuar en defensa de su consulado
en Erbil y la embajada en Bagdad.
Esa es la misma excusa que
Estados Unidos utilizó cuando disparó sus cañones navales a las montañas
Chouf del Líbano hace treinta años: que los jefes militares pro sirios
del Líbano estaban poniendo en peligro la embajada estadounidense en
Beirut. Que es tan poco probable que los islamistas tomen Erbil como que
capturen Bagdad. Obama dice que tiene un “mandato” para bombardear del
gobierno iraquí de Nouri al Maliki, el elegido pero dictatorial chiíta
que ahora dirige a Irak como un Estado quebrado y sectario. La manera en
que a los occidentales les encantan los “mandatos” desde el Tratado de
Versalles de 1919, que atrajo a las fronteras de Oriente Medio para
nuestros “mandatos”, las mismas fronteras que ahora el califato de Abu
Bakr juró destruir. No hay muchas dudas acerca de la terrible e
igualmente sectaria Isis que Abu Bakr está creando.
Su amenaza a
los cristianos de Irak –conviértanse, paguen impuestos o mueran– ahora
se ha vuelto contra los yazidis, la pequeña secta inofensiva cuyas
raíces persas-asirias, rituales cristianos-islámicos y perdonando a Dios
los han condenado como a los cristianos. Los kurdos étnicos, los pobres
viejos yazidis creen que Dios, cuyos siete ángeles supuestamente
gobiernan la Tierra, perdonó a Satanás: así que, inevitablemente, este
antiguo pueblo llegó a ser considerado como adoradores del diablo. De
ahí que sus 130 mil refugiados –al menos 40 mil de los cuales viven en
las rocas de la montaña en por lo menos nueve lugares alrededor del
Monte Sinjar– cuentan historias de violación, asesinato y matanza de
niños a manos de los hombres de Abu Bakr. Por desgracia, todo puede ser
verdad.
Los yazidis probablemente son descendientes de los
partidarios del segundo califa omeya Yazid el Primero; su represión de
Hussein, el hijo de Ali –cuyos seguidores son ahora los chiítas de Medio
Oriente–, podrían teóricamente haber encomendado los yazidis al
ejército musulmán sunnita de Abu Bakr. Pero sus rituales mezclados y su
negación del mal nunca iban a encontrar el favor de un grupo que –como
Arabia Saudita y los talibán– cree “en la supresión del vicio y en la
propagación de la virtud”. En las fallas geológicas que se encuentran en
el antiguo Kurdistán, Armenia y lo que era la Mesopotamia, la historia
les dio a los yazidis una mala mano.
Pero por ellos, y los
nestorianos y otros grupos cristianos, Obama ha ido a la guerra. Los
franceses, con sus viejos espíritus de cruzados revividos, le pidieron
al Consejo de Seguridad que reflexione sobre este pogrom cristiano. Pero
la pregunta persiste: ¿Estados Unidos habría hecho lo mismo si los
refugiados pertenecientes a minorías miserables del norte de Irak
hubieran sido palestinos? ¿O la última campaña de bombardeos de Obama
simplemente proporcionará una bienvenida distracción de los campos de
exterminio de Gaza?
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Celita Doyhambéhère.
Tomado de http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-252536-2014-08-09.html
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