Este artículo describe una de las
situaciones más alarmantes que están ocurriendo en España: el
crecimiento de la pobreza infantil. El artículo analiza las
consecuencias de tal pobreza, así como sus causas, señalando la
insuficiencia de los programas que se han desarrollado para resolver
este drama social
Una de las noticias más importantes que
se han publicado estos días es que la pobreza entre los niños en España
está creciendo a un ritmo alarmante. Nunca antes, durante el periodo que
se define como democrático, habíamos visto un crecimiento tan notable
de la pobreza infantil. Las consecuencias de esta situación son enormes,
y pueden resumirse en tres. Una es que la pobreza causa un menor
desarrollo intelectual y educacional del infante. La evidencia de que
ello es así es contundente. Los niños pobres acuden a la escuela con
menor frecuencia y su desarrollo educacional es menor que el de los
niños no pobres. Los niños pobres suspenden asignaturas más
frecuentemente que los niños no pobres. En EEUU, por ejemplo, los
primeros suspenden dos veces más que los segundos, y abandonan el
sistema escolar dos veces más y a menor edad que los no pobres. Por cada
año que un niño se mantiene en la pobreza, aumentan las posibilidades
de que se estanque en el sistema escolar. Es decir, que a mayor el
periodo del niño en pobreza, mayor es la posibilidad de que esté en la
categoría de fracaso escolar. Y la situación es todavía peor, pues
cuanto menor sea la edad del niño pobre, mayor es la probabilidad de
fracaso escolar. La pobreza en la niñez tiene unas consecuencias
educativas mucho peores que la pobreza en la adolescencia.
Hay que saber, pues, que la pobreza entre
los niños significa un retraso educacional de un porcentaje elevado
(más del 20%) de la población, situación trágica y de consecuencias muy
negativas para el desarrollo, no solo económico, sino –y sobre todo-
político y social del país. Permitir la continuidad de esta situación
(que, como veremos, es totalmente prevenible) es de una enorme gravedad,
pues afecta a la calidad de vida y bienestar no solo de la población
pobre, sino de toda la población del país, afectando muy negativamente
su desarrollo social, cultural y económico.
Los costes en salud y bienestar derivados de la pobreza infantil
La pobreza infantil tiene también un
impacto negativo sobre la salud de la población afectada. Las
consecuencias más visibles e inmediatas son la malnutrición y las
enfermedades causadas por condiciones ambientales y de vivienda, con una
escasa protección frente a las inclemencias climáticas (la ausencia de
calefacción en invierno es la más común) y una baja resistencia a la
enfermedad, consecuencia de la baja inmunidad resultado de la limitada
protección y prevención, incluyendo inmunizaciones y vacunaciones. Parte
de la menor participación escolar de los niños pobres se debe,
precisamente, a estas situaciones.
Los niños pobres tienen más enfermedades
que los niños no pobres. De nuevo, la evidencia de ello es abrumadora.
Análisis de la dieta diaria muestran consistentemente que los niños
pobres tienen una dieta más insuficiente que los niños no pobres. Los
elementos clave de esta situación tienen un claro impacto en la
capacidad intelectual (y, por lo tanto, educativa) de los niños pobres.
Su menor atención en las aulas escolares radica, en gran parte, en temas
nutricionales y emotivos relacionados con la pobreza. En realidad,
darse cuenta de este hecho forzó al gobierno federal de EEUU a
establecer un derecho a la nutrición en aquel país, de manera que todo
niño pobre (en realidad, cualquier pobre) tiene el derecho a un alimento
digno (el famoso Food Stamp Program, que un gran número de políticos
del Partido Republicano quiere disminuir o eliminar). Otro problema
grave de salud derivado de las condiciones ambientales es la
intoxicación de plomo, que los niños absorben de las pinturas secas que
contienen este mineral, y que abundan en su entorno. Esta intoxicación
afecta al sistema nervioso, con resultados negativos en la capacidad
intelectual de la persona.
Problemas psicológicos y sociales derivados de la pobreza infantil
Otra consecuencia negativa de la pobreza
infantil es en la salud mental de las personas afectadas. De nuevo, la
evidencia es robusta. Los niños pobres tienen menos seguridad en sí
mismos y sufren depresión con mayor frecuencia que los niños no pobres.
Tienen más ansiedad y mayor inestabilidad emocional, con una mayor
probabilidad de embarazos durante la adolescencia en el caso de las
niñas, y una mayor disfuncionalidad en su relación con otras personas de
su edad y otras edades.
Ni que decir tiene que cada una de estas
consecuencias puede revertirse, bien con atención a las poblaciones
pobres y vulnerables, bien a través de medidas que faciliten su salida
de la pobreza. El enorme problema social hoy en España (incluyendo
Catalunya) es que no se proveen las atenciones personales en cantidades
suficientes para paliar el daño ni tampoco se están tomando las medidas
para permitir que estos niños salgan de la pobreza. En realidad, se
están tomando medidas que incrementan dicha pobreza.
Causas de la pobreza infantil
Antes de iniciar esta reflexión se
requieren dos observaciones. Una es que la situación económica de los
niños depende en gran medida de la situación económica de sus padres. En
general, no hay niños pobres de padres que no lo sean. De ahí que para
analizar la pobreza de los niños haya que analizar la pobreza de sus
padres. Esta obviedad queda olvidada en un gran número de estudios.
Y la principal causa de pobreza en la
gran mayoría de las familias pobres es la escasez de recursos,
consecuencia de su situación en el mundo del trabajo y en el mercado
laboral. No es casualidad que los países del sur de Europa, que tienen
mercados de trabajo muy deteriorados, con un elevado desempleo y un
empleo precario, tengan también una elevada pobreza. Lo primero lleva a
lo segundo. De ahí que una de las principales causas del crecimiento de
la pobreza haya sido las reformas laborales, que tenían como objetivo,
precisamente, disminuir los salarios y aumentar la precariedad. La
consecuencia de ello ha sido el aumento de la pobreza, incluyendo la
infantil. El coste de este aumento de la pobreza para el bienestar de
toda la población es enorme. Se puede calcular que la consecuencia del
incremento de la pobreza infantil es una reducción de nada menos que del
3% del PIB, una pobreza que afecta a los sectores más vulnerables de la
población trabajadora. La pobreza de los niños, por cierto, es un
ataque frontal a las pensiones de un país, pues indica una enorme
infrautilización de los recursos de este.
La pobreza del Estado del Bienestar español
La segunda causa de la pobreza, que
complementa la anterior, es la gran pobreza del Estado del Bienestar
español, tanto en las transferencias públicas –incluyendo las
transferencias públicas a las familias españolas- como en los servicios
públicos, como escuelas de infancia, servicios domiciliarios a las
personas discapacitadas, servicios sociales, vivienda social, programas
de prevención de la exclusión social, seguro de desempleo, programas de
integración en el mercado laboral o programas de formación, entre otros.
En cada uno de estos servicios, España (incluyendo Catalunya) tiene uno
de los gastos públicos sociales por habitante más bajos de la Unión
Europea de los Quince (UE-15), muy por detrás del promedio. Estos
servicios ayudan a las familias (y cuando decimos familias queremos
decir mujeres) a poder compaginar sus labores familiares con su proyecto
profesional. Esta dificultad para integrarse en el mercado de trabajo
–que afecta sobre todo a los jóvenes y a las mujeres- es otra causa
mayor de la pobreza de los padres y, por lo tanto, de las familias.
Dicha pobreza del Estado del Bienestar
es, a la vez, una de las causas de la escasa creación de empleo en
España. Este país tiene solo un adulto de cada diez trabajando en los
servicios públicos del Estado del Bienestar. Si tuviera alrededor de uno
de cada cuatro, como es el caso en Suecia, España tendría unos 3,5
millones más de puestos de trabajo, con lo cual conseguiríamos eliminar
una parte significativa del desempleo y estaríamos en camino de reducir
considerablemente la pobreza. Ni que decir tiene que el incremento del
salario mínimo, de los más bajos de la UE-15, incrementaría los salarios
y disminuiría la pobreza de los padres.
Una medida muy importante para disminuir
la pobreza infantil es el permiso de paternidad y de maternidad. En
Suecia, el padre o la madre puede tomarse un año de permiso para atender
a un infante, cobrando el 80% de su salario. En EEUU se ha calculado
que este programa, que costaría el 2% del PIB, quedaría compensado con
el declive de la pobreza que causaría. En un estudio reciente que
analizó el impacto del permiso de paternidad y maternidad en la pobreza
infantil (citado por Steven Pressman y Robert H. Scott “Paid Parental
Leave and America’s Youngest Poor”, en Challenge, Sept/Oct 2014), se vio
(en Australia, Noruega, Suecia y Finlandia) que la existencia y el
grado de intensidad de este derecho podría disminuir la pobreza infantil
casi un 50%. De nuevo, los países del sur de Europa tienen este derecho
muy poco desarrollado, con periodos reducidos y una escasa estabilidad e
intensidad del beneficio.
Una última observación
En España las izquierdas han hecho gran
hincapié en establecer la renta básica como una manera de resolver o
mejorar la pobreza, lo cual me parece bien. Aplaudo y apoyo el
desarrollo de la Renta Básica (entendida como tal, y tal como se hace en
el País Vasco, programa distinto a lo que se llama salario ciudadano).
Ahora bien, garantizar una renta mínima de inserción al ciudadano le
ayudará, pero no eliminará la pobreza, pues la renta básica, a fin de
ser aceptada por la población, implica una cantidad relativamente menor,
que será insuficiente para eliminar la pobreza (aunque sí que la
reducirá, y muy en particular la pobreza extrema). Lo que se requiere
es, como han hecho los países que han alcanzado una mayor reducción de
la pobreza, garantizar el pleno empleo, con salarios altos y con
políticas activas de integración en el mercado de trabajo, reduciendo el
tiempo de trabajo y facilitando la creación de empleo. Y para aquellas
personas que no puedan trabajar, éstas deberían recibir un dinero que
les asegure unos ingresos por encima del nivel de pobreza, con unas
cantidades mayores que la renta proveída en los programas de renta
mínima de inserción. Hay que recuperar el valor e importancia de
creación de buen empleo como una responsabilidad pública, junto con
transferencias públicas a las familias, mucho más elevadas que las que
hoy se consideran en los programas de renta mínima. Solo así
desaparecerá la pobreza infantil.
Vicenç Navarro, catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra.Fuente : vnavarro.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario