| Información: ¿conocimiento?, ¿verdad?, ¿libertad? Por David Noda*por La pupila insomne | 
Antecedentes
Desde los orígenes mismos de la civilización
 humana el conocimiento ha sido un instrumento frecuentemente aplicado 
en función de establecer el control social y el sometimiento de las 
masas desprovistas de él. Es conocido que en la comunidad primitiva los 
sabios y curanderos gozaban de cierto rango, de cierta jerarquía con 
respecto a otros estatus de esa incipiente organización social en la que
 ya germinaba la división de clases.
Posteriormente la religión se convirtió en 
el nuevo mecanismo de dominación. Los reyes en varios sistemas 
esclavistas de la antigüedad eran considerados descendientes de los 
dioses y el temor a ellos infundido en el conocimiento colectivo imponía
 el sometimiento y la obediencia. Pero fue sin dudas en la Edad Media 
donde verdaderamente quedó demostrado como la falta de conocimiento, 
provocado por la hegemonización de la Iglesia Católica sobre todo el 
saber, legaron a la humanidad los años más oscuros en cuanto a avances 
científico-tecnológicos e ideológicos. El saber estuvo en este período 
subordinado a la fe y legitimado por la filosofía escolástica.
En esta etapa, el dominio del clero en la 
sociedad fue prácticamente absoluto.  La iglesia concentró un gran poder
 material y espiritual y logró establecer un orden único. De este modo 
creó un estado de ánimo apocalíptico, de huida del mundo y anhelo de 
muerte, provocó una permanente excitación religiosa, predicó el fin del 
mundo y el temor al juicio final, justificó las miserias como designio 
de Dios y prometió una mejor vida en el paraíso a los obedientes.
Actualidad
Pudiera parecer que el mundo de hoy, 
tecnológica y culturalmente tan avanzado, y con una cantidad ilimitada 
de formatos y medios de información, rompió las cadenas de la ignorancia
 y se alza libre de toda sujeción, y que cada persona potencialmente 
goza de la libertad de pensamiento que le proporciona su conocimiento, 
pero esto es una vaga ilusión. La mayoría de los seres humanos no 
controlan el proceso de obtención de conocimiento porque no controlan el
 sistema de producción de información, el cual es administrado 
intencionadamente a nivel mundial por instancias e intereses poderosos a
 partir de una compleja instrumentación en la que intervienen los medios
 de difusión y la industria cultural, incentivando una globalización 
ideológica.
Las transnacionales de la comunicación 
bombardean de información el subconsciente de miles de millones de 
personas, incapaces en su mayoría de discernir los verdaderos propósitos
 del discurso mediático. Claro que este no es un fenómeno aislado, al 
mecanismo se integra la industria cultural, que crea patrones, 
estereotipos, estandariza modos de vida, universaliza los valores 
propios del sistema capitalista, incentiva el consumismo, el egoísmo, la
 pérdida de las identidades locales y promueve construcciones erradas de
 la realidad que los individuos asumen como realidad verdadera e ideal 
debido a su exposición constante a los múltiples canales de esta 
industria y a la credibilidad que otorgan al sistema de medios.
Por otra parte, existe la desinformación, 
que a pesar de ser el fenómeno antagónico se utiliza con iguales 
propósitos. Verdades a medias, historias falsas, golpes de efecto, 
tergiversaciones, manipulación de los hechos, etc., pasan a formar parte
 de esa realidad ficticia.
Lamentablemente un gran porciento de esta 
información manipulada se encuentra en los medios de mayor consumo del 
mundo, lo que extiende su alcance a la inmensa mayoría de sus 
habitantes. La explicación de este fenómeno es simple. Los grandes 
monopolios informativos representan intereses corporativos y 
gubernamentales que son los intereses de la oligarquía: protección del 
sistema capitalista a partir del control de la ideología y la 
manipulación de las masas.
La extensión de ese conocimiento controlado 
por la información descontrolada alcanza con Internet su mayor grado de 
expresión ya que esta se convierte en el instrumento para llevar a los 
lugares más intrincados construcciones de la realidad que constituyen el
 mecanismo de control y sometimiento más sutil y a la vez eficiente en 
la historia de la civilización.
Escapar de esta tiranía del conocimiento 
inducido resulta imposible porque desde pequeños estamos recibiendo su 
influencia,  lo que podemos hacer es combatirla, reducir los efectos que
 sobre la libertad individual y colectiva genera.
Hay varias opciones que pueden ayudarnos a 
estar lo más cerca posible de la verdad. Debemos cuestionarnos todo lo 
que vemos, leemos o escuchamos, someter a un juicio crítico todo este 
contenido y no quedarnos en la superficie, sino profundizar en el tema, 
analizarlo desde los puntos de vista de cada instancia implicada, 
emplear la mayor cantidad de fuentes posibles y contrastarlas.
Debemos aprender a aprender; oír, ver, 
leerlo todo, pero no asumir que es cierto algo solo porque aparezca en 
la portada de un gran diario o en una cadena televisiva de renombre. La 
verdad es algo así como una ecuación matemática, antes de asumirla hay 
que realizar la comprobación. Para ser verdaderamente libres no basta 
pensar, es necesario pensar bien.
No obstante, la información vista con 
optimismo ofrece grandes posibilidades para mejorar al planeta y al ser 
humano a través de su uso responsable. No creo que sea la censura bajo 
ninguna circunstancia el medio indicado para combatir su lado oscuro. 
Las personas deben adquirir una cultura de medios que les permita por sí
 mismas saber a cuáles de ellos otorgar credibilidad, es por ello que 
resulta imprescindible educar a las masas en este sentido.  La solución 
no está en quitar piedras infinitas del camino, sino en aprender a 
esquivarlas para encontrar la verdad.
*Estudiante de periodismo de la Universidad de Matanzas 
 
 
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