| ¿Se puede ser chicha y limonada a la vez? Por Carlos Fonseca Teránpor La pupila insomne | 
Es notable el empeño mediático encaminado a 
equiparar los levantamientos populares en Ecuador, Chile, Honduras y 
Haití en contra de las políticas neoliberales de sus gobiernos y de un 
modelo socioeconómico y político que responde
 a los intereses del imperialismo norteamericano, con los episodios de 
desestabilización política vividos en Nicaragua, Venezuela y Bolivia, 
cuya finalidad ha sido derrocar a los gobiernos de esos países, y que 
han sido promovidos por fuerzas orientadas y patrocinadas
 por las agencias intervencionistas al servicio de esos mismos intereses
 a los que responde el modelo neoliberal defendido por los gobiernos de 
los cuatro primeros países mencionados.
Es decir, el empeño consiste en ignorar dos hechos irrebatibles:
Primero, que las políticas y el modelo contra 
el que protestan los manifestantes en unos países son precisamente las 
políticas y el modelo promovidos por las fuerzas desestabilizadoras en 
los países donde ahora el poder está en manos
 de los que antes protestaban y luchaban contra esas políticas y ese 
modelo. 
Y segundo, que en el caso de los países con gobiernos 
de derecha las protestas son por reivindicaciones sociales, mientras en 
el caso de los países con gobiernos de izquierda lo que ha habido son 
actos desestabilizadores cuyo objetivo, de
 carácter eminentemente político, ha sido exclusivamente el 
derrocamiento de esos gobiernos.
En resumen, las políticas y el modelo contra
 los que protestan los manifestantes en Ecuador, Chile, Honduras y Haití
 son los mismos que quieren imponer las fuerzas desestabilizadoras en 
Nicaragua, Venezuela y Bolivia.
Son muchos los hechos en los que se evidencia la diferencia entre una situación y otra, pero baste mencionar sólo tres:
- Primero, cuando hay levantamientos populares, todos los muertos son opositores, o sea, son producto de la represión, mientras que cuando hay campañas desestabilizadoras o lo que es igual, intentos de golpes de Estado, hay una similar cantidad de muertos en ambos bandos (opositores y partidarios de los gobiernos bajo ataque), o sea, no son producto de represión alguna, y significativamente en el caso de Nicaragua, todas las muertes de opositores fueron producto de enfrentamientos armados, mientras que una buena parte de las muertes de militantes sandinistas fueron producto de asesinatos selectivos cometidos en los tristemente célebres tranques de la muerte, en los que se secuestraba, se torturaba y se asesinaba, como quedó evidenciado en decenas de videos tomados por los mismos torturadores y viralizados en las redes sociales.
- Segundo, un hecho altamente significativo y simbólico: en los levantamientos populares se incendian los McDonald’s, como en Chile, mientras en las campañas desestabilizadoras se incendian las sedes de movimientos estudiantiles y de cooperativas, y se destruyen las universidades públicas, como en Nicaragua.
- Y tercero, los levantamientos populares no tienen patrocinio externo, mientras los actos desestabilizadores son abiertamente patrocinados y promovidos por agencias tales como la USAID y la NED de Estados Unidos, que promueven lo que se conoce como golpes de Estado “suaves” contra gobiernos no afines a los intereses del imperialismo norteamericano.
Por increíble que parezca, el empeño en 
equiparar esas dos situaciones que por el contrario, son opuestas entre 
sí, ya ha comenzado a surtir efecto en quienes repiten como loras las 
consignas promovidas por los que piensan en lugar
 de ellos, de modo que ha aparecido en el convulso panorama político 
actual un extraño espécimen que se caracteriza por no distinguir entre 
la causa e intereses de los oprimidos en lucha por su emancipación 
contra el poder de los opresores en ciertos países,
 y los intereses de los opresores, de los poderosos del mundo, opuestos a
 los oprimidos que han tomado el poder en otros países. Este espécimen 
se pronuncia alegremente a favor de los oprimidos en Ecuador, Chile, 
Honduras y Haití, que están contra el poder
 de los opresores, pero también se pronuncia a favor de los antiguos 
opresores en Nicaragua, Venezuela y Bolivia, que están contra el poder 
de los oprimidos que se emanciparon.
Se trata en este caso de un verdadero estado
 de indigencia mental y espiritual que padecen personas débiles de 
carácter, que se dejan seducir por ciertas modas elitistas, y los 
hipnotizados por un mundo virtual, falso y sin vida.
 Son los que nunca se han interesado por el mundo real, el de las 
injusticias y la opresión, pero también el de las luchas por la 
liberación y el de los triunfos de los pueblos que luchan. Son los que 
sólo saben lo que ven en los memes y las imágenes del entretenimiento
 frívolo, grotesco y embrutecedor. Ellos nunca se habían metido en 
política, y cuando lo hicieron sólo fue para obedecer a otros que sí se 
han metido siempre. Son los que de un momento a otro salen en carrera, 
guiados por las pantallas de sus teléfonos celulares,
 movidos por noticias falsas, como los insectos que van hacia la luz 
para terminar incinerados en las llamas de su desorientación. Son los 
muertos en vida que se activan como zombis al llamado de los verdaderos 
causantes de su infelicidad y amargura. No hay
 mayor desgraciado que quien no sabe la causa de su desgracia. Pero 
también hay otros, los informados, los inteligentes, los “estudiados”, 
cuya lucidez desaparece por arte de magia al calor de sus acomplejadas 
aspiraciones a la gloria del poder y el dinero,
 o en otros casos a la débil luz de mezquindades adquiridas en el poder y
 que acabaron con sus almas. Y hay otros más, los que sí saben en lo que
 andan, y que son los únicos beneficiarios de lo que ellos mismos hacen y
 de lo que hacen que otros hagan como si
 fuera decisión propia. Las cadenas más difíciles de quitar son las que 
no se sienten.
El pueblo ecuatoriano, el pueblo chileno, el
 pueblo hondureño, el pueblo haitiano, no andan como los puchos de 
Nicaragua, detrás de empresarios, curas y politiqueros en defensa de los
 intereses de estos grupos privilegiados o incluso,
 en muchos casos sin saber siquiera qué defienden, sino que luchan 
concretamente en contra de unas políticas de gobierno y un modelo 
socioeconómico y político que en otros países como el nuestro, donde los
 pueblos en lucha están gobernando, quieren ser impuestos
 por quienes perdieron el poder y se quieren presentar como luchadores 
por la libertad mientras defienden esas políticas y ese modelo que 
responden a los intereses de los poderosos del mundo, y contra los 
cuales luchan los pueblos oprimidos, que se oponen al
 poder de los opresores en unos países, mientras en otros países los 
pueblos emancipados desde el poder promueven unas políticas de gobierno y
 un modelo opuestos a las políticas y el modelo de los antiguos 
opresores, resistiendo los ataques de éstos, que quieren
 recuperar su poder perdido.
Los pueblos en lucha por sus derechos sólo 
logran sus objetivos cuando toman ellos el poder en sus propias manos, 
como sucedió en su momento en Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia. Pero
 cuando esto sucede, los opresores desplazados
 del poder continúan defendiendo sus intereses, apoyados por quienes aún
 tienen el poder mundial en sus manos, y se presentan como si fueran 
ellos los que están contra el poder opresor, porque en sus países el 
poder está en manos de los verdaderos luchadores
 contra la opresión, que están suprimiéndola gracias al poder que han 
logrado conquistar, como se logrará algún día a nivel mundial mediante 
la lucha revolucionaria, que no termina con la toma del poder en cada 
país, sino que continúa con la lucha por el poder
 en el mundo entero, y en esa lucha hay sólo dos bandos: los opresores 
que tienen el poder mundial y los oprimidos que han logrado emanciparse,
 tomando el poder en algunos países.
No se puede estar con los oprimidos que 
luchan contra el poder opresor en unos países, como Ecuador, Chile, 
Honduras y Haití, y al mismo tiempo a favor de los antiguos opresores 
que lanzan ataques en contra de los oprimidos que se
 han emancipado tomando el poder en otros países, como Nicaragua, 
Venezuela y Bolivia. Es así de simple; no es cuestión de no ser chicha 
ni limonada (o sea, ni de izquierda, ni de derecha) o peor aún, ser al 
mismo tiempo chicha y limonada, creyendo que lo correcto
 es estar a favor de todo el que se oponga al gobierno que sea. Eso es 
propio de quienes no saben ni a favor de qué ni en contra de qué están.
Pero los que tienen el poder mundial no se 
enredan, a diferencia de los zombis hipnotizados por ellos, que como 
buenos insectos siguen obedientes la luz engañosa de su propio final. 
Los poderosos, a diferencia de sus tontos útiles,
 saben que son chicha o son limonada. No se andan pronunciando como 
algunos de sus zombis, sin saber por qué ni para qué, a favor de todos 
los que se opongan a cualquier gobierno, sino sólo a favor de los que se
 oponen a gobiernos que están en manos de los
 pueblos que han triunfado en su lucha contra el poder opresor. Por eso 
la OEA no hace sesión urgente por la represión en Ecuador o Chile, pero 
sí por las crisis políticas inducidas, cada una en su momento, en 
Nicaragua y Venezuela. Por eso la tal Bachelet,
 cuyo padre fue víctima de los mismos militares que hoy se lanzan otra 
vez contra el pueblo, no dice esta boca es mía frente a lo que está 
pasando en su propio país, Chile, donde hay decenas de manifestantes 
muertos, centenares de heridos y mujeres abusadas
 sexualmente por los infames carabineros, pero se pronuncia de inmediato
 contra el “uso desmedido de la fuerza” en Bolivia, donde no ha habido 
un solo muerto y donde las protestas no son por reivindicaciones 
sociales (como no lo han sido ni en Nicaragua ni
 en Venezuela, donde el objetivo ha sido derrocar gobiernos electos por 
el pueblo), sino en rechazo a los resultados electorales en su país, 
decididos por los indios, cuyo voto no vale nada para la oligarquía 
racista.
Cuando se cuestionan políticas de gobierno y
 se defienden derechos e ideas, esos derechos se tienen que reivindicar y
 esas ideas se tienen que poner en práctica, y no hay otro modo de 
hacerlo que a través de políticas de gobierno,
 o sea desde el poder. Por eso en Nicaragua, Venezuela y Bolivia los 
opresores, que perdieron el poder, lo quieren recuperar para volver a 
oprimir a nuestros pueblos, mientras en Ecuador, Chile, Honduras y Haití
 los oprimidos se rebelan frente al poder de los
 opresores, pero el máximo triunfo de esa rebelión sería que los 
oprimidos llegaran al poder para desde ahí reivindicar sus derechos y 
poner en práctica las ideas emancipadoras, como ha sucedido en Cuba, 
Nicaragua, Venezuela y Bolivia.
 
 
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