No
 podemos pensar Cuba al margen de los conflictos que se están dando 
ahora mismo en el mundo y en nuestra región, ni al margen de su historia
 y enclave geopolítico. América Latina es un territorio en disputa. 
Cualquier esfuerzo comprometido con la superación de la pobreza y las 
desigualdades sociales en la actualidad, si se hace desde países con una
 historia de dominación colonial y neocolonial como la nuestra, y sobre 
todo, desde una región que sigue siendo proyectada y tratada 
concretamente por los centros del poder económico mundial como 
territorio explotable, exige encarar la lucha de clases y el problema de
 la explotación en la economía-mundo, así como asumir una postura 
política de confrontación al neoliberalismo. Eso, en la escena cubana se
 traduce en resistir la presión por la reinstauración capitalista, en la
 medida en que esta solo agravaría los problemas relativos a la pobreza 
de los grupos vulnerables, ampliaría las pautas de desigualdad y las 
brechas de equidad de todo orden. No obstante, defender el socialismo, 
radicalizando su horizonte democrático y de equidad, no es sencillo, 
supone desafíos muy concretos por resolver, en el plano económico, pero 
también, en el orden de lo político y de lo cultural. 
Por
 otro lado, a lo interno de Cuba, el esfuerzo por una sociedad más 
equitativa debe partir de reconocer que la transición socialista no ha 
sido ni es una etapa exenta de desigualdades sociales, a pesar de que el
 socialismo haya demostrado objetivamente que brinda mejores condiciones
 de posibilidad para luchar por erradicarlas y por eso apostamos por su 
continuidad. La transformación radical que produjo la Revolución en el 
orden de la estructura socio-clasista, al eliminar la explotación con 
base al trabajo y crear importantes mecanismos de integración social, 
facilitó niveles de movilidad social ascendente nunca vistos en la 
historia de la nación y acortó las distancias entre unos grupos y otros.
 
No
 obstante, las desigualdades sociales que se han venido reconfigurando 
con mayor visibilidad desde la crisis de los noventa, si bien son 
deudoras de un pasado a través del cual se cimentaron hondas e injustas 
desigualdades en relación con la clase, el género, el color de la piel y
 la territorialidad, vale señalar que han encontrado condiciones para su
 re-emergencia y reproducción en las circunstancias actuales, a la par 
de que aún convivimos con imaginarios de carácter racista y/o misógino 
entre determinados sectores de la población, expresiones de la necesidad
 de radicalizar la transformación cultural que demanda la construcción 
del socialismo. 
Precisamos
 colocar la cuestión de las desigualdades sociales en el centro de los 
análisis sobre el presente y futuro del socialismo cubano y los 
escenarios pensados para su continuidad. En ese sentido, es
 importante una comprensión a fondo de las complejas dinámicas 
socio-económicas que hoy contribuyen a reproducir las desigualdades,
 esto quiere decir, estudiar cuáles son los mecanismos, tanto económicos
 como simbólicos para su reproducción, así como mapear las formas que 
revisten y las características de los grupos más vulnerables. 
Es
 válido destacar que el papel de las Ciencias Sociales resulta 
fundamental y hay un camino muy importante desarrollado por la academia,
 instituciones, centros y grupos de investigación, en torno a la 
pobreza, la estructura socio-clasista de la sociedad cubana 
contemporánea y la política social, las desigualdades, las juventudes, 
el género y la raza, aunque cada una de estas áreas temáticas ha tenido 
un desarrollo particular. Son áreas de estudio que requieren de voluntad
 política para su sistematización y consolidación. Existe una urgencia 
de fabricar contenidos sobre estos temas con base en lo que está 
investigado en el país y los conocimientos ya producidos, para 
posicionar mediáticamente abordajes comprometidos con fortalecer el 
trabajo de nuestras instituciones y perfeccionar los mecanismos del 
Estado cubano en la atención a nuestras problemáticas sociales, 
considerando también que estamos ante un escenario en que ellas son 
capitalizadas como instrumentos para la manipulación mediática y la 
fabricación de estados de opinión. 
Uno
 de los retos fundamentales es la producción sistemática de datos que 
ayuden a comprender la dimensión real y los matices con que se presenta 
el problema en Cuba. Siempre tendremos a favor que los fenómenos de la 
pobreza y la vulnerabilización social en nuestro país se dan con una 
cualidad singular, cuya esencia radica en la ausencia de relaciones de 
explotación de clases y la existencia de una plataforma de garantías y 
oportunidades de integración social con las que no cuentan los grupos 
más vulnerables en otros contextos. Partiendo de ahí, debemos estar 
abiertos a hablar de estos temas, reconocerlos en lo que son es un paso 
importante para afrontarlos.
Otro aspecto significativo tiene que ver con la necesidad de una política social orgánicamente articulada a la plataforma de cambios económicos en curso.
 La política social en Cuba ha sido fundamental para la dignificación de
 la vida de cubanas y cubanos y el alcance de importantes niveles de 
igualdad social, pero estamos ante un proceso de actualización del 
modelo. La plataforma programática concibe transformaciones en la 
política social dirigidas a una mayor diferenciación y focalización para
 la atención a grupos vulnerables. Ningún cambio económico en la isla 
debiera ser valorado al margen de su impacto en la matriz de 
desigualdades sociales ya existente en un corto, mediano y largo plazo. 
La institucionalización prevista de nuevas formas de propiedad será un 
paso más en la conformación de un mercado del trabajo con nuevos 
escenarios laborales, nuevos actores y relaciones entre ellos, 
condiciones y dinámicas. El estudio del impacto que esto tendrá sobre la
 trama social y las condiciones de vida de los diferentes grupos de la 
estructura socio-ocupacional de la sociedad cubana es imprescindible, 
así como el análisis y el diseño de los mecanismos para contener la 
posible expansión de las brechas de equidad y favorecer las condiciones 
de aquellos grupos en una posición más vulnerable. 
El
 llamado del Presidente de la República sobre la necesidad de 
desarrollar una gestión del Estado basada en la Ciencia es una 
convocatoria importante. Entonces, estamos hablando de un significativo 
debate que tenemos por delante, en el cual la claridad política e 
ideológica será fundamental, sobre todo cuando en el escenario cubano 
estos temas comienzan a ser abordados mediáticamente desde posturas 
afines con una agenda para la reinstauración capitalista. 
Políticas
 de atención a la pobreza y las desigualdades hay muchas en el mundo, 
algunos de los modelos que mayor influencia ejercen a nivel 
gubernamental en la “lucha contra la pobreza” en nuestra región están 
inspirados en los enfoques sobre pobreza del Banco Mundial, responsable,
 al mismo tiempo, del despliegue de las políticas neoliberales que han 
agravado las condiciones de desigualdad y pobreza en todo el orbe. El 
capitalismo, a la par que produce pobreza y desigualdades, produce los 
dispositivos del saber que permiten administrarla a su conveniencia, 
financia el salario de investigadores, invierte en proyectos y programas
 de abordajes liberales, fabrica líderes de opinión sobre estos temas, 
con el objetivo de que prevalezcan enfoques que no resolverán el 
problema en la medida en que evaden la crítica al capitalismo, 
individualizan las causas y las soluciones, y así, son funcionales a la 
reproducción del capital. Entonces, la cuestión no se resuelve hablando 
de pobreza y desigualdades, sino atinando bien en la dirección política e
 ideológica con que abordaremos estos problemas. 
Por
 último, es necesario socavar los soportes simbólicos de las 
desigualdades sociales, esto es, radicalizar la revolución cultural. Necesitamos
 combatir el machismo, la misoginia y el racismo e, incluso, actitudes 
de sesgo clasista. La Revolución ha modificado los imaginarios 
colectivos institucionalizando nuevos valores en torno a nuestras formas
 de ser, estar, hacer y convivir, pero es necesario ampliar el horizonte
 de esfuerzos en torno a esta problemática. Instituciones educativas, 
medios de comunicación, organizaciones políticas y de masas en Cuba 
están llamadas con más fuerza que nunca a actualizar sus formas de 
trabajo y perfeccionar los mecanismos para el debate y la participación 
popular en las bases en torno a todos estos temas medulares, actuando 
como instrumentos del pueblo cubano para la comprensión de las 
realidades que vivimos y para velar por el sentido colectivo de los 
cambios, de lo contrario, las inquietudes e insatisfacciones que emergen
 en el entramado de la vida cotidiana serán capitalizadas por quienes no
 tienen interés alguno en resolver los problemas, sino en usarlos como 
propaganda política contra el Estado cubano y sus instituciones. 
 
 
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